Muchas propuestas culturales independientes ya sea espacios, librerías, editoriales, entre otros, se han unido a #CrisisCompartida; otras tantas, se mantienen lanzando propuestas en solitario frente a la crisis por COVID-19
Ciudad de México (N22/Ana León).- ¿Cómo afrontarán la crisis sanitaria los equipos de propuestas culturales independientes? ¿Cómo resistir a este escenario cuando ya de por sí el de la vida cotidiana no es tan fácil de encarar? ¿Cómo mantenerse a flote? Muchas propuestas culturales independientes en “condiciones normales” sortean el ya de por sí no tan fácil camino de la supervivencia. Editoriales, espacios de reunión para presentaciones de libros, librerías, se enfrentan ahora a la suspensión de actividades “no necesarias” decretada por la Secretaría de Salud.
Como vemos en redes y como seguro lo experimentan en la experiencia personal, ¿cómo pasar estos momentos de encierro —aquellos que tienen la fortuna de poder hacerlo— sin leer un libro o ver una película o escuchar música o ver la ópera, sin el teatro, sin la danza? Más que nunca, se evidencia el valor que tienen las artes y las propuestas culturales para sensibilizarnos, para salvarnos del aislamiento y acercarnos a otras realidades, mantenernos en comunidad ahora que se cuestiona la figura del otro, cuando el miedo al otro, empieza a [re]surgir.
Nos hemos acercado a algunas propuestas culturales para conocer cómo afrontan estos días difíciles. Aquí, la cuarta de ellas.
Impronta Casa Editora
El libro es un dispositivo de comunicación que ha sobrevivido el paso del tiempo, a las crisis a las guerras a los vaticinios de su desaparición. El libro es un objeto que se activa gracias a un tercero y que se convierte en un objeto de colección no por su precio monetario sino por lo que contiene y porque aquél que lo diseñó vio en esto, el diseño, un valor y no un lujo. Un libro bello no es lujo, es un derecho.
En la calle de Penitenciaría 414, en Guadalajara, Impronta Casa Editora abrió sus puertas en 2014. Desde entonces se han especializado en técnicas convencionales de impresión. Hacen libros tipográficos con tipos móviles y linotipia. En sus talleres trabaja uno de los últimos linotipistas de la ciudad, don Rafael Villegas. Tienen también talleres, una pequeña librería y una cafetería.
Como ellos mismo describen, «Se pretende retomar el arte del libro que se ha dejado de lado en la inmediatez de las manufacturas masivas y el libro digital y así regresarle al libro su cualidad de objeto y la experiencia sensorial que implica la lectura.»
Aquí, responde Carlos Armenta, uno de sus fundadores.
¿En qué situación estaban antes de la crisis sanitaria?, ¿cómo vislumbraban el panorama respecto al funcionamiento de su propuesta?
Como muchos otros proyectos similares, la contingencia era ya un modo de existencia para nosotros. En nuestro equipo hay doce personas. Nuestra mayor preocupación es esa, que todos nosotros podamos tener una calidad de vida digna a partir de nuestro trabajo. Estamos más interesados por una labor editorial modesta, que fortalezca a la comunidad, donde se trabaje lentamente, lejos de las exigencias del mercado editorial. Por esta razón elegimos poner el taller en una casa: un espacio cómodo donde todos podamos chismear, comer y trabajar al mismo tiempo. Quizá por esa razón, también, es que pusimos ahí mismo una librería y una cafetería, para propiciar el cotilleo literario y la chorcha.
Luego de la contingencia, ¿cómo ha cambiado ese panorama?
Todavía no lo tenemos muy claro. Por el momento el taller se encuentra cerrado, pero eso sí, el equipo está en contacto todos los días. Será complicado, sin embargo tenemos la certeza de volver a ganar ese espacio poco a poco. Aunque el espacio virtual nos ha echado la mano a través de la venta en línea, no debemos perder los espacios físicos. Poner el cuerpo siempre resulta indispensable. Seguramente, a la par de intentar pasar la crisis, nos aferraremos a esa idea: volver a tomar la casa y abrirla, una vez más, a la convivencia y al trabajo alrededor del libro.
¿En qué momento empezaron a cambiar su dinámica de trabajo? ¿Cómo se modificó ésta? ¿Qué medidas han tomado para, de alguna forma, seguir operando?
Lo primero que ocurrió es que tuvimos que cerrar la cafetería y la librería. Después, también tuvimos que cerrar el taller. Por ahora estamos ocupados con las redes sociales, la tienda en línea, los envíos de libros. Parte del equipo está pensando en estrategias para, llegado el momento, echar a andar de nuevo el taller de impresión. Sin embargo, la incertidumbre en este momento es muy fuerte. Trabajar despacio es una consigna que tenemos desde hace mucho. Eso, quizá, nos ha permitido conservar la calma.
«Aunque el espacio virtual nos ha echado la mano a través de la venta en línea, no debemos perder los espacios físicos. Poner el cuerpo siempre resulta indispensable. Seguramente, a la par de intentar pasar la crisis, nos aferraremos a esa idea: volver a tomar la casa y abrirla, una vez más, a la convivencia y al trabajo alrededor del libro.»
Se apela a la solidaridad y varios se han unido a esta propuesta llamada #crisiscompartida, ¿cómo ha funcionado?
#CrisisCompartida surgió entre varios proyectos apenas como un paliativo. Sabemos que no se trata de una solución contundente, pero la idea de crear una pequeña red solidaria, por mínima que fuera, nos parecía muy importante. Hasta ahora, para nosotros, eso ha sido lo principal: de alguna manera nos mantenemos al tanto de los demás y nos vamos cuidando. Además, de forma paralela, esta campaña de información solidaria que comparte lo que cada proyecto está haciendo para sobrevivir la crisis, también ha puesto de manifiesto que el sector de producción cultural y artística ha vivido desde hace tiempo en la precariedad. El pronunciamiento también nos resulta muy necesario.
Mucho empieza a llevarse en digital y en entrega a domicilio, se ha terminado el encuentro físico, la reunión, ¿creen que luego de la crisis sanitaria éste será un modelo que predomine?
El espacio virtual, claro, tiene lo suyo. No obstante, al menos en nuestro caso, continuaremos con la idea del espacio físico, como ya dijimos, creemos que es necesario poner el cuerpo. Hay que crear pequeñas trincheras desde donde trabajar con los libros. Nos resistiremos, como necios que somos, a quedarnos en el mundo digital.
Este momento justo ¿obliga a replantearse la forma en que se genera cultura, propuestas culturales y que se llega a la gente?
Sí, claro. A la López-Gatell deberíamos dar razón de la crisis que ya vivíamos en el sector cultural y cómo haremos para pasar la nueva crisis. Para nosotros lo más indispensable es agremiarnos y buscar lo común, lejos ya de esas formas verticales en que hasta hoy nos hemos organizado. Pero para esto será necesario retomar el espacio físico, el espacio público. El mundo no puede resolverse desde el WhatsApp y un documento de Drive. Hay que sentarnos, mezcal en mano, a discutir cómo seguiremos haciendo libros. Y cómo ese trabajo nos hará vivir dignamente a todos.