Los clásicos contemporáneos como una apuesta para el mundo editorial durante la pandemia

Perla ediciones trae, en nuevas traducciones al español, las obras de celebrados autores que han quedado rezagados del mundo editorial

Huemanzin Rodríguez / Ciudad de México

El mundo editorial no ha quedado exento del impacto de la pandemia. Como parte de la estrategia para el 2021, varias editoriales han apostado por dos campos: los libros clásicos y los autores con reconocimiento mundial. Esta política responde a las formas en que ha reaccionado el mercado durante este año de covid-19. ¿Será que, en los momentos de incertidumbre, volvemos a aquello que aún tiene algo que decirnos? Para Wendolín Perla, traductora y editora, con una trayectoria de muchos años en grandes sellos trasnacionales, la respuesta está en los libros clásicos. Eso la llevo a fundar Perla Ediciones, una editorial nueva e independiente que, aunque constituida hace un año, fue a finales del 2020 cuando lanzó al mercado sus primeros cuatro títulos, en una apuesta que hoy los grandes sellos también asumen.

¿Por qué los clásicos?

Aquí hay que citar a Italo Calvino, cuando pienso en un clásico mi mente vuela y se incrusta en Por qué leer los clásicos (Tusquets, 1992), donde en realidad la respuesta es casi intuitiva o la tenemos bastante asimilada, quizá no lo decimos de forma explícita. Un clásico es algo que, sin importarte cuándo fue escrito, sigue resonando en la mente de los lectores. Es algo que no pierde vigencia, simplemente hay que leerlo desde otro punto de vista y reinterpretarlo, porque sigue siendo crucial para consolidar nuestro imaginario y el mundo en que operamos. Y con una mirada humorística me remito a G. K. Chesterton, un clásico es el libro cuyo título puedes decir sin pensarlo dos segundos —salvo algunos presidentes. En ese sentido, también un clásico es un libro que podemos citar de memoria porque nos forzaron a leerlo en la secundaria y la prepa, si en la universidad seguías sintiendo eso, es que tomaste una mala decisión.

También pienso que no hay mejor forma de alejarte de la lectura que cuando la sientes más como una obligación más que como un acto de curiosidad. Jorge Luis Borges decía: «No leas lo que no te gusta, no es una obligación». Estoy completamente de acuerdo con eso.

Si me permites una nota personal, yo soy una lectora muy tardía, mis padres no solían leer, así que no crecí en una casa rodeada de libros. Mi primera aproximación a la lectura fue en la escuela y nada nunca hizo clic en mi cabeza, hasta que comencé la universidad. Porque nunca tuve maestros, tanto en la secundaria como en la prepa, que pudieran acercarme, invitarme, fomentarme la curiosidad por leer. Por eso creo que, más que por educación, la lectura llega por curiosidad. Cuando llegas a la lectura, no puedes renunciar a ella, a lo que te genera, a lo que te da, no puedes dejar ese placer y la experiencia lectora. Y yo sí creo que es muy importante que aprendamos a guiar a las generaciones jóvenes para que vean a la lectura como un disfrute y se acerquen cuando se sientan listos. Y si algo no les termina de convencer, hay que ofrecer razones para intentarlo, más que la obligación de hacerlo. No sé nada de pedagogía, pero eso es lo que pienso a partir de mi experiencia propia.

Los primeros cinco libros que edita Perla Ediciones son muy bellos y de autores de culto, ¿por qué estos clásicos contemporáneos?

A mí me interesan muchísimo los clásicos contemporáneos, me gusta la idea de hacer un “rescate” de ellos. Y por clásicos contemporáneos me refiero a algo técnico que podría ser poco atractivo, pero que es real, libros que no están libres de derechos, son libros por los que hay que pagar regalías de una u otra manera. En la colección de Perla Ediciones tenemos Nuevas noches árabes, de Robert Louis Stevenson (1850-1894), evidentemente ese libro, como todos los de Stevenson, libres de derechos, pero cuando estás frente a un texto, tienes la posibilidad de revestirlo y de ofrecerlo a los lectores en las mejores condiciones. Por eso me parecía urgente rescatar el prólogo de la biblioteca personal de Jorge Luis Borges, y sumar un texto que descubrí hace no mucho de Cesare Pavese, que sirve muy bien como epílogo para este libro de Stevenson. Todas las herramientas con las que dispones las tienes que poner en la causa del lector porque para mí, por encima de toda la cadena editorial, incluido el autor, siempre será el lector. Y como estos títulos que tenemos en la colección de Perla ediciones no apelan a un público masivo, sé que le estoy hablando a un lector que sabrá responder con relación a lo que yo le estoy ofreciendo. Así que, por primera vez, en un libro tendremos a Stevenson, Borges y Pavese. Por eso también proponemos La casa de las almas, de Arthur Machen con prólogo de Guillermo del Toro; o El hombre que perdió su sombra, de Adelbert von Chamisso con epílogo de Thomas Mann; o la versión de Arthur Waley del Rey Mono traducida por primera vez al español; o La hija del rey del país de los elfos de Lord Dunsany —una novela que hace mucho no se editaba en español­—, con prólogo de Niel Gaiman.

