Corea del Sur, el recuento de una transición

Las claves de ese éxito pueden explicarse a través de las decisiones políticas y económicas que ha tenido esa nación en los últimos setenta años

Huemanzin Rodríguez/Ciudad de México.

¿Por qué los primeros diez países que mejor han enfrentado a la pandemia, ocho son de Australasia y dos nórdicos? ¿Es demasiada coincidencia que las naciones compartan además de geografía, valores culturales? Corea del Sur, un país con 53 millones de habitantes, con un territorio proporcional al del estado de Oaxaca y una edad promedio entre sus habitantes de 48 años, ha tenido éxito en enfrentar a la pandemia como antes lo ha logrado en otros escenarios como la educación, el deporte, la ciencia, la tecnología y la economía. Para José Luis León Manríquez, profesor en la UAM Xochimilco y El Colegio de México, coordinador y coautor del libro Historia mínima de Corea (COLMEX, 2009), todo está asociado. En conversación con Noticias 22 Digital, hace un recuento breve y puntual de las políticas económicas y públicas contemporáneas más destacadas de esa nación.

¿Cómo entender a Corea del Sur en el contexto actual de Asia?

Corea forma parte de un orden histórico y cultural propio de una región que se llama el noreste asiático, integrado por Japón, China y Corea, ahora dividida en dos pero que, tradicionalmente, fue una nación unificada en los últimos cuatro mil años. Estos países comparten muchos rasgos culturales, entre otros el origen común de su escritura y una cultura confuciana. Esto es muy importante para entender las dinámicas de cada país.

Corea tiene una esencia propia. Podríamos hablar de una coreanidad —discutida por varios autores, pero que yo creo existe—, partiendo de un hecho geopolítico muy importante: Corea está a medio camino entre China y Japón. Históricamente ha fungido como un corredor y luego como un objeto de deseo, primero de China, luego de Japón y Rusia. En distintas ocasiones su territorio ha sido invadido por Japón, no sólo en el período de 1910-1945, cuando la colonizó; también en épocas anteriores. Hace varios siglos hubo una guerra muy sangrienta liderada por un militar japonés, se calcula que murió el 20% de la población coreana. Esa coreanidad se define en el sentido de no ser chino y no ser japonés.

Hay una narrativa muy interesante entre estos tres países confucianos del noreste asiático que tiene a China como “el padre”, a quien todo mundo le rinde respeto en la cultura confuciana, Japón como “el hijo malo” y Corea como “el hijo bueno”. Tradicionalmente Corea ha sido mucho más cercana a China, decían: tan cercano como los dientes son a la boca. Y efectivamente, tienen muchos rasgos culturales, pero ¿cómo definir mejor la coreanidad? Hay un sentido de nación muy importante, el rey Sejong (1397-1450) de la dinastía Chosŏn (1392-1910), inventó un alfabeto propio que se llama Hangul, con caracteres más simétricos que los kanjis chinos. Fue una manera de popularizar el conocimiento porque el chino tiene una escritura extremadamente compleja, con miles de ideogramas y que sólo podían aprender las élites letradas, porque requería tiempo memorizarlos y aprender a dibujarlos. El rey Sejong, cuyo retrato aparece en los billetes y que es una parte muy importante en las narrativas culturales del país tanto en el Norte como en el Sur, crea esta escritura silábica que facilita el aprendizaje. También hoy el ser coreano, tal vez ahora menos que antes, tiene una dualidad/contradicción muy importante en no ser japonés. La rivalidad tremenda entre estos dos países es histórica. Parte del proceso de desarrollo económico de Corea del Sur imita las estructuras corporativas, empresariales y de gobierno que tiene Japón. Cuando conversas con empresarios coreanos, sus perspectivas de crecimiento las miden con relación a las de Japón, alcanzarlo es unos de los objetivos.

Con este planteamiento se puede explicar muy bien a Corea del Sur, así como a la China contemporánea y al Japón ultranacionalista de la Primera y la Segunda Guerras Mundiales.

