Ante el interés de empresarios de registrar el diseño de esta artesanía que pertenece a la comunidad otomí, ésta se está organizando para preservar su patrimonio inmaterial
Ciudad de México (N22/Ana León).- En junio de 2019, la Secretaría de Cultura anunciaba que se alistaba la primera iniciativa de ley para proteger la creatividad de artesanos y detener el plagio del arte popular. De acuerdo a integrantes de la comunidad otomí en la Ciudad de México, ahora ellos –como han hecho muchos otros que buscan proteger sus creaciones artesanales– buscan salvaguardar la propiedad intelectual de la muñeca Ar Lele.
Juan Ventura, artesano y parte de esta comunidad radicada en México, nos cuenta en entrevista que «buscando el bienestar de la comunidad» y «elevar su nivel de vida» se enteraron, a través de diferentes instituciones como el INPI, que había solicitudes de empresarios que buscaban registrar este diseño, «aproximadamente entre doce, trece, empresarios que han querido registrarlo a nombre de ellos.»
Ar Lele es una artesanía joven, tiene apenas poco más de cuarenta años y según nos cuentan Brígida Ricardo Martínez –parte también de esta comunidad– y Juan Ventura, es producto de un taller que tomaron mujeres de diferentes comunidades, pero fueron las «compañeras otomíes», como él las llama, quienes le dieron el “toque” y la convirtieron en lo que es ahora.
Esto, relata Ventura, sucedió hace aproximadamente cuarenta años. Compañeras que migraron a la ciudad y se colocaron como trabajadoras domésticas, asistieron a un taller de costura impartido por el entonces Departamento del Distrito Federal y ahí en donde desarrollaron este diseño como parte de las actividades del mismo. Pero enfatiza, fueron ellas, las «compañeras otomíes» las que le dieron el “toque” y a las que más les interesó la actividad. «Empezaron a trabajar en un molde desde el cuerpo, las manos, la cabeza, los pies, y luego ya el acabado […] le dieron el toque ñañu, que es otomí.»
Bajo el abrigo de la fusión o la reapropiación, palabras utilizadas para maquillar, grandes casas de moda han plagiado diseños artesanales de pueblos originarios de México que se han visto en pasarelas o también son producidas en serie en países asiáticos. «Ahora ya hasta los chinos» lo hacen, dice Brígida y frunce el entrecejo al expresar lo injusto que es esto pues ha sido a esta comunidad a la que le ha costado trabajo –y son ellas las que han puesto sus ideas y creatividad– hacer de esta muñeca lo que es ahora. «La nueva generación ya están aprendiendo también. Les estamos enseñando porque no queremos perder la muñeca Ar Lele. […] Creo que es el momento de decir ya basta también.»
El derecho sobre este patrimonio cultural inmaterial de pueblos y comunidades indígenas es colectivo, ningún particular puede ostentarlo, es por ello, que esta comunidad se está organizando pero el proceso es lento. Una parte de ella, según nos cuenta Juan Ventura, se organizó para llevar una versión gigante e inflable por todo el mundo, pero esa decisión no tomó en cuenta la voz de todos. Lo que ellos buscan es que esta vez sí sea así. En el momento que se llevó a cabo esta entrevista, los miembros de esta comunidad se encontraban en una etapa de asesoramiento, en un periodo de consulta entre todos sus miembros, pero señala Ventura que esto les está costando pues cada uno de ellos tiene una opinión e idea y lo que se busca es unificar, «hacer un solo registro.»
Lo que busca esta ley de protección, que no ha llegado a concretarse, es que la titularidad sea un derecho a perpetuidad, inalienable e imprescriptible y que ningún miembro de la comunidad pueda negociar permisos de uso y aprovechamiento a título individual.
«Estamos en una etapa de la defensa y rescate de la muñeca, pero también en una etapa de buscar asesoría de cómo lograr, en un futuro no muy lejano, registrarla a nombre de la comunidad», concluyó Ventura.