Creó una música más allá del tango, al tiempo que bebió lo mismo del jazz que de la música clásica, entre otras fuentes y tradiciones
Huemanzin Rodríguez / Ciudad de México
Para recordar al creador de temas tan memorables como «Adiós Nonino» o «Libertango», que lo mismo son tocados en salones que en salas de concierto, destacados intérpretes como la pianista Lidia Guerberof, y los bandoneonistas Clara Stern o César Olguin, además del escritor Héctor Iván González, comparten anécdotas y pasajes de su vida para destacar el lugar en la actualidad del legado musical de Astor Piazzolla (11 de marzo 1921-4 de julio 1992)
«Para mí ha sido una influencia muy importante, no sólo en lo musical también en las decisiones que tomó en su vida para lograr ser la persona en que se convirtió. Ha tenido y sigue teniendo una importancia sustancial. Siempre he dicho que Astor Piazzolla nos ha puesto un zapato en la cabeza, estamos todos influenciados en su quehacer.
»Dicen que el tango es argentino. Los más generosos dicen que es rioplatense, lo que otorga cierta dádiva a los uruguayos. Cuando en realidad los referentes más importantes de este género son Carlos Gardel —que no era argentino— y Astor Piazzolla que, si bien lo era, él empezó a estudiar el bandoneón viviendo en Nueva York.
»Yo creo que lo que a él le tocó vivir tuvo una gran influencia sobre lo que luego, musicalmente, derivó en un lenguaje tan rico, tan personal, que pudo conjuntarlo a través de una serie de experiencias. Sumadas a ello, una cuestión tan basta como fue su aprendizaje», dice César Olguin.
El escritor Héctor Iván González, melómano y gran admirador de la obra de Piazzolla, recuerda la vida del compositor cuando niño y adolescente en Nueva York:
«Hacia 1925, siendo muy pequeño, desde niño tuvo un problema con su piecito derecho, pareciera que padeció “pie equino”, ése que no toca bien el talón; tuvo varias operaciones todavía en su adolescencia en Buenos Aires. Su padre lo llevó mucho a los límites, lo reta para que no tuviera una baja autoestima. Le enseña a boxear, incluso en su adolescencia en un gimnasio se encuentra en con Jake LaMotta (1922-2017) —en quien se inspira Scorsese para filmar su película Raging Bull—y hacen guantes, contaba LaMotta le pegó tan fuerte que nunca se volvió a parar en el gimnasio. Por otro lado, fue un niño que trabajó de mandadero y trabajó en una sinagoga como ayudante del rabino. Yo sospecho que ahí tuvo una influencia del klezmer. No lo sabremos, pero de alguna manera estas imágenes son ecos que se van asimilando. Otra cosa importante es que Vicente, su padre, le lleva un pequeño bandoneón porque él está obsesionado con que sea un pequeño músico. Por un lado, el tango; por otro, Nueva York que era el sitio donde se encontraban las vanguardias, el músico que tocaba en esa ciudad se consagraba.»
Nueva York, esa ciudad en donde todo el mundo artístico se encontraba, también para César Olguin, le dio a Piazzolla la riqueza musical que años después quedara evidente en sus composiciones, aunque todavía faltaban años para que se convirtiera en el músico que hoy recordamos.
«Con seis años se fue a vivir a Nueva York con su padre. A los 15 volvió a Buenos Aires, eso le permitió oler el tango. Regresó a Nueva York otros años y dejando ya la adolescencia es cuando se incorpora a la orquesta de Aníbal Troilo (1914-1975), comienza a trabajar en los cabarets, y es ahí donde comienza esa crisis, no era lo que él quería. Estudia con Ginastera, se va a Europa. Abandona el tango, quiere convertirse en un compositor de música clásica, ser director de orquesta. Todo esto le fueron dando ciertas particularidades a las cuales se sumó el haber estudiado con Alberto Ginastera (1916-1983), el haber sido alumno de Nadia Boulanger (1887-1979), y de haberse dejado permear de otras manifestaciones, no sólo de la música clásica, también del jazz. Se dio el gusto de colaborar con muchos de estos grandes, sobre todo los jazzistas que tienen una postura más generosa ante la música, que se abren y se dejan; no así el mundo del tango que está limitado con esas pequeñeces y esas miserias humanas del ego y la mezquindad. Creo que todo eso le dieron a Piazzolla un crisol muy rico de tantas cosas, que, sumado a su talento natural, el tesón y su capacidad de trabajo lo convirtieron, sé que es un poco peligroso decirlo, en un genio. Seguramente con el paso del tiempo va a ser considerado así. Pues hasta hace poco tiempo Astor Piazzolla era el compositor contemporáneo más interpretado en el mundo, pues músicos del flamenco, del jazz, del rock, de la música clásica, hasta del folclor, no han escapado a la tentación en algún momento de tocar la música de Piazzolla.»
