Proyectos Monclova exhibe por primera vez en México el trabajo del artista estadounidense en Enmarcado en la memoria
Redacción / Ciudad de México
Este martes 27 de abril da inicio la Semana de Arte en la Ciudad de México que se extiende hasta el 2 de mayo. En días pasados se dio a conocer la propuesta «extra muros» de ZONA MACO que se extiende por diversos puntos del tradicional cuadro San Miguel Chapultepec, Polanco, Roma, Condesa y Juárez.
Otro proyecto es la muestra que abre sus puertas esta martes en Proyectos Monclova, también en Polanco, Enmarcado en la memoria, el trabajo de James Benjamin Franklin, nacido en Tacoma (EE.UU.), se muestra por primera vez en México.
A continuación compartimos el texto realizado para la galería por el investigador y curador Esteban King Álvarez que nos aproxima a las pinturas del artista.
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La primera exhibición individual de James Benjamin Franklin en México está compuesta por dos cuerpos de obra recientes. En primer lugar, se exponen una serie de piezas que el artista confecciona desde el soporte y hasta la última capa material, así como diversas pinturas realizadas directamente sobre papel.
Después de una producción predominantemente figurativa, en la que exploraba escenas e interacciones humanas de la vida cotidiana con una fuerte carga autobiográfica, Benjamin Franklin ha dado un giro radical en los últimos cuatro años hacia obras que se distinguen por la experimentación con distintas técnicas y materiales. Este cambio va de la mano del distanciamiento del artista de los grandes centros urbanos a la ciudad Detroit, ruina de la modernidad fordiana que se caracteriza por su entorno de soledad y calma.
El primer cuerpo de obra que se exhibe en Proyectos Monclova lo conforman pinturas que Benjamin Franklin construye en su totalidad. La base de dichas piezas está constituida por tiras de yeso moldeadas, lo que le permite configurar un soporte distinto para cada obra. Los bordes de estas superficies onduladas, doblados hacia adentro, le otorgan a los trabajos una cualidad escultórica y artesanal. Más que una delimitación cuadrangular en el sentido del “marco” tradicional, las pinturas existen en un espacio que puede ser entendido como un contenedor. Esta cualidad le permite al artista utilizar cada superficie como un depósito donde experimentar con distintas materialidades y procedimientos, al tiempo que enfatiza el carácter objetual de la pintura.
Sobre esta primera base escultórica, Benjamin Franklin utiliza telas y materiales con las que explora la dimensión háptica del espacio pictórico. La multiplicidad de soluciones que aparece en estas piezas da cuenta de la extensa investigación que el artista ha realizado en este sentido. En particular, muchas de ellas contienen distintas telas que funcionan como un material crudo con que explorar el comportamiento de la pintura. Finalmente, las obras terminan por constituirse a partir de la aplicación de capas y capas de pintura con distintos métodos, por lo que su obra puede caracterizarse como una pintura-construcción, donde siempre se suman, como en un trabajo arquitectónico, estratos de distintos elementos.
El prolongado tiempo de trabajo que el artista ocupa para la creación de cada pieza, le da una profundidad y presencia distintiva a cada una. El resultado del proceso —siempre abierto a la incertidumbre y la intuición— son obras con diferentes formas y texturas, sensaciones matéricas y construcciones espaciales en las que el margen se convierte en un contenedor figurado a partir de vivencias y memorias. Las obras rebasan sin embargo la voluntad del artista y terminan por detonar asociaciones libres e inconscientes en quien las mira, por lo que pueden devenir en una experiencia mesmerizante o reveladora. De ahí que el título de la muestra aluda a estos trabajos como aquello que yace Enmarcado en la memoria.
Algunas de las piezas tienen reminiscencias de paisajes, que sin embargo se pueden asociar también con las construcciones formales de Alexander Calder. Este es el caso de una puesta de sol luminosa habitada al mismo tiempo por una presencia oscura y ominosa. En otras más, se adivinan figuras antropomorfas y biomórficas, como una reunión de personas, un insecto y una flor, aunque siempre queda un resquicio de duda, de misterio, sobre qué es exactamente lo que estamos observando. De igual forma, existe en ellas un marcado interés por la manera en que interactúan superficies, texturas y colores. Este es el caso de la contraposición que genera, por ejemplo, una pintura de spray dorada —que se asemeja a la aplicación de hoja de oro o de un estampado— con un verde de cualidades fluorescentes.
El otro cuerpo de obra está conformado por pinturas sobre papel, donde también priman la experimentación matérica y formal en el ámbito compositivo. Pintadas mayormente desde el plano horizontal, estas obras se asemejan a los ejercicios que desarrollaba David Alfaro Siqueiros en el Experimental Workshop de Nueva York en 1936, los cuales tuvieron un impacto decisivo en la obra de Jackson Pollock. El legado de este último pintor, así como del movimiento expresionista abstracto desarrollado en Estados Unidos durante la posguerra, es constatable en estas piezas. La inclusión de arena y otros materiales, por su parte, remite a la obra de otros artistas del mismo periodo, como Antoni Tàpies o Jean Dubuffet, y al uso de elementos extrapictóricos que no provienen de la gran tradición de la pintura occidental.
Estas piezas están construidas a partir de una especie de “voluntad” de la materia —de su libre movimiento y solidificación, de su peso y relación con la gravedad—, detonada por los diferentes gestos que ejecuta el pintor. En muchos casos, son las superficies interrumpidas o quebrantadas las que generan las imágenes. Esto le confiere a las obras un carácter experimental en el sentido estricto del término: como una operación en la que se echa a andar un proceso sin poder determinar de antemano el resultado final.
En conjunto, entre las formas geométricas, texturas, patrones, telas, chorreados y campos de color, las obras sobre papel y los cuadros-no-cuadrados crean una tensión entre el campo figurativo y abstracto, y lanzan una interrogante sobre la forma en que miramos; es decir, no sólo lo que vemos en ellas, sino cómo las vemos y nos acercamos a su contenido. La gran cantidad de elementos que las conforman propician un sinfín de asociaciones que sería difícil limitar o circunscribir en una sola dirección; por el contrario, nos invitan a explorar las posibilidades lúdicas que conlleva el acto de observar.
La pintura de James Bejamin Franklin funciona como un espacio reflexivo que devuelve y devela la mirada. En este juego de miradas y memorias, el artista nos convoca a entrar a su colorido mundo y a deambular y perdernos en su obra, al tiempo que la materia contenida en ella nos interpela como un extrañamiento sobre el entorno cotidiano y una interrogante por la forma en que lo percibimos.
La muestra estará en la galería hasta el 29 de mayo.
Proyectos Monclova, Lamartine 415, Polanco. Lunes a viernes de 10 am a 6 pm / sábados de 11 am a 4 pm. No es necesario agendar cita, pero el aforo es limitado.