Bárbara Foulkes, poner el cuerpo

Obra en Obra es una serie de intervenciones artísticas en espacios en proceso de construcción, un proyecto realizado desde la arquitectura que convoca a diferentes artistas

Ciudad de México (N22/Ana León).- Para Bárbara Foulkes no es ajeno el trabajo en un espacio en construcción [o en destrucción]. Desde hace tiempo sus experimentaciones de movimiento se mueven en ese espacio intermedio de algo que fue o está siendo. Ése es el escenario que ha elegido para jugar con el cuerpo, para tratar de entenderlo y para activar su entorno. No se trata de “representar”, se trata de un momento, una acción, de «poner el cuerpo en tensión respecto a las cosas que están pasando.» Es por ello que la invitación a participar en Obra en Obra de alguna manera, y esta es mi interpretación, entra en consonancia un poco o mucho, con su trabajo previo.

Obra en Obra me dice Bárbara, es un proyecto que «surge de un grupo de arquitectos que quieren abrir las obras para jugar», luego María me dirá, de forma más específica y en consonancia con Bárbara, que este proyecto «viene mucho de jugar, somos cuatro amigos arquitectos y un poco en la dinámica que sucede día a día en obras, ¿qué hace falta para acercar esto y nutrirnos unos a otros? Y ha permanecido así, en el juego, por el placer de generar nuevas maneras de entender el espacio, el arte, los oficios y todo lo que involucra y está tan presente en una obra y que tampoco es muy evidente.»

Este proyecto surgió entre 2015-16, es la cuarte edición, por iniciativa de Fernando Tapia, Jimena Hogrebe, Pablo Velázquez y María Jaime.    

Bárbara Foulkes y María Jaime

Pero el uso de la palabra “jugar” le da otro cariz a la acción. Y para Bárbara, en lo que a ella compete, su acción, no se trata de «hacer como si…», se trata de proponer y esperar una respuesta. En esta edición de Obra en Obra, Bárbara es la segunda en participar y el espacio para ella se convierte en «un parque de diversiones, con todos los materiales a mi disposición para usar, eso me motiva. Me motiva la convivencia y el trabajo con los trabajadores, creo que ellos tienen un conocimiento relacionado al peso, al movimiento de las cosas, a la transformación del espacio, a poner el cuerpo, que me hace mucho sentido y me intriga, creo que ahí hay muchas cosas por aprender. Al final trabajamos con el cuerpo y dentro de eso hay un universo para pensar, pues dentro de las artes el trabajo con el cuerpo es el que tiene menos pago y eso no dice poco ni es inocente.»

La consigna de este proyecto es hacer con el espacio y con los objetos que hay en él lo que se desee, pero también interactuar con la gente que trabaja en la obra, «hablar con ellos y preguntarles qué les parece que venga gente a hacer cosas aquí». De las charlas, me dice Bárbara, que de la intervención previa los cuestionaba si para ellos significaba algo, a lo que los trabajadores contestaban que no. Situación que de manera muy naif nos devuelve a la pregunta, ¿tiene el arte que significar algo?


Fuera de lo artístico, está la perspectiva de los trabajadores de que este tipo de acciones le quita un poco el estigma de “peligrosa” a una obra, que de alguna manera «la flexibiliza, hace el espacio más poroso, permite otro tipo de relaciones». Y lo mismo dice María «sí existe un riesgo y es algo que cuidamos, pero también es algo muy rico y muy grato, es un espacio exploratorio. Parte de la riqueza que se ha dado es ver a los niños, que es donde más podríamos estar preocupados. Es permitir un poco que eso pase y quitarle este peso de que la obra es algo peligrosísimo. Un poco la intención del proyecto es eso, involucrar a la gente en lo que sucede en el inter [de una obra] es un tejido de historias que nadie narra y nadie está acostumbrado a observar, de relaciones sociales, de espacialidad, de luz, de algo que se está construyendo y está vivo, y hay que modificar en ese instante. El hecho de construir es algo tan humano como el hecho de comer, bailar. Intentar que esa distancia se acorte.»

