Una infección rítmica en tierra chilanga con La 33

  • «América Latina, sinónimo de paz, sinónimo de armonía, hacemos mover sus pies y sus corazones, nuestra música representa a nuestro pueblo»

Por Rafael Cervantes

Ciudad de México, México, 01/07/13, (N22).- A más de un año, y tras haber participado en el Festival del
Tambor y las Culturas Africanas 2012, el sábado pasado La 33 de Colombia
regresó al Plaza Condesa para sacudir con su música, que además de salsa,
fusiona otros géneros como el jazz, el boogaloo, el guaguancó, el bolero, el
son montuno y el funk, aderezados con un poco de rock –de hecho estos músicos
tienen más facha de rockstars que de salseros–.
Inmediatamente la gente se contagió del sonido callejero de esta
orquesta, que debe su nombre a la calle donde tienen su lugar de ensayo, en la
ciudad deSanta Fe de Bogotá. Qué rico
boogaloo
, empezó por desinhibir esos cuerpos que poco a poco se dejaban llevar
por el ritmo que marcaba el latido de su corazón, en comparsa con los metales y
las percusiones.
Santiago Mejía aderezaba con las notas de su piano el Patacón con queso, mientras que el bajo
de su hermano Sergio le daba sabor; pero fue La Pantera Mambo, aquella versión más explosiva que el original tema
de la Pantera Rosa de Henry Mancini, la pieza que acabó de soltar los cuerpos,
que ya sudaban a causa del calor provocado por tanto movimiento.
Parejas que parecían incansables, acompañadas por palmas que seguían el
ritmo y pies que paulatinamente se movían en contra de su voluntad, infectados
por la energía de la orquesta, cuyos vocalistas –Guillermo Celis “Guillo”,
David Cantillo “Malpelo” y Pablito Martínez– transmitían al público con su
actitud de frontman.
“¿Dónde está Latinoamérica señores?”, preguntó Pablito. “Sinónimo de
paz, sinónimo de armonía, hacemos mover sus pies y sus corazones, nuestra
música representa a nuestro pueblo, un pueblo hermano que nace y sufre como el
suyo, ¡Qué viva México!”, prosiguió, mientras las congas de Alejandro Pérez –“el
cubano más colombiano”–iban abriendo camino a La rumba buena, en honor a todos los “rumberos de América y del
mundo”, y que dejó al respetable con los ánimos más que encendidos.
Rumbeando y presentando nuevo disco 
Pero La 33 también se dio tiempo para dar un probadita de su nuevo
material, Tumbando por ahí, con su
tema homónimo, La reina del Swing y
Guayabo
. Dicen que después de La
Tormenta
siempre viene la calma, aunque en el Plaza no fue así, pues luego
del estremecedor grito de los metales en el intro de dicho tema, vino un solo
de Juan Felipe Cárdenas, quien demostró su técnica en el sax tenor y provocó la
ovación de los asistentes.
Obviamente el rock no podía quedarse fuera. “Tengo entre ojos a varios
‘mechudos’”, dijo Pablito refiriéndose a aquellos individuos que por su cabello
largo reflejaban, a la primera, su gusto por dicho género musical. Roxanne, canción que en los años 80
hiciera famosa The Police, ahora se convertía en un homenaje a Sting y a Héctor
Lavoe, que justamente el 29 de junio cumplió 20 años de muerto.
“Yo no sé dónde estará y con quién se fue” fue el coro que, seguido por
las palmas, reprochaba la Soledad
causada por el abandono; mientras que unos cantaban, otros seguían mostrando su
técnica en ese diálogo corporal llamado baile, empapados en sudor y que
hicieron temblar el Plaza. Sobre el escenario, las banderas de México y
Colombia estaban unidas.
La 33 se despidió, pero no se hizo mucho del rogar y salió una vez más
para que el bajo, los metales y las congas acompañaran a “Guillo” a decir Byebye; luego toda la orquesta se
descolgó con toda su fuerza para decirle adiós de una vez por todas a un amor
con la contundente frase: “Entonce’ a mí no me digas que yo sin ti no puedo
vivir”, que se sale del guión de las historias rosas de la salsa actual y  fue uno de los temas que más disfrutó el
público.



Energía fusionada desde Bogotá

Desde Bogotá llegó a tocar esa orquesta que con su sonido prendió fuego
a los oídos de los fanáticos, no sólo de la salsa sino del jazz latino e incluso
de géneros disímbolos como el rock, gracias a la furia de su sonido. Gózalo fue el epílogo de una realidad
que no es exclusiva de Colombia, sino de toda América Latina. Sin embargo, una
hora 45 minutos no fue suficiente para canalizar toda esa energía a través de
la música y el baile, lo que dejó a gran parte del público con ganas de seguir
la fiesta.
13MAG 

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