Cuando me refiero a la edición de clásicos contemporáneos, se trata de hablarle a lectores que ya saben de qué les estoy hablando sin necesidad de explicarles de qué va el proyecto de Perla Ediciones, se trata de abrirle el apetito a quienes aún no tienen la necesidad de la lectura u ofrecerles a quienes quieren empezar, pero no saben por dónde, un inicio. Al final, ha cuajado la colección que, como decía Ursula K. Le Guin sobre la ciencia ficción: «Es un experimento el pensamiento.», así también es la edición.

¿Cómo conectar con diferentes públicos a través de clásicos contemporáneos y, al mismo tiempo, participar de las dinámicas y que tiene una industria editorial?

Ahora hemos negociado créditos con la parte más costosa que es el papelero y el impresor, y junto con mis inversoras ha sido posible levantar un proyecto como Perla Ediciones con estos títulos. Tenemos ya otros cuatro títulos cerrados: Mitología. Todos los relatos griegos, latinos y nórdicos, de Edith Hamilton; Los mejores relatos de crimen y suspenso, de Alfred Hitchcock; La casa de nuestra madre, de Julian Gloag; y El valle de los perdidos y otros relatos alucinantes, de Algernon Blackwood. Y eso no lo podremos imprimir hasta saldar nuestras deudas, que espero sea relativamente pronto.

En principio, creo que es importante ser paciente y aprender a relativizar lo necesario, entender el negocio para no perder la cabeza. Después de muchos años que trabajé en una transnacional enorme, donde hay ventas súper importantes, en donde tuve la oportunidad de aprender tanto y crecer tanto, me permite saber qué puedo esperar de este producto puesto en el mercado, hacer presupuestos y prospectivas para lograr objetivos. Puedo hacer el libro que quieras y disfrutarlo, pero esto que hago en Perla Ediciones es lo que me resulta personal. Creo que el secreto no es buscar bestsellers, como sí lo es crear catálogo, porque los primeros años son económicamente duros, esto que hacemos hoy es capital cultural.

La traducción de La hija del rey del país de los elfos y Rey Mono son tuyas, las tenías listas en 2019 y eso fue lo que impulsó que naciera esta editorial en plena pandemia. ¿Por qué una nueva editorial con clásicos contemporáneos en medio de la crisis?

Creo que la pandemia nos ha obligado a replantearnos nuestra relación con la cultura, con la forma en la que consumimos cultura. Ha habido mucha gente que me ha apoyado para que nazca esta editorial. Si me preguntas ¿por qué una editorial nueva en medio de la pandemia? Yo respondo: ¿Y por qué no? Tenemos que hacer que el mundo se mueva, aunque la pandemia cambie nuestra vida, esta seguirá; y yo no sé cómo podemos seguir adelante sin poder hacer aquello que nos hace felices. Tengo una parte romántica, una pragmática y otra financiera.

Hay algo que no puedo soslayar, mi trabajo en Pinguin Random House fue hacer la colección de bolsillo que apuesta a la construcción de un catálogo porque el mercado editorial sólo tiene una constante: la incertidumbre. La pandemia era la única posibilidad que no imaginé, pero sí las otras en las que este proyecto podía fracasar. Los editores sabemos que tenemos que aspirar a construir un fondo editorial que te permita, el día de mañana con varios títulos en la calle, no estar supeditados a que tus novedades (eso que publicas en México durante 18 meses y en otros países durante un año) funcionen. Necesitas un fondo editorial que se sostenga a la postre y que a la larga te permita garantizar que el 50 o 60% de las ventas vengan del fondo editorial; después, el 40% restante es una sorpresa y es un volado.

Y en esa línea y esa lógica, pude ver que, en los grandes grupos editoriales, lo que se publica en colecciones como la Biblioteca Contemporánea, Ensayo o Penguin Clásicos —pese a toda la maquinaria brutal que se despliega para promover novedades—, sigue vendiéndose y funcionando. Por eso al salir de Penguin Random House, tuve la corazonada de que, si rescatábamos los títulos adecuados y les damos toda la atención que exige una novedad, los resultados pueden dar una sorpresa, especialmente si eres una editorial pequeña e independiente.

Por eso también apostamos por traducciones nuevas desde una perspectiva mexicana y latinoamericana, en un español neutral. Es verdad que es arriesgado hacer algo así, pero de tan arriesgado, tampoco puede salir tan mal. ¡Eso espero!

