El pianista y compositor cubano comparte sus reflexiones sobre la música, la poesía y la cubanía
Huemanzin Rodríguez/Guanajuato, Guanajuato
José María Vitier (La Habana, 1954), heredero de una rica tradición poética por su familia, en varias ocasiones ha visitado México. Uno de sus conciertos más estimados, particularmente, fue el estreno fuera de su país de la Misa Cubana, interpretada en 1998 en el Templo de la Compañía de la ciudad de Guanajuato, con la participación de Amaury Pérez, como parte de las actividades del Festival Internacional Cervantino. Después de varios años de no volver a México, el autor de la partitura original de la película Fresa y Chocolate (1993. Dir. Tomás Gutiérrez Alea/Juan Carlos Tabio), ofreció en el Teatro Juárez un recorrido por las obras que más le significan, acompañado por el percusionista Yaroldi Abreu, el contrabajista y percusionista Abel Acosta y la soprano Bárbara Llanes. En conversación con Noticias 22 Digital, Vitier habla de la música y la poesía.
«Son siete años que no venía a México. Para armar el programa de esta presentación me basé en dos aspectos, temas de mi más reciente creación y también repasar algo de lo que tocaba cuando venía, en distintas épocas, con mi grupo, con distintas formaciones. Así que el programa ha tocado las diferentes épocas que conforman mi repertorio. Eso incluye la danza cubana fusionada, yo toco mucho en esa dirección. Tuvimos algo de jazz latino, son en contradanza y parte de la música que he hecho para cine, películas significativas para mí país e incluso en México, como el remake de Salón México (José Luis García Agraz, 1996) o Fresa y chocolate. Y cerramos con el Ave María por Cuba, que forma parte de la Misa cubana, un texto en latín mezclado con percusiones afrocaribeñas. Bárbara Llanes estuvo presente en ese concierto del Templo de la Compañía al que se refiere, fue algo muy bello. De hecho, la grabación que hizo entonces el Canal 22, lo atesoramos como algo muy importante para nosotros. Es una de las grabaciones mejor hechas, después se hizo en otras ocasiones donde también se grabó en la sala Nezahualcóyotl de la Ciudad de México, en Morelia y Aguascalientes. Pero la mejor fue la de ustedes, porque fue bonita, elegante, con buen sonido. Siempre tenemos presente ese momento con Canal 22.»
¿Cómo definir el espíritu de la cubanía en su música?
Es una pregunta se hace uno trata de responderse todos los días con el trabajo. Y quien sabe si la respuesta es posible decirla con palabras. Lo primero que hay decir es que la cubanía no es una sola cosa. No es un solo ritmo, un solo género, una sola forma de pensar la música. Es un complejo de variedades estilísticas, realmente es impresionante, si uno ve el tamaño de nuestra isla con zonas musicales diferentes. Por ejemplo, una de donde procede la danza con el piano, a esa zona me integro. Eso viene del siglo XIX, y a partir de esas danzas de salón que luego se integran con las clases más pobres, con los negros y los esclavos, empiezan a surgir ritmos y géneros como: la habanera, la guaracha. De la contradanza derivan distintas formas que después se cantan y se hacen son. Con ritmos que llegaron de África y España, que venían ya transculturados, porque había negros en España antes de Cuba. Y es curioso porque esa influencia africana hoy casi no está en África. Los tambores que tocamos nosotros, los que llegaron a Cuba, se conservaron y en áfrica desaparecieron o se transformaron en otros instrumentos. Se conservaron en Cuba, en Brasil y algunas zonas del Caribe. Todo eso fue configurando una cultura que se basaba en lo que recibíamos. Recuerda que la población autóctona de Cuba desapareció, fue exterminada. A diferencia de ustedes, de toda la zona que podríamos llamar Indoamérica, en donde la cultura india es muy fuerte. Entonces todo lo que se produjo en Cuba venía de afuera: España, África, Francia, Italia, hay gente que relaciona a la ópera italiana que visitaba la isla, con la canción trovadoresca y los cantos a dúo como ocurre también en Yucatán. Y para terminar, sin lo cual no se comprende nada, sobre todo la actualidad, la influencia inmensa y recíproca con Estados Unidos. Los pianistas cubanos de salón que tocaban con ritmos cubanos estaban en sintonía con lo que estaba pasando en Nueva Orleáns y Louisiana, en los orígenes del jazz. Y ahí están los grandes nombres del latín jazz. Cada etapa musical ha dejado huella, porque nuestra cultura musical es de respuesta, es una cultura que sabe recibir y procesar. Como ves es difícil de definir y decirlo en pocas palabras.
