Una escucha indisciplinada

Icanitoa. Murmurar de los ausentes: Historia de la escucha en México es un ciclo que explora cómo la dimensión sonora se va desdoblando hacia dimensiones históricas, míticas, filosóficas y sociológicas

Ana León / Ciudad de México

Pensemos en la sonoridad de las palabras y cómo desde ahí se construye un fragmento de la historia. 

Pensemos ahora en sentido inverso, la construcción de la historia entendida a través del sonido, no precisamente musical, sino de las sonoridades, del ruido. Filtremos todo a través de la dimensión de la palabra escucha.

Dentro del marco de la interdisciplina se sitúa Icanitoa. Murmurar de los ausentes: Historias de la escucha en México, un ciclo curado por el editor y ensayista Guillermo García Pérez y realizado en la Casa de Lago virtual, en colaboración con la Fonoteca Nacional. 

A través de entrevistas y de una selección que el curador hizo de veinte archivos sonoros, que funcionan como disparadores de imaginarios, esa dimensión sonora se va desdoblando hacia dimensiones históricas, míticas, filosóficas, sociológicas. La ruta es bastante libre y sobre todo, indisciplinada, como enfatiza en entrevista Guillermo García. 

A continuación, una conversación con este melómano y curioso de los procesos y todo lo que sucede en el amplio espectro de lo sonoro, acerca de este ciclo iniciado el 29 de abril y con una duración de cinco sesiones que se extiende en el tiempo hasta el 24 de junio, en una primera etapa pues el ciclo está compuesto por diez sesiones. 

Empecemos por dos palabras que me parecen clave en el ciclo: “icanitoa” y “escucha”. 

Primero está la cuestión de la palabra, que es una palabra rara, que me gustaba que tuviera esa rareza y que, incluso, no sonora a vocablo náhuatl tal como lo tenemos entendido, porque de esos vocablos normalmente hacemos asociaciones mecánicas con cierto imaginario. Entonces, me gustaba que Icanitoa, en realidad, de inicio no sabes bien dónde situarla. 

La palabra yo la extraigo de un documento histórico de Fray Alonso de Molina que era un misionero franciscano del siglo XVI que, junto a informantes indígenas, realiza este libro que se llama Vocabulario de lengua castellana y mexicana. Él empieza a recoger todo este vocabulario, todo este diccionario, en el año de 1555 y se mantiene recogiendo vocablos durante los próximos quince, veinte años.

Hice una lectura de algunas palabras de ese documento a través de un libro de un investigador que va a ser nuestro primer invitado al ciclo, Elías Morado, en este libro que se llama Toxochicaquiliz. Nuestra escucha florida. Lo que hace Elías Morado es una selección, una criba, de todos los vocablos que a él le resultan evocadores para pensar en la existencia sonora de los pueblos indígenas en esa época y en esa selección recoge este término llamado Icanitoa. Entonces, Icanitoa, con su definición que es “murmurar de los ausentes”, para mí sintetizaba y permitía articular toda una serie de imaginarios sobre la sonoridad en diversos episodios de la historia de México sin referirse, estrictamente, a la parte de la música. Por eso hago esta conversión para no hablar de la música y para no hablar estrictamente del sonido, le pongo el nombre de Historia de la escucha en México, que tiene connotaciones que no sólo pasan por lo sonoro sino que también pasan por el ruido, obviamente el ruido también es sonoro, pero entendido en el sentido musical, es una acción.

Entoces, Icanitoa se volvía el eje desde donde podíamos conectar todos estos episodios de la historia de México a partir, sí, de su dimensión sonora, pero desdoblando esa dimensión sonora hacia dimensiones históricas —por supuesto—, míticas, filosóficas, sociológicas y ya vamos a ver hacia dónde más podemos desdoblar esa cuestión sonora a través de esas diez entrevistas del ciclo. 

¿Cómo explicarle a una persona que no tiene una escucha especializada la forma en que vas a plantear este programa y esta serie de conversaciones para abordar la historia a través de lo sonoro?

La cuestión de si es necesaria una cierta educación musical, una cierta educación sonora o de escucha, la respuesta es no, en absoluto. El ciclo está para quien se interese en temas de la historia de México y está estructurado de manera que cualquiera con interés pueda acercarse, conocer, seguir las conversaciones. 

