En este ensayo Jazmina Barrera escribe sobre el cuerpo, sobre las mutaciones intelectuales y físicas que se generan durante el embarazo, sobre lo político de la crianza y sobre el valor literario de la escritura de lo doméstico
Ciudad de México (N22/Ana León).- Frankenstein o el moderno Prometeo (1823), que se ha leído por años, es una novela que Mary Shelley escribió mientras estaba embarazada, «es evidente», escribe Jazmina Barrera, «un hombre que más que jugar a ser Dios, juega a ser mujer». La escritora mexicana lo había leído varias veces y nunca lo había pensado así hasta que otra amiga, que estaba embarazada al mismo tiempo, se lo señaló. Esa idea, la de un hombre que más que jugar a ser Dios juega a ser mujer, es una de muchas que habita Linea nigra (Almadía, 2020), un ensayo y gabinete de curiosidades –muy al estilo de la autora de Cuaderno de faros (FETA, 2017)–, que navega suavemente sobre temas como la maternidad, las labores de cuidado, el embarazo, la lactancia, el parto, la escritura de lo doméstico, la escritura del cuerpo y la escritura misma.
Otras escritoras también han narrado lo doméstico y la maternidad o el ser madre. Los relatos transitan entre la oscuridad y la esperanza, el hacer vida. Una de ellas es Ariana Harwicz en Matate, amor; otra es Charlotte Perkins Gilman, en El tapiz amarillo; Nell Leyshon en El Bosque; Daniela Rea, en Tsunami con “Mientras las niñas duermen”; Brenda Navarro, en Casas Vacías; Rivka Galchen, en Pequeñas labores; son entrañables los textos de Natalia Ginzburg y su escritura de lo doméstico. La lista es amplia, pero sigue siendo reducida. Y a ese pequeño espectro que conocemos, Jazmina suma varias más, Alice Munro, Simone de Beauvoir, Virginia Woolf, Rosario Castellanos, Margaret Atwood, Lydia Davis, Shirley Jackson, entre muchas otras que son citadas a lo largo de las entradas de este que también podría ser un diario y al final del mismo.
«Fue muy importante para mí encontrar estas lecturas. Cuando me embaracé las empecé a buscar porque lo que me estaba pasando, o lo que yo estaba sintiendo, era muy confuso; para tener un diálogo, para tener compañía, para tener puntos de comparación y de contraste que siempre ayudan a entender mejor lo que uno está viviendo. Me sorprendió mucho que no hubiera más, es una experiencia tan fundamental, tan común en la humanidad. La experiencia de la maternidad la tienen sólo algunas mujeres, pero la experiencia de nacer la tuvimos todos. Parto de que a todos nos interesa esa experiencia tan importante y tan humana como nos interesa la muerte, la enfermedad, el amor, otros temas de los que se ha escrito y se seguirá escribiendo infinitamente. Y tiene que ver también con varias cosas que trato de explorar en el libro que son en parte tabúes respecto al cuerpo de la mujer, estereotipos y, quizá, una falta de interés de los lectores hombres por las experiencias de las mujeres. Y, al mismo tiempo, un miedo de las escritoras mujeres de que estas experiencias no vayan a interesarles y parecerles trascendentes a muchas personas.»
El embarazo, es algo que, hasta ahora, resulta imposible suceda en el cuerpo del hombre. Jazmina piensa y escribe en este libro que si Alejandro, su esposo, pudiera embarazarse sí tendría otro hijo y que acompañarlo en ese proceso sería maravilloso. El pasaje de este libro me hace recordar una charla con uno de mis amigos. B, es barbado y tiene una apariencia dura, pero es infinitamente sensible, una vez hablando de los hijos que no tendremos me dijo: pero eso es algo en lo que siempre van a estar sobre nosotros. ¿Qué?, le pregunté, ¿dar vida? No, embarazarse, nosotros nunca podremos embarazarnos. Me lo dijo no en el sentido de competencia o de quién puede qué y quién no, sino como experiencia de vida, una experiencia que les es negada. «La maternidad es una experiencia complejísima» me dice Jazmina en una charla vía telefónica, «y precisamente, todas las lecturas que sirvan para entenderla me parecen importantes.»
