Mercedes Monmany, un panorama de las grandes obras literarias que reflejan la persecución judía y el Holocausto

La crítica literaria revisa la obra de algunas escritoras y escritores que murieron víctimas de este régimen así como a algunos autores que en el siglo XXI han creado obras que describen esta persecución

Huemanzin Rodríguez / Ciudad de México

Cuando se piensa en el Holocausto, las referencias literarias inmediatas son el Diario de Ana Frank (1929-1945), adolescente judía que vivió en Ámsterdam; y la obra de Primo Levi (1919-1987), escritor judío sefardí italiano, que sobrevivió a los campos de concentración. Pero la persecución nazi en Europa y el estalinismo en la URRS, dejaron huecos enormes en la historia de la literatura, con políticas antisemitas que van más allá del Holocausto. La crítica literaria Mercedes Monmany revisa la obra de algunas escritoras y escritores que murieron víctimas de estos regímenes autoritarios entre los años treinta y sesenta del siglo XX, así como a algunos autores que en el siglo XXI han creado obras que describen esta persecución.  

«Muchos textos quedan abandonados, el diario de Ana Frank fue rescatado por su padre. El diario de Etty Hillesum (1914-1943) fue encontrado mucho tiempo después. A partir de los años setenta va apareciendo todo un circuito, es impresionante, porque la guerra acaba en el 45. En ese período los historiadores y los filósofos empiezan a estudiar eso como algo separado, porque antes se englobaba como parte de las víctimas de la Segunda Guerra Mundial. En los años noventa empiezan a aparecer textos de Gertrud Kolmar (1894-1943) —la escritora que yo incluyo en mi libro Ya sabes que volveré (Galaxia Gutenberg, 2017) —, detrás de sus poemas está toda su historia de reclusión dentro de Berlín, las casas donde los nazis concentraban a todos los judíos. Recuperar una obra literaria, significa recuperar todas las vivencias y las experiencias de esa pobre gente. Luego, a comienzos de este siglo, yo diría que es el gran boom. Llevamos veinte años, quizás, en los que han aparecido muchísimos textos interesantes.»

En la obra de Primo Levi hay testimonio, emoción y una propuesta intelectual. ¿Qué otros autores proponen con su obra una literatura y una reflexión?  

Dentro del género de la reflexión y de enfrentarse de una forma muy descarnada, sin engaños de ninguna clase, está Imre Kertész (1929-2016). Hasta el año 1975 en la Hungría comunista, aparece su libro Sin destino, que son las memorias de niño-adolescente en Auschwitz. Su obra empieza a llegar a los países del “mundo libre”, los países occidentales, a finales del siglo en los años noventa. Y cuando le dan el Premio Nobel en 2002, Imre Kertész, queda reconocido como uno de los más importantes pensadores de todo el Holocausto.

También está Hannah Arendt (1906-1975), que ella no sufre el Holocausto, ella se va a América mucho antes con su madre, en el comienzo del nazismo logra salir de Francia hacia Estados Unidos. Ha sido un proceso curioso, a donde quiero llegar es, que siguen saliendo anualmente una cantidad de buenos libros que tocan el tema.

De los escritores que no vivieron la persecución ni el Holocausto, ¿quiénes han escrito una obra sobre el tema en un gran nivel literario?

Hay un escritor francés Éric Vuillard (1968), que ganó el Premio Goncourt con La orden del día, publicado en español en Tusquets. Es un relato brutal y descarnado del momento de la anexión de Austria, cuando el 98% de los austriacos votaron a favor de anexarse a la Alemania de Hitler. Cuenta todo lo que rodeó al hecho, miles de judíos se suicidaron, miles que para la prensa de la época fueron registrados con el cruel eufemismo «fallecido de muerte natural».

Luego, hay otro autor fantástico también francés, Hubert Mingarelli (1956-2020), aunque si apellido sea italiano, él es francés. De él podemos leer en español la novela Una comida en invierno publicada en Siruela. Su concisión del lenguaje es tremenda, narra de forma estremecedora, yo diría que es un pequeño libro a lo Albert Camus. Con un problema existencial de un grupo de soldados alemanes que persiguen hasta atrapar a un judío en el bosque en medio de la nieve. El lector no sabe qué pasará con este judío que los soldados llevan consigo atravesando la nieve. La resolución es tremenda, en esa novela se lee todo eso que hay hubo en esos días: el suicidio, el descontrol, la persecución, la agresión del lenguaje, el fascismo, el nazismo, el asesinato de todas las personas a las que consideraban diferentes. Ahí está concentrado todo el nazismo en Austria de 1938, justo antes de la guerra. La novela de Mingarelli es una pequeña obra existencial, como la de Vuillard. Son obras con pocos personajes, pero ya con la problemática del mal, el conflicto filosófico, el desprecio y persecución del otro al que se considera no digno de pertenecer a los humanos, y por tanto se le puede matar como a un animal.

