El arte, el beso y el distanciamiento

¿Ha cambiado el coronavirus la forma en que nos besamos? Es muy temprano para saberlo, pero volvamos la mirada hacia atrás: aquí una panorámica de varios besos en el arte hoy en el Día Internacional del Beso en tiempos de distanciamiento social

Ciudad de México (N22/Redacción).- No todos los besos son de amor, no todos los besos se dan entre seres humanos o entre seres vivos, algunos son sólo parte de la imaginación. A lo largo de la historia del arte El Beso ha sido tratado por diferentes artistas, pintores, que han imaginado este contacto como gesto de amistad, de ficción o un mal presagio.

Es famoso el capítulo siete de Rayuela, donde Cortázar nos vuelve cíclopes al unir nuestros labios con otros, cuando la distancia se reduce al máximo, sin duda es un gran referente, pero existen otras imágenes que aparecen para poblar nuestra memoria de El Beso.

El famoso beso de Gustave Klimt, pintado en 1908. ¿Un gesto de amor, de contención o una despedida?

Un beso que presagió, de alguna forma, tiempos por venir. Rene Magritte pintó La Vengeance entre 1938 y 1939. Luego de la pandemia, ¿cómo regresaremos al contacto?, ¿cómo serán las demostraciones de afecto?

La estética de Edvard Munch es desoladora, melancólica, incluso perturbadora. ¿Es este beso, pintado en 1897, un gesto de amor o un acto de desconsuelo?

Los besos también son escenarios perfectos de fantasía, de encantamiento o una evocación del placer, de los momentos en que perdemos el juicio por el placer. Aquí, la imagen de Mikhail Vrubel, el pintor simbolista ruso, que nos legó esta escena perturbadora: Mermaid (1891).

¿Se reducen los besos sólo a los seres humanos? Aquí el expresionista francés, Henri Matisse nos deja esta imagen: Leda y el cisne (1945).

Muchos de los referentes místicos y religiosos de Marc Chagall están presentes en esta escena donde dos amantes están apunto de unir sus labios. Lovers near Bridge (1948).

Otros nos remontan al amor, a la idea de amor, en otro tiempo, el amor cortés. Aquí la obra del italiano Francesco Hayez, The Kiss (1859)

Finalmente, hay otra clase de besos. Más sórdidos o perturbadores o esperanzadores, según desde el punto de vista desde el que se mire: Death Seizing a Woman (1934), de la alemana Käthe Kollwitz.