- El autor uruguayo es un disidente, crítico de la realidad burguesa en un país en donde ser escritor es la mejor manera de pasar desapercibido en el mundo
Por Marcos Daniel Aguilar
Distrito Federal, 30/10/15, (N22).- El Hay Festival, desde que se realiza en México, ha sido una reunión anómala de escritores con diferentes registros y matices. De intereses también. Pueden venir figurones con grandes premios y mucha prensa y compartir el escenario con narradores que poco o nada se conocen en un país con un gran mercado editorial como México. Uno de éstos es el uruguayo Felipe Polleri, quien Tusquets trae al Hay con la edición de dos de sus novelas: La Inocencia y Gran ensayo sobre Baudelaire. En la tapa del libro que contiene ambas obras se lee «Autor de culto instantáneo». Y tal vez quien escribió esa línea en la semblanza de Polleri no se equivoca.
Lo entrevistaré en la librería Porrúa de Polanco. La foto de él que está en el texto es la de un hombre de perfil. Fumando. A blanco y negro se ve bohemio, desolado pues. Al llegar a la librería hay un tipo parado afuera. Mirada perdida al horizonte y fumando. De perfil. No puede ser. Felipe Polleri siempre se ve igual no importando en dónde se encuentre, pienso. Un presagio, tal vez, de su sinceridad ante la vida. Una extraña. muy extraña humildad para un hombre que vive en este siglo.
– ¿Habías venido a México?
Sólo una vez.
– ¿Viajas mucho Felipe?
No, nunca viajo, no tengo plata para viajar.
– ¿Antes a dónde habías ido?
En el pasado fui a Río. Una vez. Nada más.
– Me gustaría que me contaras sobre esa fascinación tuya por México. Habías querido venir, justamente en 2015 estás haciendo tu segunda visita ¿que te atraía de México?
Esto que tiene Mesoamérica me interesa. Montevideo no tiene eso. México tiene ese mundo donde se mezcla lo prehispánico con la pintura, el «muralismo» y la Revolución mexicana. Siempre leí autores mexicanos, México siempre me pareció fascinante. Cuando tuve la oportunidad de venir, mi sueño se concretó, porque me quedé maravillado por muchas cosas más de las que pensé que iba a encontrar.
Por ejemplo el Museo de Antropología, los «muralistas», por toda esa historia milenaria, pero también por lo que tienen en las calles, todo es muy colorido.Uruguay, como lo has visto, es un país muy gris, todo es de tonos grises, nos vestimos de gris, los edificios son grises y acá todo es colorido.
– La escritora uruguaya Lisa Block de Behar, en su libro En Clave de Be tiene un ensayo donde habla sobre cómo los escritores argentinos han utilizado la figura del uruguayo: como el otro, el otro y el mismo, el de la otra orilla, ¿cómo interpretar esta idea de lo montevideano?
El uruguayo fue una pieza en la creación de estos países. Éramos la banda oriental. Si hay una banda hay otra banda. Éramos la banda del sur del Río de la Plata. De hecho tenemos un prócer que lo que quería era una república federal que incluyera todas las provincias argentinas. Nosotros somos como el hermano chiquito de los argentinos, a veces nos idealizan, a veces nos minimizan, nosotros hacemos lo mismo. Los porteños son agrandados, en cambio nosotros somos perfil bajo, gente tranquila.
–¿Y esto sobrevive todavía en el siglo XXI?
Menos que antes. Yo me siento tan tranquilo. Somos tan parecidos, tenemos las mismas costumbres, hay matices, pero somos muy parecidos. Venimos del mismo origen, veníamos juntos, codo con codo, y al final Uruguay, que siempre fue una provincia medio levantisca, por intermediaciones de los ingleses que querían poner una barrera entre Argentina y Brasil levantaron Uruguay, que es un país argentino en territorio brasileño, y bueno, es lo que resultó.
