El objetivo de esta reflexión del escritor y catedrático «no es ver qué le hizo el terror a los demás, sino qué nos hizo el terror a nosotros» para desentrañar procesos sociales
Ireli Vázquez / Ciudad de México
El genocidio se puede entender como la aniquilación o exterminio sistemático y deliberado de un grupo social por motivos raciales, políticos o religiosos.
Para el investigador, escritor y catedrático Daniel Feierstein, hablar sobre genocidio no es algo nuevo. Gran parte de su vida profesional la ha dedicado a desarrollar estudios para conocer qué hay detrás de estos hechos. La personal, lo confrontó con esta situación.
Ahora, Feierstein presenta Nuevos estudios sobre el genocidio, una reedición de Cinco estudios sobre genocidio (1997), en el cuál aborda un recorrido entre la Europa nazi, Argentina y México. ¿El motivo? Demostrar que el genocidio no es un tema aislado de Europa o de algo que sucedió en hace años, sino que los genocidios no están tan separados de la realidad actual que se vive, por ejemplo, en México, con el crimen organizado, la desaparición forzada; incluso la pérdida de nuestras culturas originarias frente al capitalismo que nos obliga a olvidar nuestras raíces.
Hablamos con Daniel Feierstein para conocer más detalles de Nuevos estudios sobre genocidio, que se publica a través de la Editorial Heredad.
A lo largo de tu vida has desarrollado varios estudios sobre el genocidio, ¿cuál es el motivo de estas investigaciones, qué es lo que te orilla a ver más allá de lo que normalmente nosotros vemos?
El tema de los procesos genocidas es el tema de investigación de toda mi vida. Yo empecé a trabajar estos temas como estudiante y llevo unos treinta años de investigación en el tema.
El origen fue por varios lados, por un lado, el más inmediato, fue que no me convencían las respuestas acerca de los procesos genocidas, y en particular la experiencia de nazismo que circulaba en los años ochentas o noventas, que es cuando comienzo a escribir y que tienen mucho que ver con la crueldad, con la irracionalidad y no con entender por qué era una práctica que se repetía a lo largo del tiempo y qué efectos dejaba. El objetivo era convertir al genocidio en un objeto de estudio y no sólo de indignación.
Además, estar cruzando por esa historia, como judío estaba cruzado por esta historia a nivel familiar. En mi infancia yo viví la experiencia de la guerra de Yom Kipur, y después volví a Argentina justo año y medio antes del golpe militar. Yo era chico, pero digamos que viví toda la experiencia del terror dictatorial. Entonces había una preocupación intelectual, pero que tenía su base en toda una vivencia concreta, incluso en la militancia política que yo empecé a desarrollar muy chico, en los últimos años de la dictadura argentina.
En Nuevos estudios sobre genocidio haces una exploración profunda, abarcando tanto a América como a Europa.
El objetivo del libro es poder desmitificar algunas cuestiones alrededor del genocidio. Por eso es importe empezar con la experiencia del nazismo, porque justamente es la experiencia la que ha construido esos mitos y esta idea de “el genocidio se explica por la locura y una serie de gentes que empiezan a matar por el simple hecho de ser lo que fueran, en este caso judíos”. Desmitificar eso es plantear que eso nunca es la explicación de ningún hecho social. Los hechos sociales no se explican porque la gente se «vuelve loca», ni porque alguien conquistó el poder, se explican porque hay un sentido en esos hechos, aunque los cuestionemos, aunque no nos guste, aunque nos genere escozor, hay un sentido en esos hechos, nunca se mata a nadie solamente por el mero hecho de matar, se mata por un objetivo político.
Toda la primera parte del libro que tiene que ver justamente con reeditar aquella parte del 97, tiene que ver con recuperar esa desmitificación. Ahora la idea es ponerlo en diálogo con lo que ha ocurrido en nuestros territorios donde vemos tecnología de poder equivalente, que no son absolutamente iguales, nunca un hecho se da de la misma manera, pero sí tiene líneas de continuidad que es importante poder reconstruir un poco y que la experiencia liga tres momentos: el momento del nazismo buscando desmitificarlo, el momento de la dictadura argentina para poder entender una expresión de esa tecnología de poder en nuestro continente y sus propias características, para luego poder conectar con la experiencias vividas en México a partir de los procesos de terror y persecución. Están los tres hechos sobre la mesa para permitirnos pensar el carácter del genocidio en tanto tecnología de poder.
Nuevos estudios sobre el genocidio nos ayuda a entender y a reflexionar sobre lo que sucedió y lo que hoy está pasando. Me atrevo a decir que muchas cosas no han cambiado, estos mensajes y hechos de odio siguen sucediendo. Mencionas en el libro «las capacidades morales y la justicia», ¿cómo se manejan dentro de la sociedad? ¿Cómo, desde nuestro criterio, podemos decir esto sí es justicia y esto no? Como sociedad somos injustos, nos preocupamos por un momento, pero pasa determinado tiempo, te das la vuelta y se te olvida. ¿Cómo crees que como sociedad hemos manejado este tipo de hechos?