Pienso en Historia de dos ciudades (1859), de Charles Dickens, donde los habitantes de las antagonistas París y Londres, se entienden a partir de sus diferencias, prejuicios y competencias. Recuerdo que en Japón supe que el arroz, antes de comerlo, se lo bebieron como sake integrado a los rituales. El arroz, como el budismo, llegaron a la isla desde la península, a través de un monje coreano. Ese vínculo y competencia entre “hermanos”, tiene en la imitación uno de sus elementos clave, ¿cómo podemos leer eso en sus desarrollos económicos?

Al igual que otros países asiáticos, Corea del Sur tiene un desarrollo comprimido, ha tenido una revolución industrial en un período muy corto de la Historia. En 1970, Corea del Sur tenía un PIB per cápita equivalente a la mitad de México, ahora tiene el triple que México. Su PIB es superior al de España, Portugal y Grecia. Todo esto ocurrió en unas cuantas décadas, eso es lo notable. Hay un patrón de desarrollo asiático que se sigue desde Japón, que es el de la imitación y la mejora.

Después de la Revolución Meiji de 1868, en Japón decidieron que la mejor forma para enfrentar Occidente era produciendo sus propias mercancías, industrializándose y compitiendo. China en esos años decidió aferrarse a sus viejos valores y tradiciones; y a su papel como centro del mundo entero. Buena parte de la modernización de Japón consistió en adaptar estructuras y procesos industriales que venían de Occidente. Ese modelo fue tan exitoso, que en unas décadas Japón ya disputaba la supremacía mundial en las guerras del siglo XX. Esa fue la base de este modelo de desarrollo asiático que después tomarían Taiwán y Corea del Sur, una rápida imitación de los procesos líderes en los países industriales y en la creación de nuevos sectores con la ayuda del Estado, pues el resultado no fue sólo gracias a las fuerzas del mercado, como los liberales ortodoxos quieren hacer ver. Hubo una fuerte participación del Estado en la industrialización, con un “juego” muy cercano a la iniciativa privada y la participación de la academia, para diseñar estrategias en la creación de sectores industriales, que permitieran conquistar mercados nuevos. Es algo muy significativo, porque Corea del Sur con 53 millones de habitantes en una superficie territorial como la del estado de Oaxaca, es la economía número catorce del mundo. Es una economía que compite con México, un país mucho más grande y con más del doble de su población. Y también, por muchos años, ha sido una economía mayor a la de Rusia, cuyas dimensiones y población son mucho mayores.

Educación en Corea del Sur, 2021 / Todas las imágenes son tomas fijas del programa Semanario N22 dedicado a Corea del Sur, que se estrena en Canal 22 el sábado 20 de marzo a las 18 horas. Una coproducción con el Servicio de Cultura e Información de Corea del Sur, a través de la Embajada de la República de Corea en México.

Por eso, en el libro Historia mínima de Corea, tú llamas a la economía de Corea del Sur el ornitorrinco, porque depende de donde lo veas parece mamífero o ave. Me parece una gran imagen. Así vemos a una economía liberal, con control del Estado, como pasó en el gobierno de Park Chung-Hee, quien gobernó con mano dura casi 18 años entre 1961 y 1979.

Así es, Corea del Sur, después del fin de la guerra civil, quedó bajo la influencia de Estados Unidos. El líder se llamaba Syngman Rhee, quien gobernó entre 1948 a 1960. Recibió el apoyo de Estados Unidos porque era un egresado de gran nivel de la Universidad de Princeton y pensaban que él establecería la visión estadounidense de democracia y libre mercado. Pero en realidad, el gobierno de Syngman Rhee derivó en algo que prácticamente era una dictadura, con niveles de desarrollo mediocres. En 1961 las fuerzas armadas dan un golpe de Estado, después de una serie de revueltas estudiantiles y toma el poder Park Chung-Hee, muy criticado por autoritario, pero cada vez más reconocido en su país porque es considerado el modernizador de Corea del Sur.

