Literatura y mezcal, una mezcla que ha dado una nueva capa de identidad a Oaxaca

Parte de las mesas de la 40 FILO fue la charla Literatura y mezcal en la que participó el escritor Antonio Vásquez con quien charlamos sobre la influencia y presencia de este destilado en la narrativa y la identidad de la que ha dotado a este estado 

Ciudad de México (N22/José Meléndez).- Desde tiempos inmemoriales, el maguey acompañó a las civilizaciones de Mesoamérica, las cuales supieron sacarle el mayor provecho para producir fibras textiles, pulque, etcétera. El origen de esta bebida se da por la fusión de tres culturas: la oriental que aportó el alambique, la europea, que perfeccionó la destilación y la americana, que aportó el maguey y modificó técnicas y materiales, de lo que más adelante se convertiría en una de las bebidas mexicanas de mayor renombre: el mezcal. 

La palabra mezcal proviene del náhuatl mezcalli, maguey cocido. Durante el virreinato de la Nueva España se le conoció como vino mezcal. El impacto cultural de esta bebida se ve reflejado también en la literatura y, en particular, en la obra Bajo el volcán (1947) de Malcolm Lowry, gran bebedor y pensador del mezcal. Dicha obra literaria dio a conocer la bebida a nivel internacional. Sin duda, el estado de Oaxaca es por mucho el mayor productor de mezcal y eso justifica que en la 40 Feria Internacional del Libro de Oaxaca se llevara a cabo un ciclo sobre la Literatura y el mezcal en el que participó Antonio Vásquez, joven y talentoso escritor quién nos platica sobre la influencia del mezcal en su trabajo literario.   

Escribes desde los veinte años de edad, ¿por qué empiezas a escribir?

A mí me detonó las ganas de escribir una novela. Estaba leyendo varias novelas, pero ésta en particular, se llama Bajo el volcán, de Malcolm Lowry, y me sentí identificado, sobre todo por los escenarios que hace ésta mezcla. De por si sale Oaxaca en la ciudad, pero es este Cuehuenahuac, es una mezcla de Cuernavaca y Oaxaca y yo dije: “mira, mi casa sale aquí” y también por la forma en que escribe, con imágenes muy poéticas, un poco infernales, un poco delirantes y dije: “me gusta mucho esto, lo que está haciendo, quiero hacer algo así”. Esa fue la idea que surgió, la intención que tiene cierta soberbia, si yo quiero escribir algo así. Y la primera novela que escribí Ausencio, tiene mucho de eso, tiene mucho de los paisajes como medio desérticos de México y el alcoholismo y esa búsqueda que hay en el fondo espiritual. 

Platícame un poco más sobre la influenciada del mezcal en tu literatura.

Para la escritura de Ausencio, que es la historia de un padre ausente que muere por alcoholismo y del hijo, que antes de eso, rechazaba el alcohol, no quería tocarlo. Pero con la muerte de su padre, el cuál es un padre ausente, el hijo no sabe cómo reaccionar ante esa pérdida. Y por ser un padre malo, estaba contento de que murió, o si hubiese sido un padre bueno pues cae en un luto muy profundo y llora. Pero como es un padre ausente, no sabe cómo reaccionar y empieza a tomar. Poco a poco empieza a caer en este vicio alcohólico y es a causa de este alcoholismo en el que cae que empieza a tener delirios y la novela toma esta dimensión fantástica, empieza a penetrar el mundo de los muertos, el mundo de todo ese panteón mitológico mesoamericano, muchas presencias. Entonces, en la experiencia, yo como escritor, pues empecé a tomar más y empecé a experimentar más con estos estados de mucha intoxicación alcohólica. Llegue, en momentos, a estar preocupado de pronto porque si es algo que te puede rebasar en cualquier momento. Y acabé la novela y aún por varios años me costó desprenderme de eso. Gracias a la pandemia, ya no me he emborrachado, pero durante el proceso de esa novela sí, muy duro y sobre todo el mezcal que era lo que más tomaba.

Justo esto lo mencionabas en la charla del ciclo de literatura y el mezcal, que tiene su lado oscuro.

Se romantiza mucho, sobre todo porque para el mercado, para los turistas que vienen, que viven la fiesta, pero en los pueblos es muy alegre, pero ya a ciertas horas de la noche, ya los padres de familia pierden el control, si se tornan violentos o se ponen en situaciones que asustan a los hijos. 

¿Crees que haya una suficiente narrativa sobre el mezcal o influencia en la literatura?

De pronto se menciona. Yo creo que son estas menciones como el cuento de Rulfo de “Luvina”, cuando llega a esta cantina y le ofrecen un mezcal y hay pequeñas menciones. Ya que sea un papel protagónico, quizá no tanto, tendría que ser una novela con el tema del alcoholismo o a veces también con tema costumbrista, a la cual le veo un riesgo de caer en esas novelas y que quieren construir esta identidad de oaxaqueño pero ¿qué es Oaxaca realmente? Se critica mucho esta idea de que México es una nación homogénea cuando no y Oaxaca tampoco. Oaxaca tiene unas diecisiete lenguas y entre los mismos pueblos hay muchas divisiones. Como esa idea de querer crear una identidad oaxaqueña monolítica, no me parece que ese sea el camino. 

