«Cuando escribes una novela sólo quieres que el mundo se vea en toda su increíble monstruosidad y en toda su maravilla»

Andrea Bajani abre la puerta, en Un bien al mundo, al derecho del dolor en la infancia, a la idea de dolor en la sociedad, pero un dolor filosófico que permite entender al mundo más allá de consumirlo 

Guadalajara (N22/Huemanzin Rodríguez).- Novelista, periodista y escritor, Andrea Bajani es referencia de las letras italianas de la actualidad. Recientemente la novela Un bien al mundo, editada en México por Elefanta, tiene una traducción promovida por el Instituto Italiano de Cultura en México. La novela se desarrolla a partir de un dolor incógnito que crece dentro de un niño, que le permite reconocerse en el mundo.

«Digamos que las palabras son la manera que me permite sentirme más cómodo con las cosas. En general, cuando no entiendo algo me pongo a escribir y la escritura me dice lo que entendí. A veces cinco versos de un poema son suficientes, a veces hay que escribir una novela y, en otras ocasiones, un artículo. Y cada vez pienso que por fin entendí, pero hay algo que me falta. Y es por eso que escribo otro poema, otra novela y otro artículo.» 

La literatura italiana es muchas literaturas, en la actualidad parece que el sino es el eclecticismo. ¿Cómo definirte como un escritor italiano y europeo?

No sé si es cierto que no hay una escuela o generación. Me parece que todo se consume muy rápido, motivo por el cual una generación dura un mes. La generación de Greta Thunberg va a desaparecer muy pronto. Pero no desaparecer verdaderamente, desaparece con relación a quien decide eso. Yo pienso que, si hay un deber —no sé si exista un deber de la literatura y de los escritores—, es seguir contando las historias cuando las videocámaras ya giraron su objetivo hacia otra parte y hacer que una generación dure una generación, y no tres meses. Creo que la batalla intelectual de este momento es una batalla de atención y concentración.

A nuestra generación la educaron para crecer en un mundo que, cuando nos hicimos adultos, ya no existía. Cambia constantemente dejándonos en un purgatorio, ¿la literatura puede ayudarnos a plantar los pies en algún lugar?

Y es la razón por la cual estamos en un momento histórico donde políticamente ganan los conservadores, porque esa idea de estar siempre en lo novedoso, de tener siempre el nuevo modelo de celular, de concentrar la atención sobre el nuevo fenómeno, deja a las personas con una nostalgia por las raíces. Y es ahí que los conservadores hacen su trabajo, dando una versión simplificada de las raíces. Y es ahí que el rol, el papel de los escritores e intelectuales, tendría que ser el de construir raíces sólidas, raíces construidas a partir de la complejidad y no de la simplificación. 

¿De qué manera podemos ser vigentes sin diluirnos en lo inmediato?

Yo creo que sólo si vamos a contratiempo podemos sentir el tiempo. Sólo cuando vamos contra el viento es que sentimos el viento. Yo creo que la literatura siempre ha hecho esto, siempre ha intentado utilizar al lenguaje de una manera distinta a como lo usan en el poder. Hacerle sentir a la gente que adentro de esa historia hay otra manera de contar los hechos. Esa es la historia de las vanguardias y más comúnmente, la historia de la poesía. Es decir, encontrar un lenguaje único, que es lo que sucede cuando somos niños, hasta que nos corrigen y nos dicen que tenemos que hablar como los adultos. Y esa es la tragedia política de cada singularidad.

Las urgencias sociales que se reflejan en tu trabajo periodístico, ¿cómo se refleja en tu literatura?

En el fondo, todos los campos y géneros de escritura son, para mí, intentos de atención y de compresión del mundo en el cual vivo. Solo que cuando escribo un artículo puedo tener dos razones: la primera, que es la más simple, es que tengo que decir algo más rápidamente; la segunda, es un fracaso, es decir, que escribir un artículo tiene la eficacia de algo que pasa muy rápido, pero es la simplificación de una realidad que es más compleja. Por lo tanto, después de escribir un artículo, pienso que debo escribir una historia. Y pienso que escribir libros política y socialmente es más interesantes que los artículos. Porque cuando escribes un artículo quieres que los demás digan que tienes razón, cuando escribes una novela eso no te importa, sólo quieres que el mundo se vea en toda su increíble monstruosidad y en toda su maravilla. 