Park Chung-Hee lleva a cabo una serie de medidas totalmente heterodoxas. Una de las primeras cosas que hace es nacionalizar los bancos, contra la voluntad de Estados Unidos. ¿Por qué? Para poder dar créditos a las empresas —muchas de ellas las conocemos hoy: Samsung o Hyundai, que antes se dedicaban a procesos menos complejos—, pero el crédito a esas empresas estaba atado a su desempeño. Junto con el gobierno las empresas fijaban metas de desempeño, si se cumplían el gobierno les daba el crédito sin intereses. Pero si no cumplían sus objetivos de exportación, el gobierno les cobraba a las empresas el crédito a tasa comercial.

Esto es algo muy interesante que no sucedió en América Latina, en donde pasamos de un modelo basado en el mercado interno a una apertura radical de la economía en los años ochenta. En Corea del Sur no, el modelo basado en las exportaciones ocurrió desde los años 60. A través de estos créditos y una planificación económica en planes quinquenales se decidía el tipo de apoyo. Durante cinco años se apoyaba a la industria textil, luego a la juguetera, la zapatera y así, en un par de décadas se logró la transición de las economías industriales desde los bienes de consumo, hacia la industria pesada y química.

Eso resulta muy interesante, la forma en la Corea del Sur pasó de ser un país que exportaba calamares y seda en bruto, a un país con exportaciones química y automotriz entre los años sesenta y ochenta.

En esa industria pesada estaba la siderúrgica, lo motores, los autoconductores y los barcos, entre otros sectores. También ocurrió una distribución del ingreso, algo que desconocemos en América Latina. Tanto Corea del Sur como Taiwán y Japón, son sociedades integradas prácticamente por la clase media, lograron crecer rápido, distribuyendo.

En América Latina nuestras experiencias han sido de alto crecimiento económico con poca distribución del ingreso, de bajo crecimiento y mala distribución, y de bajo crecimiento y buena distribución; pero nunca experiencias de alto crecimiento y buena distribución. Es lo que el economista chileno Fernando Fajnzylber (1940-1991) llama “el casillero vacío”, el lugar en donde no están en AL los proyectos que conjugan un desarrollo económico acelerado con una mejoría de las condiciones sociales.

Históricamente sucedió algo importante de resaltar en Corea del Sur, hubo una reforma agraria a pesar de que el gobierno de Park Chung-Hee era nominalmente liberal pro estadounidense, no estatista. La reforma agraria sirvió para romper el equilibro político en detrimento de las oligarquías rurales tradicionales —a diferencia de otras partes del mundo, en el noreste de Asia trabajar la tierra no significaba ser pobre— y que sirvió para mejorar la distribución del ingreso en los campesinos. Lo interesante es que esta reforma fue tolerada por Estados Unidos. En esos mismos años, a finales de los cincuenta y principios de los sesentas, hablar de reforma agraria en América Latina, era un pecado de lesa americanidad. En esos años, países como Guatemala o la Cuba castrista, fueron duramente criticados por Estados Unidos. Por eso el ornitorrinco, desde la perspectiva de la oferta de bienes exportados al mercado mundial, pareciera un país capitalista; pero visto desde la manera en que se organiza la economía y la sociedad, es un modelo mucho más estatista.

En términos históricos, ha sido muy rápido el crecimiento económico de Corea del Sur. Si consideramos no sólo el colonialismo japonés de principios del siglo XX, también la pobreza que vivió ese país años antes pues fue mano de obra coreana la que mayoritariamente construyó las vías del tren transiberiano que va desde las costas rusas del Pacífico hasta San Petersburgo. En casi 100 años, pasó de la pobreza y la subyugación, a la democracia y el crecimiento económico. En once años, Corea del Sur duplicó su PIB, lo que a Japón le tomó 34 años y a Reino Unido 54.

