El filósofo y activista italiano habla sobre la tesis de Fenomenología del fin, libro en el que mapea la mutación antropológica provocada por la transición a la era digital; es publicado en español por Caja Negra
Ciudad de México (N22/Ana León).- La transición a la era digital ha provocado una mutación antropológica. Ha cambiado la forma en la que nos relacionamos con los otros y, sobre todo, la forma en la que construimos “al otro”. ¿Qué nos da sentido cuando media en la formación de significado una pantalla? Entre 1996 y 2001, el filósofo, escritor y activista italiano, Franco Berardi, “Bifo”, se dio a la tarea de investigar y avistar una posible respuesta a esta pregunta y a las interrogantes que le detonó la transformación que está sufriendo la manera en la que sentimos y nos percibimos a nosotros mismos. ¿El resultado?, el libro Fenomenología del fin. Sensibilidad y mutación conectiva (2017), editado en español por Caja Negra y publicado en su colección Futuros Próximos.
Pero, ¿a qué “fin” se refiere Berardi?, ¿al de la comunicación, el de la solidaridad, el de la identidad, el de la sociedad como la conocemos hasta ahora? El filósofo ha hablado de que abandonamos el humanismo para entrar a una condición “neohumana”. En una entrevista vía correo electrónico, Bifo nos explica que este fin se refiere al “fin del humanismo como lo hemos concebido durante la época moderna. Giovanni Pico della Mirandola, un filósofo italiano del siglo XV, centra el marco fundamental del humanismo en la libertad ontológica: no hay ningún proyecto divino sobre el origen del camino histórico. El hombre es el creador de su vida histórica, la historia no es la proyección de un esquema trascendente a la esfera de la voluntad humana. Las palabras que Pico della Mirandola escribe en su texto Oratio de hominis dignitate (Discurso sobre la dignidad del hombre) marcan el fin del pensamiento teocrático medieval, pero también el comienzo de una época en la cual la voluntad y la acción política tienen la fuerza para desarrollar procesos colectivos. Cuando la técnica en su matrimonio con la economía tuvo el poder de determinar la acción colectiva humana (como podemos ver en la era Facebook y las elecciones americanas que dieron la victoria a Trump) la libertad ontológica del hombre desapareció. Seguimos pensando en términos políticos, seguimos creyendo que nuestra voluntad puede cambiar el curso de las cosas públicas, pero es una ilusión. El arte de la política está perdiendo su eficacia porque la voluntad humana está cada vez más encapsulada en cadenas tecno-lingüísticas automáticas.”
Es decir, para el italiano “estamos perdiendo la capacidad para detectar lo indetectable, para leer los signos invisibles y para sentir los signos de sufrimiento o de placer del otro” a medida que en la formación de significado intervienen menos los cuerpos y más las máquinas. “El proceso de significación a través del cual creamos sentido y, en consecuencia, producimos sociedad, pierde la flexibilidad que pertenece a la esfera de lo sensible y se transforma según un formato conectivo que no se puede elaborar emocionalmente y que se hace cada vez más compatible con secuencias computacionales.”
Bifo habla del intercambio de información (condición conectiva) que está sustituyendo a la creación de significado (condición conjuntiva). Sin avistar una cura, apunta que en esta pérdida de sensibilidad “los cuerpos no desaparecen, no se disuelven en la abstracción, siguen viviendo, pulsando, pero se encuentran cada vez más dementes. En un sentido literal: se encuentran en una condición de separación desde la mente. El cerebro actúa frente a una pantalla en relación continua con otros cerebros, pero sin relación con el cuerpo individual y colectivo.”
“Lo que pasa es que la relación comunicacional y el proceso de significación actúa en una dimensión separada, desde la dimensión donde los cuerpos demoran. Y viceversa, los cuerpos pierden sensibilidad, la película que permite la significación ambigua, irónica y emocional se desensibiliza hasta a producir una patología de la esfera social: el pánico y la depresión que caracterizan el panorama psico-social contemporáneo.”
¿Qué nos espera cuando la experiencia deviene una colección de escombros, una simulación en la que ya no hay espacio para la elaboración de signos ni de emociones, es decir, se producen signos pero no hay una verdadera comunicación?”La aceleración del ritmo infoesférico (la información contenida en la inmaterialidad de Internet) pone al organismo consciente en condiciones de caos cognitivo: el cerebro colectivo no puede elaborar de manera crítica las entradas de información, que son al mismo tiempo estipulaciones neuro-psíquicas”, dice el escritor y remata: “la facultad crítica se forma en la esfera de la comunicación escrita y cuando al secuencial de la escritura le sucede en simultáneo el de la inmersión digital, la mente abandona la modalidad crítica y entra en la dimensión mitológica –es un concepto de Marshall Mcluhan (Comprender los medios de comunicación: las extensiones del ser humano, 1964) que permite explicar muchos acontecimientos de la época Trump. La capacidad de discriminación crítica (verdadero/falso, bueno/malo) necesita tiempo, necesita un entorno técnico que se incorpora en el sistema comunicacional del libro. Esta capacidad desapareció y no creo que vaya a volver.”
Dentro de las pistas que arroja este activista italiano, volver a la empatía y al entendimiento del otro a través del cuerpo, el arte y la sensibilidad, podría ser un camino, “lo que necesitamos es una ola de revitalización del cuerpo social, como fue el año de 1968 a nivel global”, señala, “el problema es que para suscitar una ola de movimiento se necesitan condiciones psíquicas, cognitivas y técnicas que ya han sido destruidas.”