Hay muchas claves en las que se puede hacer la lectura de Linea nigra, la más sencilla podría ser como un gabinete de anécdotas, lecturas, sensaciones de la maternidad que se pasan por el filtro de la literatura, de las artes visuales y de la fotografía; pero luego se pasa a la escritura del cuerpo, de la memoria y de la transformación, el texto se vuelve político, pues todo lo que tiene que ver con el cuerpo lo es. La imagen de portada de este libro en su edición en México y la edición que de él se hizo en Argentina, evidencian también el tipo de lecturas a las que invita este ensayo. En la edición de Pepitas de calabaza (Argentina), la portada es un grupo de ballenas con un globo atado debajo del orificio respiratorio y que les rodea por completo. En una parte del libro Jazmina menciona que las ballenas madres se mueven en grupo nadando cerca de la superficie mientras cuidan a las crías. Cuando algunas de ellas nadan hacia la profundidad para buscar alimento, las que quedan al cuidado del resto pueden, incluso, amamantar a aquellas crías que no alumbraron. La crianza y el cuidado es un ejercicio colectivo.
–La comunidad es algo que me importa mucho en este libro y también al citar a todas estas mujeres artistas y escritoras que trabajaron en el embarazo, el parto y la lactancia. Desde esa representación estaba buscando también apelar a la colectividad y a la fuerza colectiva de las madres. Y ese es un momento del libro en el que se habla precisamente de eso: un momento en el que algunas madres se unen para luchar por una causa política.
Nuestro sistema patriarcal fomenta que el cuidado esté a cargo de las madres, muchas de ellas trabajadoras de tiempo completo. Se precisa entonces, y es más evidente ahora en esta crisis sanitaria, que las labores de cuidado se piensen desde ahí, desde lo colectivo, que se genere una conciencia al respecto, que existan políticas de cuidado y que estén a la par de las políticas sociales, de las económicas y de las culturales. En Uruguay, existe El plan nacional de cuidados; en Argentina se está creando el Mapa Federal de Cuidado junto con la CEPAL. El cuidado como una necesidad, pero también como un trabajo y un derecho.
-Creo que la labor de crianza es una responsabilidad de la sociedad entera y no tendría por qué recaer sólo en las madres. Por eso me preocupa cuando se hace tanto énfasis en la familia, porque claro, la familia es fundamental, pero la familia tendría que estar respaldada por una red de apoyo enorme. El Estado tendría que estar mucho más involucrado, tendría que haber una infraestructura mucho más grande para apoyar las labores de cuidados; tendrían que estar remuneradas económicamente, en general todas labores domésticas tendrían que verse de esa manera y así también las mujeres tendrían más libertad, como explica esta mujer maravillosa, Silvia Federici, el capitalismo está fundado, entre otras cosas, en esa labor invisibilizada y no remunerada que hacen principalmente las mujeres, que son las labores de cuidado y las labores domésticas.
En este ir y venir de ideas, de reflexiones, de otras lecturas, de sensaciones, la autora se adentran en la exploración interior, en los cambios y la mutación que experimenta la madre en este proceso. «Escribir el cuerpo», leo, esa parte «que nos soy yo», ese partirse en dos del que escribe, esa mutación: «el embarazo te vuelve una mutante» y te lleva a un viaje sin regreso a «un país extranjero imposible de imaginar» para el que empaca cuando hace la maleta para ir al hospital. Eso, en parte, está reflejado en la portada de la edición que ha publicado Almadía (México) –y que se presenta mañana a mediodía vía Facebook Live–, en la que se ven tres seres: uno en el vientre, el que contiene y uno más en la mente, «la exploración individual, corporal e intelectual de estos procesos biológicos, pero a la vez, se refiere también, o como yo la veo, a este desdoblamiento, a esta vinculación de los cuerpos, a este cuerpo múltiple que al final a mí me gustaría que el libro reflejara, en el que estamos todos mezclados. El cuerpo de las madres queda en las células de los hijos y tus células a la vez pudieron haber quedado en el cuerpo de tu madre, y el ADN nos mezcla a todos. Y lo que estamos viviendo en estos momentos con la pandemia es otra faceta de esto mismo, el cuerpo de uno está irremediablemente vinculado con el cuerpo de los otros y lo que pasa en China nos repercute en México, y lo que le hacemos al medioambiente tiene consecuencias directas en nuestra salud. Esta idea de que estamos todos vinculados, de que no somos islas, sino cuerpos múltiples, organismos múltiples, también me parece que es lo que refleja esa portada de Almadía.»
Finalmente, en Linea nigra también hay un ejercicio de rescate y revalorización de la escritura de lo doméstico, «una de las ideas que me interesaba también transmitir en el libro es que, muchas veces pareciera que estos temas “femeninos”, o que muchas veces se designan así, son una moda pasajera o que son algo de lo que se habla ahorita y se va a agotar, pero en realidad a mí me parece que son temas tan importantes y tan inagotables como esos otros que mencionaba, como la muerte, como el amor y que ojalá se siga escribiendo de ellos para siempre, porque lo necesitamos. Esa representación tiene no sólo alcances emotivos e individuales, sino también políticos.»