José Fors y Guillermo del Toro: una amistad y una película

Desde su casa en Guadalajara, el cantante y artista cubano-mexicano nos cuenta cómo surgió la amistad con “Memo”, y cómo fue trabajar con él

Guadalajara (N22/Huemanzin Rodríguez).- Hace mucho calor en mayo, el sol cae pesado sobre nosotros y buscamos la sombra de una ceiba frente a la casa de nuestra cita en Zapopan. La mirada amarilla de un perro nos observa por la ranura que queda entre la puerta del zaguán y la banqueta. Hemos llegado aquí para conocer a quien creó el artefacto de Cronos, una especie de insecto metálico con el poder de vampirizar a su usuario, pieza que detona la historia del primer largometraje de Guillermo del Toro. Quien diseñó el artefacto es un amigo de juventud del afamado cineasta, por eso estamos aquí, para entrevistar a José Fors, reconocido por su trabajo como rockero y como artista plástico.

Se abren la puerta, nos recibe, es alto, con el casquete corto y cano. Viste de negro, extiende su mano para saludarnos y se dejan ver en sus muñecas los tatuajes que asemejan las cicatrices del monstruo creado por el Dr. Frankenstein, en la iconografía famosa que interpretó Boris Karloff.

-Bienvenidos. Pasen. Hay que subir tres pisos.

Mientras subimos las escaleras nos rodean fotografías, obras de arte y hasta algo que parece un códice de la India o el Tibet. Una musa se repite en las imágenes, su esposa.  Más arriba, en los siguientes pisos la iconografía tiene otros elementos más, pequeñas figuritas de plástico de diferentes procedencias, calidades y costos de los monstruos famosos en el cine de la posguerra estadounidense: El hombre lobo, Drácula, el Fantasma de la ópera, Frankenstein como constante, hasta Ultramán. El panorama es dominado por los rostros de Karloff, Lugosi, el monstruo de la laguna negra y “el hombre de las mil caras” del cine mudo, Lon Chaney. En el estudio se alcanzan a ver pocos libros. Las referencias al cine y al arte son lo que domina la estética de casa.

-Bueno, son tres pisos y medio, dice Fors.

Hace mucho que no lo entrevistaba. Él fue reconocido más allá de Guadalajara cuando su grupo de rock, La Cuca, grabó su primer disco en 1989, en ese momento en que las disqueras inventaron un boom a través del eslogan “Rock en tu idioma”. Lo cierto es que, desde mediados de los años ochenta ya había grabado discos como Mask (The Fox, 1985) y “Duda Mata” (álbum homónimo de 1987). Con el paso de los años fue quedando más claro que Fors había estudiado arte, y desarrolló conceptos musicales como la ópera rock “Orlok” (2014) y “Dr. Frankenstein” (2008), en este último trabajo lo acompañaron Ely Guerra, Alfonso André, Leonardo de Lozanne y Sara Valenzuela, entre otros. La última vez que le entrevisté fue en la reposición de “Frankenstein” en 2015 y por esos años también lo entrevisté sobre un libro de arte que le editó la Universidad de Guadalajara.

-Aquí es, pasen. Aquí es donde veo mis películas. ¿Quieren agua?

Conocemos un pequeño cuarto antes de la azotea, pintado de negro donde está su proyector. Aquí la decoración inspirada en el horror suma a más figuras del cine: Nosferatu (F.W. Murnau, 1922), Alien (Ridley Scott, 1979), Jason de Halloween (John Carpenter, 1978) hasta Mars attack! (Tim Burton, 1996). Tiene unos sillones cómodos para disfrutar del cine de la mejor manera y nos rodean afiches de La noche de los muertos vivientes (G. Romero, 1968), La cosa de otro mundo (Howard Hawks, 1951) y La mosca (Kurt Neumann, 1958). Con jarra de agua en la mano grita a quienes están en los pisos de abajo: -¡¿Me pueden subir el artefacto de Cronos?! En breve está ahí frente a nuestros ojos, una joya dorada con una piedra roja en el centro. En uno de sus extremos se despliega una aguja que atraviesa las venas en la muñeca de la mano y un insecto que vive en su interior convierte a la víctima al vampirismo, como vemos en Cronos (Guillermo del Toro, 1992).

