A través de su escritura y de sus talleres, la autora en lenguas indígenas, Sol Ceh Moo, critica la exotización y la visión folclorista de las tradiciones
Guadalajara (N22/Huemanzin Rodríguez).- Se define a sí misma como una de las mujeres más fuertes de México, ella es Soledad Ceh Moo (Yucatán, 1968), aunque prefiere que pronuncien su nombre como Sol, ha decidido que la llamen como fue nombrada y no como Soledad, el nombre otorgado para no ser discriminada. Ella ha desarrollado una obra literaria que ha sido reconocida con el Premio Nezahualcóyotl (2014) y el Premio de Literaturas Indígenas de América (PLIA, 2019), siendo la primera mujer en recibirlo. Sol asegura que su voluntad e interés está en salvaguardar la integridad de las poblaciones indígenas, de sus integrantes, de sus intereses y, sobre todo, de las mujeres que viven situaciones de violencia sin importar que sean o no indígenas. En novelas como Teya, un corazón de mujer o Sólo por ser mujer, ha hecho retratos críticos que desmitifican las imágenes bucólicas.
Tu trabajo como escritora ha sido celebrado en México y el mundo ¿crees que estamos en un momento nuevo de reconocimiento a la diversidad cultural del país?
Yo creo que estamos en un proceso de auge, me parece que hay un boom, hay curiosidad, hay una visión folclorista y hay un interés turístico. Para mí hay una prostitución de los idiomas, de las personas, de las vestimentas tradicionales, de las artesanías. Es como decir: “Hay varios pueblos indígenas en México y tiene muchas tradiciones”. Hay personas que se percatan que hay indígenas que entraron a un espacio académico, que han aprendido a leer y se educan en un formato académico occidental, porque la enseñanza en el propio idioma todavía no existe en México, al menos uno de una forma que sea confortable, segura y con resultados positivos. Estamos inmersos en dos sociedades, por eso nuestro proceso de alguna manera obliga a las otras personas que no son hablantes de las lenguas originarias, a que conozcan que somos capaces de generar algún tipo de obra de creación artística en cualquiera de las disciplinas existentes. Pero falta un reconocimiento más allá de decir: “está bonito”. Falta reconocer que detrás de una obra creativa hay un pueblo que lo avala, hay una cosmovisión que está integrada también de dolor, de inseguridad y de violencia; porque los usos y costumbres no sólo son felicidad: limitan, oprimen, sancionan y, por supuesto, también aprisionan dentro de las comunidades y ésa es la verdad que no sabe la gente.
Por ello, el tener un reconocimiento a mi obra, como mujer, que escribo en mi idioma materno, me da la oportunidad de posicionar y reconocer el trabajo de otras comunidades y mostrar al mundo a otros artistas, otros centros educativos, otros centros de formación; así sí se puede exponer y posicionar la realidad, la existencia de pueblos indígenas.
¿Hablas de romper paradigmas? ¿Formas de pensar? ¿Son acciones bilaterales?
Los que mayormente discriminamos somos los “iguales”, unos a otros. Porque psicológicamente descubrimos nuestros propios defectos en los otros, y porque hay una exigencia dentro de la propia familia. No puedo hablar de todos los pueblos mayas, pero en el caso de Yucatán, no hay un consejo de mayores, no se acostumbra que los abuelos se reúnan y decidan qué es lo que se va a hacer, no hay eso. Lo que sí hay son los padres que están dentro de las casas e indican qué se hace qué no se hace. En mi caso, mi padre indicó que estaba prohibido hablar en maya en esa casa. Porque había que dejar de ser indios. Cuando esas palabras entran a tu mente, te ves como indígena porque te das cuenta que eres diferente a los demás. Porque señalan: fíjate en la gente de la plaza, ve cómo son, ellos son educados, ellos son finos, elegantes, blancos. Y eso te abruma, porque somos muy distintos y esa información te obliga a tratar de ser un poco semejante a ellos para que no te discriminen tanto y sufras. Entonces, lo primero que ocurre es la pérdida de la identidad, dejé de ser Sol Ceh Moo y me convertí en Soledad Castro para cumplirle a mi papá; dejo de hablar mi idioma y finjo ante otras personas. Eso es lo que sucede dentro de las comunidades con la mayoría de las personas.
Por otro lado, en las tradiciones, usos y costumbres hay una serie de violaciones permanente a los Derechos Humanos, que dentro de la comunidad no se le considera como daños. Por ejemplo, casar a niñas de 13, 14, 15 años; porque para la comunidad a los 15 ya estás vieja y sólo tienen como destino, parar como servidumbre de una casa de la capital. Y si no, cuando se casen sus hermanas, es la que se quedará a cuidar a los padres. Por eso se les condiciona a que la primera persona que se fije en ellas, la tienen que aceptar como marido, ¡porque al menos alguien se fijó en ellas!