El mezcal es un elemento cultural de gran influencia dentro de la gastronomía oaxaqueña. 

Por supuesto. Y cuando lo vives desde los pueblos es una exquisitez echarte tu mezcalito con tu mole, ya vivido desde ahí, sobre todo porque en los pueblos siempre hay alguien que lo está haciendo, el mezcal.

Eres escritor, pero también lector. ¿Qué es lo que lees?

Ahorita como estoy acabando una novela que empecé a escribir el año pasado, que es muy curioso, porque en la feria del libro pasado hubo una mesa con Denisse Merkel con “Voces oaxaqueñas”, y presentamos lo que estábamos escribiendo y Denisse leyó lo que yo ya llevaba de la novela que era sobre una pandemia. Es sobre una peste en Ausencio, al final, el personaje llega a un pueblo que hay una peste, que sólo mata a mujeres y niños y pensé en continuar con esa idea, pero ahora ¿qué pasaría si eso se volviera una pandemia? La novela es eso, es una novela de ciencia ficción y por eso estoy leyendo muchas cosas que tienen que ver con ciencia ficción, con la inteligencia artificial, con la automatización. Y en cuanto a literatura, los personajes son influenciados por esa literatura que hicieron, yo los llamo los «existencialistas» latinoamericanos, que vendrían siendo Roberto Arlt, Onetti; en México, Josefina Vicens con El libro vacío, que me parece uno de los grandes libros del existencialismo. También Revueltas tiene uno que se llama En algún valle de lágrimas; Francisco Tario tiene otro que se llama Aquí abajo, en cuanto a literatura ficción tiendo a esto, de personajes existencialistas.     

¿Qué otros autores te sirven para tu trabajo y te sirven de inspiración?

El libro que acabo de publicar de cuentos, lo plantee como un tributo a cuentistas mexicanas y mexicanos que en su momento no formaron parte de canon porque no se dejaban llevar por esta necesidad de construir una identidad nacional o de escribir sobre temas de coyuntura y que de alguna manera estaban en un limbo entre la realidad y esta otra parte que son los sueños o lo fantástico o lo mítico, lo simbólico. Los cuentistas que estuve leyendo para ese libro de Señales distantes: Amparo Dávila, Inés Arredondo, Juan Vicente Melo, que ya en Ausencio había dialogado con él en la Obediencia nocturna, pero Los muros enemigos, en los cuentos, están en el mismo nivel y sobre todo porque siempre se ha menospreciado el cuento. Yo quise pasarme de la novela al cuento y sobre todo porque me siento muy identificado con estos escritores.     

La escena literaria oaxaqueña, ¿en qué momento crees que se encuentra?

Justo están saliendo muchas obras, este año salió una de Karina Sosa, Caballo fantasma, el próximo año sale uno de Clío Mendoza, que es su primera novela y es una gran poeta, hace tres años ganó el Premio Internacional Sor Juana Inés de la Cruz en poesía que da el Estado de México y ahora va a sacar una novela. Igual, no en literatura, pero si en libros también se va a publicar el nuevo de Yásnaya Elena Aguilar, antropóloga, lingüista, que habla mucho de los pueblos indígenas y de sus problemáticas. Sí, hay un resurgimiento. En el FONCA, en narrativa, vi que le dieron el novela a Clío y a otra escritora oaxaqueña que se llama Perla Muñoz. Ahí estamos viendo una resurgimiento de la literatura oaxaqueña.

¿A qué atribuyes esto?

Sobre todo a visitas de artistas, que Oaxaca siempre ha sido una ciudad de pintores, pero ya con eso crea un clima de mucha cultura, sobre todo por el trabajo que hizo Francisco Toledo con todos eso proyectos culturales que tenía y, sobre todo, por la biblioteca que fundó que es el IAGO y que tiene una cantidad de libros que a mí me impresiona, también encontrar ciertos libros que no encuentras en librerías en la Ciudad de México y por todo el trabajo que hacho Guillermo Quijas, tanto con Almadía con la Feria del Libro de Oaxaca y con el Fondo Ventura, ese también es un gran apoyo. El próximo año se espera que ya esté en circulación su siguiente novela en la que continuarán apareciendo elementos de la cultura oaxaqueña. Yo pienso escribir nada más cinco libros y el último libro que quiero escribir va a ser otra vez muy enfocado en Oaxaca.

¿Por qué solo cinco libros?

Porque siento que es una especie de intuición que me nace ese número y de tener una cantidad de libros. Siempre me han gustado esos escritores que hacen eso como Rulfo o Rimbaud que de pronto dejan de escribir y porque también quiero hacer otra cosa, porque sí es muy demandante la escritura y quiero explorar otras cosas después. Por último, quiero mencionar que en dos semanas se va a presentar en Almadía el libro de cuentos Señales distantes y nos va a acompañar la escritora argentina Camila Fabbri que tiene un libro de cuentos en Almadía que se llama Los accidentes y que gracias a la virtualidad vamos a poder presentar.