José cuéntanos cómo fue tu amistad con Guillermo antes de llegar a formar parte del equipo creativo de Cronos.

Bueno yo conocí a Memo cuando estábamos grabando Carlos Sánchez-Gutiérrez y yo, el disco de Duda mata. Carlos ya conocía a Memo y en cuanto empezamos a cruzar palabra empezaron a salpicar borbotoes de sangre, salieron cabezas y tripas volando, y empezamos a hablar de nuestra fascinación por el cine de terror y nos hicimos amigos inmediatamente. Fue algo inesperado yo había oído hablar de un chavito que andaba haciendo cortos de terror y ese día lo conocí. Desde ese día nos hicimos grandes amigos.

¿Cómo llegaste a Cronos?

Pues me tocó vivir todo el proceso de guión de Cronos, de cómo Guillermo se peleaba con su guion. Y el coraje que hizo cuando salió una película con una idea parecida a la suya, Brain Damage (Frank Henenlotter, 1988) que es una de mis películas favoritas y Memo odiaba que existiera esa película, porque hay una cosa que se le pega a las víctimas atrás del cuello y les inyecta una droga. Un poco así el rollo.

Viví de cerca los altibajos de lo que fue para él escribir y poder llevar a cabo Cronos. Me platicaba mucho del artefacto, me decía: «Es que lo central de la película, esta cosa es como una joya, como un corazón, es como un escarabajo…». Me decía tantas cosas que yo no entendía. Un día nos sentamos y me dijo: «Quiero que te quepa en la mano, quiero que te agarre la mano, quiero que haga esto, quiero que haga el otro». Y me dio bastante libertad en cuanto a diseño porque no me dijo ni época ni nada. Ya cuando lo dibujé le vi una gran sonrisa y me dijo: «Me late porque es como vikingo, es una cosa entre oriental y vikingo y realmente jamás sabrías de dónde es la pieza». Yo básicamente hice los dibujos de lo que es el exterior, lo que es la carátula, esta que vemos. Entre los dos creamos un poco el mecanismo, todo fue bajo la dirección de Memo y era la primera vez que yo hacía algo así.

Otra cosa que hice para Cronos fue, yo creo, el poster menos visto de la película. Hice un óleo grande que quién sabe dónde habrá quedado con la cara del personaje principal sobre el horizonte de la ciudad que le atravesaba una gota de sangre. Definitivamente no es de mis mejores trabajos y cuando salió la película, lo que vi fue un póster con el artefacto de Cronos. Ojalá pudiera encontrar ese poster que hice, me gustaría tener uno de esos.

¿Me podrías mostrar el artefacto?

¡Claro! Según la historia que Memo me cuenta, había seis artefactos como este para la película, todos tenían el mecanismo, abrían las patitas y se cerraban como huevo. Memo tenía una caja con dos niveles, guardabas tres, ponías una tapa y luego otros tres encima. Cuando terminó la película abrió la caja y vio los tres del frente y ya no revisó debajo. Se fue a casa y ahí descubrió que alguien le había robado los tres de abajo. Y entre los tres robados estaba el mío. Pero don Memo tuvo el detalle de hacer una réplica para mí y aquí está. En un par de ocasiones la he prestado para exposiciones, pero ya no lo haré porque siempre regresa con algo fuera de lugar y pues eso es mala onda, ¿no? Éste ya es mi artefacto de Cronos, ya no sale de mi casa.



¿Funciona?

No del todo. Éste lo único que hace es levantar el aguijón. Hace mil años que no agarro esto. Otra cosa que diseñé y que en la película prácticamente no se ve, es el insecto que vive adentro. Parece que a Memo no le gustaron las tomas. Resultó algo abstracto, en realidad diseñé un molusco-insecto que vive adentro y es el que vampiriza y da así la vida eterna.

Cuando fue aceptado el diseño y lo fundieron, ¿cuál fue tu impresión cuando lo viste?

