De todos los días, uno para mirar a Ezequiel Borra

De gira por México, en su parada en nuestra ciudad, platicamos con el músico argentino que juega con las palabras y la música en pos de la canción

Ciudad de México (N22/Ana León).- El bonaerense Ezequiel Borra se declara de profunda influencia rioplatense, Leo Maslíah y Eduardo Mateo son dos referencias fuertes en su quehacer musical, desde la composición hasta la escritura de sus canciones. De niño, Ezequiel jugó a ser diferente y la separación de sus padres creó un ambiente en el que la imaginación, la lectura y la música, fueron los tres pilares que sostuvieron las fantasías de infancia que más tarde se tornarían la base del que sería su modo de vida.

Dentro de un Fiat 128 donde esperaba a que su padre terminara de dar sus clases de tenis, se acercó a un universo musical que iba desde la canción de protesta latinoamericana a lo mejor del rock argentino de los ochenta. La marca que dejaron aquellas escuchas en compañía de una guitarra es una huella indeleble que marcó a proyectos futuros que en ese entonces ni imaginaba.

Ha editado seis álbumes completos, el primero vio la luz en 2005, Placard, y a éste le siguieron De todos los días (2009), Las cosas del mundo (2009), ¿Usted está aquí? V.1 (2013), Lo peor (¿Usted está aquí? V.2) (2015) y Placard ambient (2017). Recientemente, a cuentagotas, se libera en Spotify, Tremendo sol. Cada uno marca una etapa y un momento creativo en la vida del músico argentino.

A propósito de su gira por México en la que ya visitó la Ciudad de México, Cuernavaca y Guadalajara, y que continúa en Puebla el 8 de junio, Tepoztlán el 9, Toluca el 14, para cerrar de nuevo en la Ciudad de México el 15 de junio con un taller en Casa Tomada, charlamos un poco sobre su trabajo.

Cuéntame un poco sobre Placard Ambient.

Ese disco en realidad es el último editado, está en Spotify, pero es un disco especial porque es el único disco mío que no es de canciones.

Mi primer disco, del 2005, se llama Placard; después vinieron varios discos más, uno doble, Las cosas del mundo y De todos los días; luego vino uno chiquitito, ¿Usted está aquí?; y después vino Lo peor, que sería como el segundo volumen de ¿Usted está aquí?, que la tapa de éste aparece en la cabeza de un personaje en la tapa de Lo peor. Luego lo que hice fue un disco de remixes de mi primer disco, cuatro tracks ambient de música como para irse a dormir. No tiene nada que ver con la canción. Lo que hice es que agarré varias texturas, ambientes, del Placard y algunos fragmentos de películas y cositas por fuera, y armé ese disco. Son texturas electrónicas muy orgánicas. Quien escuche ese disco realmente no se puede dar un panorama de lo mío porque no tiene nada que ver con todo lo demás. Digamos que el último disco de canciones que hice es Lo peor, que sí tiene que ver con la línea que vine cultivando.

Del primero al último, ¿por qué ese cambio?, ¿es algo planeado o sólo algo azaroso?

Una mezcla, porque no es que yo vaya a seguir haciendo música ambient. Me parece que en todo caso sí se puede pensar en una transformación del Placard a Lo peor, ir analizando qué me pasó con las canciones y con la producción. El ambient es una jugada aparte que igualmente sí se puede pensar como algo que ojalá siga siendo característico mío que tiene que ver con transformar, con variar, con encontrar colores tangenciales que generen algo específico y que sean en sí mismo un capítulo cerrado, no tienen porqué continuar después.

Ahora estoy sacando unas canciones de un disco nuevo, salieron tres ya, son parte de un disco que va saliendo que se llama Tremendo el sol, pero no sigue la línea de los discos que venía haciendo. Es un disco de rock, de rock argentino de los ochentas, de Charly, de Fito, de Spinetta, tiene ese color.

Me gusta eso, pensar obras que estén enmarcadas dentro de un concepto que puede ser estético, en este caso es un concepto estético-sonoro, pero también lírico porque en Lo peor hay una cantidad de letras muy elaboradas que dicen un montón de cosas. En cambio, en Tremendo el Sol, las letras están un poco relegadas a una estética musical más pop-rock en donde si las letras estuvieran en francés medio que da lo mismo.

