Un enorme mito cultural que continúa fascinando a generaciones. En torno a la celebración del popularmente proclamado Día de Star Wars ocurrido el 4 de mayo, una mirada a su historia
Por Arody Rangel
Hace unas décadas, en este mismo planeta, un joven llamado George Lucas, de Modesto, California, miraba Flash Gordon y soñaba con filmar alguna vez una de las aventuras del héroe deportista intergaláctico. Tiempo después, George estudió cine y tras hacer su primera película, THX 1138, buscó realizar su sueño; sin embargo, no pudo hacerse de los derechos de Flash Gordon y el joven Lucas vio delante suyo la disyuntiva: renunciar a su sueño o crear su propia aventura espacial.
Esa aventura se llama Star Wars y con ella, George Lucas, revolucionó la industria cultural: tras el estreno en 1977 de La Guerra de las Galaxias vinieron como oleadas las mercancías de la película (merchandising), la continuación de la historia en historietas, libros, caricaturas (eso que los iniciados llaman Universo Expandido), así como abundantes expresiones de fanatismo; antes que ninguno, Lucas logró afianzar el culto consumista alrededor de su gran mito, uno de los más importantes de la cultura pop.
¿Cómo explicar el éxito, el desbordamiento del fenómeno Star Wars? En su libro El héroe de las mil caras, el mitólogo Joseph Campbell se dio a la tarea de desvelar o desenmascarar todos los mitos heroicos que tuvo a mano, tanto de las culturas occidentales como de oriente; Campbell notó que todos los mitos compartían la misma estructura narrativa, a la que llamó monomito y que identificamos como “el viaje del héroe”, en éste el héroe atraviesa por doce estadios en los que pasa de ser un «don nadie» a transformar su naturaleza y alcanzar la cúspide de la heroicidad. El mito cumple una función primordial: explica la realidad y dota de identidad a un pueblo; con el descubrimiento de Campbell, caemos en cuenta de que, salvando las máscaras, el mito ha sido el mismo a lo largo de la milenaria historia de la humanidad.
Pues bien, el monomito o “viaje del héroe” de Campbell es la gran influencia literaria o, para decirlo mejor, teórica, de la que abrevó Lucas para la creación de su mito, Star Wars. El héroe de esta historia es Luke Skywalker y tanto la primera película de La Guerra de las Galaxias (hoy conocida como Star Wars. Episodio IV: Una nueva esperanza) como la triada que conforma la saga original (Episodios IV, V y VI), desarrollan el arco dramático del viaje heroico de Luke.
Los doce estadios del viaje del héroe pueden simplificarse en tres momentos o actos -que, dicho sea de paso, se corresponden con los mismos que se exigen a toda historia según la Poética de Aristóteles-, estos son: Separación – Iniciación – Retorno. Como todos los héroes, Luke Skywalker es de origen humilde, y como todos, no encaja en el lugar donde vive y así como a todos les sucede, es llamado a la aventura, a cumplir su destino y entonces comienza el viaje.
En ese viaje aparecen los mentores: Ben Kenobi y Yoda, maestros Jedi. Están también los compañeros de aventura: Han Solo y Leia, así como C-3PO, R2-D2 y Chewbacca. No puede faltar el antagonista y su cohorte, esas fuerzas que completan el juego maniqueo de contrarios: El Imperio, El emperador, Darth Vader, la Estrella de la Muerte, los Stormtroopers, etc., siempre son más, siempre son colosales en comparación con el héroe (David y Goliat). El héroe pasa por el momento obligado en que busca echar todo a la borda, pasado este obstáculo se da la iniciación: el héroe se transforma, Luke se conoce a sí mismo, su luz, pero también sus miedos y su propia oscuridad; una vez que logra el equilibrio interior se convierte en Jedi, un maestro del lado luminoso de la fuerza… La fuerza emerge de entre las acciones y los personajes, es la magia propia del mito, el elemento religioso o espiritual obligado.
Los personajes y la estructura narrativa de este mito están tan bien logrados que la primera película fue un éxito inmediato (si bien inesperado). Y esto es así ya que sus arquetipos están en nuestro inconsciente colectivo, operan de inmediato: nos sentimos identificados y sacian nuestra sed de historias, de esas historias que nos acompañan desde el principio de los tiempos y que nos permiten amalgamar la realidad; aunque, a decir verdad, en nuestros tiempos este gran mito de la cultura popular lo que amalgama sobre todo es una lógica de mercado.
Además de El héroe de las mil caras, se pueden identificar otras influencias literarias en la obra de Lucas, dos son novelas gráficas. La primera, Flash Gordon, de la que George Lucas es un coleccionista declarado y que para las décadas de los 30 y 40 contaba con seriales basados en la historieta; las aventuras del jugador de americano se situaban en el espacio exterior y eran uno de los referentes más importantes de las space opera en la época.
La otra novela gráfica se llama Valérian y Laureline, un cómic francés de ciencia ficción que se publicó por primera vez en 1967. Aunque Lucas no ha admitido la influencia del cómic de Pierre Christin (guionista), Jean-Claude Mézières (dibujante) y Évelyne Tranlé (colorista), la primera saga de Star Wars tiene elementos muy parecidos a los del cómic, pero no son argumentales sino visuales y estéticos; están en el Halcón Milenario, Darth Vader, los escenarios del Episodio V (El Imperio contraataca), Han Solo encerrado en carbonita o el traje de esclava de Leia en El retorno del Jedi. Ante la renuencia de Lucas por reconocer las semejanzas entre Star Wars y Valérian y Laureline, en 1983 Mézières dibujó a la princesa Leia, Luke, Valérian y Laureline conviviendo en una cantina, Leia dice “¡Qué divertido encontrarnos aquí!” y Laureline responde “¡Oh, nosotros venimos aquí desde hace mucho!”.