Mucho tuvo que ver este modelo mixto, Samsung, Hyundai, LG, eran empresas privadas que pasaron de producciones sencillas a lo que ahora conocemos. Pero también tuvo que ver la inversión estatal para generar un desarrollo en áreas específicas, donde era difícil atraer la inversión privada. Una industria clave fue la siderúrgica, el presidente Park Chung-Hee, de formación ingeniero militar, tenía muy clara la logística, decía: El acero es el poder nacional. Por ello, desde que toma el poder en 1961, tuvo como objetivo desarrollar la industria siderúrgica, precursora del desarrollo de otras como los automóviles y la construcción. En 1965, Corea recibe unos fondos provenientes de Japón como indemnización por los excesos en la Segunda Guerra Mundial y con parte de ellos, comienza a construir la siderúrgica POSCO, que en muy pocos años se convierte en la principal siderúrgica del mundo. Al principio lo logró con patentes de economía japonesa pero después, creando las suyas propias. Cuando se nos dice que las empresas estatales no sirven para la economía y que son siempre una carga, POSCO queda como un ejemplo contra eso.

Todo esto ocurrió no sólo en pocos años, también con poco capital extranjero. Corea del Sur si bien era productor de textiles y mercancías baratas como lo comenzó siendo China hace unos años, rápidamente evolucionó hacia sectores de mayor tecnología. En la prensa financiera en México, todavía se habla de China, Corea del Sur o de Taiwán, como países maquiladores, cuando en la actualidad son mucho más complejos.

Jump Studio. Corea del Sur, 2021.

Cuando uno lee las inversiones anuales del PIB que hace Corea del Sur para la educación, la ciencia y la tecnología, resulta ser de los países en ocupar los primeros lugares del mundo.

Son legendarias las jornadas escolares que tienen los niños y los jóvenes en Corea del Sur, que prácticamente pasan todo el día en clases especiales, con un currículum basado en ciencias duras y en matemáticas, que conducen a ingenierías, claves en el desarrollo industrial. Ése es el currículum en las escuelas en Japón, Corea del Sur y China, países en los que, por cierto, tienen los primeros lugares en las pruebas PISA en matemáticas.

Hay un gran impulso a la educación, como también a la inversión científica y tecnológica. Actualmente, Corea del Sur, siendo una economía pequeña, es de las que, con relación al PIB, invierten más recursos para el desarrollo de la ciencia y la tecnología, cerca del 5% del PIB. 

Tengo que señalar que esto ocurrió en un contexto autoritario, hubo una tremenda represión al movimiento obrero y de los estudiantes, por mucho tiempo se vivió un estado de sitio, en condiciones de pobreza y marginación que fueron eliminándose gradualmente. La de Park Chung-Hee fue una dictadura muy rígida. Yo diría que tan rígida como las dictaduras latinoamericanas de los años 70, pero a diferencia de esas, fue desarrollista, rompió paradigmas y llevó la vida ciudadana a los más altos niveles de vida.

Hay un contraste, como pasa mucho en Asia. Entre adentro y hacia afuera, entre lo evidente y lo no evidente. Entre una idea de tiempo, donde hay diseños a grandes plazos transgeneracionales; y el tiempo de resultados inmediatos. Corea del Sur replica muchas ideas de desarrollo económico japonés de la posguerra. Por ejemplo, el barrio Akihabara en Tokio, dedicado a una actividad económica tradicional, de pronto cambia la vocación y comienza a producir transistores. Su producción y desarrollo fue tal en los años sesenta, que el barrio se transformó y desde hace unas décadas se ha convertido en uno de los puntos de referencia de la tecnología de vanguardia. Nintendo comienza como una compañía de juegos de mesa con cartas y se convierte en lo que hoy conocemos. Es el mismo tipo de transformación que tuvieron empresas como Samsung o LG. Algo similar ocurrió con el deporte, la presencia de Corea del Sur en el medallero olímpico desde Seúl 88, ha ido ganando importancia en cada encuentro y desde hace una década está entre los primeros 10 lugares junto a países como Estados Unidos, Rusia, Alemania, Francia o Japón. Cuando señalo esto, es porque la idea de desarrollo ha sido integral en estos países: economía, sociedad, educación, industria, deporte, cultura.