Es muy importante decir que el ciclo está planeado junto a la Fonoteca Nacional. De manera que yo hice una investigación a partir de su acervo que es amplísimo, e hice una selección de unos veinte archivos sonoros que creo que van a funcionar como disparadores de imaginarios para poder ir hilando las conversaciones. 

Estos disparadores ni siquiera son musicales estrictamente. Hay muchos paisajes sonoros. Hay muchas entrevistas hechas en los años cuarentas, cincuentas y demás, de manera que cualquiera con el interés puede acercarse a ellos. 

Y además, las entrevistas como yo las estoy preparando, lo que buscan es que cualquiera lo pueda entender. No porque vamos a simplificar la conversación o porque vamos a partir de un lado que no corresponde con el nivel de las investigaciones, sino porque queremos hacerlas accesibles a todos. 

La respuesta es: no hay ningún requerimiento de especialización. Lo que sí se requiere de parte de todos, es una escucha atenta. Es lo único que pedimos. Es como un juego: escuchen atentamente junto a nosotros todo lo que tienen que decir estos investigadores e invitados. 

¿Qué ruta marcas? En cuestión de temporalidad ¿dónde inicia este recorrido histórico y sonoro, y qué episodios vas seleccionando para entablar este diálogo con disciplinas como la filosofía, la música, la antropología y la teoría política?

 La ruta es bastante libre, en realidad. 

Algo muy importante para decir de Icanitoa es que no es un ciclo sobre pueblos indígenas estrictamente. Y no es un ciclo estrictamente sobre la conquista. Por supuesto el marco, la delimitación, es a partir del programa de México 500, pero yo quería que fuera mucho más libre, mucho más amplio, mucho más indisciplinado. 

Sí, vamos a empezar por el siglo XVI a partir de la investigación de Elías Morado, pero muy rápido nos vamos a aventar un salto hasta el siglo XX, por ejemplo, en una conversación con Salvador Gallardo Cabrera sobre la sonoridad del siglo XX mexicano, específicamente a partir de los Estridentistas. Incluso los documentos sonoros que elegí para esa conversación tienen que ver con cuestiones mucho más tecnológicas en el sentido moderno, digamos. 

Se trata más bien de abrir rutas de estudio, de escucha, de conversación que en esa indisciplina encuentran otro tipo de conexiones. 

¿Qué otra capa de sensibilidad o de lectura añade justo el abordar ciertos episodios de la historia de nuestro país a través de la escucha? Porque no es lo mismo entender un hecho histórico a través de fechas, cosas puntuales, datos duros, a diferencia de la sensibilidad que abre lo sonoro.

Yo creo que esa es una pregunta súper interesante y central en las reflexiones que vamos a hacer en todo el ciclo. 

Lo primero que hay que decir es que hablar de la escucha en cuestiones históricas que preceden a la fonografía, implica un cierto grado de especulación. Si estamos hablando de la dimensión sonora de acontecimientos históricos del siglo XVI, del siglo XVII, de episodios históricos ya más cercanos a la independencia y demás, necesariamente va a haber un grado de especulación porque literalmente no tenemos documentos sonoros de esa fecha. 

Creo que en esa especulación lo que se abre, lo que permite es, primero, una reflexión más libre y después, una atención que pase también por lo sensible. 

Cuando hablamos de la dimensión sonora y de la dimensión de escucha de estos acontecimientos, necesariamente tenemos que desarrollar imaginarios que si bien son especulativos en muchos casos, también permiten una reconstrucción mediada por lo sensible. 

Otra de las entrevistadas que vamos a tener en el ciclo es Blanca Solares, una investigadora, socióloga, que lo que hace es también reconstruir cierta noción de los rituales a través de los instrumentos prehispánicos. ¿Qué sucede con los instrumentos prehispánicos? Como no tienen notación, imaginarnos cómo sonaban, cómo sonaban esos rituales, también tiene cierto grado de especulación porque tan solo podemos extraer la materialidad de esos instrumentos y tratar de llegar a imaginar cómo es que sonaban ya interpretados. 

