Antes de la emergencia sanitaria nos aproximamos a propuestas culturales surgidas en la periferia para conocer cómo éstas buscan cambiar su entorno. Aquí una de ellas (en construcción): el Museo Papaqui Cocone
Ciudad de México (N22/Ana León).- Luego de un proceso en el que participaron 371 proyectos, la propuesta de SPRB arquitectos, Mendoza Partida Architectural Studio y BAX Studio, que originalmente se presentó para el Papalote Museo del Niño de Iztapalapa, resultó ganadora. Posteriormente, por decisiones del gobierno de la Ciudad de México, mutó a lo que hoy se erige como Museo Papaqui Cocone. El museo colinda con la Calzada Ermita-Iztapalapa y con el Metro Constitución de 1917. Además, se despliega en una superficie de casi 11 mil m2. ¿Cómo vincular este entorno tan complejo con el perfil del museo? Para dar respuesta a ésta y otras preguntas, el arquitecto Carlos Rodríguez Bernal, de SPRB Arquitectos, charló con nosotros desde Guadalajara a través de una videollamada.
«Fue en 2015, un Concurso Nacional de Arquitectura. Un concurso que se convoca a partir del mismo Papalote Museo del Niño que es una A.C. El proyecto nos lo contrata Papalote y desarrollamos el proyecto durante el año 2016, de marzo a diciembre. Se entrega el proyecto y Papalote lo dona al Gobierno de la CDMX. Nuestro planteamiento lo que propone es crear una plaza pública que será de alguna manera el preámbulo para ingresar al museo y lo que era importante es que esa plaza pública se extendía hasta lo que era el interior del museo.»
Un proyecto que busca desconcentrar la propuesta cultural en la ciudad de colonias como la Condesa, la Roma, la Santa María la Rivera y la San Rafael.
El proyecto más bien es consecuencia de analizar la problemática y la complejidad del sitio y plantear una propuesta, ese espacio público y no hacer un edificio de esa naturaleza y tales dimensiones que estuviera a pie de banqueta. Sino ser más generoso y, además, donar a la ciudad, a su contexto inmediato, un espacio público que no existía.
Iztapalapa es la alcaldía con mayor población infantil en la CDMX. La alcaldía que cada año recibe el mayor número de familias que llegan a residir por primera vez en la Ciudad de México. Hay una población que se beneficiará directamente por tener este tipo de equipamiento ahí.
Poner a los niños en el centro del debate y la recuperación del espacio público, la socialización del espacio público, me parece que es absolutamente pertinente.
Cuando se da el cambio de administración y sale el partido que estaba gobernando, el PRD, fue, digamos, quien inició la obra y llega la nueva administración, deciden por temas que no alcanzo yo a tener muy claros que ya no sea Papalote quien lo opera sino la Secretaría de Cultura de la CDMX y es cuando le cambian el nombre y se llama Papaqui Cocone.
Cuando ustedes plantean este proyecto original ¿qué elementos destacan del entorno y los llevan a su propuesta?, ¿qué valores destacarías de la propuesta en sí tanto en la forma como en lo social, porque la ubicación no es la mejor, es muy difícil?
El emplazamiento del museo es complicado porque la fachada principal ya venía de alguna manera dada o solicitada hacia la calzada Ermita-Iztapalapa. Era un plan que venía con un afluente vehicular gigantesco, mucho tráfico. Un contexto en el cual había muy pocas preexistencias o referencias de las cuales agarrarse para plantear el proyecto. El contexto inmediato está determinado por bodegas muy grandes, algunas tiendas, comercial, un contexto caótico. Nuestro planteamiento lo que propone, que era un tema no solicitado, pero fue de alguna forma lo que nosotros ofrecíamos como un extra, era crear un espacio público que hasta ese momento no existía. Al menos en ese emplazamiento.
Funcionalmente el proyecto se planteó de una manera en la cual pudiéramos conseguir que, una vez que lográramos esto de hacer que el espacio público permeara hasta el ingreso, hasta el interior del museo, conseguir las suficientes condiciones de ventilación e iluminación natural en un edificio de alrededor de 25 mil m2 de construcción y que no cuenta con un patio interior. Lo que hicimos fue híbrido entre conseguir tener espacios abiertos a nivel de plaza, de calle, del interior del museo y en algunas de las cubiertas del museo como las terrazas ajardinadas. Nos pedían 4 mil m2 de exhibición de espacios interiores y 2 mil m2 de exposición de áreas abiertas. Una vez en estos jardines o esos espacios abiertos en niveles superiores, sí tendríamos referencias de un contexto un poco más amplio, por ejemplo, las vistas hacia el Cerro de la Estrella, que es una de las referencias fuertes en la alcaldía de Iztapalapa; a las formaciones volcánicas y en días con mejor visibilidad, pues seguramente a los volcanes y al centro histórico de la Ciudad de México.
«Poner a los niños en el centro del debate y la recuperación del espacio público, la socialización del espacio público, me parece que es absolutamente pertinente.»
Para ti como arquitecto ¿qué significado tienen este tipo de proyectos que buscan descentralizar las propuestas culturales?
Creo que la decisión de llevar un museo interactivo infantil a esta demarcación de la Ciudad de México, a la alcaldía de Iztapalapa, me parece con mucho tino.
En el contexto de lo que está sucediendo en el país en estos tiempos -violencia-, la socialización del espacio público me parece que es absolutamente pertinente. Equipamientos de este tipo seguramente aportarán mucho a los derechos de la niñez, al acceso a la educación, al acceso a la cultura, al acceso al conocimiento para niños de todas las edades y de todos los segmentos sociales.
Le apostamos, incluso con esta idea de proponer un espacio público, a que este tipo de proyectos fuera un catalizador para que detonara cierta regeneración urbana en el contexto inmediato y en la zona.
¿Cómo puede cambiar el entorno un proyecto como éste?
Es un proyecto que tiene que venir apoyado de todo un plan de trabajo en términos museográficos, en términos sociales, en términos de vinculación con la comunidad.
Yo creo que la gente aprendería a apreciar este tipo de acciones, las cuidaría, las haría propias, las valoraría y el espacio público sería menos vandalizado, sería más seguro.
No es un tipo de equipamiento que funcione de manera aislada, necesita articularse con su contexto y necesita trabajar con su comunidad. Uno, para incidir en la comunidad; y dos, para que la comunidad lo haga propio y lo valore.
Imágenes: Proyecto, planos y renders: SPRB arquitectos, Mendoza Partida Architectural Studio y BAX Studio / Fotografías: Onnis Luque