Ya quedan pocos testigos del Holocausto, poco a poco los importantes escritores que vivieron esos tiempos han muerto, como la polaca Ida Fink (1921-2011) y el mismo Imre Kertész.

Así es, para mí de las últimas grandes maestras es Ida Fink. Han ido muriendo los sobrevivientes del Holocausto y ahora quedan historiadores muy buenos que cada vez más profundizan en el tema, de forma ética y moral, con una perspectiva teológica, filosófica, historiográfica, que entregan libros no literarios muy interesantes. Y otras personas que escriben ensayo, como yo, que soy crítica literaria y he ido leyendo y uniendo las obras literarias que, como en todos los géneros, las hay muy buenas, de calidad; y otras un poco más… digeribles, de cara a los no especialistas.

Esta experiencia que nos atañe a todos, así lo dijo Imre Kertész: “Olvídense ustedes de que este es un problema que nos atañe sólo a los judíos. Esto es un problema universal, el ser humano ha llegado a esto. Escogiendo distintas víctimas, distinto pueblo a masacrar, se puede llegar a un exterminio planificado fríamente.”

Yo creo que el siguiente paso, es que los buenos escritores lo traten con forma digna y minuciosa y con una gran altura literaria. A parte de ello yo espero que el siguiente paso, sea resolver los problemas del mundo, que no son nada simples. En el mundo hoy hay tendencia a los regímenes autoritarios, cuando hablamos de un régimen autoritario es cuando se señala a “otros que nos son de los tuyos”, ahí está el problema, cuando hacen una separación. A eso se refería Kertész.

Ojalá que, más allá de los libros, los responsables en educación enseñen esto en las escuelas, pues es algo que no podemos pasar por alto. Lamentablemente, hace unos días veía en una de las transmisiones de La Grande Librairie, que se puede seguir en su página de Facebook, donde entrevistaban a la ensayista Élisabeht Badinter —quien ha trabajado temas como la mujer y la maternidad—, ella que es judía dice que teme el Holocausto se olvide en las generaciones más jóvenes que sólo ven series en plataformas digitales, no podemos negar que en esas generaciones la lectura ha retrocedido. Y decía que uno de los principales problemas es que en Francia hay muchas escuelas de enseñanza media que, por el reclamo de algún padre o madre de un alumno, se ha dejado de enseñar sobre el Holocausto dentro de las asignaturas.

Eso también preocupó a Primo Levi, quien incluso ya muy mayor nunca dejó de dar charlas a jóvenes, porque pensaba que quienes no habían vivido eso, debían saber hasta dónde podía llegar la humanidad.

Es irónico que, por fortuna Franz Kafka (1883-1924) muriera joven, si no, estaríamos hablando de él como un escritor desaparecido en el Holocausto donde sí murieron sus hermanas.

Exacto, lo mismo podemos decir de Marcel Proust (1871-1922). Un poco ese es el sentido de mi libro Ya sabes que volveré. Tres grandes escritoras en Auschwitz: Irène Némirovsky, Gertrus Kolman y Etty Hillesum (Galaxia Gutemberg, 2017), porque no sabemos qué hubiera hecho Ana Frank. Ella quería ser periodista. Sabiendo el protagonismo que los judíos habían tenido en la academia, la cultural y el mundo intelectual en los países de Europa, aunque muchos lograron escapar buena parte fueron asesinados. Lo que Europa perdió ahí fue una parte importante de su futuro. Y lo que dices de Kafka es impresionante, a él lo salva morir por una enfermedad. Su novia Milena muere en un campo de concentración, ella es una figura muy importante, ella fue una mujer muy valiente en su época, ella no era judía, pero era opositora a lo que pasaba en su tiempo. Trabajo ahora en lo que quiero sea un libro sobre ella. Es conmovedor cuando lees las biografías de personas como ellas. Por ejemplo, cuando lees los diarios de las protagonistas de mi libro, ellas tenían la percepción de que eso acabaría pronto y que escribir era la forma de dejar un testimonio de lo que pasaba. Y además pensaban que no debía hacerse con odio, eso era lo que podía separarles de sus verdugos.

Esos diarios no son un legado para la comunidad judía, es un legado para la humanidad, son lecturas muy fuertes y tal vez por eso en esta época de evasiones se han dejado de lado. Pero hay que ser fuerte y leer esos testimonios.

Cuando hablamos del Holocausto, pareciera que todo empieza y acaba con el régimen Nazi, pero esa persecución a intelectuales y escritores judíos pasó en toda Europa, como también pasó en la Unión Soviética. Ahí están las muertes de Ósip Mandelshtam (1891-1938) y Boris Pilniak (1894-1938).

