¿El intelecto puede dominar o al menos domesticar la naturaleza de las cosas? Cien años de «Nosferatu»

Una de las películas con mayor influencia tanto en la historia del cine como en la cultura popular del mundo cumple 100 años, se trata de Nosferatu: Una sinfonía de horror, cinta silente del director alemán Friedrich Wilhelm Murnau

Huemanzin Rodríguez/Ciudad de México-Noruega.

Después de haber hecho algunas películas, Murnau deseaba filmar una adaptación cinematográfica de la novela epistolar Drácula, del irlandés Bram Stocker, que desde 1897 cuando fue publicada, gozaba de mucha popularidad en Europa tanto el libro como sus adaptaciones teatrales. Murnau deseaba hacer su versión de Drácula, pero con sus referentes, la llamada literatura gótica alemana que comenzó a finales del siglo XVIII hasta los inicios del Romanticismo en el siglo XIX y que es considerada una respuesta al Racionalismo. Entre sus más importantes autores estaban Ernst Theodore Amadeus Hoffman —admirado por Fiodor Dostoievski— y la obra de los filólogos conocidos como los hermanos Grimm, quienes recuperaron las leyendas y cuentos de la tradición popular en Alemania.

Murnau titula su cinta con la palabra Nosferatu, que alcanzó popularidad con la novela de Stocker, quien a su vez la había tomado de las investigaciones de Emily Gerard. En teoría, la palabra viene del rumano y significa «el no muerto». Se han escrito muchos artículos para tratar de indagar la etimología de la palabra y el significado de las raíces que la conforman que son tan emocionantes como la propia novela de Stocker.

Murnau llama a su protagonista Conde Orlok, porque se cuenta que no pudo pagar los derechos de Drácula para el cine, aunque en los créditos de la cinta se lee la referencia a la novela y a su autor. Murnau convierte a su vampiro en una fuerza de la naturaleza, es salvaje y primigenio como la muerte y la enfermedad.

«Nosferatu: Una sinfonía de horror» (1922)

En sus atmósferas góticas el director conjuga lo mismo la oscuridad y las sombras, los cementerios y viejas edificaciones con los bosques. Altera las emociones del público con elementos estéticos que tomó prestados del expresionismo alemán, que terminaron por influenciar a la cinematografía, como esa tensión provocada por la posición angulada de los encuadres así con el uso alargado las sombras que acentúan la intensión natural del protagonista o el tono dramático de la escena, como lo aprendió bien Gabriel Figueroa, constancia de ello son por ejemplo, las escenas finales de Enamorada (Dir. Emilio Fernández, 1946).

Otro gran acierto de Murnau fue otorgar el peso del papel protagónico al actor Max Schreck (1879-1936). Schreck, que en alemán significa «miedo» o «susto», hizo su primera película en 1920, fue Der Richter von Zalmea, de Ludwig Berger, basada en la obra homónima de Pedro Calderón de la Barca. La siguiente cinta de Schreck fue Nosferatu. Su trabajo en el cine fue extenso pero la mayoría de esos filmes están hoy desaparecidos como casi todas las producciones que se hicieron durante el período silente de la historia del cine.

En la película Batman Returns (1992), Tim Burton hace un pequeño homenaje al actor con un personaje no salido de las historietas, se trata de uno de los villanos personificado por Christopher Walken, quien se llama Max Schreck. También se sabe que el personaje de Freddie Kruger de la serie de películas Pesadilla en la calle del infierno, su diseño fue inspirado por el «no muerto» de Schreck. Este destacado actor venía de la famosa compañía teatral del austriaco Max Reinhardt (1873-1943), fundamental para el desarrollo del cine alemán, promotor del expresionismo y fundador en 1920 junto con el compositor Richard Strauss y el escritor Hugo von Hofmannsthal del Festival de Salzburgo, uno de los más importantes encuentros musicales del orbe hasta la actualidad. Reinhardt hizo montajes grandiosos con obras de autores como Brecht o Kokoschka. Incluso invitó al pintor noruego Edvard Munch (1863-1844), autor de El grito, para el diseño de la escenografía y decorados en El doble de Henrik Ibsen.

