Muchas propuestas culturales independientes ya sea espacios, librerías, editoriales, entre otros, que se han unido para afrontar la pandemia; otras tantas, se mantienen lanzando propuestas en solitario
Ciudad de México (N22/Ana León).- ¿Cómo afrontarán la crisis sanitaria los equipos de propuestas culturales independientes? ¿Cómo resistir a este escenario cuando ya de por sí el de la vida cotidiana no es tan fácil de encarar? ¿Cómo mantenerse a flote? Muchas propuestas culturales independientes en “condiciones normales” sortean el ya de por sí no tan fácil camino de la supervivencia. Editoriales, espacios de reunión para presentaciones de libros, librerías, se enfrentan ahora a la suspensión de actividades “no necesarias” decretada por la Secretaría de Salud.
Como vemos en redes y como seguro lo experimentan en la experiencia personal, ¿cómo pasar estos momentos de encierro —aquellos que tienen la fortuna de poder hacerlo— sin leer un libro o ver una película o escuchar música o ver la ópera, sin el teatro, sin la danza? Más que nunca, se evidencia el valor que tienen las artes y las propuestas culturales para sensibilizarnos, para salvarnos del aislamiento y acercarnos a otras realidades, mantenernos en comunidad ahora que se cuestiona la figura del otro, cuando el miedo al otro, empieza a [re]surgir.
Nos hemos acercado a algunas propuestas culturales para conocer cómo afrontan estos días difíciles. Aquí, la novena de ellas.
Editorial Gris Tormenta
Gris Tormenta es una editorial independiente que publica ensayo literario y memoria. Es un proyecto de Mauricio Sánchez y Jacobo Zanella, que tiene su base en Querétaro y que desde 2018 lanzaron formalmente este sello editorial. Aquí responde Zanella.
¿En qué situación estaban antes de la crisis sanitaria? ¿Cómo vislumbraban el panorama respecto al funcionamiento de su propuesta?
Gris Tormenta inició como todas las editoriales pequeñas del mundo: con recursos limitados, con una postura de David frente a Goliat, con desventajas logísticas importantes. Sabíamos todo eso. Pero el deseo de hacer libros era más fuerte, el impulso de construir un catálogo original y de hacer el mejor trabajo editorial posible. Este tipo de proyectos se hacen solo por amor, por un deseo puro, hasta inocente, lúdico. No hay nada más detrás. Amor a leer y a escribir, a editar, a buscar textos, a compartirlos. Esas emociones son muy fuertes y necesitan una expresión, que en este caso se llama Gris Tormenta. Como resultado de ese trabajo podría llegar después una retribución financiera, pero nunca al revés. Esa era nuestra situación antes de la crisis. Desde el punto de vista material, el panorama se ve ahora un poco más oscuro que antes, pero desde una postura editorial se ve igual o mejor: los lectores de verdad van a salir a la búsqueda de emociones en los libros. Antes, las emociones estaban en el mundo, pero en esta aridez y oscuridad en la que parece que vamos a vivir por un buen rato, las emociones van a cobrar más fuerza dentro de un libro. El libro va a ser todavía más noble de lo que ya era.
Gris Tormenta no publica «novedades» a la manera tradicional, más bien diseñamos nuestros libros y colecciones a partir de una premisa o una duda, una tentativa, y después buscamos los textos. Queremos creer que esa manera de pensar nos ayudará a continuar como editorial, tal vez no al mismo ritmo, pero con nuestra filosofía intacta. Muchas editoriales desaparecerán. No creemos que Gris Tormenta llegue a eso, pero si así fuera, fue el mejor viaje que hayamos hecho, se convertirá en un antecedente para una editorial futura, mejor.
Luego de la contingencia, ¿cómo ha cambiado ese panorama? ¿En qué momento empezaron a cambiar su dinámica de trabajo? ¿Cómo se modificó? ¿Qué medidas han tomado para, de alguna forma, seguir operando?
En busca del presente, nuestro último título, sigue en cajas en la bodega de nuestro distribuidor, no alcanzaron a enviarlo a las librerías. Está ahí ahora, en el limbo de los libros, en la cara oculta de la luna. Esa fue la primera noticia que cambió la operación normal de la editorial: desde hace meses tenemos un libro nuevo «casi» en librerías, pero no podemos hablar mucho de él porque no puede llegar a todos los lectores todavía. Sí está en algunas librerías independientes ya, a las que distribuimos directamente, y en nuestra propia tienda, pero el alcance es menor. Tendremos que relanzarlo de nuevo. Irónicamente, el libro habla de qué es lo que nos hace contemporáneos, cómo entendemos nuestro tiempo, nuestro presente, así que tendrá una lectura muy distinta a la que tenía cuando lo planeamos y comenzamos a trabajar en él, a finales de 2018. La segunda cosa que cambió es que estábamos haciendo una antología para conmemorar los veinte años del 11 de septiembre, no del suceso, sino del pensamiento al que dio lugar. Nos gustaba mucho ese libro, había textos sorprendentes, pero ha quedado cancelado por la crisis. Muchas ideas que teníamos se tuvieron que ir por motivos económicos o editoriales: algunas cosas ya no hacen sentido o perdieron relevancia. Por último, los tres títulos en los que estamos trabajando este año van a un ritmo mucho más lento de lo normal. Digamos que nuestra velocidad siempre fue como de cincuenta kilómetros por hora. Ahora vamos como a quince. Pero eso está bien. ¿A quién no le entusiasma un mundo más lento y silencioso? A nosotros, mucho.
