¿Cómo vamos a recuperar el tacto entre nosotros?, ¿cómo vamos a recuperar esos espacios que entregamos por la salud de todos? Se pregunta el equipo de Dérive Lab, un laboratorio de ideas que reflexiona sobre la ciudad y que cree que mantenernos juntos como masa crítica es importante a la vuelta
Ciudad de México (N22/Ana León).- Escribe la escritora estadounidense Rebecca Solnit que caminar es, idealmente, un espacio en el cual la mente, el cuerpo y el mundo se alinean como si fueran tres personajes que por fin conversan. La conversación ahora es una serie de mensajes que no logran conectar con sus tres actores. La pandemia nos ha descolocado hasta en lo más básico: el caminar, el caminar en la ciudad, en nuestros barrios, en nuestro entorno inmediato. Y justo sobre este acto tan básico reflexiona el equipo de Dérive Lab, un laboratorio multidisciplinario, a través del proyecto Caminatas Interiores.
Sobre este proyecto, Francisco Paillie, uno de los integrantes base de este laboratorio de ideas, señala que «se ponen en crisis muchas ideas que teníamos preconfiguradas: ¿qué es la vida en la ciudad?, ¿cómo deberíamos vivir mejor?, si juntos estamos mejor o peor, si encontrándonos estamos más sanos o aumenta nuestra inseguridad.» Por estas razones, explica en una entrevista vía zoom –como sucede todo en estos días, desde lo digital–, «para nosotros una de las acciones que más sentimos hemos perdido y le daba mucho sentido a lo que nosotros hacemos en las ciudades, era caminar, ocupar el espacio de la ciudad con nuestros propios cuerpos. Porque de repente, pues está prohibido caminar.»
La cuestión en algunas partes del país no es tan extrema. En varias conferencias de prensa Hugo López-Gatell ha enfatizado que no se ejercerá la ley sobre los cuerpos para detener su tránsito por el espacio público, que se apela al entendimiento y a la razón. Pero en Querétaro, ciudad en la que habitan los integrantes de este equipo, el gobernador, Francisco Domínguez Servién, declaró en días pasados: «aplicaremos la ley, si la razón no se atiende.» ¿Y a qué se refería con eso? A que la policía del estado y de los municipios, podía hacer uso de sus facultades de verificación de medidas sanitarias. ¿Es decir?: «Si una persona es sorprendida en un desplazamiento no esencial e innecesario, será conminada por la policia y se registrará su actuar en una plataforma; si reincide, podrá hacerse acreedora a las máximas sanciones administrativas.» Y de repente, entonces, y contra toda ley, estaba prohibido caminar.
Caminatas Interiores es una serie sin fecha de caducidad que explora desde el arte, el paisaje sonoro de la urbe y la tecnología, esa idea de “andar juntos”. A través de Google Street View se hacen recorridos por calles de Querétaro, donde este equipo tiene su base, resignificando espacios ya conocidos. El proyecto que es un work in progress ya ha trascendido a otras geografías, pues la pandemia es mundial.
«Estamos en un buen momento de aprovecharnos de esa nostalgia y justo para no olvidarnos de todo eso que estamos dejando afuera. Porque siento que junto con la nostalgia también hay un peligro que está siendo exacerbado por los gobiernos, decir “el enemigo está afuera”, no podemos salir, no podemos encontrarnos. Creo que si permitimos que ese discurso vaya creciendo. para el tema de la vida pública es muy peligroso», comenta Ximena Ocampo, parte de este equipo fundador. Y complementa Jesús Ocampo, su hermano y también parte de este equipo base : «creo que parte del la inquietud de hacer este tipo de cosas, es apuntar o hacer visible lo que hemos otorgado en lo público por el bien de la seguridad individual. […] Lo que estamos haciendo son intentos de regresar a lo colectivo de la mejor manera que podamos, apelando a la nostalgia, a los espacios, no sólo a los espacios que perdimos, sino a la experiencia de depender de otros o de estar con otros.»
Francisco: «Un ejercicio digital de transgredir un poco y de transformar lo que entendemos por espacio público y demostrarnos que podríamos volver a encontrarnos con otros para volver a disfrutar la vida pública.»
Jesús: «Y caminar, al final, es un acto colectivo aunque estés caminando solo, al final estás compartiendo el espacio con todo el mundo.
Francisco aclara y describe, que el espacio público va más allá de lo público, que son los sonidos, la plaza, la cantera, los pasos, «volver a escuchar los pasos, es volver a escuchar tu cuerpo y tu propio ritmo. Volver a escuchar los pájaros que están en los árboles. El agua en una fuente que sigue corriendo a pesar de que todos estamos encerrados. Estimula mucho esa conversación, como dice Chucho, “todo lo que está allá afuera que no podemos soltar”, que somos nosotros al final como sociedad.»
