La artista visual de prácticas sociales se involucró durante años con una familia en la periferia al sur de Bogotá, en Colombia, en el barrio de Villa Gloria, para ahondar en la autoconstrucción y en el valor simbólico de una casa
Ana León / Ciudad de México
Las periferias en América Latina se parecen. La precariedad y la ilegalidad en muchos casos condicionan el modo de vida de sus habitantes. La autoconstrucción en estos contextos es la vía para que los habitantes de estas periferias den forma a lo que llamamos casa. Pero ¿cómo dan forma a esa otra cosa que llamamos hogar?
«ASA que son las siglas de Arquitectura Sin Arquitectos, es el primer proyecto de una investigación de largo plazo en la que llevo desde el 2010 hasta la fecha. Es el primero de cuatro proyectos continuos que he hecho a lo largo de estos once años sobre procesos de desterritorialización. Que son cada vez palabras que escuchamos más, con las que nos vamos familiarizando, pero que en este caso en específico tiene que ver más con entender los procesos de autoconstrucción en las zonas periféricas de las megaurbes», cuenta la mexicana Sandra Calvo en entrevista.
Así, Sandra Calvo, artista visual, se involucra con una familia en la periferia al sur de Bogotá, en Colombia, en el barrio de Villa Gloria. Donde cuenta que «básicamente se hizo un proceso de análisis de deconstruir el concepto de casa y para entender realmente qué significa la casa, qué significa el hábitat.»
Y qué significa el hogar para una familia condicionada a hacer vida siempre en las lindes y cuya pertenencia está sostenida por pequeños gestos marcados siempre por la impermanencia de lo que se construyen, aun cuando esa construcción sea de concreto.
«Al tener esta característica de informalidad, al haber sido expulsados de alguna manera de la ciudad formalizada o del mercado formal de la vivienda ¿qué sucede en estos lugares?, ¿cómo la gente arma sus barrios?, ¿cómo los construye?, ¿cómo los ocupa?, ¿cómo los habita?»
Aquí, Sandra me cuenta que nuestras ciudades y nuestros paisajes están marcados por la autoconstrucción. Y que más o menos un 60% de nuestros lugares son autoconstruidos. Una marca del Sur Global, que también se extiende a países de África.
«Yo me refiero a la autoconstrucción no como a un quehacer de ‘hazlo por ti mismo’, porque quiera yo explorar una forma personal de poderme construir. No. Surge como una práctica de resistencia. Es a esa autoconstrucción a la que yo me refiero. […] A una práctica de resistencia que da forma a objetos y espacios por medio de una suerte de ingeniería inversa o ingeniería popular que se atiende mediante adoquismos, problemas que nunca van a poder resolverse con la aplicación de rutinas rígidas y preestablecidas.»
«Estamos creando en lugares denominados ilegales, informales y nunca vamos a poder tener ni escrituras ni poder llevar a un arquitecto ni tenemos el dinero. La methis es aquí entendida y puesta en escena como este saber local. […] Es casi la única forma, incluso, en que estas personas pueden construirse su propio hogar. De lo contrario no existiría.»
Buscando ahondar en la «ciudad informalizada», Sandra llegó con una familia de este barrio y empieza a acompañar el proceso de construcción de una de esas casas para, en el camino, encontrar alguna respuesta a tantas preguntas.
Dio inicio entonces la construcción de una escultura colaborativa hecha de hilos, para proyectar los espacios futuros de una casa. Lo que se desea y se consensa construir con hilos rojos. Lo que está en disputa, con hilos negros. Algo nada sencillo en un contexto determinado por la urgencia de la supervivencia.
¿Cómo entrar en un lugar en donde la emergencia y las necesidades inmediatas no son precisamente, o no tendrían que ser, elaborar un casa de hilos?, nos preguntamos.
Y ella responde:
«Precisamente el interés, el tiempo, el involucramiento con ellos durante no meses, sino años, genera en ellos una confianza y un entendimiento de que realmente esa persona que está en las antípodas, que vive en otro lado, que vive en un casa de confort, que no precisamente pasa las necesidades y es una privilegiada, porque estudió, porque incluso viene de otro país —porque soy mexicana y estaba en Colombia—, ¿qué viene a hacer aquí en Villa Gloria?
»El propio proceso y el propio diálogo con ellos nos fue llevando a que esto se convirtiera en un proceso colaborativo que diera como resultado un espacio de diálogo y ese espacio de diálogo, cómo ellos además querían construir su propia casa, fue hacer su propia casa en hilos, pero convertirlo en un detonador para poder dialogar cosas que desde hace mucho tiempo están ahí [como familia], pero que no emergían.
»Emergen las problemáticas internas y externas de lo que significa vivir en un lugar efímero susceptible al despojo, al desalojo y a todo tipo de vaivenes. […] De cuestionar esta falsa dicotomía que nos hemos generado en estos países de qué es público, qué es privado; qué es legal, qué es ilegal. ¿Puede haber arquitectura sin arquitectos? Sí. No es que pueda haber. La hay.
En esta práctica artística y política, en esta experiencia de vida de esta familia, todo sucede al mismo tiempo como describe la artista:
«Habito
mientras construyo
mientras planeo
mientras resisto
mientras me desalojan»
De este proyecto Sandra Calvo [cuyo trabajo puedes conocer más afondo aquí] ha publicado un libro bajo el mismo nombre, montó una exposición en el Museo del Chopo y tiene también una salida en documental. Esta misma investigación se extiende al Pabellón de México en la 17 Bienal de Arquitectura de Venecia, Desplazamientos, del que Sandra es una de las artistas representantes. Allí, se retoman elementos de la investigación de la artista, desde elementos constructivos (los hilos) y también la propuesta de instalación transitable compuesta de varias proyecciones, todo bajo la pregunta eje de la Bienal: ¿Cómo viviremos juntos?
El libro lo puedes encontrar en diferentes librerías Gandhi del país y en museos como el Tamayo, MUAC, la Casa Barragán y el Franz Mayer, entre otros.