También es cierto que por más que es el último disco que está saliendo, la realidad es que fue grabado hace varios años, antes de Lo peor. Es un disco nuevo que no es nuevo. Mientras tanto estoy haciendo un disco realmente nuevo que tiene una cosa bastante definida en un lugar muy distinto. Más afro-colombiano, tiene más temas para bailar, nunca hice eso, pero este disco más de la mitad es para bailar un poco.

Me gusta embarcarme en cada momento en algún desafío, como para ser un poco diferente a mí mismo, también. Me parece que es sano eso.

Veo muchas mutaciones, variantes. Escuchaba una entrevista en la que decías que a veces tienes una letra que no tiene música pero sabes que va a encajar con algo y luego está la música pero sin letra, me llamó la atención por el proceso, porque a veces la ausencia de proceso es un proceso en sí mismo, o más bien, son varios tipos de procesos y no te casas con uno solo.

Más que método o muchos métodos diferentes, son experimentos que uno hace y que en todo caso si dan buenos resultados se puede llegar a convertir en una especie de método y también son experimentos que no se hacen tan a conciencia, suceden solos.

Hay muchas músicas que aparecen tocando la guitarra, y textos que no tienen música, algunos desde el principio da la sensación de que van a parar a una canción porque tienen un formato de versos poéticos que ya tienen cierta música que se puede intuir y otros textos que da la sensación que están lejos de ser una canción porque aparecen en prosa y son narrativos, y difíciles de musicalizar, pero después, la realidad es que el azar y las carambolas son infinitas. Hay que estar siempre en laboratorio mirando lo que surgió y tratando de darle una forma.

Igual me gusta la idea de pensar métodos o experimentos puntuales. Me parece que esa es la manera de salir de los lugares comunes. Si uno se propone algo específico que tenga una restricción, esa restricción te lleva a un lugar nuevo propio.

De eso se trata también un poco el taller que doy, que tiene que ver específicamente con esto, buscar nuevas ventanas de creación que puedan incluso sorprendernos a nosotros mismos.

En un taller de un solo día, cómo lograr comunicar este proceso que has vivido antes de tu primer disco y después.

Digamos que es una compilación que hago de información y de algunos recursos,  ejercicios y propuestas de composición, pero no sé si realmente puedo condensar en esas horas todo, transmitir todas la vivencias y de actuar. Digo actuar y me refiero a estar en el escenario. Pero, ¿qué es actuar también? Digo, porque por más que se le vea al actor amparado en un personaje y al músico desnudo con su arte, digamos, la realidad es que hay una puesta en escena, también.

¿Y hay un personaje?

Hay un personaje aunque no se termina de definir del todo si hay un personaje o no, es cierto que hay una puesta en escena y que a veces me parece que está bueno amigarse con eso en vez de tratar de defender una desnudez que en el mejor de los casos no hace falta defenderla. En todo caso lo que hay que trabajar es la parte de la puesta en escena, saber que por más que uno está ahí con su canción, en teoría sin personaje, siendo uno, igualmente hay un juego asumido en donde uno en ese momento está proponiendo el viaje. Asumir ese juego es un poco asumir una puesta en escena en donde uno tiene que tratar de manejarlo de una manera asertiva. No tiene que entrar a pedir permiso. Entonces no alcanza con estar desnudo, además de estar desnudo, hay que ser responsables del viaje. Y eso es una puesta en escena, tiene que ver con el cómo suena, con la tensión dramática de cada canción, con la luz, con cómo uno es con el público.

Mencionabas este disco, Tremendo sol, tiene más guiños a los músicos de los ochenta, Charly, Fito, Spinetta, ¿hay un punto en que todo músico argentino llega o converge a lo que fue el rock argentino de los ochentas?

En realidad también depende con qué se encontró uno, porque así como es muy fuerte el rock, es muy fuerte el folclor, porque yo me podría haber dedicado toda la vida a tocar a Atahualpa Yupanqui, Mercedes Sosa, pero me parece que el rock en Argentina, es folclor, es parte de nuestro folclor por más que viene de EEUU, de dónde sea, tenemos rock desde fines de los cincuentas, los sesentas. Hay una identidad del rock que viene desde hace muchos años y que además tuvo una función, de darle voz a una cantidad de gente joven perseguida…

… y que creció en dictadura.