La tasa de crecimiento de Corea del Sur entre 1961 y el año 2000, fue del 9%. Si ves los años 60, hay años que su crecimiento estaba igual al que tenía México en ese entonces. Pero después, en México tenemos las crisis sexenales: 76, 82, 88, etcétera. Cuando en Corea del Sur tienen la crisis financiera en 1997, que afectó a la mayoría de los países del Pacífico, Corea ya tenía niveles económicos de país desarrollado. Ya había logrado completar esa transición. Y desde entonces las tazas de crecimiento económico han bajado, del año 2000 hasta ahora son del 3.5 o 4%, y siendo una sociedad tan acostumbrada a grandes logros económicos, tienen una sensación de abatimiento. En los medios de comunicación del país, han llegado a decir de sí mismos, vivir en “el país de los sueños rotos”. Porque su tasa de crecimiento sólo alcanza un 4% frente al 9% de otras décadas. Lo curioso es que ese 4% ya lo quisiéramos en varios países latinoamericanos ya no para un período, ¡para un año!

Educación en Corea del Sur, 2021.

Según datos de la OCDE (Organización para la Cooperación el Desarrollo Económicos), de los 36 países que integran la asociación en 2019, en México se trabajan en promedio 41.3 horas a la semana. Es el Estado que ocupa el primer lugar con más horas trabajadas. Le siguen Costa Rica con 40.8 y Corea del Sur en tercer lugar con 38.6. Cuando el análisis va a la productividad, México tiene una caída estrepitosa, muy lejos del promedio de cualquier integrante de la Unión Europea (27 países), atrás incluso de naciones americanas como Trinidad y Tobago, Bahamas, Chile, Panamá, Argentina y Uruguay. Cuando observamos la remuneración laboral por horas trabajadas en estos mismos países de la OCDE, Corea del Sur ocupa el primer lugar y México, el fondo.

Es un dato muy interesante, porque para los surcoreanos eso no es suficiente. Habría que estudiar esa percepción, para ellos, sus logros no son suficientes ni términos económicos ni democráticos. Piensan que viven en un país muy desigual, a pesar de que los indicadores duros dicen lo contrario. La película Parásitos (Bong Joo-Ho, 2019), una cinta extraordinaria que ganó el Óscar a Mejor Película el año pasado, pinta una realidad social que no es propiamente coreana. Esa desigualdad que muestra, en promedio no es tan grande, como tampoco son comunes ese tipo de mansiones retratadas. La brecha social, que en todos los países existe, en la película está exagerada. Pero eso es muy propio de las fuerzas surcoreanas progresistas, referirse a su país como uno en crisis, débil, que no hace los suficiente, sin igualdad social; tienen una especie de auto flagelación. Como esos estudiantes que quieren calificaciones de 10 porque el 9.8 no les es suficiente. Son sociedades súper competitivas. Hace un momento hablabas de Japón como factor de competencia, pero ahora Corea del Sur tiene otros factores de competencia con Corea del Norte, que tiene una visión no sólo distinta sino radical de la organización social y económica; además de la competencia con China. Corea del Sur ha sido uno de los países más beneficiados del crecimiento chino, porque tiene un enorme superávit comercial con ese país al que le provee tecnología. Pero al mismo tiempo, hay un gran temor de que el crecimiento actual de China, le arrebate a Corea del Sur el liderazgo que ha tenido, empezando por el acero y terminando con súper conductores y celulares.

