Rodrigo Blanco Calderón sobre “The Night”

La novela publicada en España ya hace tres años, toma un segundo aire con el premio dado por la III Bienal Mario Vargas Llosa, un lujo frente a la tiranía de “la novedad” en el mundo editorial

Guadalajara (Huemanzin Rodríguez).- «Esto me ha tomado por sorpresa, la verdad es que no tengo un discurso preparado. Quiero dedicar este reconocimiento a mi esposa. Escribí esta novela por mi país.» Esas fueron algunas de las palabras que dijo Rodrigo Blanco Calderón después de que el escritor Sergio Ramírez, presidente del jurado de la III Bienal Mario Vargas Llosa anunciara en el Centro de Artes Escénicas de Guadalajara, que Blanco Calderón había ganado la bienal con su novela The night. Centenas de escritores mandaron sus novelas para participar y finalmente la ganadora fue esta obra, publicada en España en 2016 y en 2017 en varios países de América Latina. El título de la obra parte de los apagones que padeció Venezuela en los últimos años del gobierno de Hugo Chávez.

Rodrigo, no es la primera vez que estás en Guadalajara, ya estuviste aquí antes en una Feria Internacional del Libro. ¿Cómo te sientes hoy?

Desde que recibí la noticia de que estaba entre los cinco finalistas, fue una alegría absoluta, porque uno como escritor aspira que su trabajo sea leído y reconocido. Y el premio de la Bienal Mario Vargas Llosa creo que actualmente es el premio de reconocimiento a una novela más importante que hay en el ámbito hispanoamericano, ha sido un gran lujo venir para acá y compartir con otros escritores en este evento.

Durante las actividades de la bienal no sólo tuviste que exponer el sentido y los procesos de creativos para escribir tu primera novela. También discutiste en torno al concepto temático de la bienal que fue la frontera.

El concepto de frontera, para mí como venezolano, no había sido una realidad tan presente hasta el momento que me tocó emigrar de mi país y empezar literalmente a cruzar fronteras no como un turista sino como alguien que busca un nuevo hogar. En este sentido, me ha tocado llegar a esta consciencia límite, que es como una barrera que te puede eventualmente impedir llegar a un lugar. Sin embargo, y esto lo decía en las conversaciones de la bienal, la palabra frontera también tiene un sentido positivo en el sentido de que, es una noción de límite que le permite dar forma, literariamente la noción de límite también es muy importante. Yo necesito un límite para poder cruzarlo. Y yo creo que las fronteras mientras permitan dar forma a países o sociedades son positivas, mientras no se conviertan en líneas que nos ahogan, nos limitan o nos encierran involuntariamente en ciertos espacios, o nos impiden acceder libremente a otros territorios.

Eres también editor, ¿no crees que hay fronteras literarias? Me parece que somos libres de leer lo que encontramos en las mesas de novedades de las librerías de nuestros países, pero eso no quiere decir que la literatura latinoamericana actual esté representada en eso que reconocemos como “novedades”. En este continente es más fácil leer a autores latinoamericanos, después de que fueron publicados en España.

Justo es fue lo que me pasó a mí. Mi novela The night fue publicada por Alfaguara en España y eso fue lo que permitió que en 2017 se pudiera publicar en algunos países de América Latina, México entre ellos. Para la edición en español en el ámbito hispanoamericano, España sigue teniendo un lugar central, una especie de aduana o alcabala principal por donde obligatoriamente hay que pasar para que el libro de un autor se consiga en varios países de América Latina. Pienso que eso también debe de verse como una acción positiva, sería interesante que América Latina volviera a convertirse en uno de los lugares centrales para el mundo editorial con una fuerza económica que permita recuperar esa centralidad que la zona tuvo en otras épocas, cuando países como México, Argentina y Colombia, entre otros, eran los países centrales de la edición y no España. Pero también creo que esto puede verse como un llamado a la competitividad. Sería interesante que los países de América Latina trataran de crear políticas que nos permitan a los autores latinoamericanos circular por el continente sin necesariamente pasar por la validación en este caso de España, que pudiera ser cualquier otro país con un papel predominante.

