«Existe una cosa que se llama tristeza»

¿Cómo decodificar este sentimiento? Una plática con el autor de El libro de la tristeza, el artista chileno Gabriel Ebensperger, sobre la forma en que esta emoción es asimilada

Ciudad de México (N22/Perla Velázquez).- Después de haber escrito El libro de la tristeza (Sexto Piso, 2018) Gabriel Ebensperger entró en “un hoyo negro”. Sus emociones se volcaron a reflexionar más sobre éste sentimiento, pero el libro que escribió se convirtió en un manual para él mismo ayudarse. Ahora Gabriel habla sin problema de lo que vivió, explica recordando paso a paso su sentir.

Éste es el segundo libro del chileno y es una combinación de frases e ilustraciones cuyo objetivo es poner al lector a reflexionar sobre los sentimientos. Aunque está enfocado en la tristeza, para Gabriel los sentimientos no pueden pasar desapercibidos es por eso que hace hincapié en decir que no es un libro escrito para niños, sino para todos.

Sobre este tema y más hablamos con el autor, quien visitó la Ciudad de México hace poco.

¿Cómo surgió la idea de escribir El libro de la tristeza?

Desde mi libro anterior ya tenía una pequeña idea de lo que haría, porque es un libro autobiográfico, estaba trabajando con la memoria y eso a veces puede ser muy triste a pesar de que el libro tiene humor. El ejercicio comenzó cuando estaba haciendo mi libro anterior, porque empecé a trabajar una paleta cromática que es la que ahora tiene el libro, mucho color, muy saturado, tonos pasteles que trabajan formas abstractas y nada figurativo.

A medida que fue pasando el tiempo mi estilo se transformó y empezaron a aparecer formas recurrentes, temas, combinaciones y al final de 2017 estaba acostado a punto de dormir y ahí me vino la primera línea del libro: “Existe una cosa que se llama tristeza”. Quería hacer hincapié en que existe y de repente sentí que esa sensación pasa en el ámbito creativo y no me lo quería perder. Así que me levanté de mi cama, fui al taller y lo apunté en el cuaderno. A lado tenía un cuadro con estas cosas que ya estaba pintando y ahí estaba el personaje del libro, aunque antes no era nada, en ese momento se convirtió en el ojo que mira todo, de ahí en adelante se transformó en un ejercicio de improvisación para responderme las cosas que iba anotando. El libro lo hice muy rápido una vez que hice la relación entre lo visual y lo que pensaba.

¿Cómo combinaste tu trabajo como diseñador junto con la escritura?

Sí, lo malo de ello es que me gusta hacer todo yo. El libro lo diseñé, yo rehice las ilustraciones y de ahí en adelante el proceso para la publicación fue relativamente rápido. Es por eso que estas facetas no las tengo separadas, ser diseñador gráfico es una parte de mi formación, pero al final me considero un artista, porque en mi vida creativa he trabajado en fotografía, pintado, escrito, ilustrado y narrado, entonces las veo como mis herramientas para transmitir lo que pienso.

Nunca he sido una persona que se cuestiona cómo trabajar, porque mi cabeza es muy visual. Entonces a la hora de expresar algo simplemente tomo mano de las herramientas que tengo y esas son todas. Finalmente es en donde me permito, en el caso de los libros, empezar algo y hacerlo yo mismo. Mi personalidad es un poco controladora de las cosas y me va super bien.

Más que un escritor, eres un artista que se ha dedicado, como bien mencionas, a trabajar con distintas disciplinas entre ellas la fotografía, ¿qué papel juegan los sentimientos en tu trabajo?

Mi modo de trabajar y de ser ha cambiado constantemente. Hay cosas que son de base y en el fondo se van transformando. Por ejemplo, la fotografía está en pausa, pero ahora mi trabajo se asemeja a lo que hacía cuando tomaba fotos, por lo menos cuando subo a internet videos o material visual los hago con la misma conexión que cuando tomaba fotos.

