Roger Waters pone un muro frente a la violencia en México

Por Huemanzin Rodríguez 

DISTRITO FEDERAL, México, (N22).-  

“Quiero conocer a Javier
Sicilia” dijo Roger Waters, “sé de su movimiento y quiero conocerlo”.

Fue la solicitud que hizo el
ex integrante de Pink Floyd cuando llegó a México para ofrecer dos conciertos en la
parte final de su gira «The Wall”.  A
estas presentaciones lo acompañó un
enorme muro blanco de más de cien metros, que sirvió como escenografía
en  su concierto en el Foro Sol.
Desde 2009 ha viajado con el
montaje íntegro del álbum que significara rompimiento entre los integrantes de Pink Floyd y uno de los
pretextos para jamás ser olvidados.
 Con una pequeña banda de
ocho músicos y tres coristas comenzó el concierto a las 21 horas con 10
minutos; la letra de “In the flesh” preguntaba “… ¿no es esto lo que esperabas
ver?”… Y una réplica de avión fukker de la Segunda Guerra Mundial volaba desde
el fondo del foro para estrellarse a un costado del muro.
La explosión dió entrada a “The thin ice”, siguió “Another
bick in the wall Parte 1”, “The happiest days of our lives” y “Another brick in
the wall Parte 2”, con una pequeña version acústica al final.
 En el escenario un grupo de
niños se sumaron al coro, el Foro Sol poseía una perfecta distribución de los
sonidos incidentales.
 A lo largo del muro se
podían ver  proyecciones en alta
definición de lo que ocurría en el escenario. De pronto la enorme marioneta del
profesor se esforzaba en mesmerizar a los niños, que con todo y coreografía,
más cercana a tabla gimnástica, le decían “We don’t need no, education”.
 La pantalla central del escenario mostraba
rostros de personas desaparecidas, asesinadas o muertas en fuego amigo de
diferentes partes del mundo; el segundo rostro en aparecer fue el del hijo del
poeta Javier Sicilia, no hubo duda, su nombre y fecha de muerte se vieron
claramente.
 Mientras Waters cantaba
“Padre, qué dejaste detrás para mí…” cada ladrillo de ese enorme muro se
convirtió en el rostro de una víctima. Una fuerte crítica que recuerda la lucha
contra el autoritarismo o el fascismo que se libra a diario. No se trata de sistemas
políticos, se trata de políticos que se miran a sí mismos como los detonantes de
la historia.
 Es curioso, mientras el
mensaje recuerda las ideas planteadas por el escocés Thomas Carlyle a mediados del
siglo XIX, el público aclama y sigue a Roger Waters, como a un líder, resultado
de la propaganda convertida ahora en cultura pop. Mientras esto ocurre, un
grupo de personas camina en la oscuridad desde el centro de los asientos hacia
el escenario.
 Antes de “Mother” el músico
hizo una pausa para saludar en español y dedicarlo a las mujeres asesinadas en
Ciudad Juárez y a los niños desaparecidos en la guerra contra el narcotráfico.
En un extremo del muro se veía un grafitti con la consigna. “¿Madre, crees que
ellos arrojarán la bomba?”, pregunta el tema y en la pantalla circular una cámara de
vigilancia nos observa, la imagen orweliana nos dice que para estar seguros hay
que perder libertad, y en el muro aparece, lentamente, palabra por palabra en
letras rojas: “Estamos hasta la madre”. El público respondió con una fuerte
ovación.
 Así transcurre la velada,
con pequeñas variaciones a los temas y cuando el último ladrillo desaparece el
rostro de Waters al final de “Goodbye cruel World” se anuncia un intermedio.
 Detrás del muro, Roger
recibe un ladrillo, símbolo de los más de 50 mil muertos en los últimos años.
Javier Sicilia estaba fuera del país, pero estuvo ahí la madre de su hijo, así
como otros familiares de víctimas y miembros del “Movimiento por la paz,
justicia y dignidad”. ¿Vieron la reacción del público? Les preguntó Waters.
Pero no la vieron, estaban detrás del escenario, se enteraron cuando un par de
reporteros les contamos al final.
 La segunda parte del
espectáculo Roger utilizó, en gran parte, las animaciones de la película de Alan Parker.
Salvo el baterista disléxico que arruinó el inicio de “Run like hell” y un
retardo de pocos segundo antes de que Waters apareciera en su
departamende/ladrillo en “Empty spaces”, todo fue maravilloso. Hipnotizante.
Fuerte.
Hacia el final imágenes de
líderes del mundo con sus audífonos blancos, contrastaba con palabras surgidas
de la publicidad pero rediseñadas como “iRebel”, “iOccupay”; pareciera que de
lo que se trata es dejar de escuchar lo que quieren que escuchemos, ¿por qué la
interpretación? Tal vez porque al mismo tiempo un cerdo inflable, con frases
detestables tatuadas, flotaba constantemente entre el público, otra vez Orwell,
el cerdo como el tirano de La rebelión de la granja.
Waters agradeció, estaba contento, se conectó con la gente, igual que
en cada uno de sus conciertos anteriores. 

Foto: Huemanzin Rodríguez 

12MAG 

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