Hay un mensaje claro, y un poco romántico, pensando que los habitantes de la ciudad estamos muy individualizados, que los ejercicios de los cuerpos que andan juntos en colectivo son pocos, pero el chiste, creo, es pensar ahora mismo desde el encierro, que no debemos perderlos y que debemos procurarlos.
«Sí nos podemos guardar, y esta es una situación, creemos nosotros, pasajera», apunta Francisco, «pero en eso pasajero no podemos olvidar que había un montón de otras cosas que ocurren en la ciudad. Afuera el mundo sigue ocurriendo. El ejercicio de caminar es una reconexión a la idea misma de la sociedad que ocurre a pesar de que no estamos en la calle.»
Les comento que me han mencionado, hasta este punto de la charla, tres cosas que me han llamado mucho la atención: lo colectivo, esta idea de que la vida no se detiene aunque nosotros estemos encerrados, de que sigue su curso; también, el peligro de pensar que el otro es el enemigo, o enfrentarnos al virus que es el enemigo invisible. Y que en este contexto, por una parte, está la idea de reconectar a través del espacio público, pero hay muchas cosas de la ciudad que no funcionaban desde antes y que también eran un peligro: dinámicas como sociedad o la misma infraestructura de la ciudad. ¿Qué cambiarían de lo que estaba antes que no debería continuar ahora que volvamos a las calles?, les pregunto.
Ximena contesta que en muchas ciudades, cosa que no pasa en México, lamentablemente, «se está aprovechando este momento de decir “necesitamos más espacio”, sobre todo en este rollo de la sana distancia, se está aprovechando esa idea para ampliar banquetas, construir ciclovías aunque sea temporales –que también ha habido mucha crítica–, pero creo que es una gran oportunidad para demostrar que la ciudad puede cambiar y que disfrute la calle de otra manera. Esto de las Caminatas Interiores, sí apela al romanticismo, a la idea romántica del caminar afuera en la ciudad. Brinda la oportunidad a cualquier persona que tenga una conexión a internet, a disfrutar la ciudad aunque no la haya disfrutado así nunca, por ejemplo, para una mujer. Creo que un siguiente paso sería ése, preguntarnos qué tendría que cambiar. Y, por lo menos, en nuestro caso, no hemos llegado a ese punto. Pero sí sería importante empezar a pensar qué cambiamos, qué sigue.»
Me dice Francisco que los primeros dos ejercicios de las Caminatas Interiores los hicieron con la galería Libertad en Querétaro. La primera se hizo a través de Google Street View y que aquí la mirada cambia por completo porque no es la perspectiva de un peatón sino la vista desde el arroyo vehicular; también están los sonidos de esa ciudad, el paisaje sonoro del lugar, y que cuando la ciudad está en silencio disfrutas otras cosas, algo que llama el paisaje social.
Junto a este proyecto de caminatas, y volviendo a si «el afuera» es seguro para todos y también del cambio en la condición que implica la “recomendación” de no salir a una prohibición de gobierno, surge “Mujeres caminando: lo que dejamos afuera”, proyecto de Ximena, que reúne las voces de mujeres de diferentes partes del mundo y sus experiencias en esas pequeñas salidas que ahora hacemos sólo para lo esencial.
De manera satelital, también, está el proyecto de Monumento, que se hace una pregunta importante: ¿para qué sirve el espacio público?, ¿para preservar los mitos a través de lo arquitectónico o para el ciudadano?, ¿por qué se construyen esos monumentos?
Aparentemente, el caminar, desde el interior, ha detonado otras varias preguntas que ahora se decantan en estos dos proyectos.
Volvemos a eso de qué de todo lo que ya no funcionaba podemos empezar a cambiar y Francisco me dice también que es interesante no pensar en la ciudad postpandemia, sino pensar en la ciudad desde antes que ya tenía varios problemas y que ahora nos estamos dando tiempo de notarlo: «no es la ciudad postapocalíptica, es la ciudad que ya traíamos.»
Vamos saltando en los temas y volvemos a la idea de Monumento que cuestiona para qué sirve el espacio público. Este equipo aprovecha el tiempo al interior para preguntarse qué hay al centro de los espacios públicos y en la lógica de parque, y me dicen que al centro siempre hay un hito militar o de la historia que determina de alguna forma a la sociedad que construye a su alrededor. Lo que debería haber al centro de los espacios públicos es algo no de forma, sino de fondo, entiendo, y la capacidad de seguir disfrutando del espacio público en colectivo. «¿Para qué levantamos estos espacios y por qué les ponemos un hito?»
