De musas a creadoras

Claudia González/CDMX

¿Ninguna mujer inventó nada, pintó nada, compuso nada, descubrió nada?

Pocos son los nombres de mujeres que nos encontramos en lo libros de Historia o como referencia en el ámbito cultural, artístico e incluso político.

El género femenino ha quedado, muchas veces, en un lugar secundario.

Si bien sabemos que han existido mujeres sobresalientes como Hipatia y Sor Juana, también existieron otras que fueron nulificadas por la historia.

Las mujeres inteligentes, las mujeres con poder o las mujeres que destacaban, lamentablemente, eran ignoradas y olvidadas.

En los últimos años, con el resurgir del movimiento feminista, muchas han sido rescatadas de este olvido y ninguneo, evidentemente, también las mujeres hicieron historia.

En el ámbito científico este prejuicio tiene un nombre, se le denomina el «Efecto Matilda», que es la tendencia a menospreciar los logros científicos, si estos han sido llevados a cabo por mujeres.

En la ciencia, abundan los casos en que han tenido que luchar contra el machismo o trabajar en condiciones miserables para que al final, después de tanto esfuerzo, sus descubrimientos fueran atribuidos a sus colegas masculinos e incluso a sus maridos.

Un ejemplo de ello es Nettie Stevens, genetista estadounidense, quién realizó una exhaustiva investigación con insectos cuya principal conclusión revolucionaría el mundo de la ciencia.

Descubrió que son dos tipos de cromosomas, el X y el Y, los que determinan el sexo de un ser vivo, su trabajo también proporcionó evidencias de cómo se obtienen los rasgos hereditarios.

Sin embargo, tuvo el mal tino de publicar su trabajo al mismo tiempo que su prestigioso colega Edmund B. Wilson quien se llevó la gloria.

Wilson reconoció en la revista «Science» que sus conclusiones coincidían con las de su compañera, por lo que claramente conocía el estudio.

Durante mucho tiempo, fue él quien apareció como el auténtico descubridor.

Nadie duda ahora de que Stevens es una de las grandes biólogas y genetistas de la historia.

Entre más atrás nos vamos, más vemos los enormes obstáculos que enfrentó en el pasado el género femenino para sobresalir.

En el arte también nos encontramos con estás historias; Margaret Keane, pintaba cuadros y su esposo los vendía como suyos, nacida en Nashville en 1927, es una pintora reconocida mundialmente por crear cuadros para las estrellas de Hollywood, con personajes con los ojos negros y enormes.

Margaret se quedaba encerrada en casa pintando mientras su esposo, Walter Keane, firmaba sus obras y salía a venderlas como suyas.

Margaret Keane pidió el divorcio al hombre que la había engañado por años y lo demandó por los derechos de su obra.

En el juicio se ordenó que ambos pintaran un cuadro para demostrar en directo quién era el autor original de los personajes con ojos enormes. Margaret terminó un cuadro completo en 53 minutos, mientras que Walter Keane nunca se presentó.

Un caso más reciente en la pintura es el de Fumiko Negishi, nacida en 1970, es una pintora de arte pop, Negishi acusó a su exjefe, Antonio de Felipe, de haberle encargado cientos de cuadros, que ella realizaba cuando era su asistente y que él firmaba.

Actualmente Fumiko Negishi sigue en pie de lucha, aunque, en el 2021 la Audiencia Provincial de Madrid reconoció que ella fue coautora de 221 obras de De Felipe.

En las letras también existen casos similares, María Lejárraga fue una escritora y dramaturga feminista cuyas obras eran firmadas por su marido, el empresario y autor teatral Gregorio Martínez, quien vendía las obras que ella escribía y se llevaba todo el dinero y los reconocimientos.

Luego de que su esposo muriera, María se reivindicó en su autobiografía «Gregorio y yo» y hoy se sabe que la mayoría de los títulos usurpados eran escritos por Lejárraga, uno de los más conocidos es el de «Canción de cuna», la cual fue adaptada al cine por el director José Luis Garci.

Podemos encontrar situaciones similares en todos los ámbitos de la historia de la humanidad, en la música tenemos a Fanny Mendelssohn, compositora a la que su padre silenció, aunque recibió la misma educación musical que su hermano Félix Mendelssohn, su abuelo, el filósofo Moses Mendelssohn, solo apoyó la carrera de su nieto y prohibió a su nieta que se dedicara profesionalmente a la música.

Cartas y testimonios de Fanny nos cuentan cómo su hermano crecía profesionalmente mientras ella se veía obligada a enfocar su carrera a géneros de cámara que solo se estrenaron en la intimidad de su salón, sus primeras composiciones fueron publicadas bajo el nombre de F. Mendelssohn su hermano, Félix reconoció esto cuando ella murió.

En la política tenemos a Olympe de Gouges, quien fue una de las voces principales durante la Revolución Francesa de 1789; sin embargo, los participantes masculinos se encargaron de apartarla del espectro público de la Revolución, logrando que su nombre no fuera reconocido, sus logros quedaron sepultados, Olympe de Gouges fue autora de la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana en 1791.

Como ellas, existen muchas mujeres que han sido olvidadas, usadas y nulificadas de la historia y si seguimos buscando, seguro encontraremos casos más recientes.

Porque de musas nada.