– Hablabas de la Revolución mexicana, esta revolución tuvo la intención de darle la vuelta a las cosas, de criticar la idea de progreso que nos venía de otras naciones, pero finalmente no cuajó en América Latina: una aristocracia que sigue siendo la misma y que sigue lastimándonos. ¿Qué piensas de esto? Pues en tu novela La Inocencia (Tusquets) hablas también de este tema.
¡Claro! Yo nací en un barrio de clase media alta. Se suponía que como todo niño lo que me rodeaba era lo natural. Y con el tiempo me fui dando cuenta que el mundo real no estaba en ese lugar, sino alrededor, de lo que se trata es librarse de eso, de lo que no es real. De alguna manera lo logré, quise ser un tipo común y corriente que tiene los problemas de la gente común. Y lo logré de alguna manera, me «desclasé». Lo que quería era saber cómo eran las cosas. Y en Uruguay para «desclazarte», la manera más rápida, es convertirte en escritor. Porque nadie te da un peso por ser escritor. Yo creo que el chiste es ser un tipo que sabe en qué mundo vive.
– Se me hace muy interesante lo que tú dices porque aquí en México es lo contrario, si quieres comenzar a ascender a alguna clase social meterte en los ambientes literarios es una vía.
Cosa que me admiró mucho, pero enormemente. Hay que ser escritor en México, pues en Uruguay es cosa última, basura. En cambio en México es maravilloso, te premian, te dan becas. Yo lo vi en escritores amigos, ellos no saben lo que hay allá.
-¿En Uruguay no hay sistemas de premios del Estado?
Cositas. Uruguay es un país chiquito con recursos escasos y no pagan la cultura. Pagan unos pesitos, para mí nunca fue eso, pero es muy diferente, yo lo veo acá y es verdad como tú decís. Acá en Uruguay si querés descartarte y hundirte ser escritor es una manera estupenda.
-¿Y te ha funcionado?
Me ha funcionado bárbaro.
– Socialmente ¿como te ha funcionado?
Horrible, mal. Pero como yo quería escribir, pude dar pasos consientes y algunos inconscientes. Pero pude dar los pasos para vivir una vida tranquila y para ponerme a escribir.
– La mayor parte de tu novela La Inocencia es de una prosa muy rápida, muy ágil y a la vez eres crítico del establishment, ¿era lo que tú querías?
El mundo se está frivolizando. De alguna manera se está volviendo cada vez mas light. No me interesa hacer una literatura conformista, una literatura floja, novelas flojas hay un montón, hay cola para eso. Ahora todo está «funcionalizado» y eso hace que el conformismo se haga más brutal, porque no hay mensajes edificantes. Esto es así o yo lo veo así. No te voy a decir, no te voy a poner un final feliz, no te voy a regalar las cosas, te presentaré los problemas, pero las soluciones no te las puedo dar, no tengo la capacidad para darlas ni el poder para darlas. Ésta es mi experiencia, esto es lo que yo viví. Si no fuera un objeto estético, no tendría sentido, sería una critica, una cosa desagradable.
-Eres también un crítico de los sistemas económicos actuales, te lo digo porque de lo poco que ganamos en la Revolución mexicana, hoy lo hemos perdido casi todo, ¿tú también te preocupas por eso?
Lo que te voy a decir de la Revolución mexicana es cierto, yo creo que fue una revolución que costó kilos de sangre, pero que está en la memoria de América Latina, pero ¿cuántas revoluciones han terminado mal en América Latina? Especialmente, donde tenemos una burguesía de las más poderosas donde los ricos son cada vez más ricos, y los pobres cada vez más pobres.
Yo no soy un político, ni hago pronunciamientos políticos. Yo escribo, si quisiera tratar la política estaría metiendo material que no corresponde. Yo escribo sobre lo que pienso, que es mi experiencia. Transmito mi experiencia, y subjetiva, personalizada y vos sacarás las conclusiones que quieras, no sólo es identificar una situación económica o política, sino mi vida: las experiencias que viví, eso es mucho más importante a nivel literario para mí. El mundo está lleno de gente que dice tener la «verdad», hablar con ellos es para que te digan lo que tienes que hacer y la «verdad» nunca vino a decirme nada. Yo hablo de mi propia experiencia y no estoy seguro que lo que yo digo sea la «verdad» ni ante los justos ni ante los iluminados, de esos hay muchos ya, yo soy un escritor.
