El pianista mexicano se presentó en la 49 edición del Cervantino
Karen Rivera/Guanajuato, Guanajuato
«La música clásica siempre la toqué desde niño, desde muy joven, y la música mexicana también, desde siempre. Creo que van muy juntas, porque hasta lo clásico se parece a lo mexicano, muchas partes de Beethoven suenan muy mexicano, casi al cielito lindo, entonces en mucha música se perciben esos ritmos, todo empezó con la música clásica, pero fue evolucionando que ahora la música mexicana tiene mucho de ahí, muchísimo de ahí, los ritmos, los contrapuntos. […] Para mí tocar clásico, tocar Schubert, tocar el danzón, son obras magníficas, pero también son fuegos que salen de mi propio sentir de una manera muy parecida»
La espontaneidad y la emoción que surge de estar frente al piano es para Alejandro Vela un punto de encuentro entre Beethoven y Arturo Márquez. Originario de Piedras Negras, Coahuila, el pianista perfeccionó su formación artística en instituciones como el conservatorio Juilliard School de Nueva York. Son sus visitas a países como Alemania, Hungría, Ucrania, Taiwán, Japón y Canadá, lugares donde se ha presentado, lo que le permite tender puentes entre las obras de estos compositores.
«Todas tienen algo que decir, expresivas, pasión, poesía, y todas tienen algo. Yo creo que eso tiene mucho que ver con los países, porque en la música no se necesita traducción, porque todos sin hablar la vamos a entender, se siente nada más, se siente y se puede vivir. Y Beethoven también tiene algo mexicano, no sé, a lo mejor van a decir «¿cómo?», el final del segundo movimiento de la sinfonía de Beethoven suena bastante mexicano, esos acordes, estacatos grandiosos, yo lo veo parte de mí, es parte de mi cultura.»
Más que un concierto, Alejandro Vela ofrece un viaje sin escalas. Así lo reflejó en el Teatro Juárez de Guanajuato, donde llevó al público a revisitar, sentir y vivir la transcripción que Franz Liszt hizo de la Quinta Sinfonía de Beethoven, en 1863, considerada inhumanamente complicada, hasta llegar al destino final que fue el Danzón N.2 de Arturo Márquez, estrenado en 1994. Todo el recorrido sin más compañía que un piano para escarbar hasta lo más profundo del alma.
«Es como recrear esa genialidad de obras en el instrumento, en un solo instrumento, en vez de noventa instrumentos o más, que es la orquesta, y hacerla con otro color, con otra intención, con otras sonoridades, con otro virtuosismo que es el del pianista y Franz Liszt es un genio para hacer esta transcripción tan virtuosa, pero también llena de belleza. Es como todo un universo, poco a poco va cambiando esa transformación, yo la vivo y espero que la gente también pueda vivirla, de la primera nota de la Sinfonía de Beethoven hasta el final, así como en Schubert, desde el principio hasta el final y lo mismo con el danzón que es eso, son los cambios, dramatismo.
»La música mexicana se trata de eso también, la música no está hecha así de que la música clásica nada más es para tal género, ni públicos, sino que simplemente es para todos y no se promueve mucho. Hay que hacer eso nosotros, como la música mexicana también, darle mucho ímpetu.»
Imagen tomada de la página del 49 Festival Internacional Cervantino