«Esta noche, el Gran Terremoto» (Fragmento)

De Leonardo Teja, compartimos un fragmento de esta, su primera novela, que parte de esta pregunta para encaminar la narración: ¿Desde cuándo le importa la llegada del Gran Terremoto a esta Ciudad?

Ciudad de México (N22/Redacción).- Editorial Antílope comparte con nosotros un fragmento de la primera novela del narrador mexicano Leonardo Teja, publicada a finales del año pasado. Una narración sobre las expectativas y la esperanza sobre la que la escritora mexicana, Fernanda Melchor ha escrito:

«Elaborada a través del absurdo, una divertida y mordaz crítica de la manera en que, como sociedad, espectacularizamos la catástrofe.»

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Cíclope

La primera llamada al simulacro nocturno me sorprendió acodado en la barra de la cocina, a un metro del teléfono alámbrico y a pocos centímetros de una taza de café que se había enfriado en el trascurso de la tarde. Hasta ese instante caí en cuenta del tiempo que había matado leyendo sobre los distintos tipos de recepcionistas que existen en los hoteles. Eran veintitrés y cada uno encerraba subcategorías, de acuerdo con los autores del manual.

Aproveché la pausa entre la primera y la segunda llamada del simulacro para ir al baño y ventilar un poco el cuarto. Al llegar a la ventana no quité de inmediato el seguro, primero ojeé a través de las persianas. Tres pisos abajo, en la calle, las maniobras para cerrar la avenida principal comenzaban. A pesar de la hora, se había formado un cuello de botella con autos que no tocaban el claxon. Cuando el último convoy cruzó la cinta asfáltica, su velocidad me pareció constante, como si los conductores hubieran dejado el movimiento de sus vehículos en manos de un poderoso imán que los atraía desde el otro extremo de la vía. En las banquetas, algunas personas ya habían apartado un lugar en el simulacro; antes de la tercera llamada, la calle estaría abarrotada de sillas plegables, una que otra tienda de campaña y algunos atalayas improvisados en los semáforos. Debido al ángulo de mi ventana, todas las cabezas que veía me parecían de niños desgreñados por el sueño, obligados a levantarse en la madrugada para presenciar la llegada de el Gran Terremoto; algunos sí lo eran, pero otros eran calvos, o canosos, y entonces terminaba la confusión para mí.

Quité el seguro y subí las persianas. Se inyectó una franja de luz en el cuarto, que atravesaba la cama y se detenía justamente en la puerta del baño. La luz provenía de la marquesina del hotel de enfrente. Me dejé encandilar unos minutos.

Cuando sonó la segunda llamada del simulacro, comenzaron a encenderse más luces de los pisos de abajo del hotel. Imaginé que una pareja de amantes había prendido la luz para cerciorarse de la limpieza de la habitación o, tal vez, para verificar que no olvidaban nada. Miré hacia la calle nuevamente y reconocí a más vecinos, algunos se habían juntado en parejas para repasar el guión del simulacro, iluminaban las páginas con cerillos, sincronizaban las cabezas en pequeñas negaciones. Tras unos segundos el cerillo se apagaba, debía ser, en los dedos de alguno, yo escuchaba la queja de dolor y la escena quedaba a oscuras. Por lo menos hasta que se encendía otro cerillo y los vecinos regresaban a la lectura. Tras unos segundos el cerillo se apagaba, seguramente, en los dedos de alguno, yo escuchaba otra queja de dolor y la escena se repetía. De vez en cuando alguien alzaba la voz, alguna línea del diálogo en el simulacro, pero a mi ventana sólo llegaba un sonido ininteligible.  

Después de un rato de observar, me alegré de no tener un papel importante en el simulacro de esa noche: tenía el de un hombre que desconoce la hora de su segunda entrevista de trabajo y la llegada de el Gran Terremoto lo toma al pendiente del teléfono.

Las ganas de orinar me apartaron de la ventana, pensé que la administradora del hotel no se atrevería a comunicarse antes de la tercera llamada ni durante el simulacro. Lo mejor sería tomar un baño y esperar enfundado en una camisa limpia, listo para salir en cuanto ella me lo indicara. Dejé correr el agua de la regadera para que se entibiara un poco. Desnudándome, pensé que no existía un mejor horario para que el Gran Terremoto llegara a esta Ciudad. Si yo fuera él, evitaría el barullo en las calles y me concentraría en visitar a los insomnes, porque no conozco una espera más honesta que la que nos convierte en cíclopes tras las persianas.