En 2002 tuve el gusto de hablar con sus padres, Fina García Marruz (La Habana, 1923) y Cintio Vitier (1921-2009) cuando recibió el Premio FIL de Literatura en la Feria del Libro de Guadalajara, que tuvo a Cuba como país invitado de honor, con una delegación muy grande con varios músicos y escritores.
Nosotros le llamamos la ola cubana.
En medio de esa ola cubana, me pregunté de las sincopas, esos acentos y silencios con los que hablamos y que son distintas en cada región. Eso de alguna manera se refleja en las músicas que hacemos. Para usted, ¿hasta donde la poesía y la cadencia del idioma están en su obra musical?
En mi caso personal, yo procedo básicamente de un mundo literario, aunque en mi familia también había músicos destacados. Pero mis padres son poetas que han tenido un gran reconocimiento. Pero, además, mi madre y su hermana se casaron con dos poetas ganadores del premio FIL, Eliseo Diego y mi papá. Y yo seguramente primero escuché poesía que música. Me interesé por la música desde niño, pero desde que abrí los ojos estaba rodeado de poetas y de las voces de los poetas. A mí me gusta recordar los poemas de los grandes poetas que conocí porque recuerdo sus voces, recuerdo exactamente cómo hablaban. Yo he tratado con mi música haya una especie de oralidad en la forma de trabajar la melodía. Esa cosa persuasiva que tiene el lenguaje y que la música incluso sin texto puede lograr a veces. A mí siempre me interesó ese punto, por esa influencia que tenía tan grande.
La pregunta da para mucho, tendríamos que hablar más extensamente, creo que la primera de las artes es la poesía, absolutamente. Por cierto, yo también empecé a escribir poesía. Y mi primera imagen artística de cualquier obra que vaya a hacer casi siempre es una imagen poética. Poesía en su origen significa creación. Por lo tanto, yo veo a la música como una forma más de hacer poesía. Esa es la gran importancia que tiene para mí.
Hay otros músicos que para ellos no es así. Yo digo que hay dos formas, básicamente, de enfrentar la creación. Y es buscar la fuente de la música en la propia música o buscar esa fuente en otro sitio. Y yo creo que estoy en ese segundo grupo. He buscado esas fuentes, aparte de mi vida emocional, la he buscado sobre todo en la poesía.
En uno de sus poemas Eliseo Diego dice: «El mayor de los dioses cabe en la palma de tu mano». ¿En dónde cabe la música?
Como hay tantas definiciones de música y todas son tan incompletas e ineficaces, a veces. Yo me hice la mía y a mí me funciona. La música es el arte me permite recordar lo que no ha sucedido todavía. Podría resultar algo obscuro, pero sé que es lo que quiero decir. La música, para quien sabe escucharla es un arte de anticipación, de adivinación. No sé qué más decirte, pero es lo que puedo decirte sobre mi trabajo, tengo una pieza musical que fue un poema mío, que después inspiró una música. y qué más quisiera yo que esa música inspire un poema. Ahí se sellaría para mí el ideal. Yo le digo a mis alumnos que estén atentos de la poesía, ahí está toda la creación.
Imagen de portada: Huemanzin Rodríguez