Entonces, esta especie de retazos históricos como son los instrumentos musicales prehispánicos, si bien son insuficientes para una reconstrucción “correcta”, “completa”, permiten el ejercicio libre de la imaginación mediada a través de lo sensible. Yo creo que ese es el horizonte de sensibilidad que abre esta noción de escucha puesta al servicio de la imaginación de la historia. 

¿Qué tipo de documento seleccionaste de la Fonoteca para hacer este recorrido?

La cuestión de la Fonoteca es que te pone también en un territorio interesante porque la Fonoteca tiene 500 mil archivos, entonces ¿dónde empiezas?, ¿desde dónde haces el corte para no inmovilizarte ante la enormidad de ese archivo? 

Hice varias estrategias de búsquedas que intuía que me podían arrojar resultados interesantes, pero necesariamente estamos buceando en un territorio que nos excede, que excede a una investigación de este tipo. 

Los documentos elegidos tienen mucho grado de intuición y tienen mucho grado también de encuentro azaroso que en este caso yo estimo bastante. 

Por ponerte dos ejemplos: vamos a iniciar la primera sesión con Elías Morado con unos archivos que encontré de una oración de Cuautla, Morelos, que se enuncia cada vez que va a empezar una jornada laboral. Es una oración en náhuatl, pero también con ciertos pasajes en español que a mí me resulta muy evocadora, muy bonita, como que me pega en una sensibilidad muy específica. Es una grabación de los años cuarenta, del año 47, me parece. Estrictamente, no se relaciona de forma directa con la tesis de Elías Morado, pero sí me permite abrir un imaginario sensible común con la audiencia, o ese es mi objetivo central. 

A lo que me refería también con que no es una investigación académica, es que una investigación académica diría, bueno, Elías Morado está estudiando a las poblaciones nahuas del valle de México y ésta es una grabación de la Cuautla, Morelos, pero como nos gustan en Icanitoa estas conexiones indisciplinadas porque también permiten abrir otro tipo de imaginarios, yo digo bueno, no pasa nada, escuchémosla y a ver adónde nos lleva esa escucha. 

Para la sesión de estridentismo con Salvador Gallardo encontré, por ejemplo, una grabación increíble del año 69, en una población de Oaxaca que es una especie de paisaje sonoro, una conversación dentro de la casa de una pareja del alunizaje. En la radio se escucha la noticia en vivo que están dando de que el hombre está llegando a la Luna, al mismo tiempo que escuchas a sus gallinas, que escuchas su conversación un poco distraída respecto al acontecimiento Histórico, con mayúsculas, del alunizaje. 

Y ese encuentro también evoca y permite disparar un imaginario muy particular. Nuevamente, en sentido estricto, ese episodio no tiene nada que ver con los estridentistas, pero sí permite hacer una conexión sensible entre una tecnología, no sólo la de la radio, sino de la tecnología espacial, metida en un México del siglo XX que en muchos casos sigue siendo rural.

Son ese tipo de búsquedas de encuentros y de conexiones que yo realicé con el archivo de la Fonoteca muy mediadas por lo intuitivo, por lo azaroso y por lo sensible. 

Cuéntame sobre tus entrevistados. 

Son cinco sesiones cada quince días. El ciclo está dividido en dos. Elías Morado fue el primer invitado [el pasado 29 de abril y la conversación se puede ver aquí: https://www.youtube.com/watch?v=bUYB02U2toQ] para analizar este diccionario sonoro. 

Gabriel Pareyón (13 de mayo), que es un compositor extraordinario, destacado, que hace no mucho tiempo estrenó la primera ópera enteramente cantada y hablada en náhuatl, es muy importante su trabajo también a nivel lingüístico. 

Salvador Gallardo Cabrera (27 de mayo), con esta noción de la Ciudad de México estridentista del siglo XX. 

Blanca Solares (10 de junio), mucho más cercana su reflexión a las cuestiones del ritual y de los instrumentos.

