Muere Adam Zagajewski, un buscador de la belleza en un siglo lleno de horror

Ayer, en el Día Mundial de la Poesía, falleció el poeta y ensayista polaco a los 75 años de edad, cuya obra se centró en el humanismo y la nostalgia de las ciudades en las que vivió

Redacción / Ciudad de México

Obtuvo el Premio Princesa de Asturias de las Letras en 2017, es considerado uno de los autores más respetados de la literatura polaca contemporánea y uno de los más grandes poetas europeos. Parte de la contestataria Generación del 68; sus poemas han sido descritos como luminosos, sencillos y profundamente bellos.

Adam Zagajewski (Lvov, actualmente Ucrania, 1945 – Cracovia, 2021), al recibir el Princesa de Asturias, señaló que: «debatimos sobre las clases y capas sociales, pero en el día de cada día no vivimos en la colectividad, sino en la soledad. No sabemos qué hacer con un momento epifánico, no somos capaces de preservarlo». El autor entendía la poesía como aquello que surge de la mente y el corazón y que no se puede prever ni planear.

Además del Princesa de Asturias, obtuvo los premios Kurt Tucholsky (1985), PEN Club de Francia (1987), Vilenica (1996), Tranströmer (2000), el que concede la Fundación Literaria Konrad Adenauer (2002), el Premio Neustadt de Poesía 2004 y el Premio Europeo de Poesía 2010.

Acerca de sus poemas se ha destacado su profundo compromiso con la historia, el arte y la vida. El jurado del Princesa de Asturias destacó que su obra «confirma el sentido ético de la literatura».

En 1975 publicó un poemario con un tremendo mensaje político, Carnicerías, que fue censurado en los años de la Polonia comunista. Como uno de los más destacados representantes de la Generación del 68, creó dos de los lemas de este grupo: «Di la verdad» y «Habla claro».

En una entrevista en 2017 con ABC declaraba:

«Hay que distinguir entre ideología y filosofía. Cada escritor, cada poeta, tiene su propia filosofía, pero los poetas no son ideólogos. La poesía se opone a la ideología. De joven, combatí la ideología con mi poesía, ese fue el inicio de mi camino como poeta, pero me aburrí muy pronto de esa actitud. Ahora combato la ideología con artículos, ensayos, pero no con la poesía. La literatura no necesita ideología porque es la defensa de la humanidad. La ideología limita la libertad y, por tanto, va en contra de lo humano y de la poesía».

Canción del emigrado

En ciudades ajenas venimos al mundo
y las llamamos patria, mas breve es
el tiempo concedido para admirar sus muros y sus torres.
Caminamos de este a oeste, ante nosotros rueda
el gran aro del sol
ardiente, a través del cual, como en el circo,
salta ágilmente un león domado. En ciudades extrañas
contemplamos las obras de viejos maestros
y, sin asombro, en añejos cuadros vemos
nuestros propios rostros. Habíamos existido
antes, e incluso conocíamos el sufrimiento, nos faltaban tan sólo las palabras. En la iglesia
ortodoxa de París los últimos rusos blancos,
encanecidos, rezan a Dios, varios lustros
más joven que ellos y, como ellos,
impotente. En ciudades ajenas
permaneceremos, como los árboles, como las piedras.

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