El modo en que opera cualquier editorial independiente es el de crisis continua, haya o no epidemias. Cuando la crisis es continua, se anula (como cuando todo es urgente: nada es urgente). Por lo tanto, creo que si alguien está preparado para una crisis repentina, es el libro. No los dueños de aerolíneas o de cines, sino los creadores, los que pasan gran parte de su tiempo, desde hace años, en silencio, pensando cómo van a salir de su situación precaria (es decir, cualquier mes de cualquier año).
Se apela a la solidaridad y varios se han unido a esta propuesta llamada #CrisisCompartida o #ApoyoMutuo, alianzas con otras propuestas para seguir en activo, ¿cómo ha funcionado para ustedes?
Desde que iniciamos con la editorial hace tres años hemos estado creando nuestra propia red de distribución en librerías independientes de todo México: identificamos librerías con las que sentimos algún tipo de conexión en el catálogo o en el modo de operación y les distribuimos directamente, pues nuestro distribuidor no llega a todas las pequeñas. La lista se ha modificado con el tiempo, eliminando algunas que no funcionaron y agregando otras que vamos conociendo, que son nuevas o que nos piden los libros. Algunas de estas librerías tienen entregas a domicilio. La relación que tenemos con ellas se ha hecho más fuerte en estos meses. Así hemos estado funcionando durante la crisis. Es un entendimiento mutuo pues compartimos la misma naturaleza.
En las redes sociales hemos tratado de apostar por un lector inteligente. La mayoría de los lectores literarios están pasando por un buen momento de lectura: esta desaceleración urbana significa más tiempo para leer en calma y ponderar lo leído. No necesitan listas de recomendaciones ni libros «liberados» ni nada de eso. Creo que muchos necesitamos lo opuesto, es decir, que la pausa y el silencio se expandan también por lo virtual —aunque ha sucedido lo contrario, y eso me parece un tanto desafortunado. Es por eso que en las redes hemos disminuido los mensajes explícitos sobre nuestros títulos y hemos tratado de tener más publicaciones sobre la literatura en general o cosas más ligeras. ¿Cómo hacerle saber al lector que nos sentimos igual que él, que estamos pasando por lo mismo?
Mucho empieza a llevarse en digital y en entrega a domicilio; se ha terminado, por ahora, el encuentro físico, la reunión. ¿Creen que luego de la crisis sanitaria este será un modelo que predomine? ¿A ustedes les funcionaría?
No tenemos una predilección por lo digital. No es que no creamos en esos medios, sino que creemos mucho en el libro de papel, desde todos los puntos de vista: como objeto bien hecho, como expresión tipográfica, como artefacto cultural histórico, como componente en una biblioteca, como fetiche, como compañía en todo momento, como tecnología autosuficiente, etcétera. Hasta ahora todo nuestro trabajo tenía que ver cien por ciento con el libro físico y las características que acabo de describir —que no aplican al libro digital. ¿Tal vez eso cambie? No lo sé. No es tan fácil: hay aspectos legales que deben resolverse antes, y que tienen que ver con derechos de autor. Pero regresando al medio: lo digital tiende hacia lo desechable mientras que un libro bien editado en papel tiende hacia la permanencia. Hay textos que se publicaron en la red hace cinco o diez años y ya no están ahí, han desaparecido. Pero a Lucrecio lo podemos seguir leyendo. Y es que «libro» no es lo mismo que «texto». Un texto extraordinario o un texto clásico tienen el mismo valor en una pantalla o en un libro. El problema es que en la discusión siempre se confunde el contenedor con el contenido.
¿Este momento los ha obligado a replantearse la forma en que se genera cultura, propuestas culturales y la forma en que se llega a la gente?
Hay que estar frente a la obra de arte, no se puede hacer zoom a un lienzo de tres metros de alto, eso es técnico, y el arte está en el polo opuesto, en la emoción. Lo virtual resuelve el problema técnico, pero el dilema espiritual está suspendido en el aire, misterioso, no sabemos cómo se va a resolver. A veces se siente como un regreso al medievo, ¿no es así? Creo que los medios caseros serán favorecidos, por su naturaleza intrínsecamente íntima y solitaria: la radio, la televisión, la literatura, la música, si acaso el cine, y quedarán pendientes los otros, los de naturaleza social, como el teatro, las artes plásticas, la arquitectura. Quedarán pendientes porque esto no durará para siempre, lo dicen los libros de historia. Tendremos que estar así algunos meses (esperemos que no llegue a años) y luego todo comenzará a florecer de nuevo.
Todas las imágenes fueron tomadas del Facebook de Gris Tormenta