Platicamos con el actor mexicano que participa en la cinta más reciente de Yann Gonzalez, La daga en el corazón
Ciudad de México (N22/Ana León).- Tenemos la carne, una cinta de Emiliano Rocha Minter, fue la vía a través de la cual, el actor mexicano Noé Hernández, llegó a La daga en el corazón, proyecto del director francés Yann Gonzalez. La daga…, es una película alineada al giallo, pero cuya línea eje es una historia de amor. Claro, eso siendo reduccionistas, porque Gonzalez va más allá. Como dice Hernández en entrevista, «el cine de Yann confronta». Y vaya que lo hace pues sin empachos y de forma desenfadada, «fresca» y a ratos con un poquito de humor, el directo de La daga… narra el golpe emocional de la pérdida del amor de una directora de cine porno gay mientras que sus actores son asesinados de manera violenta uno a uno. Detrás de esta historia hay una tercera, un romance bucólico que termina de forma trágica.
Situada en 1979, en Francia, la cinta de Yann es cuidadosa en los detalles, la paleta de color, la iluminación y la música para recrear un ambiente under y oscuro en las calles parisinas de la época que combina a ratos con paisajes bucólicos.
Protagonizada por Vanessa Paradis, la cinta, que formó parte de la Selección Oficial de la edición 71 del Festival de Cannes, se estrena en México el próximo 17 de mayo. A propósito, charlamos con el actor mexicano.
¿Cómo llega este proyecto a ti ?
Llega a través de Emiliano Rocha Minter que fue el que dirigió Tenemos la carne y el director es coproductor de la película. Vio Tenemos la carne, le gustó mi trabajo y a través de Emiliano me hizo llegar el guion, lo leí, lo analicé, me gustó y empezamos las negociaciones.
¿Cuál fue la primera idea que te vino a la mente después de leer el guion?
Sobre todo me gustó mucho su thriller psicológico y el juego del cine dentro del cine, este metalenguaje cinematográfico que me encantó y la frescura con la que Yann aborda estos temas me parece increíble, no es la clásica moral de momento de “ay, esos temas de la homosexualidad”, él los aborda de una manera tan fresca, tan natural, que ese tema pasa a segundo término.
¿Por qué después de hacer esta lectura decides tomar el papel?
Primero porque me desmarcaba del encasillamiento en el que de alguna u otra manera me tiene el cine mexicano. Aquí los personajes que constantemente me llegan es el sicario, es el narcotraficante, es el malo de la historia y no es que esté en contra de los malos, pero me gustan los malos que tienen textura, tienen curvas, virtudes y defectos, es decir, personajes complejos, no importa que sean los malos de la historia. Pero los malos planos y chatos, pues la verdad es que no me gustan. Entonces en la primera oportunidad que tiene me ofrece un personaje distinto, diferente, también arriesgado, provocador, y eso me gusta. Me gusta que los personajes me provoquen a mí, que me den una plataforma distinta en la cual moverme, analizar o crear.
Leía una nota en El Universal del año pasado, donde decías que ya no ibas a hacer papeles de esos, que no ibas a aceptar papeles de ese tipo: sicario, de malo…
No, no creo, digo que no me gustan.
Bueno, eso decía en la nota, y justo te iba a decir que eso depende de la interpretación que le haya dado el reportero…
Me imagino, sí, pero no. Esto es un trabajo finalmente y hay ocasiones en que haces o aceptas los proyectos por trabajo y otras por el proyecto, porque la carrera crezca, porque tu trabajo como actor se enriquezca y logre de alguna u otra forma ampliar su prisma. Y hay otras ocasiones en que dices bueno, tengo que pagar una renta, tengo que trabajar, porque también es cierto que el trabajo como actor aquí en México no es tan fácil y no nos caen los papeles diario, ni seguido, pues hay que estar buscando la oportunidad de colocarte y hay veces que ni modo, es lo que hay. Tampoco es nuestra culpa, es decir, desde hace diez años se vienen escribiendo historias de narcos y haciendo historias de narcos y no hemos pasado esa hoja todavía. Digo, ya hay ahí varios cineastas y cineastas mujeres que están ahí sacando otro tipo de temas, de personajes, otros discursos y eso está maravilloso. Creo que finalmente se le está empezando a dar la vuelta, aún no porque todavía ahí están las series que siguen abordando el tema, pero en el cine como que ya se está pasando a segundo lugar el tema del narcotráfico.