Entonces si yo no estoy sintiendo algo al hacerlo no voy a trabajar más en ello. Por lo general, cuando entro en acción es porque siento una necesidad urgente y me cuesta mucho trabajar desde la planificación. A pesar de que soy ordenado una vez que comienzo necesito entusiasmarme y ahora estoy confiando mucho en mi intuición.

La imaginación juega un papel importante en este libro, porque si uno ve las ilustraciones puede imaginar lo que sea. Sin embargo, con la escritura le das el sentido por donde debe de navegar la imaginación del lector, ¿cuáles son tus influencias para llegar a lograrlo?

Todos los elementos que están en el libro yo ya los había concebido, porque como te decía, fue tener una paleta de cosas que ya estaban disponibles y sólo acomodarlas a mi antojo. Luego pulí la escritura, porque yo escribo con el oído y en este libro en particular me fijé cómo sonaba el texto al leerlo en voz alta.

En mis influencias, admiro el trabajo de Yoko Ono, que se trata de imaginar todo el tiempo en su trabajo conceptual. Se trata de hacer trabajar al espectador constantemente, así que eso podía ser una influencia, pero no es algo racional que haya hecho, en todo caso para este libro me parece lógico que haya sido así, por supuesto que es bueno que el trabajo sea abstracto, porque me permite una conexión con la persona que lo esté leyendo o mirando.

He leído que el libro se ha atribuido a un lector infantil, por la temática que tocas y la manera en que la cuenta, pero a mí se me hizo un libro para cualquier persona, es decir, a mí me hizo pensar en que en esta época no estamos reflexionando entorno a nuestro sentir. Cuando llegó a ti esa chispa para escribirlo, ¿pensaste en el público al que te dirigías?

Yo no hice un libro para niños, yo hice un trabajo para mí. En el fondo, el lugar en el que estaba visualmente decantó en esta visualidad, en esta estética. Funciona para niños sí, pero no es un libro hecho para ellos y yo creo que por eso funciona en adultos también.

Además, creo que la literatura infantil es algo estereotípico. Comprendo que para mover y vender un libro hay una industria a la que tienes que etiquetarle las cosas, si no, no se podría vender. Yo encuentro al concepto “adulto” como una falacia. Hay marcadores que te indican que tú ya no eres un niño, ni un adolescente, luego cuando te haces responsable de ti mismo y con eso ya eres un adulto, pero igual nosotros tenemos los mismos problemas que cuando éramos niños y nadie lo admite. Pero somos todos bastante niños siempre, sólo que cuando eres grande el cuerpo se va a la mierda, se desgasta.

En ese sentido, a tu edad, siendo adulto, reflexionaste sobre la tristeza y dejaste ver que este sentimiento es sólo uno más de todo lo que nos constituye, ¿de alguna manera el libro te cambió?

Creo que en Chile y México tenemos en común eso: los sentimientos es algo que se conversa, todos los problemas sociales que tenemos en común sí nos vinculan, pero en México, Chile y Perú hay una falta de comunicación y de integración de las emociones.

La tristeza es una cosa intrínseca, porque en la experiencia humana no eres humano sin tristeza, sin emociones.

Después de que se imprimió el libro, el día que me llegó a la casa, también me diagnosticaron cáncer. Entonces ahí, inicié un proceso muy triste. El tratamiento te deja en una depresión física muy fuerte. Me tocó vivir la tristeza, después de haber escrito sobre ella. Pero fue otra oportunidad de reflexión de ver en qué medida esa emoción ha estado presente toda mi vida y cómo tenía naturalizado estar siempre triste.

Cuando hice el libro estaba en una melancolía normal, en la que he estado. Pero luego vino un hoyo negro y el texto fue una coincidencia muy extraña, pero me ayudó a mí mismo a entender lo que pasaba.

Imágenes cortesía del autor