Un libro que es muchos libros

En Permanente obra negra Vivian Abenshushan ofrece un dispositivo de lectura que no marca un fin específico, una obra que se sigue construyendo al capricho de lectura del usuario

Ciudad de México (N22/Alizbeth Mercado). – ¿Cuál es tu tipografía favorita? La de Vivian Abenshushan es Eurostyle, por disruptiva, y le preguntamos porque en Permanente obra negra (Sexto Piso, 2019), su más reciente libro, la autora explora una escritura constante y fragmentaria. Hay seis tipografías que marcan los diferentes hilos conductores.

Es un libro que puede ser leído como el lector lo prefiera; sin embargo, Vivian se encargó de hacer «instructivos» a la usanza de Cortázar o Calvino y propone ciertas posibilidades, pero dice que las reglas están para no seguirse. Puedes comenzar con Baskerville.

«También es un testimonio de mi negrería literaria, cuando fui muy joven fui negra literaria (ghostwriter) de un empresario, una experiencia atroz y de ahí fue el primer impulso para escribir una novela que nunca escribí pero estalló en mil pedazos y es esto».

¿Por qué hacer este ejercicio?

Yo creo que Permanente obra negra es, sobre todo, una larga reflexión sobre el libro, su presente, sus posibilidades futuras, los efectos que han tenido las transformaciones técnicas de circulación y producción de texto, la era digital. Es también un recorrido por una serie de lecturas de artistas, de autoras, libros, sobre todo relacionados con la escritura experimental que me acompañan desde hace muchos años, una década o más, en mis laboratorios, en mis procesos pedagógicos alrededor de la escritura y de las convenciones alrededor del libro y de la escritura. Una de las reflexiones centrales tenía que ver con cómo la era digital, ha devuelto al texto, y a la producción escrita a una zona de inestabilidad. Así como el libro es este objeto impreso fijado en el tiempo, que es su cualidad predominante desde la época de las tablillas de arcilla, hasta el codex que es la forma que prevaleció y sigue circulando; el texto digital es inestable, se está produciendo constantemente, incluso cuando estamos trabajando en Word podemos mover, pasar y hacer copy paste y pasar material durante mucho tiempo; entonces se genera poca fijeza y mucha ductilidad.

Me interesaba imaginar un libro que nunca estuviera fijado en el tiempo, a diferencia del libro impreso y cómo hacer eso usando el formato libre de todas formas. Y encontré justamente en el sistema de montaje, es decir, la posibilidad de combinar el mismo material de distintas formas, una respuesta posible. Entre otras hasta el fichero que, por un lado, es expandible, no tiene principio ni medio ni fin, puede seguir creciendo y creciendo, por ese proceso de colección de material y de escritura, transcripción, reescritura, copia, que son las técnicas que más uso en el libro y que podrían prolongarse infinitamente. 

Pero, por otro lado, cada vez que el lector reacomoda las fichas o su lectura, o su selección de los fragmentos, está escribiendo, de algún modo, un libro distinto, está produciendo una combinatoria nueva, por eso el libro está actualmente en construcción. En este dispositivo de lectura el lector es una especie de conjunto,  como si cada vez estuviera produciendo con sus propias manos el libro nuevamente. 

En esta tensión experimental, tuviste un rompimiento o rechazo a ciertas convenciones, por ejemplo la novela, si es que tiene reglas y si existen. ¿O podemos pensar que es una respuesta a una escritura que sea muy genérica y, quizá, repetitiva?

Creo que la historia de la literatura, llamémosla «experimental», de otras formas de escritura siempre ha estado poniendo en cuestión en las convenciones de los géneros literarios y es gracias a estos procedimientos que esos mismos géneros han ido evolucionando, se han ido volviendo más híbridos con fronteras más difusas. Claro que hay una discusión sobre todo con el género novela, pero yo creo que con la idea misma del género literario que, me parece, está viviendo también un agotamiento, si pensamos en otras disciplinas como el arte contemporáneo o las artes vivas que no encasillan al artista en un solo género ni en dos o tres, sino que siempre hay una gran pluralidad de posibilidades expresivas, desde la videoinstalación, la intervención de un lugar específico, la fotografía, el vídeo. Un mismo artista puede usar dos medios. Y creo que desde la industria editorial, la academia, hasta la becas, digamos del Fonca, se siguen usando los mismos géneros. Yo nunca sé dónde poner lo que yo hago porque no es ni cuento ni poesía, sino una mezcla de todos esos géneros y quizás una de las fantasías detrás del libro es que se está generando una forma que aún no sabemos cómo nombrar.

