Entre la fotografía y la curaduría

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Catorce fotografías integran Este camino no es, exposición del fotógrafo mexicano Alfredo Esparza curada por el también fotógrafo mexicano Carlos Álvarez Montero con quien charlamos acerca del trabajo del primero y de la fotografía en México

 

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Imagen: «Este camino no es», Alfredo Esparza

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Ciudad de México (N22/Ana León).- A pocos días de que Este camino no es, exposición del fotógrafo Alfredo Esparza (Torreón, 1980), abandone el espacio de la Galería L, ubicada en la calle Alfonso Reyes, de la colonia Condesa, charlamos con Carlos Álvarez Montero, también fotógrafo, que estuvo a cargo de la curaduría de este proyecto que muestra el desgaste del medioambiente producido por el hombre: la violencia de éste contra su entorno; además de poner sobre la mesa los temas que el ejercicio de la fotografía está abordando en el país y los que su propia práctica busca hacer visibles.

Implicado en el proceso desde casi el inicio de este proyecto –entre Esparza y Montero no sólo hay una relación como artista y curador, sino también una como socios fundadores, junto a Mark Powell, del proyecto Sin perder de vista y de la escuela-galería .357 y, por supuesto, una amistad iniciada como alumno y profesor– Carlos Álvarez pudo ser testigo de cómo éste transitó de una serie de imágenes cargadas en Instagram hacia una propuesta más concreta. Así que cuando la oportunidad de exponer el trabajo de Esparza formalmente se presentó, Álvarez Montero tenía ya una idea bien clara de la lectura que quería hacer de las fotografías.

Las imágenes que componen esta exposición muestran paisajes desolados con una estética impecable. Esparza construye su propia versión de la sobreexplotación del medioambiente en los estados de Coahuila, Chihuahua, Durango y Zacatecas. Siendo éste originario del primero y habiendo crecido en una familia cuyo negocio está relacionado con el campo. Por su parte, el curador extrae a las imágenes de Esparza una nueva interpretación que se alinea más hacia lo extraño, lo “uncanny”, como define el fotógrafo, ese factor que vuelve inquietante escenas comunes. La cercanía con Esparza y el que hecho de que esta serie de fotografías sea, aún, un trabajo que continúa, le permitió al curador moverse con mayor libertad y “darle mi propia intención”.

Por su parte, el trabajo de Carlos Álvarez Montero, como fotógrafo, se centra, en su mayoría, en la búsqueda de la identidad y en la vida de la calle. Últimamente, como señala, ha descubierto un interés en las imágenes religiosas como parte de la cultura popular. Es cofundador de la escuela-galería .357 y del proyecto Sin perder de vista. Su trabajo ha sido publicado en revistas como Vice,  The Fader, Time Magazine, Newsweek, Harper’s Baazar México y La Tempestad,  entre otras.

¿Cuál es la lectura de Alfredo Esparza sobre su  trabajo  y cuál es la tuya?

Alfredo tiene muchos caminos, el paso del hombre sobre la naturaleza y las consecuencias que tiene ésta sobre todo cuando hay un abuso. No es que yo me aleje de éste, pero yo tengo esta visión de lo uncanny, de lo perturbador, de lo extraño, de estas situaciones que confunden que no entiendes muy bien. Al final para Alfredo estos lugares es donde él ha crecido, divide su vida entre Coahuila y la Ciudad de México, y en Coahuila se dedica, en un negocio familiar, al campo. Sobre todo a los nogales, pero su trabajo es en el campo y desde niño ha convivido con éste, siempre. Evidentemente ahí hay una visión diferente de estos espacios que para él son comunes y que para mí que soy una rata de ciudad, son ajenos a lo que veo todos los días. De repente encuentro imágenes de objetos o construcciones que no tengo idea de que son o que no entiendo qué son. Cosas que al no estar familiarizado con la cultura del campo, por decirlo de alguna manera, yo no entiendo qué es e inmediatamente empiezo a tener una lectura diferente formaciones que parecen casi como extraterrestres; me lleva más allá de sólo ver este paisaje y el paso del hombre, sino que me crea una historia misteriosa dentro de ellas. Y evidentemente lo brutal que es el paso del hombre por la Tierra y cómo vamos por el mundo devastando y una vez que devastas te vas y lo olvidas. Me gusta esta idea de saber quién está expulsando a quién o quién está acabando con quien.

La fotos también se vuelven una tipología, el hecho de que todas estén en vertical es un poco extraño, sólo la principal está en horizontal, pero de ahí en fuera es raro ver un paisaje en vertical. De alguna manera está empezando a enmarcar con una tipología los restos que va encontrando. Está catalogando. Su sistema de trabajo es que busca en Google Maps y Google Earth formaciones extrañas y sale a buscarlas, en una de estas formaciones llegó a una fosa clandestina ya descubierta. Entonces va a lo macabro, también, pero no era esto a lo que queríamos ponerle un énfasis, claro que es un aspecto más de la vida, sobre todo la vida en este país, pero no queríamos que se volviera el tema central.