¿Cómo pueden esperar que una persona pueda ser feliz?, ¿enseñar a otra generación a que también pueda serlo y tomen decisiones? No tienen la capacidad. Y siendo analfabetos de otro idioma, ni siquiera pueden
comprender qué es lo que está sucediendo.
Hace algunos años empecé a poner atención en lo que sucede al interior de las comunidades indígenas y descubrí, estremecido, que el mayor número de suicidios en México ocurría en las comunidades indígenas de la península de Yucatán en una población adolescente. Las cifras varían con los años, pero muestran que lo que ocurre ahí no está bien. En novelas como Teya, un corazón de mujer o Sólo por ser mujer, haces retratos críticos que desmitifican las imágenes bucólicas.
Esta situación de la violación de Derechos Humanos que se va dando es algo invisible, intangible, pero real, y provoca lo que estamos viviendo: la inseguridad, las violaciones físicas y sexuales, los homicidios de mujeres, ¿por qué? Porque tratamos de expresarnos, tratamos de decir que sentimos, que vivimos, que somos, que tenemos la habilidad y la capacidad de realizar algo, que podemos ser competitivas en un mundo de varones. Pero la sociedad no está preparada para ello, la sociedad está preparada para que seas utilizada. Por eso, en muchas de mis novelas he denunciado asuntos sociales contemporáneos, situaciones que no se viven con los hispanoparlantes o en la zona urbanizada, sino que se dan dentro de las comunidades: el incesto, la violación, la violencia de género, el que digan que como mujer no eres capaz de pensar y que tienes que ser como la Virgen María, madre y esposa fiel, ahí está tu tarea.
Además, existe la trata de personas en formas sutiles, por ejemplo, vas a un restaurante y ves a una mujer indígena haciendo tortillas con su ropa tradicional, viene un turista y pide una foto y ellas, humildes, dicen sí. Toman la foto y dejan una moneda en un cuenco que está ahí. Eso es limosna y trata de personas. Yo les digo a ellas: “¡Las están prostituyendo!” El problema es cómo hacerles entender que eso es limosna, trata y prostitución si, en realidad, ellas necesitan el dinero porque viven en la pobreza.
Es una situación muy delicada y por eso las obras tienen que hablar desde la verdad. Los reconocimientos que he recibido, me hacen sentir bien y me hacen sentir más responsable. Me llevan a la búsqueda y generación de talleres con niños y adolescentes, y esos talleres han sido positivos, porque los niños y niñas con los que trabajo en las comunidades ya empiezan a hablar y a tener confianza. La parte negativa es que cuentan con tanta naturalidad situaciones de incesto, de violencia contra sus mamás, de no tener comida, de tener que trabajar porque el dinero no alcanza para nada, de no poder ir a la escuela porque hay que ir al monte a trabajar. ¿Por qué tienen que vivir en una desigualdad total? Les parece tan natural por el simple hecho de haber nacido en comunidad, por ser pobres, por ser indígenas. Pero, sobre todo, por ser “feo”, que es lo que se les ha inculcado: “Tienes cabellos de espinos”, “tienes la piel gruesa”, “tienes la piel negra”, “tienes la cabeza grande”. Eso te están diciendo todo el tiempo desde que naces.
Como sociedad, ¿qué podemos hacer para cerrar esas distancias en el trato y justicia entre los mexicanos?
Desafortunadamente tenemos sociedades elitistas con gobiernos de clases sociales medias y altas, que más allá de la capital ven a un país dividido entre el Sur como “zona de delincuentes” -una total falsedad-, y el Norte de gente rica y educada. Y los que viven en comunidades son indígenas que no tienen necesidades, con que vistan y que coman es suficiente.
Se ponen escuelas estandarizadas para todos los pueblos indígenas, pero no crean programas de educación para los indígenas, hacen programas de educación de indígenas, así, despectivamente. Creo que la salvaguarda de las poblaciones en vulnerabilidad, es la reeducación de la sociedad, tanto quienes están como autoridad administrativa, así como quienes están viviendo esa situación de disminución de personas. Porque generan programas de inclusión, pero solamente incluyen a los pueblos indígenas de forma estadística o cuando hacen los programas de políticas públicas llevan 50 millones de impresos en trípticos que entrega el gobierno federal a los gobiernos estatales, y el gobierno estatal a los municipales, y los municipios los llevan a escuelas, clínicas o a los lugares donde tengan que llegar. Y si el Instituto de Lenguas Indígenas funciona con un pensamiento, yo diría, tan limitado, en el que solamente basta con cumplir con esa economía de evidencias, de números para poder decir: “Sí estamos trabajando, sí estamos cumpliendo”,pero no saben qué pasa cuando lleva ese material a la comunidad.
