«Brujas», de Brenda Lozano (fragmento)

Un libro donde El Lenguaje es la vía para llegar al entendimiento, la depuración, la sanación la identidad misma, de la mano de la tradición popular

Ciudad de México (N22/Redacción).- Una noche de los primeros días de marzo la voz de muchas mujeres se unieron para leer fragmentos de textos escritos por otras mujeres, todo organizado en torno a la presentación de la más reciente novela de la escritora mexicana, Brenda Lozano: Brujas.

Brujas contiene El Lenguaje y esa noche fue lenguaje. Hubo cantos, feminismo y empatía. El Lenguaje como la vía para abrir puertas.

Aquí, su sello editorial, Alfaguara, nos comparte un fragmento de esta novela.

1


Eran las seis de la tarde cuando vino Guadalupe
a decirme mataron a Paloma. No me acuerdo de
horas, no me acuerdo de años, no sé cuándo nací
pues yo nací así como el cerro nace, pregúntele
cuándo nació al cerro, pero sé que eran las seis cuando vino Guadalupe a decirme mataron a Paloma
cuando se arreglaba para salir, la miré en el cuarto,
miré su cuerpo en el piso y sus resplandores de los
ojos ahí los tenía en las manos y en el espejo se
veían dos y las dos tenían los resplandores en las
manos como si acabara de ponerse los resplandores
en los ojos, como si Paloma se hubiera podido levantar para darme los resplandores.

Paloma había amado a varios hombres que no
la querían, había amado a varios hombres que sí la
querían y ahí estuvieron muchos hombres en el velorio que fue como una vela. Mi hermana Francisca
y yo teníamos a Paloma de parte de mi papá, lo único que teníamos de su familia era a Paloma, hija de
Gaspar, el hermano de mi papá también fallecido.
Paloma era la única que traía en la sangre lo curandero de mi papá, lo curandero de mi abuelo, lo curandero de mi bisabuelo, ella fue quien me enseñó
lo que sé, ella fue la que me dijo Feliciana eres curandera porque lo traes en la sangre. Ella me dijo esto se hace así, esto no se hace así, tú traes El Lenguaje, mi amor, ella fue la que me dijo Feliciana tú
eres la curandera de El Lenguaje porque tuyo es El
Libro. Paloma llegó a curar hartos hombres que no
la querían y a hartos hombres que sí la querían les
dijo su porvenir, curó hartas gentes y a otras les dijo
su porvenir en las querencias florecidas o de alguna
malquerencia que les marchitaba, las gentes la querían por eso, era buena dando consejos de amor, las gentes se reían con ella y la buscaban porque era buena dando consejos de amor.

La muerte llamó tres veces a Paloma. La primera vez la llamó cuando amó a un político, ahí la muerte le puso su huevo. La segunda vez la llamó
cuando amó a un hombre malquerido, ahí la muerte le hizo trinos al oído con esa malquerencia. La tercera vez la muerte la llamó cuando amó a un
hombre en la ciudad con una enfermedad aún no
nacida pero a punto de nacer, y la muerte le cantó
como el sol de lo claro que le venía la muerte a las seis de la tarde ese día que vino Guadalupe a decirme la mataron con los resplandores en las manos y la vi en el espejo dos veces y dos veces se veía demasiado viva si no fuera por la mancha de sangre que le crecía por debajo a Paloma. Pero qué terrible hora, me acuerdo qué terrible hora. Para mí eran las
seis en todas partes del mundo de hoy, de ayer y de
todos los tiempos, aunque en cada parte hay su reloj, su hora y su lengua, para mí en todas partes era la misma hora y para mí sólo había esta lengua y estas palabras eran las únicas porque Guadalupe me
vino a decir mataron a Paloma. Eran las seis de la tarde en la sombra que hace el sol con la milpa ahí afuera, eran las seis en punto cuando se me fue El Lenguaje.

2


Tomé la nota sobre el asesinato de Paloma por
la rabia que me da la violencia de género. Cada vez
era menos tolerante a las noticias en torno a los feminicidios, violaciones y abusos, como a las bromas
machistas que oía en la oficina. Reaccionaba ante
situaciones y comentarios que ponían en desventaja
a una mujer o a quien se identificara como tal y desde mi trinchera en el periódico quería hacer lo posible por hacer algo al respecto. Además, en este caso me interesaba conocer a Feliciana, me intrigaba mucho. Acepté la nota sin saber mucho aparte de lo conocido por todos: que es la famosa curandera de El Lenguaje, la curandera viva más conocida.
Sabía que en sus ceremonias se valía de las palabras
para curar milagrosamente y sabía que había historias de artistas, cineastas, escritores y músicos que habían viajado de todas partes del mundo para conocerla. Los profesores y lingüistas que habían ido
a verla del extranjero a la sierra en San Felipe, sabía que había libros, películas, canciones y obras de arte que habían surgido de las visitas que le hacía la gente, no sabía exactamente cuáles, pero sabía que
existían. Recibí una foto forense de Paloma tendida
en el suelo en un charco de sangre al lado de una
cama con una cobija con la figura de un pavorreal.