Ahí hay algo que me interesa, de la Ciudad de México a Cancún hay 1600 kilómetros. Si ponemos a Corea del Sur en el centro y marcamos a la redonda esa distancia, están: Japón, China, Rusia y Estados Unidos. Además de economía y distribución, en Corea del Sur han debido ser muy hábiles en su diplomacia.

Es geopolítica concentrada, y ahora Corea del Sur es geoeconomía concentrada. Esta situación puede representar una ventaja como también, una desventaja. Yo creo que ahora el dilema económico y de reinserción internacional de Corea del Sur, es fuerte. Por un lado, está cada vez más vinculada económicamente con China, como lo estuvo tradicionalmente por miles de años; por otro lado, en términos de seguridad, está muy vinculada con Estados Unidos, derivado de los acuerdos posteriores a la gran guerra. La política exterior de Corea del Sur debe de estar fluctuando entre los compromisos con China y con Estados Unidos. Eso es lo que a mi gusto define el dilema coreano actual. Si bien es ya la economía número 14 del mundo, la economía número 4 de Asia, después de China, Japón e India. Todavía no tiene el poder suficiente para tener una presencia más autónoma en el mundo. Esto obliga a la diplomacia coreana a ser muy creativa.

También Corea ha aprendido sobre sus industrias culturales. Una de las formas en las que Japón resurgió de sus cenizas fue a través del cine, lo mismo con Godzilla o Ultraman, que con Kurosawa, Ozu o Mizoguchi; y con el ánime desde Astroboy hasta nuestros días. Ahora tenemos al cine coreano, el K-Pop y el K-Rock, con una penetración muy importante entre los adolescentes en el mundo.

La cultura coreana se ha expandido tanto en los museos como en la cultura popular conocida como halluy (la ola coreana). Se ha expandido a través del cine, Bong Joo-Ho es el que más proyección internacional ha tenido, pero hay muchísimos cineastas importantes en Corea del Sur que hacen películas con las que ya se les identifica. Y también ha tenido una política cultural muy asertiva, de mucho apoyo a las industrias culturales que la ha venido posicionando como una potencia cultural emergente en el mundo.

Así como hubo una política industrial, una política de desarrollo económico y social, también hay una política muy vigorosa del Estado para apoyar, por ejemplo, los estudios coreanos que no existían en otras áreas periféricas. Los coreanos han dado fondos para el establecimiento de cátedras sobre estudios coreanos en muchas universidades de Estados Unidos y Europa, han proporcionado fondos para la creación de asociaciones nacionales de estudios coreanos. Aunque es un país pequeño, se ha ido posicionando con un poder cultural importante, pisándole los talones a Japón, aunque todavía no a China.

Cuando yo empecé a estudiar este tema en los años 90, e hice un foro en la universidad, había muy poca asistencia porque ni siquiera se sabía bien qué era Corea. Ahora, hablar de las coreas, especialmente del Sur, atrae mucho y lleva audiencias que cada vez son más grandes y eso es parte de las políticas para el desarrollo de industrias culturales y el apoyo a la diplomacia cultural.

Museo Nacional de Corea. Corea del Sur, 2021.

No sólo es el Gangnam style (video que desde 2012 tiene en YouTube más de 3,963,125,511 de visitas, el más visto en la red) o el K-pop, también cantantes como la soprano Sumi Jo la primera asiática en tener roles protagónicos en las casas de ópera en Europa, así como la también soprano Youngok Shin exitosa en el Metropolitan Opera House; y actualmente el joven pianista Beong-Ji Cho, que a sus 26 años es considerado en el mundo como el “poeta del piano”. Por otra parte, Corea del Sur es el país en el mundo, que usa más aplicaciones para celular en el control de sus actividades de la vida cotidiana. Desde un teléfono inteligente manipulan a la distancia lo mismo las luces de la casa, la lavadora o la producción de cubos de hielo en el refrigerador, hasta actividades más complejas asociadas a la agroindustria o la educación. Eso evidencia niveles de apoyo del Estado en muy distintos campos que han ido de la mano: economía, industria, ciencia y tecnología, educación, industrias culturales y desarrollo social. En América Latina nos han dicho que, como somos pobres, debemos explotar las materias primas y permitir el desarrollo agresivo del mercado abierto, para alcanzar un PIB, que nos permita después hacer lo demás.