El 98% de la población indígena maya es analfabeta y no lee en su idioma materno, entonces, ¿cómo pretenden que se pueda leer ese folleto que, además, está impreso en una traducción al maya con un formato establecido por instituciones que no pueden acercarse a obligar o a imponer un formato de idioma que no dominan, un formato de neologismos, un formato de tecnicismos y que a veces ni siquiera fonéticamente te ayudan a comprender el texto. ¿Por qué no mandan unas grabaciones que haya grabado alguien que hable el idioma maya de la comunidad y que con bocinas se transmita en lugares como los palacios municipales? Creo que sería mucho más fácil y tendría un resultado positivo, tal vez no tan impactante, pero no como el material impreso que llega que no pueden leer y que tiran a la basura.
La actual administración pública ha puesto un notable énfasis en políticas para los pueblos indígenas. ¿Qué piensas sobre ello?
Es posible que el presidente López Obrador tenga buenas intenciones, no lo puedo asegurar porque no estoy ni en su cabeza ni en su corazón, pero creo que tiene malos asesores. Las personas como titulares en las dependencias tiene demasiada arrogancia y una de las personas más arrogantes es Juan Gregorio Regino, titular del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas, yo he conocido las quejas y situaciones que manifiestan sus propios colaboradores. Son cosas que no puedes hacer, ¿cómo puedes estar al frente de una institución y al mismo tiempo actuar como si las personas no existieran para ti? No puede haber verdad ni seguridad en México, no puede haber algo que te proteja y salvaguarde, que cuide a las comunidades, que respete su contenido identitario, que les respete como personas si quien está al frente no tiene sensibilidad, conocimiento y aproximación. Se la pasa viajando por el mundo mientras que la gente en las comunidades cree que debe vivir pobre porque nacieron pobres y decir: “Gracias, Dios, al menos tengo hoy un plato para comer”.
¿Cómo puede llega justicia en estos entornos?
En los talleres que doy nos ha sucedido que una niña le dice a su mamá que fue violada, y al intentar proceder jurídicamente, les dicen: “Si denunciamos a tu papá y lo llevan a la cárcel, ¿qué van a comer tus hermanos?” “Si tu papá se enferma y muere en la cárcel es tu culpa”. La revictimización hace que todos guarden silencio con tal de que la familia no sufra ni se desintegre, la niña es culpable de ser mujer y de ser utilizada, porque como dicen allá las abuelas: “Para eso nació, sólo que se adelantó”.
¿De qué manera lograr un compromiso que sea al mismo tiempo moral y literario?
El día que me dieron la noticia que había ganado el premio PLIA, yo estaba totalmente feliz de haber planeado un año sabático que iba a empezar en enero de este año. Desde que había ganado otros premios como el Nezahualcóyotl, sabía que mi responsabilidad era diferente y era con la literatura y los temas que nadie quiere tocar, pues nadie quiere cuestionar las tradiciones, pero quienes no quieren hacerlo no están atrapados en la tradición. Entonces ¿qué hacer? Dedicarme a la literatura como principal objetivo de vida, seguir trabajando y hacerlo integrando como una cláusula adicional a mi auto contrato en creación literaria, dedicar tres horas y media a la escritura, antes escribía dos horas y media, y ahora tres horas y media todas las noches, porque quiero generar una novela anual, así como otras obras paralelas en otros géneros. Después, el premio PLIA compromete a generar talleres de derecho constitucional entre las poblaciones, enseñaré cuál es su derecho indígena, cómo sensibilizarse, cómo exigirlo y buscar el respeto, tiene que ser a través de talleres de creación literaria. Otra cosa es buscar con los talleres, que tengan sensibilidad artística para que sean personas que se valoren y que sepan que hay gente como yo, dispuesta a acompañarles en todo momento, y que no necesitan pagar nada que no tienen. Que sepan que hay alguien que va a ir a donde estén para ayudarles a contar, a escribir, a cantar, que digan sus historias y los libere para evitar la situación emocional que los lleva a lo que mencionabas, a matarse.
Lo que queremos hacer es que los niños y niñas tengan conciencia de que nadie les puede tocar, que nadie les puede utilizar y si sus papás o las autoridades no les escuchan, que hay personas que pueden ayudarles, y eso sólo es posible si aprenden a hablar y aprenden a escribir, esa es mi tarea. Para lograrlo lo vislumbro en estas tres vertientes: la literatura, la promoción de los derechos y los talleres.
Imagen: Huemanzin Rodríguez