Compartimos algunos de los poemas, incluido el que da nombre a este título, de la escritora mexicana reeditado en versión bilingüe por Editorial Argonáutica
Ciudad de México (N22/Redacción).- Con la traducción al inglés de Robin Myers, la editorial Argonáutica publica Manca, de Juana Adcock, escritora mexicana nacida en Nuevo León en 1982. Este, su primer poemario, fue publicado originalmente en 2013 y ahora reaparece en esta edición bilingüe que se suma a la colección Pilifemo de Editorial Argonáutica. En aquel entonces se dijo de este trabajo que “desarrolla la violencia en el poema sin estridencias”.
A continuación compartimos algunos de los poemas que integran Manca.
Cuatro mil pesos quincenales
hasta el niño de 12 que enseña la técnica del descabezado a los que yo no sé, que yo no tengo experiencia, que me subieron el sueldo a cuatro mil quincenales por haber participado en balaceras y persecuciones, hasta esta sensación de humor caliente, de calosfrío ignorado, de placa de metal enterrada en el esófago, de blanquinegros pájaros que piden más ojos, más fosas. Y era nuestra herencia, una red de agujeros en cada mano por donde se nos cuela la esperanza, por donde alguien nos dijo has de sufrir, por donde metimos los dedos y aunque sangrábamos no creíamos más que lo que nos contaban las pantallas. El llanto se extiende, los charcos gotean ecos estrepitosos, comenzamos el proceso de olvidar historia, nombre, dirección, lugar de origen, objetivos. La verdad espejo, las palabras óxido. Time gaping with expectation. The arrow wavers and glances by: no es el amanecer; es un encuentro armado, es rojo ensanchando pavimento. A la explanada en blanco, al lugar donde todos te dijeron y nadie te escuchó por que ni tú te oyeras. Comenzamos por las orillas, levantando la cascarita, dejando salir pus, secreciones, se hace más gruesa, vamos quitando capas, geológica epidermis, desollando esa red que es un musgo quedo, un alga marina de muchas ramas y muchos frutos, le echamos pomada a la apertura y decimos cien veces cien cien veces, soy la flauta de Dios, así en el dolor como en la oscuridad. Luego traen al príncipe en el barco. Dos, solamente dos van con él. Y nos alegramos a tal modo, que hasta el pétalo más pequeño de la más insignificante flor ríe con nosotros
La tarde de hoy se registró una explosión
En un tiradero municipal el metano
cuarteadas grietas kilométricas
profundas migas pavimento y oscuridad
descomposicional, grietas
en las paredes de las casas, en la mano
que pide cemento, material
reblandecido tapadero, la pesca
de materiales reutilizables, la mina
de botellas de cloralex, humus para sembrar
frijol en el techo las láminas, grietas en el ojal
de la camisa, en el pecho transigencia
de violetas, de recámaras edificadas
sobre basura, la que amamos y desaparemos
sin pensar tres veces antes
de que cante el gallo
sacamos hilo y aguja y remendamos
los huecos contrahechos, no extrañarás el humo
la montaña, donde los zacates y los cactos
nos espejeaban la tierra, que no tienes la mano
que pide un lugar
*
Las casas se tambalean a la orilla
de su nuevo acantilado y los pájaros
nadan en la bruma que baja al amanecer
Cortina de metal
En el negocio la cortina a media asta
agita el viento corrugado
Atrás vemos pasear cuerpos desmantelados, tan
solos sus cuerpos,
degollados, la cortina porque no toleramos
que nos miren contar centavos, porque cerramos los espejos
y nos pensamos otros,
camiones descarriados
porque también nuestras cabezas, también la niña se asoma
Cuántas veces no dijimos: por aquí una cuna que acontece,
por aquí una que no se ha ido, por aquí una reja secreta
abrazada por raíces, por las ramas, como si el árbol también
se esforzara en arrancarla. Esto no es lo que yo quise, no es
lo que yo pedí, no es el huerto
de heridas entreabiertas
Troncos y troncos pasan, sin cabeza ni raíz, el carnicero
también pasea a su nieta lenta la banqueta, ambos botas de
hule arteriales, los venenos se han vertido,
Es una parte del tronco de un árbol unida a la raíz cuando
lo cortan por el pie, tatuada en el tobillo años antes
de descubrir que la abuela había talado un sicomoro,
determined to remove it scientifically by putting salt in it
Hay que aceptarlo tal cual, sin sentirse la víctima caída
desnuda entre las ortigas toda estática televisiva
Manca
El jueves pasado me levanté y decidí cortarme la mano
izquierda. Lo vi todo muy claro y siempre que veo algo muy
claro no titubeo ni un segundo. The ultimate work of art,
o algo así, aunque creo que pensé que me volvería a crecer,
como el pelo. Empecé por el dedo anular izquierdo. Corté
justo debajo del nudillo. Flexionando el dedo para hacer el
lugar del corte más visibe. Como cortar un pollo. La sangre
no saltó. El cuchillo era aserrado, no tenía tanto filo, pero
tampoco hacía falta. Luego el dedo medio. Luego el dedo
chiquito. Ahí me quedó parte del hueso sin carne. La mitad
del trabajo hecho, y cambié de plan: me dejé el pulgar y
también el índice, para guardar parte de la funcionalidad
de la mano, pues recordé que los dedos no me volerían a
salir. Una venda para disfrazar la herida. ¿Cuánto tardará
en cicatrizar? Entrevista con mi padre: ¿y ahora cómo vas
a trabajar, a escribir? Casi siempre escribo en la libreta, o
puedo usar voice recognition software. Se me ocurre que si
aprendo a tocar el piano, seré mucho mejor. Con los pies,
puedo diseñar unos pedales…
Todos los días desde entonces los nudillos restantes me han
sacado de quicio. Mis manos huesudas. Mientras tanto me
dedico a servir café en una cafetería de tres pisos. Tengo que
aprender a organizarme bien según mi habilidad y recordar
las cosas, llevar las charolas en orden para no dar tantas
vueltas
En el siglo XX el suicidio es manda
Escribió la carta cosió las hojas
tortillas amarillas con hilo rojo
corrió el agua de la bañera
para pincharse un dedo
llorar un jugo de betabel y quedarse dormido
diciendo estuculpaestuculpaestuculpa
dormir cien años despertar
con el abatelenguas abrir AH tienes astros
enterrados en las membranas infección mortal
necesitas antividáticos y una silla de ruedas
que la gente te traiga flores pencas
de maguey cicatrizadas
besos renunciar a esta puerca vida por obra y gracia
de tu propia magnanimidad. Morir a los 27,
qué bendición