Verónica Gerber Bicecci: «Descalzos los pies…»

Cristina Rivera Garza, sobre la muestra de la artista visual que actualmente se puede recorrer, de manera virtual, en la galería Proyectos Monclova

Por Cristina Rivera Garza

1. Nada se esconde aquí. Aquí, como desaconsejaban los autores de Gran Literatura del Siglo XX, todo se muestra, sobre todo las costuras. Nada de lo que vemos es resultado del genio individual, misterioso e inexplicable, de la autora, sino producto del trabajo de investigación y selección de los materiales de un mundo que compartimos. Están aquí, todos esos materiales, menos para reconocernos y más porque nos reconocemos en ellos. Esto es una conversación o una interacción, un happening apenas esbozado por la serie de decisiones de las que, sin embargo, la autora se vuelve absolutamente responsable. La experiencia es nuestra. La responsabilidad y la implicación nos pertenecen.

2. Lo contrario al concepto imperialista de dar la voz es mostrar la serie de voces que ya existen. Aún más: producir la operación de escucha que permite que esas voces reales y concretas encuentren los oídos de otros. Re-escribir nunca es una práctica inocente. El que re-escribe desata la tradición que el desastre insuperable ha vuelto invisible o muda. El que re-escribe desencadena. Destraba. E invoca, menos a los fantasmas del pasado, y más a las continuidades que, desde el pasado, fraguan una práctica de resistencia y desacato con el presente.

3. Habría que aceptar, en palabras de José Revueltas, que nuestros pasos van sobre las huellas que han dejado otros. Esas marcas sobre la superficie de la tierra, que denotan la ausencia de otros más, forman parte de la primera gran pregunta en tanto cuerpos: ¿por qué no están aquí ya? ¿Por qué estamos nosotros en su lugar? ¿En lugar de quién estoy yo aquí? ¿Con quién comparto mi existencia en este punto del universo? Atender a estas preguntas nos conduce a conceptos de territorio, y de escritura, que incluyen los sedimentos del suelo y del aire, y la presencia humana y no-humana entre ellos.

4. Las conjugaciones en futuro de los verbos en La compañía, y las visitaciones de un mundo por venir en los haikús con los que Gerber Bicecci re-escribe los originales de José Juan Tablada, incluidas las imágenes intervenidas de la vida en la Tierra que se enviaron al espacio en el Disco de Oro en la sonda Voyager en 1977, son indicaciones de que la activación del archivo no solo se mueve hacia el pasado, también alcanza a las especulaciones del futuro donde gravita, amenazante y probable, más que posible, el terricidio y la hecatombe climática. 

5. Lo que tenemos frente a nosotros no es una ruina, si por ello entendemos como Gustavo Gordillo sugiere “objetos muertos de un pasado muerto”, sino escombro: esa materia todavía más alejada de la forma, e intrínseca a todo terreno habitable, que resulta de la destrucción del espacio, pero sin caer en el hechizo homogeneizante del pasado y el efecto fetichizante en el presente.

6. Sergio Villalobos-Ruminott argumenta que la soberanía y la acumulación escriben sobre la tierra, pero no directa sino heterográficamente. Se trata de un “secreto tatuaje” donde queda huella “del impacto material de los cuerpos en su disposición sobre el territorio”. No hay manera de descifrar ese tatuaje, que compartimos todos y nos marca por igual, sin desenterrar los procesos de la acumulación del capital y sus aliados: el heteropatriarcado y el racismo. Si lo que nos interesa es la pregunta sobre la justicia, entonces hay que des-sedimentar los mitos de origen y los lenguajes de violencia con los que han sido articulados. 

«Re-escribir nunca es una práctica inocente. El que re-escribe desata la tradición que el desastre insuperable ha vuelto invisible o muda. El que re-escribe desencadena. Destraba. E invoca…»

7. Gerber Bicecci se plantea una y otra vez, en todas las traducciones posibles, incluyendo aquí la ejercida por el paso del tiempo y la atracción del espacio, la pregunta sobre la acumulación. Y el resultado no solo es el desciframiento colectivo de ese tatuaje secreto con que nos ha marcado la explotación y la rapiña, sino también algo más. Nos devuelve nuestro rostro y nuestro cuerpo, junto con los rostros y cuerpos de otros, multiplicados como potencia.


8. Del estrato de los planetas, a la infinitésima existencia del microbio o la bacteria, pasando por la escala del cuerpo humano, Gerber Bicecci no nos permite olvidar el presente, el momento en que se generan los mensajes del oráculo y el momento, luego entonces, del peligro develado. Si hemos de creerle a los designios de La máquina distópica, en el año de 2176, con un 84% de contaminación y con 1x de sustitución de trabajo humano, el futuro nos depara lo siguiente: “Descalzos los pies, los campos en ellos, sentiré el acreedor de la tierra en mis plantas desnudas”. Aquí estamos. Esto es lo que compartimos. Este es nuestro abismo.

Este texto ha sido reproducido íntegramente con autorización de la galería Proyectos Monclova. Si deseas acceder a más imágenes de la muestra, puedes entrar directamente a su página: http://proyectosmonclova.com/

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Imagen de portada: La compañía (detalle) / Proyectos Monclova