César Olguin
César, ¿podemos considerar que Piazzolla redimensionó la forma de tocar el bandoneón?
No solamente a nivel de bandoneón, Astor marcó una nueva visión en cuanto a la ejecución sin dejar de considera que hubo otros grandes bandoneonistas que colaboraron mucho en el aprendizaje de este instrumento. Aparejado con ello, Piazzolla abre un panorama nuevo para los músicos. Esa historia con los tangueros si Astor fue o no un transformador, un revolucionario o alguien que cambió la música, que sin duda lo hizo, no debe de estar en discusión. Creo que los más ortodoxos del género del tango son los que hasta el día de hoy lo cuestionan y lo niegan. Yo pienso un poco, como decía Aníbal Troilo: «La música es buena o mala». Esas clasificaciones y encasillamientos no son buenos ni para la música ni para cualquier manifestación artística. Yo creo que Piazzola como muchos artistas, han enriquecido el acervo musical, el acervo del arte.
Astor Piazzolla murió el 4 de julio de 1992, hace casi 30 años. ¿Nos falta tiempo para entender mejor su arte musical?
Hemos vivido en las últimas décadas, en una sociedad efectista, donde todo tiene que quedarse rápidamente. Creo que la Historia del Arte ha necesitado mucho más tiempo del que quisiéramos para entender y acertar en las cosas nuevas o en las miradas nuevas. En la música hay varios ejemplos: Igor Stravinski, Arnold Schönberg, que fueron vapuleados no solamente por la crítica, hasta padecieron violencia física. Pero, Piazzolla decía que quería que su música se escuchase hasta el año 3001. En este caso, yo difiero un poco, yo creo que al momento de tocar y componer eso no le importaba mucho o, al menos, no pensaba en eso. Por lo que él declaraba pareciera que sí quería que su música trascendiera. Pero sí, seguramente que, en muchos sectores, falta tiempo para entender a Piazzolla.
Para ti, entre las líneas de las partituras de Piazzolla, ¿qué es lo que hay?
No solamente en la música de Piazzolla, en la música en general, creo que el intérprete se tiene que apropiar desde donde le toca. Suelo decir que el ejecutante se tiene que divertir en el amplio o mejor sentido de la palabra, eso implica la responsabilidad del trabajo el cual lleva a ahondar sobre el compositor, sobre su quehacer, sobre el momento histórico que le tocó vivir, lo que quiso, lo que deseó, lo que anheló, sin que el ejecutante se convierta en un imitador del compositor.
He tocado mucho a Piazzolla y siento mucho placer y mucho gozo, y lo hago desde donde puedo y «hasta donde me da el cuero», como dirían los paisanos. El conflicto que genera es que a veces es difícil no imitar, es una palabra fea porque no tiene mérito. Pero su influencia es tan fuerte que me cuesta sacarme el zapato de la cabeza. De hecho, yo todavía lo toco, y seguramente seguiré tocando su música, pero a veces me quiero divorciar de Piazzolla. Te cuento, él decía algo interesante y a la vez irónico y jodido, cuando hablaba de los «viudos de Gardel”, que desde entonces y hasta ahora siguen viviendo del repertorio de Gardel. Yo pertenezco un poco a los «viudos de Piazzolla”, porque hoy es impresionante la cantidad de gente y de jóvenes atrapados por esa magia y talento de él, que formamos parte de esta viudez. Las generaciones más recientes llegaron al tango, precisamente a través de Piazzolla, la mayoría de ellos iniciando un camino tipo “cangrejo”, hacia atrás, poco a poco van descubriendo dónde está Piazzolla, de dónde salió, y regresan a Osvaldo Pugliese (1905-1995), Aníbal Troilo (1914-1975), Horacio Salgán (1916-2016), Argentino Galván (1913-1960) e inevitablemente a Carlos Gardel (1890-1935).