Y para cerrar esa primera parte del ciclo, viene Diana Magaloni (24 de junio), que durante mucho tiempo fue la directora del Museo de Antropología y que ha hecho investigaciones sobre las cuestiones pictóricas y cromáticas del Códice Florentino y analiza cómo en el Códice Florentino los colores se establecen como una especie de lenguaje oculto para los colonizadores, los conquistadores, y permiten otro tipo de diálogo, que en este caso sólo las poblaciones indígenas podían comprender. A mí el caso de Diana Magaloni me interesa mucho para ver si también hay una especie de código sonoro latente en muchos documentos de la época, que yo creo que es lo que hace Elías Morado, encuentra un código sonoro oculto, latente, que él extrae y articula para las reflexiones contemporáneas. 

Esos son los primeros. 

Me gustaría volver a la dimensión de la escucha cuando mencionas que es una búsqueda indisciplinada, que no responde a un orden académico, porque la escucha tiene dimensiones que van al sonido, “a lo que se escucha”, pero también a las ideas previas de quien escucha que permiten hacer una interpretación de aquello que se escucha o que, más bien, se escucha a través de esas ideas preconcebidas; y también, una dimensión que va hacia el arte y otra, al día a día. Justo ahí volvemos a que se rompe con ese acercamiento académico y va más a lo histórico y a lo vivencial. 

Es bien importante lo que mencionas sobre las ideas preconcebidas, porque en la conversación que yo mantuve con la gente de Casa del Lago, para mí era muy importante tratar de romper con ciertas preconcepciones que tenemos sobre ciertos episodios históricos de México, porque como estamos cada vez más cerca de este aniversario un tanto mítico sobre la conquista de México, todos tenemos una opinión sobre ese episodio más o menos informada, pero todos en este país, estoy seguro, ya tenemos una opinión de lo que significó ese momento mítico, nacional, etc. Esa preconcepción muchas veces, en gran parte, viene de forma maniquea, de forma dicotómica, viene simplificada. Creo que justamente proponer un ciclo como el que proponemos en Icanitoa, uno de sus objetivos centrales es que ese grado de indisciplina, ese grado de especulación, ese grado de escucha libre, también luche contra esas preconcepciones dicotómicas, esas simplificaciones, para poder abrir, nuevamente, la noción de imaginario. Por eso utilizo mucho la noción de imaginario.

Un imaginario no solo está construido con imágenes en el sentido visual, permite que cualquier tipo de estímulo sensible se articule de cierta manera para construir otro tipo de existencias. 

Y creo que mediar una conversación sobre la historia de México nos lleva, el mediar esa conversación de la historia a través del sonido, nos lleva a abrir los horizontes de lo posible, dicho con una frase ya medio hecha, para batallar contra las preconcepciones y las simplificaciones. 

En esta idea de escucha está el que quien escucha no sea un agente pasivo, que no solo consume una melodía o sólo asume un ruido en la ciudad, sino que también se vuelve un agente activo de esa escucha. 

La cuestión de la escucha como un ejercicio activo para mí es muy importante. La escucha, la connotación del término escucha, ya incluye esta cuestión activa que, por ser también activa, incluye esta cuestión política. Lo digo porque toda esta reflexión, todo este abanico que va del siglo XVI al siglo XX en el caso del ciclo de Icanitoa, para mí no es relevante si no atinamos a conectarla con el siglo XXI, si no la vinculamos con lo que está sucediendo, con el México contemporáneo. 

Estamos viviendo un periodo histórico tan particular, que necesitamos todas las herramientas epistemológicas a nuestro alcance para tratar de construir otro tipo de futuro. 

La noción de escucha es una noción privilegiada para poder conectar diversos periodos históricos sólo y sólo si hacemos que esa escucha pueda devenir política.

Normalmente asociamos consumir un sonido o una música o padecer un ruido como una cuestión a la que estamos condenados, como una cuestión a la que preferimos no vincularnos. Pero yo creo que si hacemos ese giro perceptivo, podemos darnos cuenta que dentro o a través de los oídos, están todas las herramientas necesarias para otro tipo de construcción de futuro. 

Y esa escucha invariablemente pasa por el cuerpo… 

Si ampliamos y seguimos reflexionando, en realidad podemos llegar a la conclusión de que el cuerpo es una especie de entidad, es un oído por completo, un oído generalizado. Nuestro cuerpo está recibiendo todos los estímulos sonoros que, además, estrictamente son vibraciones materiales. Y por supuesto que nuestro oído es una configuración material privilegiada para decodificar esas vibraciones, pero el cuerpo recibe a su propia manera todas esas vibraciones materiales. Y entonces, entendido el cuerpo como un cuerpo sensible, no podemos dejar de lado las lecciones que nos da el oído para nuestra propia existencia en el mundo, en el presente. 