Claro, entonces el rock pudo de alguna manera metabolizar y enmascarar incluso para poder resistir la represión, me parece que el caso más fuerte en ese sentido es el de Spinetta, que logró a través de su mundo surrealista decir cosas que había que decir de una manera que la juventud lo entienda y la policía no. Lograr que no lo censuren en canciones como “Maribel” en donde él estaba diciendo cosas que estaba bueno recibir y que había que lograr decirlas sin que te censuren. Charly también, obviamente, todos esos temas hablan de la realidad de un país, pero lo hacen de una manera medio onírica, poética, y entonces pasó el filtro y logró acompañar a mucha gente en su dolor y logró ser rock, pregunta rebelde. Y con un power que de pronto el tango ya había quedado atrás de eso y con todo su machismo, su letanía, su melancolía de destierro. Y el folclore tampoco nos lo daba del todo, y también porque al venir desde el campo, la función que cumplió fue otra: a través del folclor, de la samba, de la chacarera se le pudo cantar a la naturaleza, que eso no lo tenía el rock ni tampoco lo tenía el tango.

Siempre quise hacer un disco que muestre esa influencia específica que ahora lo estoy mostrando aunque se grabó hace diez años.

Mencionaste el folclor, y está el rock, pero también está todo este peso de la canción latinoamericana de la época. En muchas de tus canciones noto esta influencia, no tanto en las letras en las que por otro lado hay mucho humor e ironía, pero la base es mucho de todos los ritmos de la canción latinoamericana, si tuvieras que hacer un mapa con todas estas influencias, ¿cómo describirías esa geografía?

Primero me empapé bastante de una cuestión jazzera, aunque no se note tanto en los discos. Estudié en una escuela de música popular donde había folclor, tango, jazz y música clásica en cuanto a los procedimientos en donde de repente por ahí no toco tanto la guitarra rascándola, sino que armo melodías internas con los acordes, armo pequeñas orquestaciones como si fueran unas orquestas de cámara hechas con instrumentos de la casa. Después aparecieron la música brasileña y la uruguaya, tengo mucha influencia del Río de la Plata soy un cantor que sale de ahí.  Varios maestros de ahí, Leo Maslíah, Eduardo Mateo, sobre todo. Después conocí al Príncipe, mucho más tarde a Jorge Drexler. Creo que lo que más me marcó a mí fue Leo Maslíah y Eduardo Mateo.

Y en Brasil, mucha gente, desde los más conocidos como Caetano Veloso. Soy fanático de Tom Zé, un viejo loco divino que amo, y es una cuestión ahí como de ironía y de experimentación con los sonidos y teatro, que de a poco estoy mamando, y que de alguna manera desmitifica algunas de las cosas eruditas de la música. Yo vengo de un costado más académico y estoy ocupándome de desaprender cosas para aprender otras.

Muchas de esas músicas me llevaron a una cantidad de influencias de música ancestral, a música de los abuelos. Empecé a tocar en un momento la mbira que es un instrumento de Zimbabwe, y que es una música mucho más sencilla a nivel armónico, mucho más sencilla de muchas cosas que había estudiado y, sin embargo, infinita.

En Colombia me empecé a influenciar muchísimo de música tradicional, la música afro-colombiana, el son palenquero. Poco a poco me estoy dejando influenciar de una cantidad de músicas de Brasil, Uruguay, Colombia, donde también aparecen músicas de Perú, México, Ecuador. Pero  también de mi edad, de un circuito que ya existe pero que está más interconectado que nunca. Sobre todo en Latinoamérica, somos un montón que formamos parte ya de un circuito, una escena que realmente nos conocemos, eso es inédito, no sé si alguna vez existió tal conexión entre tanta gente de una misma escena. Dentro de eso aparece puntualmente lo del Núcleo Distante, un grupo de 22 cantautores latinoamericanos, que lo armaron dos chicos de México. Esto que, en realidad, es un recorte de algo mucho más grande. Y ya tenemos un disco que lo hicimos por chat, con notas de voz de whatsapp, está en Spotify. Y justo porque lo hicimos por whatsapp tuvo mucha repercusión.

Y que funciona y tiene mucha más repercusión en tanto y en cuanto estemos unidos, no es tanto el tiempo de una estrella solitaria, hay algunas estrellas, pero todo indica que más que nada no va haber tantos fenómenos de estrellas solitarias sino de colectivo, porque todo está mucho más horizontalizado. Hay mucha data, estamos manejando mucha información artística y de todo. Hay muchas cosas lindas, hay mucha miseria, y todo al mismo tiempo. Y todo nos llega.