¡Me encantó! Me encantó, a mí se me hace bellísimo. ¡Bellísimo! Y como él decía, es el centro de la película, tenía que ser así de bello. Yo le doy gran crédito al joyero Rubén Rivera Sánchez, quien también trabajó mucho el diseño de la parte de atrás con base en los diseños que yo hice en el frente. Yo generalmente le pongo peros a las cosas, cuando vi esto por primera vez, no tuve ninguna queja.  

¿El vínculo con Guillermo del Toro cómo continuó después de Cronos? ¿Cómo fueron los otros proyectos? En esa época fueron años malos para el cine en México.

Yo creo que Memo desde un principio tenía la mira muy lejos. No creo que tuviera mucha idea de quedarse filmando en México. Me lo dijo durante Cronos: «Con esta película o la hago o se acabó, porque así es el cine. O pegas con la primera película bien o no». Y años después vino Mimic (1997) y se la pasaba yendo y viniendo. Los años de Cronos y Mimic fuimos los mejores amigos, en realidad él no tenía muchos amigos y no hay mucha gente con la que te puedas sentar a platicar sobre cerebros explotando y que te la pases tan a gusto. Para mí, Memo antes de cineasta, artista o cualquier cosa, es un gran hombre, es uno de los corazones más grandes que he conocido. Siendo más joven que yo, me enseñó muchísimas cosas de la vida, me enseño mucho de cine. Lo que más me ha quedado de Memo son sus enseñanzas, sus valores como ser humano y lo que es ser un amigo, a mí me impresiona mucho ese lado de Memo del Toro, porque conozco artistas geniales que son unos mamones y no es el caso de Memo del Toro, él es realmente un artista que iba contra corriente. Yo creo que toda la gente que hace cine de terror sabe lo difícil que es el que te acepten ese tipo de proyectos. Somos como un clan en el mundo underground muy fuerte, es como el heavy metal, como una religión mundial de gente muy buena onda. La gente que nos gusta el metal o las películas de terror más bien somos unos dulces, la imagen tiene todo un rollo agresivo y de los monstruos, pero generalmente somos gente muy tranquila y chambeadora.

José, cuando tienes la oportunidad de volver a trabajar con Guillermo del Toro es en Hellboy (2004). ¿Cómo fue tu experiencia?

Eso estuvo muy loco. Me sentí muy raro, estuve entre ilustradores y desconocía ese planeta. Trabajé con cinco ilustradores famosísimos de Estados Unidos que ya habían hecho películas, que ya habían hecho mil cosas y la verdad me sentí muy fuera de lugar en ese proyecto. Era difícil ver a Memo, pues andaba en tantas cosas y yo estaba en otro lugar dibujando y dibujando. Sabía que había un tipo en España trabajando sobre el mismo personaje que yo, y otro más que hacía lo mismo en México. Cuando pasó todo y vi la película me dije: Pues a lo mejor esa cicatriz que tiene ahí el alemán, tiene un giro de lo que yo dibujé. Así es el cine a esa escala, no fue algo que yo disfrutara mucho. Y mi relación con los ilustradores era lejana, para ellos yo resultaba un pintor de las bellas artes.

Entiendo que las bellas artes se han cerrado mucho y miden todo con reglitas demasiado pequeñas, ahora pienso un poco como ellos, pero en ese momento para mí era un mundo totalmente nuevo.

Después de las dos primeras semanas de echar trazos, se apareció Memo y me dijo:  «Tú clávate en el nazi, éste que le gusta cortarse las orejas», y me la pasé haciendo cicatrices, y cortes; espero que haya servido de algo mi chamba. No sería algo que volvería a hacer, definitivamente, es totalmente diferente a pintar.

Guillermo es de ese tipo de creadores que con un trabajo colectivo logra un universo personal y reconocible.

Él es un verdadero creador, es un tipo súper lúcido y único, y cuando eres único y haces exactamente lo que quieres, vas a hacer algo totalmente fuera de serie. Eso es lo que ha hecho Memo y ha sabido imprimir su personalidad, su gusto, su estética. A mí me hubiera gustado que Memo se hubiera ido más por el terror, decirle: Maestro, haz que me cague de miedo con una película. Pero él tiene un corazón tan blando, es tan bueno, que se ha ido por cosas que, para mí, es más fantasía.

¿Fábulas oscuras?