Danny DeVito y Christopher Walken en «Batman returns» (1992)

Murnau también formó parte de la compañía de Reinhardt y eso no puede omitirse en su obra, pues uno de los proyectos del austriaco fue el Kammerspiele (teatro de cámara), que era teatro para un público pequeño en espacios reducidos con la intención de que la gestualidad actoral fuera más íntima. Eso queda claro en la forma en que Murnau capturó el rostro de sus actores, especialmente el horror que provoca ver en pantalla la mirada de Nosferatu. Otro director en quien Reinhardt tuvo una importante influencia fue Robert Wiene (1873-1938) creador del clásico del cine mudo El gabinete del Dr. Caligary (1920), película que fue la chispa que encendió la determinación de Murnau para rodar Nosferatu.

El impacto de Nosferatu marcó las pautas del género, como podemos ver en cintas, también hoy clásicas, como El Fantasma de la Ópera (Dir. Lon Chaney, Rupert Julian, Edward Sedgwik, Ernst Laemmle. 1925) protagonizada por Lon Cheney; Drácula (Dir. Tod Browning y Karl Freund.1931) con Béla Lugosi o Frankenstein (Dir. James Whale. 1931) con Boris Karloff.

Klaus Kinski e Isabelle Adjani en «Nosferatu. Un fantasma de la noche» (1979)

En 1979 el director alemán Werner Herzog filmó una nueva versión de la cinta de Murnau bajo el título original: Nosferatu: el fantasma de la noche, con un reparto de lujo: Bruno Ganz como Jonathan Harker, Isabelle Adjani como Lucy Harker y Klaus Kinski como el vampiro. La cinta tuvo un gran éxito en el mundo. Casi 10 años después, Kinski repetiría el papel en una malograda cinta del director italiano Augusto Caminito, titulada Nosferatu en Venecia (1988), que queda sólo como una curiosidad para el público especializado.

En el año 2000, el director E. Elias Merhige hizo La sombra del vampiro, largometraje de ficción que cuenta el “detrás de cámaras” del rodaje de Nosferatu, con John Malcovich como el obsesivo Murnau capaza de hacer cualquier cosa con tal de lograr filmar su película; con Catherine McCormack como Greta Schöeder, la actriz que dio vida a la víctima del vampiro; y Willem Dafoe, como Max Schreck. La tesis de esta cinta es que Schreck es en realidad un vampiro contratado por Murnau para que actúe como Nosferatu, quien incontrolable, lo único que quiere es sangre. La película, producida por Nicolas Cage, se puede resumir con la pregunta fáustica: ¿El intelecto puede dominar o al menos domesticar a la naturaleza de las cosas? Amarga pregunta que una y otra vez nos abofetea con realidad cuando la soberbia la vocifera.

John Malcovich y Willem Dafoe en «La sombra del vapiro» (2000)

Ahora conmemoramos cien años de Nosferatu, pero más allá de esta película centenaria, por fortuna quedan las obras de Friedrich Wilhelm Murnau, director cuya labor artística estuvo marcada por la influencia de filósofos como Artur Schopenhauer y Friedrich Nietzsche, así como de dramaturgos como William Shakespeare o Henrik Ibsen y escritores como Nikolái Gógol. Entre sus películas más importantes están Nosferatu, Fausto o Amanecer, esta última considerada como uno de sus mejores trabajos. En su huida del nazismo dejó Europa para continuar su carrera en Hollywood, hasta su muerte el 11 de marzo de 1931.

Como toda obra que llamamos “clásica”, el vampiro que antologó Stocker y reconstruyó Murnau para el cine, subraya la infinita batalla humana entre lo que aspiramos ser y nuestra continua necesidad de sangre para existir.