El oído no es una cuestión de hobbie, lo que hago cuando dejo de pensar, sino que es una cuestión de pensamiento mismo. Es un tipo de praxis de pensamiento. Creo que eso es un disparador del propio ciclo de Icanitoa. 

Mi primera intención de mirar la ciudad y lo sonoro era algo más simple como los sonidos de la calle que conocemos bien, el organillero, el Se compran…, el afilador, la basura, el del gas. Pero lo que haces acá va más a profundidad. 

Creo que lo sería interesante es poder conectar esa parte cotidiana, como del sonido cotidiano, con aspectos políticos y filosóficos más profundos. Para mí es importante toda esa vida sonora dela ciudad; justo en pandemia para mí ha sido casi como un salvavidas. Estar escuchando todo lo que pasa aquí en la calle, a mí me ha salvado casi de la locura, del estar encerrado aquí en el departamento. En el sentido también de que te puede estructurar el día. Hay ciertos sonidos de ciertos horarios del día, que un poco te hace saber y te recuerda todo el tiempo que estás habitando junto a otros. Si hubiera completo silencio me sentiría totalmente aislado del mundo. Esa simple vida sonora de la calle a mi me permite conectarme con otros y permite también conectarlo con la historia de esta ciudad y de este país.

La otra vez leía en un libro, no recuerdo de quién, la primera vez que en la Ciudad de México se usó la campana para sacar la basura y eso se retrotrae hata finales del siglo XVIII, 1790, durante la época de las Reformas Borbónicas en la Nueva España… Eso es un ejemplo muy concreto de cómo la campana del camión de la basura te puede conectar con la ciudad, con el mundo del presente, pero también con el pasado, con el mundo histórico sintetizado en una cuestión tan cotidiana, tan mínima y que parece como tan burda.

Para mí es interesante también esa conexión de la vida sonora cotidiana que no es “musical”, que no es “culta”, que no es “académica”, con reflexiones de tipo político, filosófico e histórico.  

Es justo el punto al que quería llegar, todo ese “ruido” de fondo, común, que experimentamos todos los días con un análisis más puntual, más especializado pero, a final de cuentas, es el ruido que nos indica la forma en la que estamos habitando nuestro espacio ya sea rural o citadino. 

Más allá de la anécdota o más allá de la cuestión chistosa de las grabaciones, que para mí son increíbles, de los vendedores ambulantes y demás, hay un montón de desdoblamientos posibles. Por ejemplo, durante la pandemia, las etapas más críticas —que ojalá ya hayamos dejado atrás, pero no estaría seguro—, yo me di cuenta cómo los músicos ambulantes fueron pasando por aquí por la colonia cada vez más noche. Normalmente pasan a mediodía, ya los rezagados pasan en la tarde, pero durante las etapas más críticas yo escuchaba a los organilleros a las once de la noche y para mí era un indicador muy directo y muy sensible de que la cuestión era dura para mucha gente, en el sentido de que tenían que alargar su jornada de trabajo a esos horarios. Una cuestión sensible que también nos hablaba de cierto momento político y económico de la ciudad y del país. 

Si hacemos la conversión del oir como actividad pasiva, a la escucha como actividad atenta, activa, política, podemos desdoblar cualquier acontecimiento sonoro mínimo, a una serie de reflexiones políticas de mayor calado. 

Estamos nadando en sonido. Entonces la pregunta es: ¿qué tipo de técnicas de nado vamos a utilizar para poder estar y seguir?

Ese desdoblamiento hacia la escucha atenta, política, también debe ser un desdoblamiento hacia la construcción entusiasta que nos hace mucha falta y también es uno de los objetivos centrales de Icanitoa. 

***Las conversaciones se van a transmitir en vivo en el canal de Youtube de Casa del Lago y van a quedar grabadas. Ocurrirán los jueves en las fechas antes señaladas a las 17 horas. El acceso es libre. 

Imagen de portada: Casa de Lago