¿Qué lectura haces tú de esta cinta, qué significados encuentras en ella, más allá de los obvios?
Primero enfrentarte a una temática muy sobada también del amor, pero es un amor lésbico y entonces de momento pareciera que el estigma de tu preferencia sexual te implica amar o no amar. En ese sentido, Yann rompe con este esquema y aborda el tema de una manera tan natural, tan simple, tan orgánica, que realmente el meollo del asunto se vuelca en el amor, en la manera de entender el amor, en la manera de luchar por el amor hasta las últimas consecuencias. Un amor desbordado, un amor carnal, un amor salvaje, un amor intrépido. Todo eso está mezclado ahí y se hace un thriller fantástico.
Yo creo rompe con nuestra moral mexicana muy marcada, creo que ese sería uno de los factores más importantes, porque si bien se han tocado esos temas, aquí en el cine mexicano muy poco, y han tenido muy poca afluencia, digo, Julián Hernández sus temáticas son siempre en ese tenor y sí tiene su público, pero de momento exactamente es un público muy selectivo, y creo que es un tema que debería hablarse, verse, explayarse, entenderlo y analizarlo todos para romper con nuestro esquema, romper con nuestra moral y abrirnos a las posibilidades infinitas del amor y la sexualidad.
Si tú tuvieras que explicarle a alguien la cinta o invitar a ver a alguien la cinta, por qué razones le dirías, “oye, tienes que ver esta película porque…”
El tema de la sexualidad, que de momento también es, sobre todo, en nuestro México querido y hermoso, es totalmente remarcado y señalado.
Casi te define más allá de todo lo otro que eres…
Exacto, si te gusta de manera distinta a la tradicional te excomulgan de la moral social mexicana. Creo que de la manera en que Yann, con esa frescura, con esa jovialidad con la que lo aborda, que esos temas ya los hubiésemos brincado hace un montón de tiempo. Aún hoy nos seguimos señalando, remarcando y definiendo por ese tipo de cosas. Es importante verla, analizarla.
Por otro lado, la sordidez con que Yann afronta un tema, independientemente de lo escandaloso que pueda ser o lo fuerte, nos está abriendo una brecha para entender que no importa la sordidez con la que lo abordes siempre y cuando estés bien consciente del discurso. Y Yann se aventura a tratar un tema en un ambiente tan sórdido, de momento también tan hostil, tan salvaje, tan abrupto, pero bellísimo.
Creo que estas son las razones, abrirse a otras posibilidades narrativas, a otros puntos de vista que nos confronten y que nos cuestionen sobre nuestra percepción moral, social.
También ese tocar los límites de quién dice qué es lo que está bien y lo que está mal, ¿no?
Creo que en ese sentido Yann es muy valiente al decir “este es mi discurso, de esta manera quiero abordarlo y quiero hablar de ello porque me nace, porque me place, porque es mi vida, o no, pero es la manera de ver el medio social en el que vivo y es el tema del cual quiero hablar” y creo que es tan válido como hacer el cine que hace Derbez.
Justo por esta moral mexicana que es de doble discurso, crees sea difícil que el público la acepte o crees que llegue un momento en que puede ser frivolizada.
Y qué bueno, qué bueno que en un momento sea frivolizada o sea analizada, lo que si no se puede permitir es que sea ignorada. Porque si vamos a ver una película que de repente nos confronta, qué bueno que nos confronte, eso está increíble, y me puede gustar o no me puede gustar. Creo que el cine no necesariamente me tiene que gustar, es decir, no sé qué cineasta haga cine para que le guste a la gente, yo creo que hace cine porque es parte de tu discurso como individuo social, como individuo con una postura de tu momento histórico y del momento social en el que vives, entonces, creo que es una parte de ti, una parte carnal, el más convencido tienes que ser tú como cineasta y en ese sentido hablas, es tu punto de vista, es tu trinchera. Te puede gustar o no te puede gustar, pues bueno, ese ya es otro rollo, pero sí, contigo [espectador] cierro el círculo cinematográfico, es decir, con el público.