Cómo fue tu niñez, leí que empezaste a componer desde los seis, cómo es esa llegada de ti como escritor y de ti como músico. ¿Qué se escuchaba en tu casa?, porque creo que como con la lectura, la música también viene desde casa, de la herencia de los padres.

Mi mamá estudió piano desde chica, se recibió en el Conservatorio a los quince, después no tocó más, pero siempre ella cantaba y había un piano en casa. Mi viejo siempre escuchó música, cantantes contestatarios como Serrat y también estaban los Beatles; Alberto Cortez, Facundo Cabral, esos cantores más trovadores. Pero también tuvo mucho que ver con que mis viejos se separaron cuando yo tenía cinco años y fue una separación que manejaron bastante mal. Y yo me quedé en medio y creo que me refugié en un mundo de fantasía, desde los cinco, seis años, tenía mis cuadernitos y recuerdo que dibujaba, escribía palabras, unos cuentos. A los nueve empecé a estudiar música, canto y guitarra, y empecé a componer algunos acordes, y me dí cuenta de que me copaba la idea de hacer una música más que de estudiar una música ajena. Lo que iba aprendiendo lo iba metiendo en canciones propias, y como escuchaba a cantores de protesta, pues parecía que eran canciones de protesta [ríe], pero tenía más que ver con ese refugio de fantasía, de surrealismo, cuando yo ni siquiera sabía qué era surrealismo.

Toda esa etapa la viví solo y mi aliado pues fue la música y leía, recuerdo que leía un montón en la primaria, quizás también por una postura, creo también que me quería hacer el loco, quería ser distinto, era el que se quedaba solo en el recreo con un libro un poco para leer, pero otro poco para que los demás me vieran que yo estaba leyendo solo y se acercaran, como hacerme el diferente. Pero cuando uno se acerca a algo medio que te convertís en eso, entonces finalmente me leí un montón de libros.

También tuvo que ver que cuando se separaron me quedé viviendo tres días y medio con cada uno, entonces me quedaba con mi viejo desde el viernes al mediodía hasta el lunes por la noche, y mi viejo siempre se dedicó al tenis y daba clases de tenis desde las 6, 7 de la mañana, entonces los sábados y los domingos me despertaba en el asiento de atrás del auto, desde mis cinco años hasta los doce, todos los fines de semana. Un poco jugaba al tenis, pero sobre todo me quedaba adentro del auto escuchando música y después me llevaba la guitarra. El auto es un lugar lindo para escuchar música, y era mi templo, un Fiat 128.

Te comentaba que me parece que en tus canciones hay humor e ironía, pero también has manifestado que es importante comunicar en un momento en que estamos muy enfocados a la pantalla; y hablas también de la enajenación de la gente a través de los medios de comunicación. ¿Qué piensas cuando escribes canciones, hacia dónde vas?

Todas mis letras, toda la carburación de las canciones, muchas en su mayoría tienen que ver con esto que acabas de decir y que todo se resumió en el mejor título hasta ahora que lo englobó que es ¿Usted está aquí? Que tiene que ver con interpelarse a uno mismo si realmente uno está ahora en este momento o si estoy pensando en que tengo que ir a tal lado y si estoy aquí con mi cuerpo en este momento o soy una cabeza flotando en un pensamiento. Me parece que es una raíz trágica urbana humana, tenemos una cantidad de residuo psíquico y presión, y una cantidad de información al mismo tiempo, tantas carpetas abiertas y tantas ambiciones, proyectos, relaciones al mismo tiempo y una soledad de baja calidad, una soledad interferida, una soledad que no es pura, una soledad con el celular, una soledad que está llena de mensajitos, como una guerra contra la soledad que está perdida de antemano, y es peligroso para los que queremos sacar un poema o una canción, necesitamos purificar esa soledad.  

Muchas de las canciones tienen que ver con denunciar ese estado de enajenación, de soledad impura y de dependencia de una interconexión que no siempre es nutritiva, que sirve un montón, no es que esté en contra de las redes, pero que muchas veces se utiliza mal.

Ahora estoy tratando de proyectarme a la situación utópica, a esa especie de plegaria más profunda, donde ya no se pide nada, donde uno se imagina, se proyecta a la situación platónica, donde el enfermo se piensa sano, el sonámbulo se piensa despierto. Me parece que la canción, el arte en general, la metáfora, nos permite atraer eso.