Desde tu perspectiva, ¿qué ha hecho que la literatura esté en este estado de estancamiento?

Bueno, Brion Gysin, que fue un artista experimental junto con William Burroughs, que hicieron cosas en colaboración, decía esta frase, que además aparece en una de las fichas, que «la literatura tiene cincuenta años de retraso frente a las artes visuales», eso lo dijo hace más de cincuenta años, entonces el retraso ya tiene cien años. 

Creo que no siempre fue así, por supuesto que la literatura ha tenido también exploraciones en otros sentidos desde las vanguardias hasta grupos como el Oulipo, taller de literatura potencial dónde están Perec, Calvino y Queneau, que también atraviesan de algún modo estás escrituras o los conceptualistas norteamericanos, etcétera. Entonces sí han habido quiebres o fisuras que le han permitido explorar otras posibilidades, pero tengo la percepción de que después de los años setenta que fue como la última época de gran experimentación, sobre todo en la novela, que quizá llegó a unos extremos de ser ilegible o demasiado hermética, hubo un repliegue muy conservador en la narrativa, no en toda, pero sí en términos muy generales, y también por una gran presión de la industria editorial, del mercado editorial que exige ciertas formas de legibilidad.

Creo que por eso también en México, eso lo hemos platicado mucho en Tumbona Ediciones que fue una editorial que fundamos respondiendo a la necesidad de repensar los géneros literarios; no hubo movimiento de vanguardia, es decir, los procesos de ruptura al interior de la literatura mexicana han sido tenues, débiles. Uno de los descubrimientos para mí cuando estaba en Tumbona fue justamente el archivo de Ulises Carrión que fue, además, este escritor que dejó de escribir, que se mudó no sólo del campo disciplinar sino del país, un poco en la necesidad discutir el formato libro, la idea de autoría, de discutir la forma en que hacemos cultura que, para él, como para muchos autores experimentales es una producción colectiva. 

Hay una raíz fuertemente realista, muy cercana al costumbrismo, yo diría, en la novela mexicana, por supuesto también ha habido escritores de literatura fantástica y, en los últimos años, escritoras como Cristina Rivera Garza que han renovado las preguntas sobre lo que es la verosimilitud, la narrativa, la linealidad, los personajes todos estos valores alrededor de la novela.

¿Cómo te vas a enfrentar al canon con este libro? Porque aunque ya tienes cierta carrera estaba pensando en la institucionalización de las letras y la cultura en México.

A mí me parece que la forma de enfrentarlo es abriendo fisuras, provocando, desestabilizando, y también poniendo en circulación otros discursos porque de esa manera entonces otros escritores, otros lectores, descubren que es posible leer desde otro lugar y es posible escribir desde otro lugar. También creo, y esa es una discusión que he sostenido en redes, que hay que empujar, y sólo lo podemos hacer los artistas, a la institución para que agregue con urgencia la categoría de escrituras extendidas, expandidas o experimentales, otras escrituras, como los demás para que de una categoría amplia donde entren todas las formas que, además, están usando nuevos medios como el video, la video poesía, el performance o los algoritmos en internet o la escritura digital.

Hablando de personajes, pensé en la tipografía, que mencionas es un sistema de escritura, y me parece interesante porque solo pensamos en ella desde la forma y no como fondo, ¿en este libro es fondo? Porque cada tipografía tiene una intención.

Así es, para los tipógrafos, para los diseñadores editoriales las tipografías por supuesto que tienen una densidad formal significativa. Las tipografías sin patitas, Sans Serif, por ejemplo, son más modernas, están más cercanos a lo contemporáneo, las que tienen patitas son más clásicas, es decir, también tienen esta especie de personalidad y discurso propios como todo lo que es plástico y todo lo que es visual y simbólico. 

