Alberto Aranda / Ciudad de México
En el 2013 Jill Magid visitó la Casa Estudio Luis Barragán y quedó maravillada; fue cuando comenzó una serie de tareas que la llevaron a reunirse con la familia del arquitecto, buscar sus archivos en Suiza y realizar distintas acciones que se reflejarían en la exposición Una carta siempre llega a su destino. Los archivos Barragán, que se presentó en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC). Dentro de las piezas se incluyó un anillo con un diamante hecho con las cenizas de Barragán.
«La verdad pensé: ¿cómo hizo esta artista para gestionar, financiar y exhibir? y es por esto por lo que empecé a hacer esta investigación. Jill, —yo así lo planteé—, baja de este altar al santón de todos los arquitectos mexicanos y lo convierte en diamante y esto indigna a mucha gente, pero, por ejemplo, yo me he entrevistado a algunos miembros de la familia Barragán después de todo lo que ha pasado y la mayoría sigue en la misma posición, en la misma cuando firmaron los acuerdos con Jill y claro hay otras sobrinas que están inconformes», expresó Laura Ayala Castellanos, maestra en arte moderno y contemporáneo.
Las reflexiones que realizo Laura Ayala sobre la obra de la artista estadounidense las podemos leer en el libro 525 gramos. Jill Magid: la transformación de Luis Barragán, en este volumen, publicado por Artes de México, la investigadora del museo de las artes de la Universidad de Guadalajara no busca revivir la polémica generada hace años.
«Detrás de todo este cuerpo de obra hay un trabajo invisible de muchos abogados y asesores, tanto para las leyes de derecho de autor y derechos de reproducción en México, en Estados Unidos y en Suiza y ella en este límite es en el que se mueve y el que a ella le prohíban o que las leyes determinen que algo está prohibido de reproducirse a ella le dan elementos para la creación. Entonces esto más que un juicio moral, mi libro propone herramientas basadas en la teoría del arte y en una comparación entre el arte moderno y el contemporáneo», agregó.