-Esos recuerdos personalizados muchas veces no son agradables, incluso pueden ser muy crueles.
Bueno, la vida es dura, y por lo menos así yo la siento, o así yo la veo, pero también hay cosas agradables, pero lo que pasa, lo que me motiva a escribir es la rabia. Entonces aparecen muchos de los aspectos negativos, hay muchas cosas que me molestan, pero me molestan «vivencialmente».
No estoy haciendo el análisis político de qué me molesta, pero si veo en la calle a un tipo durmiendo con un clima bajo cero eso sí me molesta, porque está mal, es injusto. Porque a mí me molesta hasta el viento, me molestan un montón de cosas, me molesto yo mismo. Yo soy el primero que cae siempre en mis libros y nunca caigo bien parado, porque también es una manera de introspección. Porque la parte menos grata del mundo es lo que se ve con mayor facilidad, pero la menos grata, la parte más desagradable es la que te cuesta más asumir, y a mí me hace mucho bien asumirlo.
-Hablar sobre la cara desagradable de la vida es ejercer la libertad de expresión. Supuestamente vienes a México invitado por el Hay Festival, que promueve este valor. ¿Qué piensas al respecto?
Cuando escribo no me pongo límites, pienso que la literatura es el lugar de la libertad. Porque la vida te condiciona tanto, todos te dicen «esto se puede esto no se puede», «no se puede fumar en los aeropuertos», te digo porque vengo de uno -aquí ríe Polleri por primera vez-, estoy sufriendo de la privación porque no se puede hacer montón de cosas y la literatura es igual, si no te animas a hacer algo no lo haces. La literatura es un lugar donde se te permite ser uno, porque de alguna manera se socializa, se transforma en un hecho estético y de esta manera puedes dialogar con el otro, a veces un diálogo desagradable, pero un diálogo al fin, al fin y al cabo no somos tan distintos. Mi rabia puede ser la tuya.
-Hay una forma muy lúdica en tus novelas como en La Inocencia y en Gran ensayo sobre Baudelaire, porque son capítulos muy cortos ¿buscabas golpes certeros?
Trato de sacar lo que sobra, yo escribo mucho y tiro mucho. Lo que lees es sólo un fragmento de lo fragmentado. No me interesa decir que tomé un vaso de agua, que miré por la ventana; eso no me interesa, me interesa que si cuento algo de un vaso de agua, ese vaso de agua signifique algo importante dentro de un libro, fragmento tras fragmento, golpe tras golpe, trato que la temperatura vaya subiendo, cuando veo que ya no puede subir más termino los libros.
A lo que aspiro es a eso, a ese diálogo, no a la aprobación, sino al diálogo, si lo aprobás o no, escuchame, les estoy hablando sinceramente, hay que escribir sinceramente.
-¿Por qué tu pesimismo entusiasma?
Mágicamente no se cómo pasa pero ocurre, el lector siente esa sinceridad, esa entrega, se jugó todo, y por lo tanto merece que se le preste atención. No escribí ese libro para agarrar «famita», para ser famoso, sino para hablar, y eso genera una respuesta, con eso me considero totalmente satisfecho, qué más puedo pedir.
Polleri es muy uruguayo. Es decir, no es argentino. Es muy uruguayo porque asume que vive en un país pequeño, modesto, austero y gris. Pero también Polleri es muy rioplatense, es decir, franco, directo tan directo como los capítulos de su novelas. Flechas que lo estremecen a uno porque Polleri, aunque modesto y austero es sincero, porque tiene ese ojo crítico que todo lo ve desde la injusticia de la vida y la rabia que nace del dolor que provoca la hipocresía, esa señora que nos acompaña todo el tiempo.
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