«Zopencos» es una novela para picar a los críticos: Antonio Calera

  • Este libro editado por Ficticia es para el autor una reinvención literaria a través de la comedia, después de la publicación de su libro «Carajo» 
Por Perla Velázquez
Distrito Federal, 25/07/13, (N22).- 
Cuando Antonio Calera-Grobet sacó
su libro Carajo (Aldus, 2012), Sergio
González Rodríguez lo enlistó como una de las mejores publicaciones de relato
para un recuento que hizo en el periódico Reforma.
A partir de ese suceso, el ensayista y promotor cultural recuerda que muchos
escritores externaron una molestia colectiva en torno a la lista.
“Pensaban que la gente le pagaba
a los periodistas para que nos pusieran ahí”. Con el ánimo enfurecido y un tono
de voz sarcástico, Calera comenta que él no tuvo nada que ver y mucho menos
conoce a Sergio, “si sumas lo que he platicado con él son dos minutos de
conversación”. Pero, desde ese momento el escritor decidió reinventarse,
“probar que puedo hacer otras cosas”.
Ahora el escritor mexicano se encuentra en
la presentación de la comedia Zopencos (Ficticia,
2013). A su lado lo acompaña el poeta Armando Ramírez, Mario Palomera, Jesús
Iglesias e Inti García. Con este libro de manera tramposa pretende fincar su
inicio como escritor, pues aquí se relatan las travesías que viven un grupo de
amigos dentro de un suburbio en la zona norte de la ciudad, por allá de los
años 80 del siglo XX. Pero también, “mi idea es picar (a los críticos). Nunca quieren nada,
nunca les gusta nada, entonces decidí hacer una novela; picar a los escritores
y a la crítica.”

Calera Grobet se dispone hablar
con la Agencia N22. En la sala
Panorama del Centro Cultural España ya no hay nadie, por eso su voz retumba en
cada uno de los espacios al decir que es un escritor versátil y camaleónico.
“Bowie estaba en mi cabeza cuando dispuse cambiar, reinventarme, no ceder”, dice mientras alza
la manga de su camisa negra; en la parte inferior de su antebrazo, casi al llegar
a su palma hay una leyenda: “ni pena ni miedo”, “me lo hice como para
reinventarme siempre”.



Infanterías
Calera-Grobet creció en el norte
de la ciudad: en una zona que divide a los “satelucos” del área industrial.
“Empecé escribiendo pequeños relatos de lo que yo vivía con mis amigos”. Después
de reunirse con ellos, Antonio regresaba a su casa y redactaba las historias
que les sucedían. Posteriormente, “a mi palomilla les conmovía que nos
sentáramos en los parques públicos o en terrenos baldíos para que les leyera el
escrito.

“Me di cuenta en esas fechas de
mi primera juventud, o sea los 14 ó 15 años, que quería ser escritor y no otra
cosa. Después quise ser torero, cineasta, pero lo que yo quería en ese momento
nunca cambió. Es la única cosa que no he dudado en la vida, todo lo demás lo he
dudado y lo sigo dudando. Yo nací para ser escritor y me voy a morir siéndolo”,
expresó.
Zopencos reúne parte de estos escritos. El narrador de la novela
descubre las aventuras de los personajes en el callejón de los Loros; Antonio,
para ubicar al lector en la época de los 80’s, recurrió a restituir películas,
canciones y demás referentes de la cultura popular que probablemente estaban en
el olvido.

El escritor afirma que pretendía
contar la historia de un grupo de amigos que no querían despegarse y deseaban
vivir la vida a plenitud. “Pero después resultó que la novela me fue marcando
algunas cosas que no pude dejar de ver; mi relato de esa generación no podía
dejar de reflejarla con un cierto lenguaje.” Por ello, el escritor inventó un
argot para identificarla con una especie de lenguaje cifrado que probablemente
utilizaban en esa década.
¿Novela o crónica?
El cronista Armando Ramírez
señaló a Zopencos como una cronovela,
por los testimonios que describe el autor, ya que remitirán al lector a una imagen
de México en donde las clases sociales eran marcadas por muchos factores. “No
hay que olvidar que hay ficción, pero sí tiene mucha carga histórica”, comenta
Calera. “Parecería mentira pero yo no lo pensé como la primera virtud de la
novela, yo lo que quería era contar historias.

“Yo quiero que la gente me
escuche contando historias, ya sean mías o de otros, pero eso sí siempre a
través de mí. Creo que el escritor no tiene que perder de vista esto: lo que
queremos es que la gente escuche como nosotros imaginamos; que la gente diga
que nuestra imaginación la hizo sentir algo”.

Antonio Calera-Grobet además de
esta novela, escribe para diversas publicaciones como Letras Libres y Variopinto,
en ellas su lenguaje es más barroco y complejo. Él mismo asegura que es un
escritor poroso y de alta densidad. Sin embargo, la fluidez con la que se puede
leer Zopencos fue un descubrimiento
del propio autor por poder escribir así.

“Fue un intento que salió bien. Quería
hacer una novela como un tobogán, donde tú resbales sin ningún problema”. Con
un tronido de dedos que simula el bebop (estilo
de jazz), Antonio mueve su cabeza al compás del sonido y afirma que la comedia
es como “ese ritmo vertiginoso que sigue a la improvisación; que estuviera
dando toques todo el tiempo de una novela de vértigo, como si fuera una video
de Madonna, la cantante de esa década”, finalizó el escritor.
Zopencos es una publicación que edita la editorial independiente
Ficticia.
Imagen http://bit.ly/13gu5KI
13MAG 

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