¿Cuál es el territorio que habita la literatura: es la lengua, es la identidad, eres tú mismo? 

Para responder a esta pregunta es necesario tres meses de reflexión y un congreso de cinco horas. Pero no hay duda que la lengua es el elemento primario de la literatura, porque la lengua es el elemento primario de la sociedad. Y al observar la lengua por el microscopio, puedes encontrar todo lo que le pasó a una sociedad: la violencia en la eliminación de un dialecto, la simplificación de frases en un tuit, la desaparición de palabras complejas, difíciles de pronunciar. Por lo tanto, la lengua es el fruto de un árbol desde donde podemos ver sus raíces. 

Lo mismo pasa al ver un libro, el mundo editorial simplifica la idea de literaturas a los libros más vendidos o exitosos de autores reconocidos. La idea de celebridad sobre lo célebre. Tu libro se edita en México a través de un sello independiente. 

Hay dos elementos respecto a lo que dices, el primero, es el valor cívico de la traducción. Los traductores deberían considerarlos como actores sociales y políticos de primera importancia. Segundo, no creo que hay espacio sólo para los autores que venden más y para los libros que tienen mayor visibilidad, sería bonito que así fuera, al menos tendríamos a un enemigo. En cambio, hay espacio para todos, entonces lo que pasa es que los libros más complejos, los que requieren una mayor atención de la común, simplemente quedan fuera de la plática colectiva. Esa es la razón por la cual las élites están resurgiendo de una manera muy fuerte. Me parece que provocar la reunión de algunos autores para discutir en una mesa es en sí, un acto cívico, porque se auspicia que se enfrenten opiniones distintas y no sólo un ruido blanco. 

Sobre tu novela Un bien al mundo, desde Proust sabemos que no hay mayor territorio perdido que la niñez y esa etapa de la vida es fundamental en el desarrollo de tu obra. ¿Qué es lo que te atrae de la niñez?

En realidad, en la infancia es en donde el lenguaje es más original. Los niños están afuera de la imposición de un lenguaje único. Esta es la razón por la cual los niños son tan peligrosos como los poetas, que es la gran intuición de Bolaño. Hay una idea publicitaria de la infancia, como lugar de la inocencia y la felicidad. Es la historia de todas las épocas y en particular del mundo contemporáneo. Escribir una historia donde los protagonistas son un niño y su dolor, es escribir una historia diferente. El dolor es un amigo del niño. Eso significa que el dolor tiene derecho de ciudadanía también entre los niños y que tal vez, si nos damos cuenta, seríamos una sociedad mejor. Y no sólo patética y sentimentalista, como cuando es publicada una foto de un niño que muere. Esas fotos, esos niños,  venden más, pero es demasiado tarde. 

Especialmente en nuestras sociedades que niegan el dolor, tenemos poco más de cien años que con una pastilla podemos quitar el dolor de cabeza, de estómago o de muelas. Nuestras sociedades actúan en la negación constante de esa parte esencial de la vida. Entonces, nos escandalizamos con la foto de un niño sirio migrante ahogado, pero en realidad, también hay pastillas para ese tipo de dolor, y si no, el consumo es también una evasión al dolor. 

Más que pastillas, nuestra sociedad quiere dolores pequeños e inútiles y no un dolor grande y filosófico. Porque el pequeño dolor lo puedes liberar comprando un iPhone, una melancolía te la curas con un iPad. Deben de ser dolores pequeños que puedan resolverse con una mercancía. Estamos en una sociedad que necesita de esos pequeños dolores, pero no se confronta a los grandes dolores que resuelve la química. El dolor que se resuelve con la química es retrato de una soledad absoluta, una soledad social.

Imagen: Elefanta Editorial (Twitter)