Qué bueno que mencionas esto, porque, yo soy de los que considera que el desarrollo no es solamente la adopción de ciertas políticas, que se supone son correctas, sino el desarrollo es sobre todo un problema de organización. Y aquí, al hablar de Corea y del noreste asiático, estamos hablando de sociedades que son capaces de organizarse —me refiero a una organización macro colectiva—, para obtener ciertos logros. Las sociedades como las de Corea del Sur son nacionalistas, pero también colectivistas, eso nos podría llevar a la discusión que planteabas en un principio, la forma en la que han enfrentado a la pandemia.

La forma en que los países asiáticos han atacado la pandemia refleja mucha organización política y muchos valores culturales. Cuando nosotros analizamos el indicador de resiliencia de Bloomberg, ocho de los primero 10 países son de Australasia, y dos son nórdicos: Nueva Zelanda, Singapur, Australia, Taiwán, China (considerando a Hong Kong), Noruega, Finlandia, Japón, Vietnam y Corea del Sur. A mi parecer esto refleja el colectivismo y las capacidades tecnológicas en los procesos organizacionales. En el caso de Corea del Sur es muy interesante porque fue uno de los primeros países en contagiarse por el nuevo coronavirus, pero hay que recordar que, desde febrero del 2020, este país ya estaba tomando medidas sumamente asertivas para contener la expansión del virus, una de ellas muy impresionante, es la manera en que rastrearon a las personas contagiadas. La política era, donde apareciera una persona con coronavirus, se le preguntara qué lugares había visitado. Si había estado, por ejemplo, en una tienda de conveniencia, se ponían anuncios en ese lugar: “Aquí hubo una persona infectada por COVID-19, si tiene síntomas repórtese a este número telefónico.”

Además, alrededor de esta persona, se estudiaban sus redes de contacto y se hicieron pruebas masivas. Hay un caso célebre en la ciudad de Daegu, la “paciente 31”, que en una semana estuvo en contacto con alrededor de 1800 personas. El gobierno surcoreano, contactó a todas las personas. Esta mujer de 61 años había estado en la iglesia, en un buffet, en el metro, había tomado el tren a Seúl para visitar a sus familiares. Y a casi todas las personas con las que ella tuvo contacto, les hicieron pruebas y muchas de ellas resultaron positivas. Ahí se logró parar una extensión del contagio.

Otra medida fue instalar los detectores de temperatura, disciplinar el uso del cubrebocas —hay una presión social para que la gente use el cubrebocas, tienen una aplicación para la gente que no usa cubrebocas, se les toma una foto y se les identifica—, y desde febrero del año pasado, el uso los códigos QR, que recientemente se aplicaron en la Ciudad de México. Con los códigos QR lograron hacer un mapa del contagio. Eso demuestra lo que mencionabas sobre el uso de la tecnología, pues el 100% del país está conectado por banda ancha.

Y un tema que nos escandaliza en Occidente, es que el gobierno puso en práctica una ley para detectar los movimientos que las personas hicieron con sus tarjetas de crédito y su dinero electrónico, que prácticamente se usa en Corea en todos los ámbitos, así detectaron las rutas de las personas y los lugares donde podrían haber contaminado.