Tienes toda la razón, en mi libro Por las fronteras de Europa. Un viaje por la narrativa de los siglos XX y XXI (Galaxia Gutenberg, 2015), por el que conversamos en su momento, recordarás lo menciono en el capítulo donde hablo de Vassily Grossman (1905-1964), hubo un antisemitismo de Estado. Stalin y sus altos burócratas, muchos de ellos judíos que se callaban para evitar el fusilamiento, impusieron políticas antisemitas. Ilyá Ehrenburg y Grossman quedan en la mira de Stalin cuando editan El libro negro, que es atroz. Un libro que habla de la persecución y asesinato a judíos en Ucrania, cuando comienza todo. Cuando mataban con balas porque todavía no tenían las sofisticadas cámaras de gas. Este libro propiciado por Albert Einstein, cuando ya estaba en América. Ehrenburg y Grossman recorren Ucrania, los países Bálticos y otras regiones para recoger los testimonios de las matanzas de las tropas alemanas con la ayuda de las poblaciones locales. El libro es publicado en 1946, se lee en todo el mundo, pero no se publicó en la URSS, Stalin lo prohíbe bajo la justificación de no privilegiar a unas víctimas sobre otras. Esa fue una consigna del estalinismo que llegó a zonas como Italia. El libro Si esto es un hombre de Primo Levi, tarda diez años de publicarse en la editorial Einaudi, entonces controlada por el partido comunista italiano. Porque se debía privilegiar la lucha comunista, a las víctimas del antifascismo, sosteniendo que era la mayoría comunistas, cosa que es una mentira. Al terminar la Guerra Mundial, en cada país hubo una lucha entre los resistentes que pertenecían a los partidos comunistas, controlados por Stalin y los demócratas; hasta que con la cortina de acero se impone la doctrina socialista-comunista. Es increíble, mucha gente que había luchado en la resistencia, como no era comunistas o eran críticos a los regímenes comunistas, fueron encarcelados o fusilados.

Así que la literatura rusa sufre primero el zarpazo de las políticas antisemitas desde el Kremlin. Poco antes de morir, Stalin hace una persecución que conocemos como La noche de los poetas, donde se persiguió a escritores en lengua yiddish del 12 al 13 de agosto de 1952. Y El complot de los médicos judíos rusos, se inventa que había un complot y los fusila a inicios de 1953. Stalin muere en marzo de 1953, así que podemos decir que muere matando judíos.  

En La noche de los poetas, el pretexto fue que esa comunidad pequeña que no se integraba a la revolución soviética, era un peligro. Ahora mismo estoy leyendo este libro: Los archivos literarios de la KGB: Bábel, Bulgakov, Mandelstam, Pilniak, Platónov, Gorki (Anaya y Mario Muchnik, 1994) de Vitali Chentalisnki. Los interrogatorios son espeluznantes. Y lo leo porque estoy escribiendo el prólogo de un libro de cuentos de Boris Pilniak, fusilado en 1938. Un escritor impresionante que, gracias a Sergio Pitol, fue divulgado en habla hispana. Pitol traduce Caoba para Anagrama.

Esto que dices es muy importante, porque los soviéticos matan a Ósip Mandelshtam, ¡el gran poeta del siglo! Se dice Anna Ajmátova (1889-1966), pero para muchos Mandelstam es el más grande. Fusilan a Pilniak. Fusilan al que es para mí uno de los más grandes escritores del siglo XX que es Isaak Bábel (1894-1940). Fue un exterminio en toda regla.

Tuve un amigo en común con Claudio Magris, el escritor croata Predrag Matvejević (1932-2017) autor de Breviario Mediterráneo. Predreg era hijo de padre ruso, profesor de literaturas eslavas, cuando la Guerra de los Balcanes se exilia y dio clases de letras eslavas en Francia y Roma. Él me decía: “Ustedes siempre hablan de la Generación del 27 y el asesinato de Lorca. Pero en Rusia lo que ocurrió, es como si hubieran matado a toda la Generación del 27.” Es impresionante. La lista es inmensa: los fusilados, los que enviaron a Siberia, las deportaciones. La crueldad entre nazis y soviéticos te deja sin palabras. Porque estamos hablando de los muertos, pero imagínate los que quedaron vivos. Muchos escritores no pudieron publicar, tenían que pasar los filtros de la Asociación de Escritores Soviéticos. Es lo que le pasa a Mijaíl Bulgákov (1891-1940), lo dejan vivo a cambio de que no escribiera. Así como Europa acabó con parte de su futuro, la URSS dejó un hueco profundo en la historia de la literatura rusa y en las vanguardias artísticas que estaban influyendo en todo el mundo.

Imagen de portada tomada de: mariocornejocuevas.wordpress