Croquis

La primera entrevista de trabajo había carecido de formalidad. O, quizá, yo lo recordaba así, como un encuentro ríspido con la administradora del hotel: tras pastorearme con la mirada hasta la recepción, ponerse unos lentes y escuchar que me interesaba la vacante de recepcionista, aquella mujer se limitó a preguntar cómo me llamaba y dónde vivía. Decidí entrar a su juego y deslicé sobre el escritorio una solicitud de empleo donde estaban esos datos, pero ella ignoró el gesto decididamente. Repitió sus preguntas mirándome por encima del bisel de sus lentes. Cuando terminé de hablar, tomó un lápiz, alisó varias veces una servilleta con el dorso de la mano y dibujó un triángulo escaleno. Lo examinó unos segundos, hizo correcciones, quedó satisfecha con su trabajo y metió la servilleta entre las páginas centrales de un libro que llamaba mi atención por amarillento y descuadrado, así como por su grosor. Era el Manual de Procedimientos para la llegada de el Gran Terremoto del Gremio Ciudadano de Alojamiento Nocturno. Me lo acercó sin dejar de mirar el cuello de mi camisa o algo en esa misma dirección.

Dijo que estudiara el manual a fondo, que nos veríamos de nuevo en dos días. El proceso de contratación seguiría, pero ya no en el hotel sino cruzando la avenida, en uno de esos cafés de chinos que son famosos por dar servicio las veinticuatro horas. Hojeé el manual y encontré la servilleta totalmente planchada entre las páginas 354 y 355. Se trataba de un croquis donde se unían tres puntos, el hotel, mi edificio y el café de chinos, nada más. Antes de que pudiera preguntarle a qué hora sería la segunda entrevista, la administradora del hotel me dijo que eso era todo, que estuviera al pendiente del teléfono y le dio unas palmaditas a la solicitud que se había quedado a su alcance todo ese tiempo.

”Prólogo”, en Manual de Procedimientos para la llegada de el Gran Terremoto del Gremio Ciudadano de Alojamiento Nocturno

Querido, y futuro, recepcionista

Una de las razones por la que estás leyendo ahora mismo este manual es porque aún no llega el Gran Terremoto, pero, al igual que mucha gente allá afuera, sigues pendiente de las señales, participas en los simulacros, en la encuesta, en los concursos, en las colectas, en las cadenas de oración, en las brigadas y, cuando duermes, no reprimes aquellos sueños en los que el Gran Terremoto te vista, cuando desde tu cama te da la impresión de que entra por la ventana y camina ruidosamente por tu sala, hurga en la cocina, se va al baño, abre la regadera y prende el foco del lavabo para revisar el estado de sus amalgamas y, como nosotros, has ido más allá y te has unido al Gremio Ciudadano de Alojamiento Nocturno.

Déjanos felicitarte porque quizá no sólo estás seguro de que el Gran Terremoto llegará sino que te gustaría ser quien lo reciba, quien coordine su estancia y su descanso en el hotel donde trabajas ahora. No es poca cosa, imagina la lotería; sin embargo —no te vamos a mentir— a veces será muy ingrato tu trabajo. Habrá engaños, y toda clase de situaciones que te pondrán a prueba. Aunque es sumamente sencillo evitarlo, ten en cuenta que podrías terminar tus días en la cárcel. No te preocupes, te vamos a ayudar. Por eso hicimos este manual. Para ti, futuro recepcionista, en quien desde ahora depositamos nuestra confianza incondicional. No lo uses como paraguas, pero sobre todo no te dejes engañar, tú no.

Sin intención de adelantarnos, sólo de antojarte la lectura, te diremos que la presente edición tiene ventajas sobre las anteriores: ahora puedes revisar al final del volumen el apéndice de testimonios de personas que aseguran haber visto a el Gran Terremoto. Hemos ampliado el catálogo de familias de tipo que podrás utilizar en la banda de bienvenida. Continúa así, no claudiques, aunque esperar a el Gran Terremoto pueda sentirse como una noche interminable de insomnio. Vas a estar bien.

Así lo esperamos nosotros. Los autores de este manual.

Saludos fraternos.

Imagen: Antílope