Fábulas oscuras, pero en realidad son muy bonitas sus películas, son de gran belleza.

¿Ya viste la exposición En casa con mis monstruos?

No, sólo el libro.


¿Qué te parecen los monstruos de Guillermo del Toro?

Aquí me estás hablando de dos cosas, una es su colección que para mí es un homenaje a la gente que él admira, está Linda Blair o Boris Karloff, etc. Y están los monstruos de Guillermo del Toro, desde el artefacto de Cronos que de alguna manera es un aparato monstruoso, hasta el personaje de los ojos en las manos y su versión del monstruo de la laguna negra de La forma del agua, todo esto es bello, su estética es bellísima. A mí en lo personal me hace falta más horror «Memo lo hiciste demasiado bonito, un poquito menos bonito, que me dé más miedo el personaje», pero bueno, es su idioma y no está haciendo películas para mí ¿verdad?

Lo que sí logré ver cuando estuvimos en Hellboy es la clavazón en el detalle, él me decía «no, no, no, no te traje aquí José para que me hagas un fantasma, no. Yo quiero ver si tiene un grano aquí y si tiene un pelo en la frente. Quiero que te vayas a lo más microscópico y detallado que puedas del personaje». Y así con todos, muy exigente por el lado del detalle y de saber exactamente qué.

José habla con ánimo y enfatiza que sus gustos eran muy similares, «por ahí empezó la amistad». Y fue Del Toro quien lo introdujo a un espacio del cine que él no conocía, «las primeras películas japonesas que yo vi en mi vida fueron también películas que me prestó Memo. Me dijo: no, no nada más son los gringos los que hacen buen terror, y me enseñó otras cosas.

En ese sentido, hay una cosa bien interesante cuando hablamos de cine de horror de Estados Unidos y de Japón, sus mejores momentos son después de la Segunda Guerra Mundial, hay un proceso muy importante que hoy tenemos en el cine japonés, también en el cine estadounidense, que empezó después de. Es interesante es imaginario de posguerra, ¿no?

Pues el Guernica, de Picasso, para qué vamos más lejos. Suena horrible decir “salió lo mejor después de la guerra”, pero yo creo que es donde el hombre realmente se ha expresado sin pensarlo. Lo estoy viviendo en el momento no necesito pensarlo lo tengo aquí enfrente de mi cara, lo tengo que plasmar, tengo que decirle a la gente cómo veo yo a través de mis ojos ésta situación que estoy viviendo.

De las cosas que has visto en el cine de Guillermo, ¿crees que hay una conexión plástica referencial con algunos de esos monstruos clásicos o de las películas clásicas?

La forma del agua, ¿no? Es el monstruo de la laguna negra bonito, guapo. De repente encuentro cositas, Edward Gorey por ahí. A él le gustaban muchas cosas que a mí no, era muy Star Wars y muy Mad Max y todo ese rollo. Hay otro lado de su estética que no es sólo el cine de terror, sus películas son una conjunción de mucho de la belleza del cine japonés, de los colores, de composiciones. Me acuerdo que hablábamos muchísimo de Rembrandt y los claroscuros y él decía:  «es que si un cineasta no conoce la iluminación de Rembrandt, no sabe nada» y era duro, me imagino que ahora ha de ser más duro todavía.

Esto que dices me hace recordar algo, tuve el gusto de estar en la VGIK que es la escuela rusa de cine, la más antigua en Moscú, y entré a varias clases y en una de las clases de iniciación un profesor empezó a sacar algunas piezas, no las grandes obras sino algunas piezas seleccionadas de la historia del arte, al final de la clase platicando con sus alumnos le pregunté por qué estaba sacando esos afiches y haciendo preguntas de iluminación, de color y de temperaturas, y él me contestó tajante «si no sabe la historia del arte no tiene nada que hacer en una escuela de cine».

Que los artistas conceptuales mejor que no hagan cine. Yo estoy totalmente de acuerdo con él, creo que estés en cualquier ramo del arte que estés tienes que saber de dónde vinieron las cosas, tienes que saber por qué sucedieron las cosas. Eso de querer matar la historia y querer empezar a escribir una nueva se me hace la mamada más grande que he oído en mi vida y se me hace muy triste ver como desaparecen museos que fueron diseñados para pinturas de caballete y que los conceptualistas se los estén apropiando, deberían de hacer sus espacios diseñados a esto que ellos hacen, que generalmente es mucho más tridimensional, que muchas veces necesitan más espacio, que necesitan otro tipo de iluminación y todo eso.