Jesús recalca que ahí hay un aspecto importante y que tiene que ver con que la actual situación «desorientó por completo la percepción de lo público, lo privado, lo individual y lo colectivo.» Y que tienen que partir, para lograr entenderlo, de que el problema más grande es un problema económico y uno más, el ambiental, el mal manejo del medioambiente. Incluso, plantea, pensando justo en la razón y la vocación del espacio público, en la idea de repensar los monumentos. Me viene a la mente entonces el ejercicio de Eduardo Abaroa, artista plástico, en Obelisco roto portátil para mercados ambulantes (1991-1993), proyecto en el que esta escultura en el espacio público se insertaba en la realidad en donde se colocaba (mercados sobre ruedas), haciendo un comentario y una crítica de y sobre su entorno. «¿Y qué tal si los nuevos monumentos son filtros de agua?», bromea Jesús, pensando en que los nuevos monumentos tendrían que hacer referencia a algo a más grande escala que lo bélico o un personaje. Yo, por mi parte, pienso en la pregunta, ¿realmente necesitamos los monumentos?, pero no se las hago. Mientras, él refiere que pueden ser censores que nos ayuden a entender a una escala más grande cómo es el mundo.
La definición de espacio público tendría que volver a escribirse, pues ahora la pregunta es qué tan amplia es y qué es realmente lo compartido, volviendo al cuestionamiento que se hacían ellos un poco antes.
Escribió Pascal Quignard que en la caminata cada paso argumenta. En estas caminatas que suceden sin caminar, en lugar de argumentar, se pregunta, se cuestiona. Y las preguntas son varias y necesarias como ya se ve. Bien lo dice Francesco Careri, que no sólo es importante caminar –a propósito de su texto Pasear. Detenerse] y que esta dicotomía entre nomadismo y sedentarismo alude a que el detenerse, el parar, sirve para encontrar al otro, el que habita en esos espacios no tan visibles. Pararse es entender a ese otro.
La ciudad está hecha a través de las estructuras, de lo construido, pero no serían nada sin sus habitantes, es decir, que sus dinámicas son generadas por el peso de los cuerpos en el espacio público, su presencia y su trascendencia. Sobre este aspecto Francisco me dice que justo cuando planeaban las Caminatas Interiores, la primera pregunta fue sobre el cuerpo, lo corporal, «estamos viviendo una cosa muy distinta que responde al tipo de configuración familiar en la que pasamos esta pandemia, si es con la familia, con amigos, con compañeros de piso, con nuestras parejas». Y que también tira un poco a la biopolítica, al control de los cuerpos a través de las instituciones. Y también se refiere a la «movilidad y la motilidad», a todos estos cuerpos que contrario a los que se pueden quedar en casa, se «están moviendo todo el tiempo y que todos los demás aprovechamos su movimiento. Los cuerpos que sí están sometidos a estar saliendo todos los días a trabajar, los repartidores a domicilio; hay unos cuerpos que podemos bajar la movilidad, pero hay otros cuerpos que están acelerando su necesidad de movimiento y que no necesariamente esa movilidad les representa un gran beneficio», y esa es una pregunta que dice, también hay que hacerse en la ciudad que nos quede después.
No hay un objetivo final de estas Caminatas Interiores más allá de generar varias preguntas. También disfrutar esta parte romántica de la caminata al tiempo que nos cuestionamos sobre lo que viene: ¿qué tanto de la ciudad como la conocemos permanecerá?
«Llamarnos a no soltarnos», me dice Francisco haciendo alusión a lo dicho por Jesús, porque dice que al final lo que es pasajero es este estar separados. Y agrega Jesús, que no se puede negar tampoco, al pensar los cuerpos en el espacio, lo que el mundo estaba viviendo en cuestiones de protesta, de exigir derechos básicos. «Es interesante pensar cómo estas protestas siguen necesitando la representación de los cuerpos en el espacio para hacer frente al control sobre los cuerpos.» Y se pregunta, «¿cómo vamos a recuperar el tacto entre nosotros?» y también, muy importante, «¿cómo vamos a recuperar esos espacios que entregamos por la salud de todos? Lejos de ser desesperanzador, es una idea muy chida darse cuenta de que seguimos dependiendo del espacio, de los cuerpos y de nosotros juntos como masa crítica.»
Y pensados en este andar colectivo, las palabras del ensayista Roberto Cruz Arzabal, que abona a la reflexión de este equipo para no olvidar que pronto volveremos a las calles: «caminar es un reconocimiento de sí y de los otros: caminamos juntos a multitudes para hacernos seres políticos, caminamos en pareja para reconocer el mundo en su falta, caminamos sobre el mundo para tocar su superficie y ser su resonancia. Caminar es, pues, formarse en un aprendizaje del cuerpo y del mundo, en la continuidad de la experiencia que somos siendo.»
Imagen de portada: Ximena Ocampo. El resto de las imágenes pertenecen al trabajo de Dérive Lab