«Your time has come»: una crónica en el cerco del #YoSoy132

Por Rafael Cervantes
DISTRITO FEDERAL, México, 30/07/12, (N22).- El sábado ha llegado. Luego de una intensa lluvia –que
parecía revivir el antiguo Lago de Texcoco–, por las venas de la ciudad fluía
la sangre fresca de México, esa que empuja con fuerza
para acabar con la arterioesclerosis del Anáhuac, representada por una televisora «que ha creado un “presidente” como si se
tratara de una estrella del pop».
Desde el interior del metro Balderas
se podían escuchar las consignas; ya no es solamente la lucha de los
estudiantes de #YoSoy132, “encaprichados con tumbar a Peña», como dicen algunos, pues “¡aquí se ve
la fuerza del SME!”, y también “¡Atenco vive! ¡La lucha sigue!”. Esa “fábrica
de mentiras”, como aseguran algunos integrantes de este movimiento juvenil, comenzaba a temblar en un acto que evocaba a la película de V for Vendetta (México también quiere su
5 de noviembre), tanto que un cerco de policías de tránsito –con su chillante
uniforme fluorescente– ya estaba esperando.
La idea era cercar únicamente la
manzana que conforma Televisa; sin embargo, al arribar a Avenida Chapultepec
los policías habían cerrado calles aledañas, por lo que no
quedó más remedio que instalarse en las barricadas frente a los “señores
justicia”.
“¡Más apoyo, en los demás cercos hay poca
gente y por ahí están saliendo los camiones de Televisa!” Pero ¿cómo irse de Avenida Chapultepec si aquí está la fiestota? (había sonido y música para
bailar). Ya son las once de la noche y mucha gente comienza a irse; algunos
preguntan por el Frente Norte y van a establecerse allá, al lado del metro, con
la gente de las FES Acatlán, Cuautitlán e Iztacala.
«¡Distribúyanse en los demás cercos por
favor! ¡No se queden aquí!», volvía a insistir una voz femenina por el megáfono,
mientras muchos ya instalaban sus casas de campaña sobre el carril del
Metrobús. Dos metros más adelante –que era la distancia recomendada entre los
manifestantes y la policía– un joven, a la manera de los jipis durante la guerra de Vietnam o la Revolución de los Claveles
en Portugal, ofrecía rosas a los azules; unos las rechazaban (como si una flor
fuera a poner en duda su hombría), pero otros las aceptaban, y se podía ver en
sus miradas como se iba la tensión, incluso algunos dejaban escapar una leve
sonrisa.
Ya casi es la media noche, y por ahí
anda merodeando un sujeto con un abrigo de lana negro, el cabello crespo y
canoso, con una argolla en la oreja: es el Cucurrucucú
Vega-Gil, que anda dándose su rol en los terrenos donde antes trabajara. 
“¡Qué
chido que andas por acá!”, le dice un joven luego de pedirle una foto. Una canción o dos están bien para
bailar, para sacar la tensión, la gente no es de palo para no cansarse; pero
suena la clásica de todas las fiestas, «Payaso
de rodeo» de Caballo Dorado, muchos dejan el cerco y le tupen a la chancla,
mientras que algunos policías los madrugan y toman un lugar al lado de sus
compañeros, pues en esta ocasión ellos no darían el show. 
“Menos baile y más
bloqueo”, se leía en una pancarta pegada atrás de un señalamiento vial. «¡Quienes piensen que la movilización social es un juego mejor que se vayan!»
Así seguían transcurriendo las horas.
La una de la mañana y ya muchos, de los pocos que había, estaban en los brazos de
Morfeo. De la nada salía una señora y un joven regalando café, atole y pan. No
hay que dormirse porque el que se duerme pierde y nadie quiere perder con un
poli.
La música sigue pero en vivo. Un
ensamble de metales y percusiones vuelve un día negro en uno de carnaval con «Pinocchio», «Bella ciao», «El alacrán» y «El Matador». El brinco, el baile quita más
el frío que el café, y hace olvidar por un momento el clima adverso que vive el
país: «narco, corrupción, pobreza, ignorancia, desempleo, injusticia…
imposición… ¡cinismo!»
«¿Cuánto falta para que amanezca?» En
todos los cercos la gente ya está en el suelo, sentada o acostada, excepto en
uno, el Frente Norte, donde apenas comienza a caer el ánimo, una consigna, una Goya, un Huelum revive a los muertos, no así a los policías, quienes con una
cara de prisioneros de guerra o de peregrinos se les cierran los ojos, se
duermen de pie, otros más en el camellón o en las jardineras de Televisa, que usan
también como mingitorio.
Amanece. Los tiras comen como si no lo hubieran hecho en tres días. Ni aguantan
nada, hay veces en que el estudiambres ni piensa en eso por terminar los trabajos de fin de semestre… o porque no
hay varo. Nadie había visto hormigas
azules hasta ese día: salen de las entrañas del metro Balderas ante la negativa
de los estudiantes para dejarlos pasar (“¡De reversar poli, de reversa!”).
“Nosotros también los apoyamos” dicen algunos –tal vez por compromiso, quizá
por convicción–, pero ninguno toma la palabra cuando los jóvenes le dicen “pues
pásese para acá con nosotros”.
Las ocho de la mañana y ya se viene lo
más feo. Lidiar con el pueblo trabajador, además de cargar con una losa de
sueño más pesada que la del Pípila. Algunos entienden, apoyan; otros defienden
al PRI argumentando lo de siempre: “robaban pero tenía uno dinero en la bolsa”;
otros más los confrontan y se ponen del lado del movimiento; y uno que otro,
los menos, les recuerdan a su sacrosanta y echan semillas de chile por la boca
porque no hay paso. Sólo quienes van al hospital tienen chance; sin embargo, el
cambio de turno trajo a unos policías más intransigentes y niegan el paso a
todos, hasta a médicos y señoras con niños. ¿Dónde quedaron los buenos modales?
Muchos se van a trabajar de ahí, otros
a su casa a bañarse y armar el bajón para regresar, ante la sorpresa del cerco
policial; entre cuatro y cinco de la tarde Chapultepec #18 es nuevamente un
enjambre de abejas azul y oro, vino, rojinegras. En el templete colocado para
la ocasión, la llamada «Resistencia de México» hace brincar y bailar slam al personal con su música, incluyendo a Trinidad Ramírez.
A las nueve de la noche sale el contingente
principal para recoger a los de los otros cercos. Ya todos juntos se dirigen al
templete. Las consignas se vuelven una sola: «¡México sin PRI!, ¡Aplaudan, no
dejen de aplaudir, que el pinche gobierno se tiene que morir!, ¡Goya! ¡Huelum!
¡Digna, libre y soberana! ¡Atenco vive! ¡No están solos! ¡Siempre que
marchamos…! ¡El que no brinque es Peña! ¡Alerta!… el cansancio, el sueño no
existen ya».
Los miembros de #YoSoy132 consideran
el cerco un éxito, con saldo blanco, salvo algunos incidentes con policías
federales que andaban por ahí. Televisa paró sus producciones por primera vez
en 57 años, en una acción que vino a refrescar al movimiento, desgastado ya por
tantas marchas. De ahí, a donde comenzó todo, la Acampada Revolución, una
palabra que se ha quedado estática en el subconsciente ya no solamente de 131 estudiantes, sino de campesinos, electricistas, obreros, desempleados,
ancianos, mujeres, homosexuales y familias enteras.
Foto: http://bit.ly/Ngpsb6
12MAG 

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