Redacción/CDMX
Aunque pareciera que los documentales de animales solo se tratan de verlos dormir o comer, en realidad son obras audiovisuales muy importantes que hacen una gran labor de divulgación sobre la vida animal.
A su vez, contribuye a mejorar el concepto que tiene la población sobre algunas especies. Eso ayuda a que la sociedad se sume en los esfuerzos de conservación.
Se busca dar la imagen más realista de los animales en su hábitat, pero muchas veces es imposible rescatar de la misma calidad en el sonido e imagen.
Hoy en día los teleobjetivos tienen una gran capacidad que permite fotografiar o grabar desde grandes distancias sin perturbar a los animales.
Pero las tecnologías del sonido no han avanzado al mismo ritmo, pues no se puede grabar el audio con nitidez ya que los objetivos se encuentran muy lejos, sobre todo cuando se trata de algo poco estridente como el mascar o beber agua.
Por eso, en postproducción se agregan los sonidos gracias a la ayuda de los artistas del Foley. Estas personas, especializadas en crear sonidos lo más realistas posibles tienen que grabar mientras observan lo que ocurre para que así el sonido “falso” empalme con los movimientos o acciones de los animales.
Por ejemplo, para los cascos de caballos se realizan con ayuda de cocos sobre una superficie dura, mientras que para los elefantes que son mucho más pesados se ocupa rocas en contra de una tina de tierra compacta.
Un tanque lleno de agua puede ayudar a imitar el sonido de un estanque o un guante de cuero en movimiento puede convertirse en las alas de un pájaro. Aunque sonidos más específicos como los rugidos de león se suelen sacar de bibliotecas de sonidos.
Aunque cada vez las técnicas del sonido van mejorando, por ahora y no se sabe hasta que punto, estos artistas del Foley seguirán siendo necesarios para la producción de los sonidos en la producción audiovisual.
(Con información de Hipertextual)