Ha habido distintas maneras, comparto una parte de lo que dices, de entender que la naturalización del horror de la catástrofe y del sufrimiento es una tendencia humana; digamos, se tratar de seguir viviendo. Muchas veces se hace como si no ocurriera lo que ocurre. Llegan situaciones y, claro, quien no está en esas situación queda sorprendido. A mí siempre me sorprendió en los escenarios de guerra que la gente seguía viviendo durante la guerra como si ésta no existiera. Me ha sorprendido mucho en Colombia y México, poder visitarlos y poder ver cómo la gente sigue su vida como si no ocurrieran el terror y las masacres que ocurren todo los días, y no porque los mexicanos o los colombianos no se enteren de lo que ocurre, se enteran, lo leen en los diarios, conocen a alguien, o lo tienen a lado, y como dices, “al rato se le olvida y deciden seguir viviendo”.
Ahora, el asunto es una tendencia humana y tampoco la propuesta es eliminar esa tendencia humana, sino tratar de ver si podemos hacer algo para comprender mejor por qué ocurren esos hechos y poder confrontarlos colectivamente, no tanto indignarnos moralmente, que es necesario, pero no es suficiente, porque es eso: la indignación no dura mucho. Y si no entendemos y no podemos armar una estructura para confrontarlo colectivamente, no nos puede durar la indignación, porque no podemos hacer nada con ella, entonces por eso lo naturalizamos.
La propuesta tiene que ver con mirar distintas sociedades para ver cómo se ha enfrentado en ese sentido y poder mirar qué características de la lucha contra la impunidad en Argentina fueron herramientas útiles para poder construir estas propuestas colectivas.
¿Por qué es importante que la gente conozca de esto, del daño que se produce y cómo puede cambiarlo?
Uno de los temas que trato de desarrollar es recuperar el pensamiento del creador del concepto del genocidio, Raphael Lemkin, que es: quien busca afectar a un pueblo. Y esto quiere decir que el objetivo del terror es cambiar la manera en que cada uno de nosotros piensa la identidad y su relación con los demás, y ésta es una diferencia fundamental porque en general tendemos a pensar que el genocidio afecta solamente a aquellos a quienes toca de manera directa, a los que secuestran, a los que torturan, a los que asesinan, y entonces nuestro posicionamiento ante el genocidio es externo y en ese sentido, decir “el genocidio afectó a estos”, mi posicionamiento se convierte en si soy empático o si no lo soy; si los voy a defender; si me parece mal lo que les hicieron; si los voy a condenar; pero siempre me estoy colocando afuera, como si el terror no me tocara, y lo que estábamos viendo en esos mecanismo de naturalización es que aparecen justamente porque el terror me toca.
Cuando el terror se abate sobre una sociedad, toca a cada uno de los miembros y los transforma, y el objetivo de esta reflexión entonces no es ver qué le hizo el terror a los demás, sino qué nos hizo el terror a nosotros. Entender que estamos atravesados por una estructura de terror, es tratar de entender lo que somos capaces de hacer o lo que no somos capaces, y tratar de transformarla colectivamente, pero dentro de nosotros mismo.
Y esto era tan potente, tan iluminador de Lemkin, y que trato de recuperar en el libro, esta idea de que el terror es una estrategia de transformación de identidad de un pueblo, entonces la idea es entender el por qué querían transformar la identidad de un pueblo.
En el caso de México, tiene que ver con un tipo de lazo social que logra estructurar la Revolución Mexicana, un tipo de relación con la tierra, un tipo de relación con la propia producción que genera un orden hegemónico y que una y otra vez busca ser destruido, y en la medida que no se logra terminar de destruir, sigue presente.
Algo que me llama la atención de las experiencias de Colombia y de México es eso, que la continuidad en la línea del tiempo del terror viene de la mano con la dificultad para terminar de quebrar esos lazos, sobre todo de la relación con la tierra, con la producción que sigue estando presente en México y Colombia, pero sigue estando una y otra vez atacado.
En el caso de nuestro país y salvando las diferencias con países como Argentina o Colombia, que tiene diferentes problemas sociales y culturales, ¿cómo apoyar y contribuir a cambiar ese pensamiento?
Creo que hay varias cuestiones, por un lado se tiene que ir reconstruyendo esa historia identitaria, pero eso no implica esencializar, porque eso también puede ser una trampa. No es cierto que todos los mexicanos son descendientes del pueblo originario, sería una nueva trampa, es poder ver cómo se dio ese proceso riquísimo de articulación entre una tradición de muy distintos pueblos originarios que habitan el territorio con características y culturas distintas, cómo se dio la articulación entre ese proceso y un proceso de mestizaje que tiene que ver con el arribo de otros sectores sociales y que dio lugar a la construcción de ese campesinado que va a hacer la revolución en el uso de la tierra, que va a tener que ver con el proceso de la Revolución Mexicana, y que va a expresarse en el tiempo en un modo especial de construir un lazo social que tiene elementos de esos pueblos originarios, que tiene elementos nuevos, generados a partir del modo en que se dio es proceso migratorio y de mestizaje y que produjo una riqueza que es necesaria conocer para después tratar de entender por qué a partir de determinado momento —mediados, finales del siglo XX—, comienza un profundo ataque a esos modos de vida, a esos modos de producción.
Me parece que lo que se requiere para poder establecer algún proceso de confrontación es conocer la historia previa, poder recomponer esa identidad, y poder analizar el tipo de daño que le hizo a esa identidad el terror. Dónde busco golpear, por qué busco golpear y cuáles fueron sus consecuencias, esto es todo aquello que el terror nos quitó, así como los fracasos que se podría explicar como en qué lugar esa identidad del terror no logró quebrar esos lados sociales.