Una novela es una visión del mundo y de las cosas, ¿crees que escribir es un acto estético y político?

Claro.

¿Qué ocurrió en el proceso de escritura de The night, pues en tu novela hay muchos elementos políticos y sociales que parecen el simiente de la actualidad de Venezuela, más allá de los intereses internacionales sobre las reservas de oro y petroleras, disfrazados de luchas por la democracia?

El detonante de la novela fue la declaración de la crisis energética en Venezuela hacia finales del 2009 y principios del 2010, cuando el entonces presidente Hugo Chávez decreta cortes energéticos. Este fue un momento muy traumático para mi país. Para mí eso fue el giro de una situación que se anunciaba verdaderamente grave. Al paso de los años me parece que eso se ha confirmado y fue ese contexto social y político, como apuntas, el que me llevó a escribir la novela. Lo he usado como el marco temporal necesario para anclar mi historia. Pero mi novela tiene muchísimos elementos que van más allá de los circunstancial y que apuntan a una serie de personajes, historias y anécdotas que van más allá de Caracas y del presente, y que se remontan a otras décadas, países y ciudades del mundo por donde transitan algunos de los personajes de la novela. Es un balance que creo siempre hay que tener entre la marca del presente y algo que vaya más allá de eso, y que me permita escribir una novela y no un reportaje.

El apagón de esos años es el telón de fondo, también hay feminicidios que son una crisis regional, y te basas en una historia real de un psiquiatra muy reconocido en los medios de comunicación y en la política de Venezuela, que fue descubierto como el asesino de esas mujeres.

Mi madre es psiquiatra, así que esa noticia que conmovió a todo el país y a la comunidad de especialistas, fue muy cercano para mí. Aunque retomo momentos de la historia reciente de Venezuela, me enfoco en los hechos que pareciera justificó para muchos, el que la sociedad venezolana retrocediera sin tregua en sus procesos. Eso es lo que más me interesaba abordar.   

Tu novela tuvo un gran impacto en Latinoamérica, primero en España, y a partir de ello ha llegado no solo a diferentes partes del continente, también a otras partes del mundo.

La verdad es que he estado muy contento porque se trata de mi primera novela, ya ha sido traducida a algunos idiomas, la traducción al francés fue merecedora de un premio a mejor novela extranjera; en Venezuela recibió el premio de la crítica; y los lectores en mi país, por razones obvias, han conectado con la novela, eso no quiere decir que otros lectores ajenos a Venezuela no se identifiquen y estar aquí en la III Bienal Mario Vargas Llosa es muy especial para mí, porque es una novela que terminé hace tres años y el ritmo que tienen las novedades es brutal con los libros, así que tener este segundo aire para mí es un ya un privilegio.

¿En qué trabajas ahora?

A finales del año pasado terminé mi segunda novela que está todavía en proceso de lectura, pero estoy un poco disperso. Escribo ensayos, tengo el borrador de una novela, trabajo artículos. Todo esto ha coincidido con una nueva mudanza, viví tres años en París y ahora vivo en Málaga, han sido unos años bastante movidos, eso ha afectado mi proceso de escritura por lo menos en los períodos de transición. Espero sentar cabeza en la segunda mitad del año y escribir con más calma.

¿Y como editor, en qué estás?

Un poco a la distancia mantengo en Venezuela la editorial Madera fina, que fundé con Luis Islas, y está en manos de otros dos amigos Jonathan Bustamante y Carlos Sandoval. Es una editorial que está sobreviviendo porque el impacto de la crisis económica en Venezuela ha sido muy fuerte en todas las áreas de la vida y actualmente editar un libro en mi país es todo un lujo que cada vez nos podemos permitir menos. La idea es aguantar lo más posible para cuando vengan los buenos tiempos podamos volver a publicar a un ritmo más sano.

Imagen tomada de Efecto Cocuyo, sobre el largo apagón que afectó Venezuela en marzo de este año