En un correo de dos líneas me decía mi compañero
de trabajo que Paloma era familiar de Feliciana,
que ella la había iniciado como curandera, pero no
tenía más información.

Lo sobrenatural nunca me llamó, lo esotérico
menos. Todas las formas de lucrar con las creencias me parecen un fraude. Nunca me he leído el tarot, nunca he buscado mi horóscopo en las revistas. Alguna vez alguien me explicó lo que era una
carta astral, no logré concentrarme y en mis adentros me preguntaba más bien qué había llevado a esa
persona a interesarse tanto en la astrología. Alguna
vez alguien me preguntó qué signo era mi hijo de
dos años, no supe qué contestar, ahí mismo esa persona lo buscó en su teléfono y así me enteré de que
Félix es Libra. Alguna vez un hombre borracho en
una plaza con una voz ronquísima nos dizque leyó
la mano a mi hermana Leandra y a mí cuando éramos niñas. De eso sólo me acuerdo del aliento alcohólico del supuesto adivino con enormes gafas de sol cuadradas que escupía al hablar. Siempre he sido
escéptica, pero algunos episodios con mi mamá y
mi hermana me hacían cuestionarme los poderes
de la intuición. Me preguntaba de dónde venía eso,
cómo se podía explicar. Quería saber quién era
la famosa curandera de El Lenguaje y quería, en la
medida de lo posible, esclarecer el caso de Paloma,
saber quién era ella. Me gustaría decir que el asesinato de Paloma me llevó a Feliciana, así comenzamos la entrevista, pero esta no es la historia de un
crimen. Confieso que pensaba que yo iba a ayudar
con mi nota periodística, pero quien recibió ayuda al acercarme a Feliciana fui yo, sin saber que me urgía y esto, todo lo que aquí está escrito, lo fui descubriendo por ella. Esta es la historia de quién es
Feliciana y de quién fue Paloma. Quería conocerlas. Pronto entendí que debía conocer mejor a mi hermana Leandra, a mi mamá. A mí. Entendí que
conocer bien a una mujer supone conocerse a una misma.

Antes de partir resolví algunas cosas en la oficina. Me puse de acuerdo con Manuel y con mi mamá. Él llevaría a Félix a la guardería antes del trabajo, mi mamá lo recogería, lo llevaría a su trabajo
en la universidad, estaría el tiempo que fuera necesario con él, se lo llevaría a la casa hasta que Manuel
pasara por él. Más o menos así nos organizamos
durante los días que me fui a San Felipe. Todavía
no tenía idea de lo que venía, no me imaginaba ni
de cerca el poder de la presencia de Feliciana. Todavía no me había dado cuenta de que ella supo desde
la primera noche que la entrevisté por qué estaba
allí, acaso por eso comenzó a hacerme preguntas en
espejo que me llevaron del escepticismo a las ceremonias con ella.

Lo primero que encontré en internet la tarde que tomé la nota de Paloma fueron imágenes de Feliciana con un famoso director de cine y una sesión
de fotos de ella fumando, en blanco y negro, tomadas por un fotógrafo gringo muy conocido en
los noventa. Encontré varias veces el mismo retrato
de Feliciana con Prince vestido de blanco y su símbolo, una mezcla del femenino y masculino, colgando del cuello en una cadena; algunos escritores que he leído, varias fotos de ella con un banquero
en Estados Unidos de apellido Tarsone, con mucho
poder en Wall Street y su eminente esposa pediatra,
encontré que ambos habían hecho mucho por dar
a conocer a Feliciana en el mundo luego de que
vieron el primer documental sobre su vida y sus
ceremonias, y, en una foto entre el banquero y la
pediatra, me pareció que Feliciana no debía medir
más de 1.50, noté que era aún más baja cuando la
conocí en persona. Pero no encontré más que una
foto de Paloma entre un grupo de rock argentino
—escuché ese Unplugged miles de veces cuando tenía trece años mientras ensayaba batería en el garaje
que compartía con mi papá los sábados que armaba
y desarmaba coches o electrodomésticos de los
compañeros de su trabajo o el de mi mamá—, y en
esa búsqueda me sorprendió encontrar que una
canción en ese disco, que yo me había aprendido de
memoria pensando que hablaba de un viaje espacial, estaba dedicada a ella. Busqué cuántos años
tenía Feliciana, su fecha, su acta de nacimiento,
algo sobre el lugar en el que nació, pero no encontré nada.