Siento que algo que se ha perdido mucho es, y creo que ha de ser la peor palabra para un artista conceptual, la artesanía, el trabajar con las manos, el sentir la arcilla, el sentir el roce del grafito sobre el papel de algodón, toda esa sensualidad, todo ese cariño, todo ese tiempo, toda esa disciplina te hace otra persona. También te hace una mejor persona yo creo.

Ahora como que es muy profiláctico todo, ¿no?

Es el arte de la ocurrencia diría yo. No importa si sabes pintar o dibujar o no y es muy triste. Aquí en Guadalajara ya en ninguna de las escuelas dan clases ni de dibujo ni de pintura e historia del arte muy por encimita.

Hay animadores que no saben dibujar.

Yo todo lo contrario, en la música me voy más al blues, en la plástica siempre he sido renacentista y cada vez me enamoro más del dibujo, especialmente del renacimiento y cada vez admiro más a Velázquez y a Picasso, y a los que realmente rompieron barreras y cambiaron la historia, y que nos conmovieron tan grueso, y que no sólo nos movieron aquí, no sólo nos movió la ficha técnica. Nos movió ver lo grueso de la pincelada de Van Gogh en un cielo, ese es el gramaje de pintura que dejó en una nube, a mí eso me pone la piel chinita, me trae lágrimas a los ojos, me mueve el tapete. Las emociones me cambiaron la vida, me enseñaron muchas cosas los buenos cuadros.

Hiciste una referencia a Edward Gorey, que podemos ponerlo entre la literatura y lo gráfico, dices que lo hayas en el trabajo de Guillermo. También hablaste de Rembrandt, para ti en términos literarios y en términos pictóricos ¿dónde ubicas las referencias del trabajo de Guillermo?

Yo no leo, Memo leía mucho, yo creo que él tiene ese equilibrio. En la pintura la palabra luego te puede joder. Mi maestro me decía «nunca platiques un cuadro, ya ahí empiezas a diluirlo, que pase de tu mente al lienzo, va a salir, lo vas a vomitar de un trancazo. Si lo empiezas a platicar y a pensar mucho y a oír comentarios de la gente de cómo sería tu cuadro, se va a diluir».

No había tomado yo en consideración esto que decías de Rembrandt y me llama mucho la atención porque es esa calidez de la luz de vela, por ejemplo, que encuentras en el Autorretrato viejo que está en Chicago, en donde vemos esas escenas oscuras de video hay calidez en su luz cuando es oscuro.

Es un fan de Rembrandt, eso yo te lo digo, es un fan y en todo, en la textura de muchas cosas, en las composiciones. Yo creo que se puede aprender mucho de cine viendo pintura aunque sea un cuadro disque estático, hay movimiento, hay diálogos, hay armonía, hay ecos, hay muchas cosas que se mueven en un cuadro si eso lo traduces a cine. Ahí está David Lynch, que es uno de los ejemplos grandes de lo que puede hacer un pintor en sí.

Hace muchos años le pregunté a Guillermo cuál sería la película que él querría filmar, si hay algún libro o alguna historia que no ha podido filmar todavía y me contestó de inmediato La montaña de la locura, de Lovecraft, y dije ¡wow!, no puedo imaginarme una película o una historia de esas características en sus manos.

Pues yo te voy a contar una que no te vas a saber. Una vez le dije: si hicieras una historia de un personaje de la vida real algo así… Y dice «una del cuate éste, el orate que tuvo debajo de su cama a una chava como en una caja y que nada más la sacaba para usarla y que aparte su esposa vivía con él y le ayudaba…». Me contó la historia, no recuerdo el nombre del personaje, pero me dice «esa historia se me hace padre contarla, filmarla».

Interesante, porque además no es una historia de final feliz, ¿no?

No, ésa es más mi tipo de terror, realmente enfermas.

Imágenes: Huemanzin Rodríguez