Cuando el hámster del presidente escapa, este entra en crisis, y comienza a prohibir dulces y golosinas que son lo más importante para un país con muchas similitudes con México
Francisco Juárez/CDMX
El hámster del presidente es un cuento infantil escrito por Juan Villoro que, maneja temas como campañas y partidos políticos pero lo hace de una manera tan accesible que hasta parece juego de niños.
La historia ocurre en un pequeño país donde los dulces son muy importantes, y es un lugar muy similar a México, donde en lugar de un águila y un nopal, hay gomitas como símbolos.
Su presidente usa un abrigo con 117 bolsas en el que guarda objetos muy importantes, desde caramelos hasta las llaves de la cárcel.
En uno de esos bolsillos vive Genaro III, un pequeño hámster gruñón, caprichoso pero adorable.
El pequeño animal, es algo más que una mascota, pues resulta ser el mismísimo secretario particular del mandatario.
Pero un día, la criatura escapa y el presidente entra en crisis, ahí es cuando entran en acción Ruy, un niño muy aplicado y su hermana Romina.
De pronto las decisiones del presidente se vuelven erráticas y comienza a prohibir la producción de todo tipo de dulces, lo cual provoca la molestia de los ciudadanos que buscan hacerse escuchar, y es donde también los partidos políticos lanzan sus campañas buscando acceder al poder.
La dificultad de llevarla a escena es grande pues si bien, es una historia para niños, sería muy fácil extraviarse en personajes con tan ricos matices.
Saúl Enríquez, quien en su haber tiene 49 obras escritas, 7 publicadas y 18 montajes propios, realizó la adaptación del cuento de Villoro y en entrevista, comenta que en el cuento se deja claro que los hámsteres son la representación de lo más frágil de una sociedad, “de quienes no se pueden defender, de los que no tienen voz, de los que no pueden hablar, a pesar que se les de voz en la adaptación”.
Pero también está el tema de la familia “que es ahí donde se gesta una revolución, donde hay quien reacciona muy rápido y hay quien dice `mejor hay que enviar una carta a través de las instituciones’, hay quien quiere levantarse en armas, pero también quien quiere ir a la raíz del problema”.
Considera Enríquez que todas las posibles soluciones en el conflicto central de la obra las tiene un niño desde su butaca, por ello, cree que los padres, al salir de la obra, tienen el momento ideal para empezar a dialogar con ellos respecto a la política, “preguntarles cómo ves esto, cómo ves aquello, sin juzgar, porque a veces los papás tratamos de meterles una forma de pensar pero lo rico es escucharlos a ellos, saber cómo piensan”.
¿La familia es el tema principal de la obra?
Al principio, pensábamos cómo tratar la obra, pues se tiene un hámster pachoncito, hay un presidente y por otro lado la familia, además, la actualidad del país donde tenemos posiciones políticas muy diferenciadas.
Creo que el discurso de la obra es ‘haces política en tu casa, haces política en las decisiones que tomas como papá, como mamá, como hermano, haces grupos dentro de casa también’.
Entonces, lo importante no son los partidos políticos sino esas pequeñas acciones que uno realiza, al interior del hogar al interior de la escuela, de tu barrio, de tu calle es ahí donde el ciudadano hace política.
Saúl considera que es una obra generosa pues se ve a una familia organizando una revolución, «eso me parece emocionante».
Los partidos políticos cuando hay este vacío de poder, llegan todos con las soluciones definitivas, organizando campañas en dos segundos, una cuestión de cinismo de los políticos.
Cuando haces teatro para niños y sobre todo como lo establece Villoro que es una historia “para demócratas de cinco o seis años”, decidimos enfocarnos más en la familia, concluye.
La obra termina temporada este 11 de septiembre en el Teatro Helénico, se presenta sábados y domingos a las 13:00 horas. Se tiene planeado que se reponga una vez más hasta el próximo año.