Mencionas la violencia y aquí quisiera preguntarte ¿cómo entender la violencia del país a través de la lente sin caer en lo obvio?

No es ese el tema. El tema es, de alguna manera la vida y el papel del hombre en la vida y en la naturaleza y este es un aspecto más. La violencia en general, hacia la tierra, hacia el campo. Justo no era ése el tema, del narco, porque esa es la obviedad, el tema del norte. Pero sí está, tampoco lo vas a quitar. Y hablando de la vida y la muerte pues está la vida del hombre y de esta violencia que también a veces parecería que si no afecta a otro hombre no es violencia. Pero es la violencia hacia el medioambiente, hacia los animales, y también del poco valor que tiene la vida en general.

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Imagen: Este camino no es, Alfredo Esparza

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¿Hasta dónde llega el compromiso social de la fotografía?

Yo creo que al final es una manera –respecto al trabajo del fotógrafo– de mostrar lo que está pasando para generar consciencia que también es parte del valor y la misión del arte, señalar. No es que esté convocando a algo pero está poniendo el ojo en este espacio para que haya una reacción, como artista y como alguien que vive en el campo, también.

¿Afecta la relación personal/profesional en este diálogo artista-curador?

Yo conocí a Alfredo porque él fue mi alumno. Luego hice .357 y después Alfredo pasó ser parte de éste proyecto cuyo motivo principal es la reflexión y el diálogo sobre la imagen, en específico sobre la imagen fotográfica. Luego hacemos Sin perder de vista, junto con Mark Powell, justo lo que buscamos es lo mismo y tener estos espacios donde podamos tener retroalimentación, entonces en estos espacios de retroalimentación creo que lo más importante es la pieza y para que funcione como tal no existen «amiguismos» para hablar de eso, no debo ser especialmente cuidadoso para decirte qué pienso de tu trabajo porque eres mi amigo, al contrario. Lo que nos interesa de esto es poder decir las cosas, lo que funciona y lo que no, pero al final el autor es el que decide. Los años que llevo dedicándome a la docencia una de las cosas que siempre les digo a mis alumnos es “ustedes deciden”.

Al final es su obra, tampoco quiero imponer. La cosa es que los dos estuviéramos conformes con lo que se va a decir y que mi trabajo curatorial aporte a lo que él está haciendo, sobre todo porque él sigue haciendo la serie; tiene hasta otro nombre. Decidimos Este camino no es por aquello de las imágenes inquietantes y que te confunden, que son misteriosas y la que es más clara es “Este camino no es” (que se ve en la imagen principal), donde el mensaje es más claro. Recientemente acaba de publicarlas en una revista en Europa, me parece, y aparecieron con el nombre que él le puso a la serie desde un principio, Tierra de nadie (Terra nullios), ese es el nombre específico de la serie, pero aquí tenemos ese chance pues todavía no estaba realmente establecido que es lo rico de trabajar en este proyecto y que probablemente no es tan común o no hubiera sucedido si no fuera mi amigo, pues constantemente nos estamos mostrando en qué estamos trabajando.

La fotografía es una herramienta que permite la construcción de un relato, ¿para ti cuál es el relato que se está generando a través de la fotografía en México, actualmente?

Es muy diverso. Al final la fotografía es muy personal, no podría decir que hay una tendencia específica a hablar de algo. Digo, siempre dependiendo del tiempo y espacio hay coincidencias, pero al final es tan diverso como la sociedad misma. Probablemente uno de los temas es el de la violencia como tal, podría ser una constante si empezáramos a revisar lo que se ha hecho porque la violencia es parte de lo que está ahí porque es lo que hemos vivido, desde la violencia extrema dígase los que cubren cuestiones del narco, aun en la parte del arte, de este fotoperiodismo que pasa a las galerías o a los museos, hasta el trabajos más personales, de autorretratos. También podría decir que de alguna manera hay también una búsqueda de identidad como de qué es la fotografía mexicana sin que termine siendo la foto clásica mexicana de pueblitos, indígenas, la pobreza, sino más bien cuál es la identidad mexicana en una comunidad global.

En tu trabajo, ¿cuáles son esas búsquedas?

