María Izquierdo. Una artista olvidada

Claudia González Sánchez/CDMX

Sus talentos brillaban por sí solos pese a la preparación académica cerrada y excluyente en la que se desarrolló.

María Izquierdo, una mujer rebelde en un mundo conservador, contemporánea de Frida Kahlo y Rufino Tamayo, fue una defensora de la presencia femenina en el arte mexicano.

Su obra de carácter vanguardista posee fuertes elementos de la mexicanidad en el contexto posrevolucionario.

Nació en San Juan de los Lagos, Jalisco en 1902, proveniente de una familia de escasos recursos, desde muy temprana edad le tocó vivir una vida difícil. 

Paisaje con piña, 1953

A los 14 años la casaron por la fuerza con un militar, lo cual marcó su carácter y obra, de este matrimonio tuvo tres hijos. Ya en la Ciudad de México en 1923, se divorció del militar.

En sus primeras obras mostró parte de su entorno, retratos de amigos y familiares, naturaleza y paisajes.

En 1928 ingresó a la Academia de San Carlos, pero tuvo que abandonar sus estudios debido al machismo que dominaba el ámbito artístico, agravando aún más está situación cuando Diego Rivera, quién era director de la Escuela Nacional de Bellas artes, designó la obra de María como la de «mayor talento y proyección».

En el año de1930, participó en un concurso convocado por la cementera Tolteca, en el cual recibió una mención honorífica.

La convivencia con Rufino Tamayo, con quien mantuvo una relación, permitió una gran retroalimentación de estilos entre ambos artistas.

Alacena, 1947

María Izquierdo fue la primera mujer mexicana que exhibió su arte en Estados Unidos, sus pinturas se presentaron en 1929 en el Art Center en Nueva York en una muestra internacional. La exposición constó de 14 obras y a partir de entonces su trabajo empezó a cobrar una dimensión de género, como una lucha de la reivindicación de la mujer en el arte.

Esta gran artista mexicana consiguió ser reconocida por sus composiciones ya que exploran la profundidad psicológica del retrato, la intimidad de las atmósferas domésticas, el encanto de la mexicanidad, su estilo remite al ensueño surrealista.

Inspirada en la cultura popular, su obra no es considerada costumbrista, es vista como una exploración del México profundo.

Una mujer que se sacudió el entorno represor y opresor, sobresaliendo solo con su talento y llevando el nombre de la mujer mexicana más allá de las fronteras.

Payaso, 1947