“1994”, un país que no fue

Diego Enrique Osorno hace una relectura no sólo de un año en la historia que cambió la historia, sino también la idea de un país donde la violencia y el asesinato se instauraron como instrumento político

Ciudad de México (N22/Ana León).- ¿Si Luis Donaldo Colosio hubiera sido presidente de México, habría sido diferente? Una pregunta retórica. Una respuesta que no existe. 1994, el documental de Diego Enrique Osorno, inicia con el testimonio de Carlos Salinas de Gortari, un gesto nada inocente para un periodista avezado en el juego narrativo y visual. Se pide una presentación y el ex presidente bromea: «¿Quieres que te de un resumen de mi currículum vitae?» La broma dice mucho de aquél que sabe del poder, de su juego y de sus alcances. Y es por eso que incluir esa respuesta en el inicio de esta miniserie documental de cinco episodios, producida por Vice y distribuida a través de Netflix, no es casualidad. Desde el primer momento Osorno traza el tono de la conversación.

Carlos Salinas de Gortari


«1994 no es una serie sólo sobre Colosio», me dice Diego en una pequeña charla, «es una serie sobre un año trascendental, pero sí, es la figura de Colosio el eje en torno al cual se analizan todas las situaciones que marcaron ese año». Y es que 1994 es un punto de inflexión en la historia política de un país en el que el levantamiento zapatista, la llegada del Tratado de Libre Comercio, la crisis económica, el sistema político, el destape cínico de la violencia y el complot, lo cambiaron todo.

Desde los primeros minutos se trazan las líneas que sigue Osorno y sobre las que va construyendo su historia: un partido renuente al cambio, un presidente todopoderoso encargado de elegir a su sucesor, las diferencias ideológicas y la crisis del poder. Cada testimonio ordenado y colocado en la narración de esta historia de forma tal, que no sólo nos sentamos a ver un documental sobre un hecho histórico, sino un proyecto que echa mano de las herramientas narrativas de la ficción y del thriller policíaco para ser contado.

Se presenta primero a los personajes: Salinas, sus juegos de poder; Colosio, el joven sonorense que fue sumando éxitos a su carrera política, el joven venido desde abajo, su empatía, su carisma; la discordia en la figura de Manuel Camacho y luego su papel como pacifista luego del levantamiento zapatista; la llegada de Zedillo al relato como coordinador de la campaña de Colosio. Y Osorno juega con la construcción de los personajes, sin sacrificar la veracidad de los hechos. Salinas, del gran tlatoani al ensombrecimiento; Colosio, del que creía en la democracia como un sistema de vida al que descubre que es pieza de los juegos de poder; Zedillo, de la sombra al empoderamiento.

Las voces se suceden y viajan en el tiempo. Carlos Rojas Gutiérrez, Alfonso Durazo, Agustín Basave, Federico Arreola, Igor Herrera, Marcelo Ebrard, Carmen Aristegui, Luis Donaldo Colosio Riojas y el Subcomandante Galeano, entre muchos otros. Un relato coral que tiene la virtud de, sin ser ese su objetivo principal, esbozar cómo en dos sexenios, el de Salinas y el de Zedillo, se gestó y consolidó ese México de desapariciones, el país violento que conocemos ahora. No porque antes no existiera esa violencia o ese juego político, sino que la normalización de la misma y las desapariciones se volvieron parte del cotidiano.

Subcomandante Galeano (antes Marcos)


Es así como 1994 inicia en 1988, porque es dentro del salinato que se planea hacia dónde se espera que se desarrolle el siguiente sexenio. El camino se descompone y la historia cambia. Asesinado el candidato, otra historia se gesta y es por ello que el paneo se extiende hasta el periodo de gobierno de Zedillo, porque es en quien recae la tarea de hacer justicia, porque es en quien recae la sustitución de un ideal de gobierno al que nunca se llegó. Osorno, ahí, enfatiza cómo se transforma la figura de Zedillo, del anonimato total a la figura al frente de las fuerzas del orden del Estado, para llegar a la transición democrática.

1994 es un titánico ejercicio de archivo que hace una relectura de los hechos y sus protagonistas, de este juego político, de la violencia y las deslealtades no para plantear una nueva visión de aquél año sino para hacerse nuevas preguntas sobre la idea de justicia en una nueva transición política.