Creo que lo importante no es que te guste y que salgas extasiado, “me identifiqué mucho, lloré mucho”, “sané el corazón”. También hay otro tipo de cine que te confronta, que no te deja dormir, que te incomoda, que lo ves y te asquea y lo hueles y entonces las emociones y las sensaciones y tu percepción cambia, ese también es un cine muy viable y bastante fructífero, y ojalá fructificara más, ojalá nos acostumbremos a ver cosas distintas, a analizar cosas distintas, confrontarnos con puntos de vista del momento en el que vivimos. Porque de alguna u otra forma, bueno no quiero decir la palabra educa, pero sí, también el cine es una parte que nos puede educar, que nos puede hacer cambiar.
Los personajes que de momento me llegan son personajes que primero me confrontan a mí y que después de analizarlos y de hacerlos, me hacen ver la vida de distinta manera. No soy el mismo después de hacer equis personaje, de alguna u otra manera mi visión cambia. Acabo de hacer una película que se llama Nudo mixteco, que me confronta conmigo.
Justo cuando mencionas que también educa, yo iba a mencionar esa parte de que el cine no sólo tiene que ser “qué linda película” y después la olvidas. Sino que a lo mejor te cuestionaste tantas cosas al ver lo que te estaba planteando el cineasta o te incomodaron tantas cosas o te movieron muchos puntos de vista ya establecidos, que esa parte de educar no es con un sentido aleccionador, o sólo discurso, sino de preguntarte ¿por qué no entiendo esto?
Y también si no lo logras entender es también porque a lo mejor el cine tiene que dejar de ser un poco elitista. Tiene que buscar la forma de llegar a sectores a donde a lo mejor no tienes la misma preparación, no tienes los mismos recursos de educación para entender otro tipo de cosas que yo como cineasta o como actor, sí los entiendo. Pero exactamente, se trata de que a lo mejor algo, hay una cosa ahí empírica que le tocas.
Me pasaba cuando leí por primera vez Tenemos la carne, que decía, “dios, no entiendo”, pero hay algo que me hace apretar las manos y que siento una especie de ganas de no saber qué hacer. Y ya después de analizar y de hacer me digo “mira esta película me vino a descubrir unas cosas que yo tenía ahí cerradas desde hace muchísimo tiempo porque la moral social me dijo eso no puedes hacerlo”, “eso no está bien”, “no está bien que tengas pulsaciones sexuales con tu hermana o con tu mamá, ¿y entonces por qué lo sueño o por qué siento no se que cosas?”, porque la moral social te dijo no, eso no puede ser. Y entonces las escondiste allá como el pecado, como lo que no se debe de hacer y sin embargo son pulsiones primarias y animales que tienes ahí, naturales, yo no las provoco, me surgen.
El cine te puede llegar por distintos lados, por la vista, por las emociones. No necesariamente lo tienes que entender, el cine también te provoca escalofríos, sudas, te excita, no sé. Te puede llegar vía los sentidos.
El abrirte a la percepción y que el cine te llegue a ver por dónde, es decir, a través de los sentidos, de las pulsaciones, de las emociones, de los estados de ánimo. El cine por eso se vuelve provocador, y creo que el cine de Yann González es especialmente provocador.
La película sí trata una historia de amor bastante carnal, pero también habla sobre la violencia de género y una violencia de género. ¿Cómo una cinta como esta podría integrarse en este contexto en el país justo cuando la violencia de género está tan fuerte?
Yo creo que nos viene como anillo al dedo y está perfecto que ahorita se estrene. En todos los tiempos ha habido violencia de género, y bueno, ahora con las redes sociales pues nos enteramos más rápido de las cosas y de los movimientos que se generan, pero siempre lo ha habido y ha estado ahí presente en la vida de todos de alguna u otra manera. Entonces, en este tipo de “transformación” que la llaman que no me gusta tanto, yo creo que sí, también es un poco entender que la transformación y que el cambio tienen que generarse a partir del yo individual del yo personal, y que es justo esta película con este tema y con este subtema de violencia de género, nos viene perfecto para entender que cada quien es libre de hacer con su cuerpo y con su amor lo que sea y lo que necesite. Creo que mientras aprendamos a respetar el derecho del otro en esa medida vamos a respetar no sólo el género sino muchos temas que nos están aquejando hoy. Y que bueno que se hable de ellos, pues eso nos va a llevar, pienso, ojalá, a voltear la mirada hacia adentro y preguntarnos “¿qué estoy haciendo yo?, ¿y dónde estoy parado yo en medio de este caos”. Tienes que ser congruente, ver dónde estás parado y creo que el cine nos funciona también para eso.
Imagen: © Ana León