Hace un momento decías que no sólo admiras su música, también las decisiones que tomó en su vida para poder ser ¿a qué te refieres?
Él tuvo una vida difícil, le costó ser. Es bastante sabida la anécdota de que, quien lo encausa en lo que finalmente terminó siendo, en la maestra Nadia Boulanger. A través de una beca, se fue a París a estudiar a con ella. Cuando se encuentran y va a sus clases, todo lo que él le mostraba a Boulanger tenía que ver con sus composiciones y su quehacer clásico. Ella le dice: “Está muy bien esto, pero ¿dónde está Piazzolla? Yo no lo veo.” Y le preguntó: “¿Usted a qué se dedica? ¿qué es lo que hace?” Entonces él tuvo que confesarle, que tocaba tango, que escribía tango, que había tenido una orquesta. Ella le pidió que tocara algo, él lo hizo, y ella lo detuvo en un momento y le dijo: “Ahí yo veo a Piazzolla”.
Le dijo que no dejara nunca ese camino. Tuvo una vida muy agitada e interesante. Lo que le permitió consolidar lo que fue. Se peleó con quien se tuvo que pelear, se agarró a trompadas literalmente, más allá de las discusiones y las polémicas. Hay una anécdota que, tocando en un lugar en Buenos Aires había entre el público alguien pasado de copas que hablaba. Astor paró y le dijo: “Cuando yo estoy tocando la gente hace silencio”. El tipo le dijo: “¿Y vos quién sos?”. Y le respondió: “¡Yo soy Astor Piazzolla!” Y bajó y le pegó una trompada.
Tuvo una vida bastante peleada. Él estaba totalmente convencido de lo que quería ser.
¿Cuáles son para ti las piezas más importantes de Piazzolla?
Es tan basta la obra de Piazzolla que en este último tiempo he estado hurgando en su obra y he descubierto cosas que no son difundidas, que son tan ricas y valiosas como otras que son más famosas. Por ahí es medio difícil inclinarme por una en particular. Hay muchas, desde sus solos de bandeonón hasta las obras que hizo con orquesta. Podría mencionar bastantes. ¡Todas me gustan! A lo mejor por ahí la que podría señalar como una cuestión especial es el «Adiós Nonino», un poco por las circunstancias en que se dio el fallecimiento de su padre. ¡Me parece bellísima! Pero hay otras con el mismo potencial emocional y sentimiento que no tuvieron un hecho histórico particular, igual con esa magia y sentimiento al igual de «Adiós Nonino».
Hay mucha música que no ha sido difundida e incluso no tocada. Te digo que he estado hurgando y estoy sorprendido con lo que he encontrado.
Lidia Guerberof
La pianista Lidia Guerberof, nacida en Argentina, radica desde hace ya varias décadas en México. Para ella, también es «Adiós Nonino», uno de los temas que más le conmueven. Lidia, ¿cómo llegaste a la música de Piazzolla?
Oscar Pugliese era amigo de mi familia, iba mucho a la casa. De hecho, mi padre le dio algunas clases de armonía. Y él le hablaba mucho a mi padre de un tal Piazzolla, mi papá se jalaba los cabellos porque no era un hombre de tango. Muchos años después, había yo regresado de estudiar en Europa y fui a un concierto en el Teatro Colón. Creo que era 1972, porque fue antes de su infarto. Ahí dio un concierto formidable. Yo, que conocía a los músicos del teatro me colé hasta su camerino, le abracé y le di un beso y le dije: ¡Gracias! En esa época no se estilaba cargar una cámara para sacarse fotos, cosa que lamento. Unos años más tarde, estaba yo en Barcelona, donde participaba en una agrupación tocando el clavecín. Entonces, le pregunté a mi madre si Astor estaba en Argentina, porque pasó un período en Italia, pero no pude ir a buscarlo. Ella respondió que sí. Entonces, le mandé una carta a Piazzolla, dentro de un sobre de una carta a mi madre, pidiéndole que me escribiera algo para clavecín contemporáneo.