Pero esta indagación de Bárbara no sólo descansa en ideas de movimiento, de pesos, de acciones. Sus investigaciones llegan a Paul Virilio, «este arquitecto francés que justo cuestiona el espacio ortogonal planteado por Le Corbusier, de que “todo está hecho a la medida de un cuerpo y todo es horizontal, vertical, y cuanto más eficiente sea se relaciona con la funcionalidad y el cuerpo hace menos. Tiene esa frase que es tan bonita de que las escaleras son el gran hallazgo de la arquitectura y que el elevador es la muerte de la arquitectura. Este tipo quería construir espacios con rampas por todas partes que planteen espacios oblicuos y que pongan el cuerpo en acción todo el tiempo con respecto a la gravedad, el peso, la velocidad y cómo se ha construido esta sociedad donde el cuerpo cuanto menos haga, mejor.

De alguna manera el equipo de trabajo de la obra determina cómo y dónde sucederán las cosas, por lo menos en la acción de Bárbara. Ella precisa de una cuerda y un polín para su performance. La decisión del lugar fue de ellos. Y a partir de ahí, ésta se desarrollará entre «la “improvisación”, aunque yo no siento que sea improvisación, pero sí hay un lugar de juego donde yo no sé muy bien qué es lo que va a pasar. Planteo ciertos circuitos y ciertas acciones, pero que no sé cómo van a funcionar con certeza. Es ese juego bonito que me interesa que tiene que ver con el que todos somos espectadores en ese momento y lo que está pasando. Esa me parece una estrategia para trabajar en lo que está sucediendo y no jugar a la representación “hacer que estoy haciendo” o mostrar algo que yo ya sé cómo funciona, sino yo estoy haciendo algo que los dos estamos descubriendo al mismo tiempo y nos ponemos en un lugar muy igual.» La puerta está abierta en este tipo de performance al accidente, pero no en el sentido catastrófico sino de aquello que no se sabe qué sucederá, lo inesperado.

Esta Obra en Obra, es para Bárbara un espacio de transformación constante y la construcción es un lugar «lleno de cuerpos que están transformando el espacio y que están en ese lugar intermedio, suspendido.» Sobre este trabajo justo flota la idea de lo permanente de la construcción y lo efímero de la danza, y se la planteo a Bárbara, pero para ella no es así, «tal vez es efímera la acción», me dice, «pero el resto no. Tal vez hay muchas maneras de cambiar esa idea de que la danza es sólo efímera por el hecho de ser acción. Últimamente sí estamos con el colectivo [AM] discutiendo mucho eso de “¿de verdad es tan efímero o se inventó que lo era?” y descartamos la posibilidad de la documentación y del objeto, y entonces el resto de las artes tienen muchísima ventaja en comparación con la danza, porque “la danza es efímera”, pero tal vez no, tal vez es una construcción y podría llegar a ser algo pensado más desde lo concreto. No sé cómo todavía, ¿será que el camino construido que puedes ver y hacer una lectura es parte de lo que no es efímero?»


¿Qué sería entonces la danza? «No tengo ni idea», me dice al tiempo que ríe. «Para mí lo interesante de la danza es la potencialidad del cuerpo que está ahí latente que dice muchísimo el hecho de cómo es, cómo es la danza escénica y la que no lo es. […] Me gusta pensar que es danza porque el cuerpo está en acción, en juego, ahí. Y me encanta pensar que los trabajadores de esta obra son unos super mega bailarines. Me gusta pensar que la danza es el hecho de poner el cuerpo.»

La segunda acción de Obra en Obra es abierta al público como todo el programa y se realizará el 11 de mayo a las 17 hrs y el 12 de mayo a las 13 horas, en Pachuca 130, colonia Condesa. 

Imágenes: Ana León