«El sueño de Walt» o la vuelta a la nostalgia

Por Marcos Daniel Aguilar




Ciudad de México, 28/ 02/14, (N22).- Hay dos momentos felices en la película El sueño de Walt dirigida por John Lee Hancock. El primero fue la reacreación de la época dorada de la industria cinematográfica estadounidense de la posguerra, al ver a un Walt Disney y a su equipo de trabajo como gente industriosa en vías del progreso a lo Mad Men -siempre extrañaré las épocas en que se podía fumar y beber en las oficinas-; el segundo momento de felicidad plena fueron los paisajes californianos, como aquellas postales que veía en la casa de mis abuelos y que me hacían imaginar su juventud.

Tal vez existen más virtudes en este filme protagonizado por Tom Hanks y Emma Thompson, esa clara diferencia entre la cultura británica y la bonhomía de los yankees; las instrucciones para tomar el té so british, y esa reminiscencia del suicidio de Virginia Woolf a la australiana. En fin. Me parece que este filme está plagado de buenos instantes que aparecen intermiténtemente en una historia que no logra ser atractiva en lo general, pues está en constante roce con la frontera peligrosísima de la cursilería al puro estilo Disneyland. Además, hay un contraste que es interesante, ¿por qué una autora como P.L. Travers, con esa perspicacia, permitió que se filmara un musical con su Mary Poppins? La vida a veces nos lleva por diversos caminos, donde la falta de dinero, de reconocimiento o estabilidad nos obliga a tomar decisiones insospechadas. Con probabilidad eso le pasó a Mrs. Traver.

Debo confesar que reí mucho en algunos diálogos, y que en otros puse mucho más atención en el queso de los nachos que en la pantalla. Hay una nostalgia suprema que me provocan las novelas, las fotografías o películas sobre esta época de supuesta «bonanza». Unos tonos pastel que tengo en la memoria de mi infancia. Colores que estoy seguro llegaron a mi niñez en la década de 1980, no por otra cosa sino porque fui educado por estas películas de Mr. Walt. El tiempo fue ingrato con los filmes de Disney. En vez de dotarlas de buena estética como lo hace con las buenas fotos, las dotó de una felicidad insulsa que refleja las aspiraciones de Occidente a las cuáles nunca pudimos llegar.

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