¿Cómo ha sido el diseño de tu catálogo?

Cuando quiero aprender, quiero ir hacia atrás, tengo muchas lagunas y prefiero irme hasta la Ilíada. En esos territorios es donde me refugio. Todo esto comenzó con mi obsesión por La hija del rey del país de los elfos de Lord Dansuny, es un libro con mucha poesía que me impresionaba no estuviera traducido al español. Sé que hubo una traducción española de Alfabia, ahora inconseguible. Sé que en Argentina se editó hace años —en Argentina se hacen libros preciosos— e, incluso, estuve buscando que lo editara Penguin Random House cuando trabajé ahí. Cuando renuncié a esa empresa no tenía nada que hacer y mientras encontraba hacer algo con mi vida, me senté a hacer la traducción de La hija del rey del país de los elfos, porque además de editora soy traductora. Otra cosa que me gusta es hacer esta “arqueología editorial” en donde buscas en todos lados algo que se relacione con lo que lees y ¡encontré el prólogo de Niel Gaiman! Así que hice toda la investigación al respecto sobre los derechos y con todo eso sumado a mi traducción, lo ofrecí a editoriales españolas, pero allá tienen prejuicio a las traducciones en español neutro, aunque nosotros sí tengamos que leer libros en su versión castellana. De manera simultánea, por otro lado, me pidieron la traducción de Rey Mono, que yo no conocía. Es de lo más hermosa la versión de Arthur Waley. Cuando se acerca la fecha de entrega de Rey Mono, veo atribulado y dudoso al editor que me la pidió. Así que, al no ser publicada, tuve el impulso para que naciera Perla Ediciones con estas dos obras. Después pensé en el canon de Borges, a quien sabes adoro, y el de Lovecraft —me gusta mucho más lo que Lovecraft dice sobre la obra de otros que su propia obra—, sobre cómo del gótico la literatura pasó a lo sobrenatural y ahí, Machen, Dunsany y Blackwood. Fue entonces que me puse a buscarlos y descubrí que nadie había publicado La casa de las almas, de Machen tal y como se publicó originalmente a principios del siglo pasado, y además hay un prólogo de Guillermo del Toro no publicado en español. Así que decidí editar la obra de Machen y Blackwood, autores antologados en todos lados pero ahora un poco rezagados.

Entonces sumé a otro autor que admiro, S. T. Joshi, biógrafo de Lovecraft, un gran académico. Entonces logré un par de epílogos de él, uno para La casa de las almas y otro para La hija del rey del país de los elfos. S.T. Joshi escribió un libro sobre Lord Dunsany, un autor muy ignorado por el círculo legitimador de la literatura, en gran medida porque su postura política no era la del círculo rojo de la Irlanda de su tiempo. Y además, porque era un varón, un personaje rico, al extremo de Arthur Mache que era un miserable; y se ha romantizado al artista pobre.

De Algernon Blackwood, la verdad yo quería publicar Los sauces, su relato más conocido y publicado. Pero después reflexioné que ya estaba muy publicado y que el resto de sus cuentos son geniales y poco conocidos. Y también encontré un texto de S.T. Joshi que puede funcionar muy bien con El valle perdido y otros relatos alucinantes. Ese es un libro que ya está hecho y que pronto publicaremos, así como Los mejores relatos de crimen y suspenso de Alfred Hitchcock —una antología de lo mejor de la revista Crime and suspense, según Hitchcock— y La casa de nuestra madre, de Julian Gloag, no te lo pierdas, es un libro desconocido, una rareza. Yo conocí ese libro por la película homónima de 1967 de Jack Clayton, con Dirk Bogarde en el protagónico. Cuando vi la película me pareció increíble porque te transmite una atmósfera como la de Otra vuelta de tuerca de Henry James. Descubrí que la película se basa en una novela, que conseguí después y que no está disponible en español en ningún lado. Esta novela tiene ciertas reminiscencias a El señor de las moscas de William Golding. Y, por último, en esa segunda tanda de libros por venir estará también Mitología. Todos los relatos griegos, latinos y nórdicos, de Edith Hamilton. Un libro maravilloso porque todo, absolutamente todo, viene de los mitos. Según lo que conozco, el mejor libro de divulgación de la mitología, es el de Hamilton y no estaba editado en español. Y ya tengo una listo de ocho libros más, pero hay que ser pacientes. Además, los libros que a mí me interesa publicar no se los están peleando los grandes sellos editoriales.

La verdad, el catálogo viene mucho de lo que te gusta, de los clásicos, y de qué manera puedes transmitir a lectores toda esa emoción y ese amor que te provocan estos libros a través de la edición.