Pasaron las semanas y no me contestaba. Hasta que un día el correo me trae un sobre grande, adentro venía también una carta de mi madre que decía: “Piazzolla te manda una nota”. Y la nota decía: “Tocá lo que te da la gana de este álbum, lo que te parezca que pueda funcionar, es todo tuyo y hazlo como quieras, la versión que quieras.” Bueno, yo estaba como loca, ¡imagínate! Es una edición que llama “Música de Buenos Aires”. Y entre eso, la primera que seleccioné para clavecín, porque me dije que encajaba, es «Onda 9».
Clara Stern
Clara Stern es una joven bandoneonista mexicana que desde pequeña estudió música, en su adolescencia quedó impresionada con la música de Piazzola y le compraron un bandoneón. Continuó con sus estudios en letras y traducción; y hace unos años, decidió darle a la música un papel protagónico. Fue a estudiar a Argentina con la Orquesta Escuela Emilio Balcarce, enfocada en los estilos del tango desde Troilo hasta Piazzolla. De regreso a México ha trabajado con varias obras de Astor Piazzolla, recientemente ha grabado Decarísimo. Clara, ¿cómo tocas a Piazzolla?
El intérprete es como un traductor de la voz del compositor. Me gusta mucho pensar en eso cuando toco. En ese sentido, pienso en Astor Piazzolla como el modernizador del lenguaje del tango. Por eso creo que hay muchos jóvenes que se han acercado al tango en las últimas décadas. Me parece que eso es resultado de todos los puentes que él tendió con otros géneros y lenguajes, pues escribió fugas, incorporó la guitarra eléctrica, el saxofón y la improvisación al tango. Y nunca, como él bien lo dice, nunca olvidando la esencia tanguera. Eso es lo que rebasa la discusión en torno a él, porque hay que verlo como un compositor contemporáneo. Y siento que, a veces, se olvida que el instrumento de Piazzolla pertenece a una cultura, una tradición y un género.
Ese entender la tradición, ¿cómo ha sido en tu proceso?
Ese es un tema fascinante, ahora que por primera vez estoy tocando los Quintetos de Piazzolla tal cual los escribió, que para muchos eso parece ya superado y no hay razón para volver a hacerlo, pero creo sólo haciéndolo se sabe para qué hacerlo. Es una experiencia increíble poder ser ese vehículo, que esa energía pase por ti. En mi caso, fue hasta que estuve en Argentina, durante mi estancia en la Orquesta Escuela Emilio Balcarce —fundada hace dos décadas justamente con el objetivo de transmitir a los jóvenes lo que no está escrito. Porque hay algo entre lo que está escrito y cómo se oye. Por ejemplo, últimamente he estado leyendo la partitura de «La Camorra», una pieza de él que casi nadie toca. Yo quiero tocarla, pero la quiero hacer como la hacía Piazzolla, incluso hasta hice una publicación en mis redes sociales de mis garabatos sobre la partitura porque de una nota a otra, ¡Piazzolla toca 16 notas! Él toca, sube, baja, brinca, corta y llega a la nota de destino. Pero en la partitura, sólo está la nota de la que partes y la nota a la que vas a llegar.
En esta fecha conmemorativa, ¿te ha llegado algo nuevo de Piazzolla?
Yo tuve oportunidad de tocar una vez el Concierto para bandoneón y guitarra con la Orquesta del IPN, pero a mí, personalmente, me gustaría incursionar un poco más en las otras cosas que hizo como “Aconcahua”, la cosas que hizo para gran formato. Con el centenario, confieso, me pregunté ¿qué es lo que escribió Astor para bandoneón solo? Además de Pedro y Pedro. Sí conozco arreglos que hizo para otros, pero sigo en este proceso para descubrirlo. El otro pensamiento que tengo en este centenario, es lo que hizo Piazzolla con su propia orquesta típica, la Orquesta del 46, poca gente sabe que él tuvo una orquesta típica y escribió para esa formación.
Héctor Iván González
Para Héctor Iván González la música y el cine, además de la literatura, han sido personajes protagónicos e inspiración de varios de sus escritos y ensayos. Desde hace varios años, tiene un gran aprecio de la obra de Astor Piazzolla. ¿Qué es lo que reflexionas sobre la obra de este compositor?
