INAH investiga pinturas rupestres de los indios conchos

Distrito Federal, 29/05/12 (N22).- En las estribaciones de la Sierra de la Campana, en el estado de
Chihuahua, especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia
(INAH-Conaculta) realizan el registro sistemático de cinco conjuntos de
pinturas rupestres que fueron plasmadas por los indios conchos, etnia que se
extinguió hacia el siglo XIX.
Se
trata de una serie de manifestaciones gráfico-rupestres, cuya antigüedad podría
alcanzar los 700 años, que se descubrió a mediados del año pasado en el
interior de la Cueva del Oso, a poco más de 69 kilómetros de la
ciudad de Chihuahua. Las figuras plasmadas aluden a rituales vinculados con la
caza y el agua.
De acuerdo con el arqueólogo responsable del
registro, Arturo Guevara Sánchez, en la oquedad hay diseños de ejecución
sencilla que no se habían observado antes en la región, tal es el caso de la representación del baño ritual de un chamán; “lo
que significa un aporte importante a los estudios iconográficos de los antiguos
habitantes del norte del país”.
Por
sus trazos sencillos, dijo el especialista del Centro INAH-Chihuahua, estas
pinturas rupestres podría llegar a tener más de 700 años de antigüedad, de
manera que correspondería a las etapas más tempranas de los conchos (1300 d.
C.), cuando aún eran comunidades de cazadores-recolectores.
«Este
registro es el primer paso para seguir explorando no sólo esta cueva, sino
todas aquellas que se encuentran en el Cerro de la Campana, con lo cual se
incrementará el conocimiento de una de las etnias más numerosas e influyentes
que habitó en el norte de México, la de los conchos, que llegó a tener una
población cercana a los 50 mil individuos», destacó el investigador.
Esta
etnia, dijo, ocupó parte de lo que hoy es el municipio de Chihuahua, entre los
años 1300 y 1800 d. C., se les conoce con ese nombre debido a que donde
habitaron se encontraba el Río de las Conchas —ahora conocido como río
Conchos—, en cuyas riberas había gran cantidad de valvas de agua dulce. Durante
los primeros 300 años (1300-1600 d.C.) fueron comunidades nómadas y tras la
llegada de los españoles al septentrión (en el siglo XVII) pasaron a ser grupos
sedentarios, 200 años más tarde se extinguieron.

“A
mediados del año pasado, explicó, trabajadores de un rancho ganadero reportaron
al Centro INAH-Chihuahua, la existencia de dichas pinturas en dicha propiedad. En las faldas de la Sierra de la Campana se halla la cueva
rodeada de un bello escenario que debió ser motivo de atracción para estos antiguos
grupos que visitaban el sitio, ya que de su lado derecho hay una pequeña cascada
que suministraba agua la mayor parte del año», explicó Guevara Sánchez.
La
cueva —de entre 8 y 9 metros de profundidad—, abundó, tiene humedad debido a la
cercanía con la caída del agua, su piso está un poco inclinado hacia la entrada
y está cubierto por un sedimento color gris, producto de ceniza de madera.
En el fondo hay cinco conjuntos de pinturas
rupestres, conformados a su vez por varios elementos, entre los que sobresalen
figuras humanas (la mayoría del sexo masculino) y geométricas, además de
representaciones de animales como oso, jabalí, aves y serpientes; la mayoría de
las figuras están plasmadas a 1.60 m respecto al suelo de la cueva.
Las pinturas rupestres —que van de los 30 cm hasta un metro de
longitud— fueron realizadas con pinceles sencillos e incluso con los dedos;
presentan un color blanco amarillento procedente de algún pigmento natural, al
cual debieron agregarle algún adhesivo orgánico, lo que permitió que perduraran
en un sitio húmedo, comentó el arqueólogo Arturo Guevara.
Entre
los conjuntos destaca el baño ritual de un chamán (personaje que sobresale de
otras figuras humanas porque es un poco más grande), “momento que fue plasmado
más de una vez en la pared rocosa de la cueva, y es la primera ocasión que se
tiene registro de una escena de este tipo en la región.
“Se
trata de un chamán que se está bañando bajo una caída de agua —representación
de la cascada que está fuera de la cavidad—, ritual en el que está acompañado
por otros individuos que parecen contemplar el rito; se piensa que dicha
práctica se efectuaba para eliminar los problemas y penalidades de la comunidad”,
detalló el investigador del Centro INAH-Chihuahua.
«Otra
escena importante, añadió, es la danza de otro chamán con las extremidades
flexionadas y que porta una cornamenta en la cabeza; alude a un baile que era
ejecutado en ritos funerarios dedicados a los cazadores muertos. Dichos tocados
eran utilizados para pasar inadvertidos cuando acechaban a una presa. El chamán
bailaba portando el tocado del occiso como parte de un ritual muy sentido entre
las sociedades primigenias del norte”.
El
arqueólogo Arturo Guevara comentó que
“se sabe de este tipo de costumbres por las referencias históricas de
misioneros que llegaron a la región, como Andrés Pérez de Ribas, cronista que
describió algunas de las danzas funerarias y otras prácticas rituales de las culturas
del norte del siglo XVI».
En
las manifestaciones rupestres también se distinguen diseños de soles, puntos y
figuras en forma de «s», que se asocian con el vapor o la densa
neblina que se presenta en el área en ciertas temporadas del año. Asimismo, hay
círculos unidos con una línea, imagen que  quizá tenga que ver con el temporal de sequía,
época en la que el arroyo de la cascada queda reducido a pequeños charcos
semicirculares, unidos por una delgada línea de agua.
Guevara
Sánchez refirió que “otras representaciones que se observan en las antiguas
pinturas son varias figuras geométricas con una cruz al interior, las cuáles simbolizan
el horizonte y son testimonio de la influencia de la cultura Paquimé entre
estos grupos, “que no eran tan rudos y salvajes como se creía, por el
contrario, eran ‘sensibles’ a los conocimientos de las culturas avanzadas”.
En
cuanto al estado de conservación de las pinturas, el arqueólogo indicó que es
estable para la mayoría, aunque las de la parte baja muestran afectación de
humedad que se registra durante la temporada de lluvias.
Cabe
mencionar que en el interior de la
Cueva del Oso también se encontraron restos de materiales
prehispánicos, tepalcates sin decoración de tipo doméstico y el fragmento de un
 metate plano con bordes irregulares, que
dan cuenta de las ocupaciones ocasionales y tardías en el sitio.
Posiblemente
el agua arrastró otros materiales que pudieron conservarse en la superficie de
la cueva, sin embargo, para profundizar en el conocimiento del uso de este
espacio será necesario excavar. Asimismo, en etapas subsecuentes se habrá de
abundar en la investigación para determinar el fechamiento preciso de las
pinturas rupestres, así como en la restauración de las mismas, concluyó el
arqueólogo.
12mag 

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