Para mí fue un sistema de escritura porque a partir de las tipografías fui creando series temáticas o hashtags o hilos como en Twiter, temas que pueden reunirse, colindantes, que pueden relacionarse entre sí, aunque no sean sistemáticos ni lineales. Y al mismo tiempo, al combinar las tipografías se pueden generar relaciones entre cada fragmento que son inesperadas o que no estaban previstas por mí.

¿Cuál es tu tipografía favorita?

 La que fue más radicalmente experimental fue la Eurostyle, que, además me dijo Alejandro Magallanes, que fue el diseñador de la portada y estuvo presente en el proceso de formación y diseño de libro, es una tipografía que no se usaba desde los años setenta y que sólo usan diseñadores. En esta tipografía, que es la última, concentré los juegos más radicalmente experimentales; hay poemas, ejercicios, supuestas instrucciones de uso, hay un archivo visual, entonces para mí fue trasladarme a otro lenguaje o a otra forma escribir. 

¿Estamos acostumbrándonos a la escritura fragmentaria? Recuerdo un tuit que decía que los hilos son los nuevos ensayos (no recuerdo el o la autora).

Sí, de algún modo, como ha sucedido siempre, los cambios tecnológicos que son nuestras mediaciones de lectura y escritura también transforman nuestras formas de leer y escribir. Y entonces si queremos ser un escritor que dialoga con los lectores del presente y no con los del siglo pasado o del siglo XIX es necesario que nos hagamos preguntas sobre cómo ha afectado internet, sobre todo, y la digitalización en nuestras formas de lectura y escritura. Yo creo que en efecto, el fragmento, esta escritura recortada, hecha de retazos, casi de las ruinas de la civilización porque estamos viviendo un momento de descomposición generalizada, a partir de esos de esos trozos es posible pensar en otro futuro. Creo que la escritura experimental me interesa en un sentido político, porque cuando se han agotado todas las respuestas sociales o la crisis no sólo es para la literatura, en este caso civilizatoria, la experimentación implica la posibilidad justamente de algo distinto, de lo nuevo. Es un nuevo horizonte de posibilidades. Entonces creo que en un sentido político también la escritura y el arte experimental han sido arte vital y políticamente muy necesario.

Ahora que mencionas los retazos veo que en el libro está Walter Benjamín, quien fue un gran «retacista» (me permito esa definición) ¿Por qué está aquí?

Walter es uno de los filósofos que he leído con más interés en los últimos diez años por muchas razones, sobre todo porque, en primer lugar, realizó toda una reflexión sobre el capitalismo y su futuro a partir de los retazos, de las ruinas del pasado, es decir, hizo todo esta investigación en el libro de Los pasajes a partir de los materiales del siglo XIX, los materiales de la cultura, los primeros momentos de las fotografía, los pasajes que son los antecedentes del mall, las miniaturas, juegos revistas, fue un gran investigador de la cultura popular. Y a partir de la investigación él quería hacer un ensayo, que sería el ensayo más importante de su vida, sobre la historia material del siglo XIX y que quedó inconclusa, en la que trabajó durante veinte años.

También tiene algo inconcluso Permanente obra negra, esa posibilidad en terminarse y lo que él usaba, que viene directamente de las vanguardias, es el montaje de citas, que consiste en que sea el lector quien crea el sentido a partir de la unión de los fragmentos, lo que él llamaba constelaciones o relaciones de sentido y no precisamente la explicación del autor.  Hay un proceso de coautoría de quien lee. 

El texto se va a construir constantemente, pero ¿tienes planeado darle continuidad impresa o seguir haciendo constelaciones y no agotarlo?

Bueno, como el libro está hecho de muchos libros, ha sido publicado como fichero también y ahí las combinaciones son infinitas. En el libro impreso hay un montaje que es el que yo elegí, y me tardé mucho, nunca me sentía totalmente convencida, lo cual es un poco ridículo porque la naturaleza libre era combinarse como fuera.  También hay un tercer formato que es el libro suajado, con cortes, de tal forma que el lector puede ir haciendo combinaciones y además hay un algoritmo en internet una página (que programaron los chicos de Media Lab MX) y a través de él se generan combinaciones aleatorias. Entonces, de algún modo, está movilidad de las tarjetas permanecerá activa.