A partir de que es un gran admirador de Stravinski, de George Gershwin, Charlie Parker, Piazzolla empieza a complejizar el tango. Pareciera que, durante muchos años, él estuvo haciendo algo que se adelantaba a su época, por ser la fusión de varios géneros. Por ser la fusión del jazz, de la música clásica, del barroco, de la música de cámara. Hay mucho de Bach en sus piezas. Incluso le dicen que toca mejor a Bach en su bandoneón que los tangos. Se lo dice Gardel porque se encuentran en 1934. De hecho, Gardel quiere integrarlo a su grupo en la gira donde muere en el accidente aéreo, pero es su padre el que no permite que Astor se vaya. Todo ese conocimiento lo van haciendo muy exigente con su música; es alguien que está buscando romper con las estructuras.
Él desde el año 1942 tiene la posibilidad de hacer algunos arreglos con la orquesta de Aníbal Troilo, que no siempre eran bien vistos por la gente de la vieja guardia que esperaba ir a bailar un tango con pases muy previsibles, que esperaban, digamos, un tango más convencional. En su orquesta del 46 tiene propiamente un espacio para ser más o menos lo que quiere, y ahí genera un gran rechazo de muchos que esperaban una velada de baile.
Tenía mucho de orquestal y de pronto sí se nota un plan deliberado por hacer del tango algo más excitante con nuevas armonizaciones. Incluyendo percusiones —puesto que el tango no tiene percusiones. Los años sesenta y los setenta, son para Piazzolla años de muchas peleas, incluso en 1973 le da un ataque cardíaco, por la presión, era un hombre muy contestatario ante la virulencia que tenían contra él y ante la incomprensión que generaba.
Sus últimos conciertos, sobre todo a finales de los setentas y ochentas, son su gran consagración. Ya es el autor celebrado por Stan Getz, celebrado por Gerry Mulligan, celebrado y compartido el escenario con Gary Burton, vibrafonista. Poco a poco se le ha ido entendiendo a Piazzolla, a partir de que hemos dejado de creer que es un tanguero, uno más, digamos. Y que tiene un género nuevo al que llamaba “el nuevo tango de Argentina”. Él decía: “A lo mejor no es tango, pero sí es argentino.”
Estaba obsesionado por tener la recepción y la aceptación de sus compatriotas, no siempre lo entendieron. Yo creo que no es que no les gustara, es que no tenían los recursos estéticos para entenderlo. A finales de los ochenta y de los noventa, cuando fallece, ya tiene un público vasto constituido mucho por intelectuales, por gente del jazz, por artistas plásticos, por artistas de la dramaturgia, por cineastas. Y poco a poco empieza a captar una creciente aceptación mundial.
¿Cómo entiendes el desarrollo musical de Piazzolla durante sus años en el ecléctico Nueva York, cuna de muchas fusiones?
Hay algo que se ven todos los artistas vanguardistas o sobre todos los artistas que están marcados por el cubismo, que es romper con las estructuras preestablecidas, romper el centro como lo escuchamos en «La Consagración de la Primavera» de Stravinski o también en «La rapsodia triste» de Gershwin: Parecería que estamos en la misma ciudad o en una guerra salvaje, apelado un arquetipo musical.
Creo que eso es lo que buscaba Piazzolla, darle una sola voz a ese arquetipo que era Buenos Aires, en las noches, en la madrugada, en la nostalgia, en la soledad. Y así lo vuelve prácticamente universal para todos nosotros.
¿Cómo entiendes la relación de Piazzolla con Bach y el tango?
En la anécdota con Nadia Boulanger —la maestra de Stravinski y de Glenn Gould—, él toca «Triunfal». Boulanger le enseña a armonizar con las cantatas de Bach. Hay piezas que suenan mucho a Bach y no olvidemos que el origen del bandoneón, inventado en 1854 en Alemania, era suplir al órgano y Bach fue uno de los grandes organistas. El contrapunto de Bach está en varias composiciones de Piazzolla. A eso agrego la implosión del tango, que lo hace una cubetada de agua con gotas de muchos colores. Así que además de Bach, la implosión y las rupturas de la vanguardia, Piazzolla aporta la sensación adusta, de la pérdida, incluso el llanto de arrabal tanguero, como dirían algunos. Ernesto Sábato decía: «Un pensamiento triste que se baila».