Interesante es reflexionar en la edad de la población, porque Corea del Sur que tiene 53 millones de habitantes no necesariamente jóvenes —su promedio de edad es 48 años, similar al de Italia y España—, y el número de muertes por COVID-19, es de miles, mientras que en América Latina es de cientos de miles, particularmente en los países grandes*. Detrás de esto hay un orden social, una legitimidad que las personas le otorgan al Estado para tomar decisiones que impactan en sus vidas. Pero en los medios de comunicación occidentales, todo se ha reducido a la variable autoritarismo/democracia. Cuando en realidad Corea del Sur y Japón son democracias funcionales, que trabajan muy bien y se han ido perfeccionando. Pero aún en estos entornos pluralistas está la variable colectivismo versus individualismo, que yo creo, explica mejor los resultados. La gente concede espacios personales porque sabe que eso es en favor del beneficio común. Hay mecanismo de control que a lo mejor no son los que nos gustaría en Occidente, pero que en Corea del Sur tienen legitimidad.

En el caso de China, que es un orden político autoritario, quizá sí pesa más esta variable en sus resultados para controlar la pandemia.

Gastronomía de Corea con las restricciones sanitarias. Corea del Sur, 2021.

Mucho de lo que hemos visto en estas primeras décadas del siglo XXI, es una presencia más que fuerte de Asia en el mundo. Algo que hace 20 años aún se dudaba y que ha provocado muchos prejuicios en las economías occidentales. En ese contexto acelerado por la pandemia, ¿cuáles son los retos de Corea del Sur para los siguientes años?

Yo pienso que, lo que vamos a ver en los años siguientes es un relevo hegemónico, donde China irá sucediendo a Estados Unidos. Si esto era una especulación a principios del siglo, hoy es una realidad. En el 2020, la economía China medida en el PPP (Purchasing Power Parity/Poder de Compra), superó por primera vez a la de Estados Unidos y pronto lo hará en otros niveles. China ha sido de los pocos países cuya economía creció en 2020 y para este 2021 se espera un crecimiento del 6%, mientras que muchos de los países europeos y Estados Unidos, han tenido cifras negativas. Pienso que tendremos un proceso de sucesión hegemónica tal y como ocurre aproximadamente cada cien años en el sistema internacional, los jugadores ahora son Estados Unidos y China, con otras potencias alineándose alrededor de ellos y poco a poco, Corea del Sur irá cayendo cada vez más en la órbita de China, tanto por historia como por geografía y por supuesto, por intercambios económicos. Va a ser una transición delicada porque justo ahora la presidencia de Joe Biden, está buscando la revitalización de vínculos de Estados Unidos con sus aliados asiáticos tradicionales: Australia, Japón y Corea del Sur (no necesariamente en ese orden de importancia). Durante la presidencia de Donald Trump se optó que los puestos de defensa en esos países, los financiaran ellos mismos y que Estados Unidos no tenía que gastar tanto dinero en eso. Ahora hay un retorno a la alianza con estos países, una alianza estratégica que primero fue de contención a la URRS y ahora para China. No será fácil. Los estrategas surcoreanos tendrán que ser muy cuidadosos, recordemos este dicho que se aplicaba mucho en la Guerra Fría: “Cuando dos elefantes pelean, el resto de los animales deben que tener cuidado, pero cuando se hacen el amor, deben de tener más cuidado”. Así que una relación, más o menos pacífica entre China y Estados Unidos, requerirá de países como Corea del Sur y México. Así que el reto estará el arte de la diplomacia para encontrar los espacios para desarrollar los intereses nacionales. 

* Según el censo de 2020, en México la edad promedio es de 29 años. En América Latina y el Caribe es de 22, como lo indica el Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe de la CEPAL, de 2016. Sin embargo, una estadística que sería interesante indagar es la alimentación. Se supone que la “dieta mediterránea” es la mejor alimentación en Europa, sin embargo, los países que mejor han enfrentado la pandemia, según el informe de resiliencia de Bloomberg, actualizado el 25 de enero de 2021 (México está en el último lugar de 53 países evaluados), coinciden con ser naciones que históricamente se han alimentado de pescado. Mientras que en América latina en los últimos 30 años, las naciones han tenido un incremento en enfermedades asociadas al sobre peso, en un lapso que coincide con la apertura del libre mercado.