Redacción/CDMX
El 30 por ciento de las mujeres y el 7% de los hombres de más de 25 años sufren acné, estas lesiones que se marcan en el rostro pueden perjudicar la autoestima y la confianza de quienes lo padecen.
Un estudio del Congreso Europeo de la Disciplina siguió los movimientos oculares de 245 participantes que observaron rostros de mujeres con distintos tipos de acné, descubriendo que los participantes miraban mas los granos y las consideraban como menos atractivas, menos confiables y exitosas.
Un reciente estudio científico se dedicó a cuantificar esa inseguridad y descubrió que las mujeres adultas con acné son más propensas a padecer problemas de depresión, ansiedad y aislamiento social.
Según la dermatóloga de la clínica Dr. Morales Raya, Alba Calleja, el sufrir acné de joven es muy distinto a sufrirlo de adulto, “Durante la adolescencia puede impactar, pero se asume como algo normal y pasajero”, ella lleva 7 años tratando este tipo de patologías, cuenta como es que las mujeres se desahogan y como es que les afecta desde en el uso de maquillaje hasta en el trabajo y el salir a reuniones.
Calleja les ofrece a sus pacientes un estudio hormonal debido a que en un 30 por ciento de los casos, ahí es donde reside el problema, ya que podrían contraer trastornos como el síndrome de SAHA.
En el caso del otro 70% ella les receta un tratamiento tópico o de pastillas.
La incidencia del acné adulto ha aumentado en los últimos 20 años, Marek Jankowski, dermatólogo y principal autor del estudio del Congreso Europeo, señala que el aumento se cifra un 10% mayoritariamente en las mujeres y se da en países concretos.
“El acné es una enfermedad multifactorial en la que hay que tener en cuenta factores genéticos y endocrinos”, explica Jankowski. “Sin embargo, no podemos culpar a los genes si observamos un aumento masivo y existe una correlación geográfica entre su incidencia y la renta media”.
Para él, la dieta diaria, el estrés y el estilo de vida son las principales causas de acné en adultos, mientras Calleja menciona que no hay evidencia científica que lo respalde.
(Con información de El País)