¿Crees que sea ese origen arrabalero del tango y del jazz, que respiró Piazzolla entre Nueva York y Argentina, lo que le permitió mezclar a tantos referentes sin ningún reparo?
En las cuatro conferencias que dictó Borges sobre el tango, que a veces se pierde un poco en la figura del compadrito o el gaucho, dice algo muy interesante: Son estas casas de las orillas de marginalida0d. Y Ted Gioia en su Historia del jazz, dice que el jazz se toca en los burdeles. Así que el tango y el jazz tiene esas libertades. No era bien visto que una mujer bailara tango en una casa, porque si lo sabía es porque lo había aprendido en una “casa mala”. Así que el jazz y el tango se aprendían tocando sobre la marcha, es decir, no eran músicos de academia. En ese sentido la diferencia con Piazzolla es que sí sabía leer música. Hay una anécdota, Piazzolla era amigo de un extraordinario pianista como Orlando Goñi, que le ayuda a entrar a la orquesta de Troilo, pero no estaba interesado en la tradición musical ni en aprender de otras músicas. Eso desesperaba mucho a Piazzolla, quien siguió el consejo de Ginestera de profundizar en la cultura, la historia y la literatura porque la música es totalizante. De hecho, su primera esposa Dedé Wolff, quien pintaba, es la que acompaña a Piazzolla cuando se va a París en 1954. Ella le explica a Picasso, a Kandisnky, a Giacometti. Toda esta riqueza te habla del contraste con los otros músicos que no iban por más. De hecho, cuando trabaja con el gran saxofonista de jazz, Gerry Mulligan, tienen una pequeña discusión porque éste le pedía que no le escribiera tantas notas. Piazzolla se desesperaba con los que no leían partitura.
Algo poco conocido de la obra de Piazzola es la música que escribió para cine.
¡Claro! Hay muchísimas cosas, sobre todo estas piezas de directores argentinos, chilenos y uruguayos. Fue muy convocado. De hecho, la actriz Jeanne Moreau le pidió un tema para la película francesa Lumiére (1976) que ella dirigió, y Piazzolla le manda «Soledad». ¡Gran tema! Otra cinta es Pulsations del uruguayo Carlos Páez Vilaró, que tiene los temas Pulsación I, II, IV y V. y Bertolucci lo invitó para hacer la música de El último tango en París. No se ponen de acuerdo, la película ya estaba con Schneider y Brando. Hay dos versiones, una que no llegaron a un acuerdo económico y otra que no coincidieron en las agendas y la música de la película la termina haciendo Gato Barbieri (1932-2016). No le gustó a Piazzolla lo que hizo Barbieri y respondió con los temas Paul et Jeanne (los nombres de los personajes de María Schneider y Marlon Brando) y otro que se llama «Antepenúltimo tango».
Ahora que mencionas a Borges, en 1965 apareció el disco El tango. Que reunió letras escritas por Borges y musicalizadas por Piazzolla. ¿Encuentras una relación entre Piazzolla y la literatura?
Me parece que el disco lo hacen muy rápido, y queda bien. Se conocen, Borges visita la casa de los Piazzolla, le gustaba cómo cantaba Dedé Wolff y dijo sobre la grabación: «Me hubiera gustado más que la grabación del disco fuera con la voz de esta chica». También tuvo contacto con Ernesto Sábato, hace algo sobre Héroes y tumbas. Tiene algo sobre Onetti, pero no sé si se conocen, hizo algo sobre El infierno tan temido. Piazzolla era un hombre muy culto, su hija Diana Piazzolla es poeta, tiene libros sobre su padre, pero también varios sobre poesía. A Piazzolla le atraía la poesía. Una vez él va a tocar a un manicomio y se le acercó un poeta loco Jacobo Fischman para preguntarle: –Usted ama a Bach? Y le respondió: –Sí. Y le dice Fischman: –El que ama a Bach, ama la muerte. Indudablemente Piazzolla era una persona que navegaba entre varios mares.
Imagen de portada: Astor Piazzolla en concierto en The North Sea Jazz Festival en la Haya, Países Bajos. Julio 12 de 1985. Fotografía de Paul Bergen para Getty Images. Tomada de: https://www.wrti.org/post/how-astor-piazzolla-revolutionized-tango