Parte de mi trabajo está enfocado justo a la creación de la identidad. Siempre estoy pensando cómo creamos nuestra identidad a partir de la apariencia, para mí la apariencia es muy importante, ¿qué es lo que quieres decir?, ¿qué hay detrás de las apariencias? Me interesa los que están “fuera” de la sociedad, pero también los que lo llevan y lo muestran al extremo. Me gustan estos personajes que lo llevan al extremo porque es donde más claramente lo puedes mostrar porque todos lo hacemos pero no todo mundo se ve extremadamente diferente o alternativo. Ahí hay una cuestión de quién me parece más auténtico y quién no; es sólo una sensación, no te puedo decir por qué sí o por qué no. Puedo ir al Chopo y salir con cien fotos o con ninguna y eso es porque no encontré ninguna conexión. He fotografiado seminoles hiphoperos, gente que toca en bandas, un poco de todo, pero uno de las cosas que me atraen mucho son las imágenes religiosas, pero no es algo que estuviera buscando, pero más enfocado hacia la cultura popular-urbana. Al final lo que me interesa es la vida de la calle en México, cada vez me siento más atraído por eso. Sobre todo sobre ese México al que la gente le voltea la cara, el México incómodo que he estado fotografiando los últimos quince años.

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Imagen: Retratos, Carlos Álvarez Montero

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En tu trabajo, sobre todo en el que registras la vida en la calle y a diferentes grupos urbanos, hay retratos que es una cuestión muy personal ya que a través de la cámara traspasas un espacio que cualquier persona, generalmente, cierra para sí misma, ¿cómo estableces esta conexión para que te abran ese espacio y te permitan indagar en su vida por medio de la lente?

Realmente no se si tenga una respuesta concreta. No es tan difícil, creo que es una cuestión de cómo llegas. Yo nunca he tratado de burlarme o juzgar a nadie con mi trabajo. No trato de burlarme de nadie. Es curioso porque si yo noto que el la persona a la que voy a fotografiar trata de ridiculizarse a sí misma yo la dejo, pero al final fotografío lo que me interesa y lo que me interesa siempre tiene un grado de admiración por una u otra cosa: o lo admiro o lo quiero entender, nunca lo estoy juzgando y, según yo, eso se refleja cuando tú llegas con alguien y se lo dices de esa manera. En general me parece que a todos les gusta que les tomen foto y la foto es un reconocimiento y cuando se siente así, que te están dando voz, te van a dejar.

¿En alguno de tus proyectos has pasado más tiempo retratando a un grupo una familia, sobre un tema?

Sí, tengo algunos, aunque no es lo común, tengo el de M (de Michoacán) que es sobre los pandilleros en Michoacán que me tardé como ocho años.

Y ahí, ¿cómo entras?, ¿cómo los contactas?

Igual. Esa historia me la pidió una revista de EEUU, me dijeron ‘queremos algo sobre gangster mexicanos’ y dije sí, aunque no tenía los contactos; terminé en Zamora Michoacán. Iba con un amigo que me dijo que conocía a unos chavitos que me podían conectar pero realmente no existía esa conexión y ya estaba ahí. Luego me dijo sobre unos que se ponían en una calle, entonces llegamos y sí estaban afuera. Me bajé con una revista, les dije que estaba haciendo fotos para esa revista, obviamente en la portada que les llevé venía un artista tatuadísimo que era de un reportaje que hicieron de una cárcel en EEUU y les dije que estaba haciendo algo parecido, sobre gente que está tatuada, no les dije como tal que era sobre pandillas. Mientras estaba con ellos analizaba sus tatuajes y les dije: -Oigan, ¿y no los confunden con pandilleros? y me dicen: -pues es que somos pandilleros. Y me contaron la historia y les dije: -¿te puedo tomar una foto? Pasaron quince minutos y yo ya tenía a toda la pandilla ahí. Y mientras iban llegando les pedía tomarles una foto. Me quedé platicando con ellos un rato, luego uno de ellos me dijo que su hermano era el líder pero que estaba en una silla de ruedas. Les pregunté si podía hablar con él y me dijeron que “pasado mañana”. Les dije que me iba esa misma noche. Hablaron con él, luego puede hablar con él. Al final me quedé dos días más.

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Imagen: M (de Michoacán), Carlos Álvarez Montero

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¿Te sientes vulnerable en estos lugares?, ¿has tenido miedo?

Sí, pero al final es parte de lo que haces y al final es parte de una adrenalina que te lleva, pues ahí está la foto, y ¿porque te dio miedo no vas a tener la foto o la historia que quieres contar? A pesar de que hicimos muy buena relación con ellos y al mes regresé, y después regresé el siguiente año. De hecho todavía, de repente, sigo en contacto con ellos. Luego ya no eran tanto ellos. La primera vez sí porque no sabes quiénes son y todo el mundo te dice que son peligrosos. Ya después no son ellos pero no sabes quién puede ser. Además esto lo hice en 2006 y cuando inicia la guerra contra el narco poco a poco las cosas fueron cambiando y también empecé un documental y ya no podía ir. Luego tuvimos que dejar de ir un par de años porque las cosas se pusieron muy difíciles. Siempre había tensión. Siempre nos íbamos antes de lo que habíamos planeado.

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Este camino no es se encuentra en su última semana de exhibición. Se puede visitar en la Galería L, en Alfonso Reyes 216, en la colonia Condesa.

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